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“Un obispo debe ser, pues, irreprochable, marido de una sola mujer…”, 1 Timoteo 3:2

Casi todo cristiano que ha corrido la carrera de la fe por años conoce el profundo dolor de ver a un pastor cometer adulterio. Este pecado es uno que no solo trae profunda deshonra a la vida y familia de los involucrados, sino que es una afrenta a toda la Iglesia y al nombre del Señor. Además, también trae preguntas difíciles de responder: ¿qué hace un pastor luego de caer en este pecado? ¿Cómo se sostiene económicamente? ¿Puede regresar al ministerio? Y tal vez la pregunta que todo hombre llamado al ministerio debe hacerse, ¿cómo me cuido de cometer tal afrenta?

Para esta ocasión, Salvador Gómez, Gadiel Ríos y Otto Sánchez conversan sobre este sensible tema. Es nuestra oración que los casos de adulterio sean cada vez más infrecuentes, para que la iglesia sea genuinamente un luminar en un mundo perdido.

“Los pastores no somos superhombres; nosotros somos hombres débiles. Por lo tanto, imaginarnos que estamos en un pedestal que nos protege de asechanzas es el error que el maligno puede utilizar precisamente para hacernos caer”, Salvador Gómez

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