¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

12 razones por las que los líderes de la iglesia no delegan

Lo admito. Yo no delego las responsabilidades en mi ministerio tanto como debería hacerlo. Sin embargo, a la medida que he intentado mejorar en este area, he tratado de aprender también de otros que comparten esta misma lucha. Basado en mis propias experiencias y estas entrevistas informales, he aquí 12 razones por las que los líderes de la iglesia no delegan.

1. Basamos nuestro valor en los resultados. Si nuestra organización hace bien, nosotros lucimos bien; si hace mal, el fracaso nos golpea en el núcleo de nuestro ser. Cuando basamos nuestro valor en el éxito de la organización que lideramos, pocas veces delegamos las responsabilidades a otros. Es simplemente demasiado arriesgado hacerlo.

2. En realidad no creemos que el cuerpo de Cristo sea como lo dice 1 Corintios 12. Si Dios une al cuerpo según Su voluntad, Él sabe el rol que cada persona debe desempeñar. Sin embargo, negamos esa verdad cuando decidimos llevar a cabo el rol de cada parte del cuerpo, ya sea haciéndolo todo nosotros mismos o procediendo a “reparar” lo que otros han hecho.

3. Nunca hemos visto un modelo de buena delegación. Muchos luchamos con la delegación porque nadie nos delegó responsabilidades mientras estábamos aprendiendo cómo servir en el ministerio. Ningún líder nos entrenó, confió en nosotros, y nos hizo rendir cuentas. En cambio, nuestros modelos hicieron el trabajo ellos mismos, y hemos seguido fielmente en sus pasos.

4. Sufrimos de “auto-idolatría”. ¿Qué más podemos llamarlo si creemos que (1) nadie puede hacerlo mejor que nosotros, y por lo tanto que (2) nadie más debería hacerlo? Podríamos excusarlo simplemente como nuestro deseo de “sacrificar todo para la gloria de Dios”, pero en realidad no es más que auto-idolatría.

5. No tenemos tiempo ni energía para entrenar a otros. La formación ministerial toma mucho tiempo. Es complicada. Es arriesgada. En lugar de correr ese riesgo, es más fácil hacerlo todo nosotros mismos y ocultar nuestros esfuerzos en “la urgencia del evangelio”.

6. Nos gusta el control. Admitámoslo: con cada persona que entrenamos y enviamos, tomamos un paso para atrás en cuanto a poder tener todo bajo nuestro control. Cualquier cosa fuera de nuestro control crea estrés y ansiedad, así que es mejor para nosotros no delegar.

7. Hemos tenido malas experiencias con la delegación. Hemos tratado de delegar, pero nuestras historias pasadas no ayudan. Pasamos tanto tiempo limpiando los desórdenes que nos es más fácil evitar el lío y simplemente no hacerlo.

8. No tenemos ningún sistema para ayudar a los creyentes a determinar cuales son sus dones. Debido a que pocas iglesias tienen una estrategia clara para ayudar a los creyentes a reconocer cómo Dios podría usarlos, no tenemos un repositorio de información para ayudarnos a confiar en otros. ¿Cómo podemos delegar en personas cuyas vidas no conocemos?

9. Nuestras iglesias no siempre ven la necesidad. “Después de todo”, dicen, “es por eso que contratamos a un pastor”. La congregación que piensa de esa manera puede ver el delegar como un eludir de responsabilidad o un indicio de pereza. Es probable que el líder de la iglesia con poca paciencia para cambiar esta forma de pensar sucumbirá a los deseos de la congregación de que no delegue, o se saldrá de allí.

10. Tememos que otros lo hagan mejor (y que reciban la gloria). Nadie quiere admitir esta posibilidad, pero algunos de nosotros luchamos con este tipo de pensamiento. Si otros lo hacen mejor que nosotros, pareciera disminuir nuestro propio rol y responsabilidad. Pocas personas realmente quieren delegar hasta el punto de perder su trabajo.

11. No vemos las enormes necesidades del mundo. Es fácil aferrarse a cada aspecto de nuestro ministerio cuando el alcance de ese ministerio es solo nuestra iglesia y tal vez nuestra comunidad. Sin embargo, esas necesidades se multiplican cuando consideramos las 2 mil millones de personas en el mundo que tienen poco contacto con el evangelio, y la necesidad de delegar se hace evidente. Si no nos multiplicamos mediante la formación y la delegación, no vamos a hacer mella en esa oscuridad.

12. No oramos lo suficiente por los trabajadores. Jesús —nuestro Señor, quien delegó el trabajo del reino a un montón de don nadies— nos enseñó a orar por más obreros aun cuando nosotros mismos trabajáramos en los campos (Lc. 10:1-2). Si realmente oráramos como Jesús nos enseñó, estaríamos preparados y dispuestos a compartir la carga de trabajo con otros.

¿Has visto alguna otras causa para no delegar en el ministerio?


Publicado originalmente en el blog de Thom S. Rainer. Traducido por Jesus Eddy Garcia.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando