A algunos cristianos les resulta difícil justificar la lectura de ficción. Si invertimos tiempo precioso en leer libros ¿no deberíamos leer libros de no ficción sobre liderazgo, ministerio, teología, apologética, o tendencias culturales? La ficción puede sentirse superflua.
Pero los seres humanos somos criaturas inmersas en historias. Desde las historias que compartimos en la oficina o alrededor de la mesa de la cena, hasta los testimonios que compartimos sobre nuestra salvación o la obra de Dios en el mundo a través del evangelio (la “buena historia”), nuestras vidas encuentran forma en la narrativa. La ficción simplemente refleja lo lineal y la estructura narrativa de nuestra experiencia terrenal. Y la mejor ficción hace aun más. Las mejores historias ejercitan nuestro discernimiento, cultivan nuestra virtud, y proporcionan el placer del descubrimiento y la iluminación. Esta es una de las razones por las que escribí mi nuevo libro, On Reading Well (Sobre leer bien).
La ficción refleja la estructura narrativa de nuestra experiencia terrenal. Y la mejor ficción hace aun más.
Pero ¿por dónde empiezas? Incluso en la categoría de “grandes libros” hay mucho más de lo que la mayoría de los lectores tendrán tiempo de leer. Hay muchas obras de ficción que todos los cristianos deberían leer, pero aquí hay ocho selecciones (en ningún orden en particular) con las que podrías comenzar.
1. Jane Eyre de Charlotte Bronte
A pesar de su título y reputación popular, esta obra maestra victoriana de Charlotte Bronte no es un romance femenino. Es una poderosa historia sobre la búsqueda moderna del individuo para discernir y prestarle atención a su identidad auténtica. Y debido a que el personaje de Jane es cristiano, su narrativa sobre cómo superar los obstáculos para cumplir con su llamado cristiano es uno en el que todos los lectores creyentes, hombres o mujeres, pueden relacionarse y aprender. El tema del libro se puede encontrar en las palabras de Jane en su mayor momento de conflicto: “No necesito vender mi alma para comprar dicha. Tengo un tesoro interior nacido conmigo, que me puede mantener viva incluso si me negaran todas las delicias o me las ofrecieran a un precio que no pudiera pagar”.
2. Incidentes en la vida de una joven esclava por Harriet Jacobs
Técnicamente esto es una autobiografía. Pero debido a que utiliza un seudónimo y nombres ficticios, a este libro lo trataron como novela durante mucho tiempo. Es un relato ligeramente ficticio y devastador de una esclava que finalmente escapa a Nueva York después de esconderse en un ático durante siete horribles años para escaparse de ser abusada. Leer en palabras de la autora esta historia de una esclava común, una de millones de almas torturadas, es poderosa e inolvidable de una manera que no pueden capturar ni siquiera las muchas películas sobre este tema. “Cuando un hombre es cazado como si fuera una bestia salvaje, este se olvida que hay un Dios, un cielo —escribe Jacobs—. Se olvida de todo en su lucha por escapar de los sabuesos”. Por muy cierta que sea esta observación, la situación de la esclava en particular es una que debe hacer que todos los cristianos se doblen de dolor.
3. Fahrenheit 451 por Ray Bradbury
Al releer este libro recientemente, me sorprendió el misterioso conocimiento anticipado de Bradbury. No en la quema de libros como el centro de su distopía futurista, sino en sus descripciones de la tecnología interactiva, una que adormece la mente y altera el alma y reemplaza los libros, el discurso real, y las relaciones humanas. La novela es un recordatorio oportuno, no solo de que los libros son importantes, sino también de por qué lo son. Como dice un personaje: “Los buenos escritores tocan la vida a menudo. Los mediocres le pasan una mano por encima. Los malos la violan y la dejan a las moscas”. Los libros, especialmente los mejores, requieren que nos comprometamos con la vida y que desarrollemos nuestra capacidad de pensar y juzgar. Necesitamos leer más libros, y más de los buenos.
Las mejores historias ejercitan nuestro discernimiento, cultivan nuestra virtud, y proporcionan el placer del descubrimiento y la iluminación.
4. El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad
La novela de Joseph Conrad cuenta la historia de un capitán de barco de vapor empleado por una empresa comercial europea para tomar un bote y atravesar el Congo en busca de uno de los comerciantes de marfil más exitosos de la compañía. A medida que viajamos con Marlow hacia este “corazón de la oscuridad”, descubrimos un mundo que invierte las nociones europeas de “civilización” y “moderación”. (También vemos una visión más escéptica de la colonización en nombre de las “misiones”, la que se enseña a la mayoría de los cristianos anglosajones). La obra muestra que, a falta de controles externos o internos, el corazón del hombre es oscuro, lo que provoca la frase más famosa del libro: “¡El horror! ¡El horror!”. El hecho de que los acontecimientos y el escenario de la historia se basan en las atrocidades de la vida real cometidas por el rey Leopoldo II de Bélgica muestra cómo la verdad puede ser más terrible que la ficción, y por qué no debemos rechazarla.
5. Crimen y castigo por Fyodor Dostoievski
Si bien la obra maestra de Dostoievski es indiscutiblemente Los hermanos Karamazov, Crimen y castigo es una novela más corta y accesible que aborda algunos de los mismos temas de una manera más enfocada. Dostoievski era un cristiano ortodoxo ruso, y esta novela, como la mayoría de sus otras obras, está llena de imágenes e ideas cristianas. Esta historia se centra en un joven ruso pobre pero arrogante llamado Raskolnikov, quien cree que las leyes y la moral humanas comunes no se aplican a él. Él prueba esta idea cometiendo un acto de asesinato sin sentido. La historia continúa revelando con verdades psicológicas y teológicas el poder de la culpa, la confesión, y la redención. Quizá la corona de este libro sea el papel que juega una humilde prostituta en la redención y restauración de Raskolnikov.
6. Grandes esperanzas de Charles Dickens
Junto con Jane Eyre, este es uno de mis libros favoritos. Dickens es un escritor encantador cuyas oraciones son brillantes y cautivadoras. Sus tramas y personajes son surreales, irreales, e inolvidables, pero si no te enfocas en las frases de Dickens, entonces no lo estás leyendo. Esta novela en particular captura muchos aspectos universales de nuestros amores y anhelos, nuestras expectativas y decepciones, y la forma en que nuestro carácter se revela en todo esto. Grandes esperanzas se centra en el deseo que el huérfano Pip tiene de ser un caballero, y el viaje que debe realizar para aprender qué significa ser un verdadero caballero. Grandes esperanzas es un ejemplo de un libro maestro que combina la instrucción con el deleite. Esto se logra a través de la mansión en descomposición, los barcos de prisión, el hogar de los herreros, una cuñada cruel, y el pobre niño pequeño que intenta navegarlo todo.
7. Orgullo y prejuicio de Jane Austen
Si tu única exposición a Austen es alguna película popular, te insto a que le des otra oportunidad. Los lectores más jóvenes a menudo extrañarán la voz satírica que le da significado a sus obras. Al igual que Jane Eyre, esta novela es mucho más que la triste historia de amor que se ve en la mayoría de las adaptaciones cinematográficas. El ingenio agudo de Austen y su sutil ironía exponen los vicios y las locuras de la clase privilegiada en la Inglaterra del siglo XIX (que es sorprendentemente similar a la mayoría de nosotros en las Américas del siglo XXI). Austen tiene un agudo sentido ético y una cosmovisión cristiana bien desarrollada. Orgullo y prejuicio transmite brillantemente la simple verdad de que todos estamos cegados por nuestros prejuicios y agobiados por nuestro orgullo.
8. “Revelación” por Flannery O’Connor
En realidad, creo que todos deberían leer todos los cuentos cortos de O’Connor (así como sus otras obras). Pero como sus historias son tan extrañas y desorientadoras, generalmente recomiendo esta como un punto de entrada. La ficción de O’Connor casi siempre se trata de la necesidad de la gracia salvadora y cómo sus personajes se resisten a ella. Por lo general se necesita un evento inquietante, incluso violento, para despertar a los “cristianos” que llenan sus historias. Estos personajes despiertan de su complacencia en un momento de reconocimiento que lleva a aceptar (o no) de esa gracia. Como lo explico en mi capítulo sobre esta historia en mi libro On Reading Well, a menudo es el orgullo el que se interpone a nuestra capacidad de recibir la gracia, y casi todas las historias de O’Connor apuntan, de formas extrañas e inolvidables, al antídoto para el orgullo, que es la virtud de la humildad.