¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Ama a las personas, no la idea de las personas

Una lección de Iván Karamazov

Una conversación ficticia sobre un problema real

Se sientan dos hermanos ficticios cerca de una de las ventanas en un café ruso: Aliosha e Iván Karamazov. Estos dos hermanos, que constituyen dos tercios de los hermanos Karamazov, comparten el mismo ADN, pero difieren sustancialmente en su cosmovisión. Aliosha Karamazov, cuatro años menor que su hermano mayor, es monje y devoto de la vida religiosa. Sin embargo, su hermano vacila entre el ateísmo y la duda religiosa.

Mientras los dos Karamazov más jóvenes dialogan con frecuencia en el libro, quiero centrarme en la conversación en el café. Aunque pretendo que este breve artículo esté “libre de spoilers”, un poco de contexto puede ayudar al lector, así sea ambiguo. La reunión de los hermanos se debe a la partida futura de Iván Karamazov a Moscú. Los hermanos, a quienes Dostoyevski utiliza a lo largo de la novela para representar diferentes polos filosóficos y teológicos, lamentan el hecho de que no se conocen verdaderamente el uno al otro. Por supuesto, han pasado mucho tiempo juntos, pero temen que en realidad no se conozcan bien. Su deseo de profundizar en su relación y en el afecto fraternal les lleva a pasar a temas de peso, incluyendo la relación entre el amor y la religión.

Durante esta conversación ficticia, Iván Karamazov hace una gran confesión que la gente de la vida real puede que no admita con tanta facilidad pero que, sin embargo, ejemplifican de manera funcional. En resumen, Iván le confiesa a su hermano menor Aliosha que entiende completamente lo que es amar la idea de las personas de manera general, pero que él nunca ha amado verdaderamente a las personas reales de manera particular.

Antes de pasar al tema del problema del mal, los dos discuten sobre el amor, e Iván Karamazov le dice a su hermano menor: “Nunca pude entender cómo es posible amar al prójimo. En mi opinión, es precisamente al prójimo a quien uno no puede amar. Quizás si no estuvieran tan cerca”. Más adelante dice: “Aún es posible amar al prójimo de manera abstracta, y ocasionalmente desde la distancia, pero casi nunca de cerca”.

El problema de Iván es nuestro problema

Si bien puede ser tentador burlarse de la propuesta de Iván por ser una posición tonta e ignorante, tómate un momento para autoevaluarte y ver si, aunque niegues el principio detrás del argumento de Iván, hay remanentes que viven dentro de ti. Iván no está haciendo una simple broma en esta conversación; es sincero. Iván Karamazov siente un amor genuino, a su manera, por la humanidad. De hecho, él incluso ha demostrado este amor al inclinar su carrera intelectual hacia el bien de los demás y, a menudo, hace ensayos éticos para el mejoramiento de sus iguales. Sin embargo, ahí es donde el amor de Iván llega a su límite: la idea de los demás.

Si bien Iván está animado y aun apasionado por el amor a la humanidad en general, descubre que a medida que se acerca al “prójimo” real de carne y hueso, el amor tangible se vuelve cada vez más difícil. El problema de amar a las personas es que hay personas involucradas. A menudo, el mandamiento de amar al prójimo conlleva un inconveniente inevitable. El problema con las personas es que toman tiempo, energía, dinero e incluso amenazan nuestro propio bienestar. Un cálculo rápido de la situación puede llevarte a la conclusión de que simplemente es demasiado costoso involucrarse en el negocio de amar al prójimo, a tu prójimo de la vida real.

Cristo, el mejor Karamazov

Por esta razón y otras, a menudo es más fácil hablar del amor a la humanidad en lugar del amor a un hombre o una mujer en particular. Sin embargo, tenemos un modelo mejor que Iván. Si bien podríamos mirar el noble ejemplo de su hermano menor, Aliosha, tenemos un modelo mejor que incluso el Karamazov más joven.

La demostración cósmica del amor de Cristo, la redención de los pecadores, no es la historia de un amor general. Por el contrario, Cristo se metió en el caos inconveniente de la humanidad. Seguramente el Dios del universo pudo haber concebido una medida de amor que le hubiera permitido mantenerse a distancia. Sin embargo, Él se acercó a nosotros. Su amor no fue un amor general, sino un amor de gran particularidad.

La particularidad de su amor causó que, en su humanidad, el Omnisciente se volviera ignorante.

La particularidad de su amor causó que, en su humanidad, el Omnipresente tuviera limitaciones. 

La particularidad de su amor causó que, en su humanidad, Aquel que posee aseidad, es decir, Aquel que es completamente autosuficiente, tomara una fecha de nacimiento.

La particularidad de su amor causó que, en su humanidad, el Eterno experimentara momentos sucesivos.

En definitiva, la particularidad de su amor causó que el Señor de la vida probara la muerte en su humanidad.

Las Escrituras nos dicen: “Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos” (Jn 15:13). Sin embargo, Jesús lleva la historia de un sacrificio amistoso un paso (importante) más allá y da su vida no solo por sus amigos, sino aun por sus enemigos. Porque, “siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro 5:8) y “Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo” (Ef 2:4-5).

Al final, Iván Karamazov puede que tenga razón: amar a personas en particular puede ser una carga. Pero gracias a Dios, Cristo miró nuestra situación de desamparo y abrazó la carga de amarte a ti y a mí en todo nuestro inconveniente quebrantamiento.


Publicado originalmente en For The Church. Traducido por Equipo Coalición.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando