Patricia Namnún: Creo que hay dos razones por las que muchas veces algunas mujeres tienden a ver la sumisión como un concepto machista. Una primera razón es el pecado de nuestro corazón que no quiere someterse a nada ni a nadie, y mucho menos a un esposo en el hogar. Pero, por otro lado, creo que hay un entendimiento errado de lo que es la sumisión.
Muchas veces solemos confundir la sumisión con un asunto de identidad en vez de un asunto de roles. Comenzamos a ver la sumisión como algo que define lo que yo soy, y mi valor, y no simplemente como un rol que me ha sido asignado por el Señor. Y cuando yo distorsiono estas ideas, puedo tener la tendencia de comenzar a ver la sumisión como un concepto errado, que exalta al hombre por encima de la mujer, cuando en realidad no es de esa manera.
Susana Bixby: Creo que muchas veces no entendemos qué es la sumisión bíblica y por qué Efesios 5 habla de que una esposa debe someterse a su esposo. Es clave entender que, desde Génesis 1-2, cuando Dios creó al hombre y a la mujer, los creó para que viviesen en sumisión gozosa delante de Él antes de que llegara el pecado a este mundo. Entonces, en un mundo ideal, ellos iban a vivir en una jerarquía que Dios había establecido. Sus hijos también vivirían de esa manera, sometiéndose a sus padres. Pedro y Pablo nos dicen que debemos someternos a las autoridades dadas por Dios.
Entonces, ¿qué es la sumisión? La palabra para “sumisión” que se utiliza en Efesios 5 significa “ponerse voluntariamente debajo de”. Esto es clave para las mujeres. No se trata de que un “hombre machista” me está exigiendo algo, sino de que yo como seguidora de Cristo estoy escogiendo ponerme debajo de la autoridad que Dios ha establecido en mi hogar. Esto cambia las cosas completamente. Cambia mi actitud; es una decisión que hago para agradar a Dios y glorificarlo. Creo que esta distinción es muy importante.
Patricia Namnún: Es un reconocimiento del liderazgo que tiene el esposo y ha sido otorgado por Dios. El asunto de los roles es muy importante, porque como mujeres nos ha sido dado el rol de ser ayuda idónea para nuestro marido, y a ellos se les ha entregado el rol de ser la cabeza del hogar, pero ambos delante de Dios tenemos el mismo valor y nuestra identidad está fundamentada en la misma roca que es Cristo. El hombre no está por encima de mí en valor; él simplemente tiene un rol diferente dado por Dios, y a mí se me ha dado otro rol.
Creo que es importante que, entendiendo qué es la sumisión, veamos también qué no es la sumisión, porque a veces tenemos un mal concepto de la aplicación de esta sumisión y por eso podemos tener la tendencia de verla como algo machista.
Lo primero, es entender que la sumisión no implica que la mujer deja de pensar; no implica que cuando la mujer llega al altar, su cerebro y voluntad quedan allí. Eso no es sumisión. Tampoco implica que seamos exactamente iguales a nuestros esposos, porque la belleza del matrimonio se ve en cómo la esposa puede complementar a su esposo, y cómo el esposo puede complementar a su esposa. Así que la mujer puede seguir pensando y teniendo ideas; ideas que obviamente ella va a canalizar a través del liderazgo de su esposo. Si vemos, por ejemplo, a la mujer de Proverbios 31, ella es una mujer que toma iniciativas y es proactiva; es una mujer que ejecuta. Pero es una mujer que se somete, y somete todas estas ideas, al liderazgo de su esposo.
La sumisión tampoco significa que mi esposo está por encima de la autoridad de Cristo. Esto implica que mi principal obediencia la debo al Señor por encima de mi esposo. O sea, yo no debo entrar en acciones pecaminosas y que violen la autoridad de la Palabra y la autoridad de Cristo, simplemente “porque tengo que someterme a mi marido”. Y la sumisión tampoco implica que mi esposo es aquel que va a llenar mis necesidades espirituales porque, aunque el esposo tenga la responsabilidad de guiarme como su esposa, mis necesidades espirituales solamente van a ser llenadas en el Señor.
Susana Bixby: Creo que la sumisión tampoco es que yo siempre tenga que estar de acuerdo con mi esposo. Mi esposo es un ser pensante y yo soy otro ser pensante, y a veces simplemente no vamos a estar de acuerdo. Ahí es cuando a mí me toca, como esposa, tomar el rol que me corresponde de someterme a la autoridad de mi esposo.
Aquí podemos destacar algo importante: Dios nos ha llamado a una vida de fe, y la sumisión solo se puede vivir realmente, bíblicamente, por fe. Porque, seamos honestas, ¿cuándo se requiere más la sumisión sino cuando no estamos de acuerdo con nuestro esposo? ¡Es muy fácil someternos a nuestro esposo cuando ya estamos de acuerdo con él!
Entonces, cuando yo esté en desacuerdo con una decisión que mi esposo esté haciendo o quiera hacer, la pregunta que debo hacerme es: ¿En dónde está puesta mi confianza? A fin de cuentas, mi esposo es un pecador, un humano que pueda fallar. Y aunque él falle, si yo estoy cumpliendo mi rol y obedeciendo a Dios, yo estoy viviendo por fe. Yo estoy diciendo: “Dios, yo creo lo que tú dices. Tú dices que es mejor que mi hogar funcione así, entonces creo que puedes tomar una mala decisión que mi esposo pudiera hacer y convertirla para bien; o tú puedes cambiar la situación y [mostrar que] al final mi opinión era la correcta y buena”. El punto de esto es que nuestra fe tiene que estar puesta en el Señor.
El llamado que Dios nos ha hecho es a confiar en Él y obedecerle, y seguir ese diseño divino que Él ha puesto para nuestros hogares.
Patricia Namnún: Cuando vamos a la Palabra y vemos el llamado de la sumisión, hay un concepto que no debemos olvidar, y es que Dios nos manda a someternos a nuestros esposos como al Señor. En esos momentos en los que quizás mi esposo no es el líder que debería ser, y yo no me deleite tanto en someterme a él, debo recordar que esa sumisión yo la debo hacer para el Señor, como para Él.
Mi Señor es el líder perfecto que nunca me va a fallar y que sabe lo que es bueno para mí siempre, y hace que todas las cosas cooperen para bien, para aquellos que le aman. Cuando sea difícil la sumisión, debemos recordar que debemos hacerlo para el Señor que nos llama a someternos y ha diseñado tal sumisión como un orden perfecto para el funcionamiento del hogar, y no como una idea machista.