¿Alguna vez has pensado en cómo quieres terminar tu carrera en este mundo? ¿Has meditado en lo que necesitas para glorificar a Dios perseverando hasta el final?
La vida cristiana es una vida de perseverancia en obediencia y confianza en Dios (cp. Gá. 6:9; Heb. 10:23). La iglesia y el mundo necesita de esta clase de personas. Cada creyente aspira vivir de esta manera, pero también aprendemos tarde o temprano que la perseverancia es imposible en nuestras fuerzas. Necesitamos raíces firmes para ser como árboles que resisten el paso del tiempo y siguen dando fruto.
Pensando en eso, John Piper escribió Las raíces de la perseverancia, el tercer volumen en la serie de biografías breves “Los cisnes no guardan silencio”.

Las raices de la perseverancia
John Piper
Cristianos con raíces fuertes
En Las raíces de la perseverancia, Piper expone lo que la Biblia enseña sobre la perseverancia del creyente, y presenta el ejemplo de tres hombres del pasado que se mantuvieron firmes para la gloria de Dios: John Newton, el ex-traficante de esclavos que fue transformado por Dios, célebre por sus cartas pastorales e himnos; Charles Simeon, quien se mantuvo por más de 50 años en el ministerio en medio de una oposición severa; y William Wilberforce, quien luchó durante décadas contra la esclavitud en el Reino Unido sin rendirse ante la adversidad.
Este libro, publicado originalmente hace 16 años, nos enseña que Dios puede hacernos perseverar en la fe y las buenas obras hasta el final, conforme a su promesas. Somos llamados a confiar en Él. La raíz principal que necesitamos “es Cristo, crucificado, resucitado y reinante, como fundamento y meta de toda nuestra perseverancia” (p. 186).
Luego de más cinco décadas siguiendo a Jesús, siendo además uno de los pastores más influyentes en varias partes del mundo, Piper reconoce:
“Una de las ‘raíces de la perseverancia’ de las que dependo es la vida y el ministerio de los hombres y las mujeres cuya perseverancia centrada en Dios, dedicada a exaltar a Cristo y enfocada en la cruz me inspira a seguir adelante en medio de las dificultades” (p. 40).
Así, el autor comprende bien que las biografías cristianas pueden servirnos de estímulo en nuestro caminar espiritual. Personalmente, encuentro los relatos de las vidas de creyentes fieles del pasado como una de mis lecturas favoritas. Ellos nos muestran cómo luce la teología en la práctica, brindándonos ejemplos y enseñanzas para nosotros hoy.
Enfoque pastoral y honesto
Wilberforce entendió la importancia de la perseverancia: “Con cada día que pasa, me vuelvo más sensible al hecho de que mi labor debe ser afectada por actuaciones constantes y regulares, y no por actuaciones repentinas y violentas” (p. 153). Esto es algo que Piper logra hacernos ver muy bien:
“Lo que necesitamos en la causa de la justicia social (por ejemplo, contra el racismo y el aborto), la causa de las misiones (fundar iglesias en medio de los pueblos no alcanzados del mundo) y la causa de la santidad personal y el evangelismo (llevar a las personas a los pies de Cristo y amarlas pase lo que pase) no son brotes de energía, sino personas que perseveren en el tiempo. Que sepan correr en las carreras de resistencia, y no en las carreras cortas” (p. 11).
Ante esta necesidad, su enfoque en las páginas de este libro es más pastoral que biográfico. Piper es un pastor, no un historiador. De hecho, los capítulos en este libro surgen de mensajes predicados en una conferencia para pastores en el 2002. “Si los historiadores académicos me dicen ‘¡Adiós!’, no los culpo. Solo espero que aquello que escribo sea cierto y ayude a las personas a perseverar hasta el fin”, afirma en una nota (p. 14).
En este sentido, el libro cumple con su propósito. Los retratos de Newton, Simeon, y Wilberforce son inspiradores y fáciles de leer. Piper hace un buen trabajando comentando sus vidas, adversidades, y enseñanzas, aplicando al corazón del lector las lecciones que aprendemos de ellos a la luz de la Biblia.
Quizá la biografía que a primera vista no parece encajar en este libro es la de John Newton, pues parece que él no tuvo luchas tan prolongadas como las de Wilberforce y Simeon. Sin embargo, Piper se las arregla para mostrarnos que su perseverancia consistió en su ternura habitual hacia otros pecadores, abrazando la realidad de la sublime gracia que lo rescató.
Perseverancia centrada en Cristo
Vale señalar que Piper no oculta los fallos y errores que Newton, Simeon, y Wilberforce tuvieron. El autor se esfuerza por evaluarlos con honestidad, conforme la brevedad de cada biografía lo permite. Así, por ejemplo, comenta la lucha de Simeon con su enojo (p. 115), y analiza si Newton fue débil en su celo doctrinal (p. 70-71).
Esto también resulta pastoral, pues contribuye al propósito de mostrarnos que la raíz principal de estos hombres fue Cristo. No perseveramos por ser “buenos”, sino por tener un Salvador bueno y aferrarnos a Él atesorando su Palabra (Juan 15:1-10). Por eso Piper enfatiza una y otra vez la importancia de la doctrina correcta como combustible para nuestra perseverancia. Por ejemplo, sobre la vida de Wilberforce, Piper enseña:
“¿Acaso no es notable que uno de los mayores políticos de Gran Bretaña, y uno de los guerreros públicos más perseverantes a favor de la justicia social haya elevado tan alto la doctrina? Tal vez esta sea la razón de que el impacto que produce la iglesia hoy sea tan débil como es. Los más apasionado en cuanto a ser prácticos para el bien público, muchas veces son los menos interesados o informados en cuanto a la doctrina. Wilberforce habría dicho: ‘No se puede perseverar en cuanto a dar fruto si se corta la raíz’” (p. 174).
Abrazar el significado del evangelio nos fortalece para perseverar como creyentes abundando en fruto. Al mismo tiempo, el evangelio nos consuela cuando no hemos perseverado como deberíamos hacerlo. En Las raíces de la perseverancia, Piper enseña estas verdades como solo él puede hacerlo, con su estilo único caracterizado por ilustraciones penetrantes, frases bien trabajadas, y cierto sentimiento poético.
Recomiendo este libro a cualquier cristiano: pastores, madres, estudiantes, trabajadores, esposos, misioneros, etc. Cada uno de nosotros necesitamos perseverar para la gloria de Dios, y este libro brinda mucho aliento y consuelo para esta labor.