Es común escuchar a cristianos decir que sus cuerpos son templos del Espíritu Santo. La implicación es que debemos tratar nuestros cuerpos físicos con la reverencia que corresponde. El texto principal que se cita para afirmar esto es 1 Corintios 6:19, donde Pablo pregunta: «¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos?» Parece bastante claro.
El problema es que la Biblia habla de manera constante de un solo templo para el único Dios. Por lo tanto, si el cuerpo de cada cristiano fuera un templo en sí mismo, eso implicaría que Dios tiene millones de templos aislados por todo el mundo. Esto presenta cierto problema teológico.
No obstante, un grupo de comentaristas y teólogos bíblicos han sostenido que en 1 Corintios 6:19 Pablo se refiere al cuerpo de Cristo —es decir, la iglesia— como el templo del Espíritu Santo. Si esto es correcto, el significado y la aplicación de 1 Corintios 6:19 cambiarían de forma considerable.
Nos gustaría proponer cuatro argumentos que respaldan esta lectura colectiva de 1 Corintios 6:19 y, luego, ofrecer una aplicación centrada en la iglesia.[1]
El primer argumento es gramatical. En 1 Corintios 6:19, todos los pronombres que Pablo utiliza para «ustedes» están en plural. Una traducción que refleje mejor este matiz podría decir: «¿Acaso no saben todos ustedes que su cuerpo colectivo es templo del Espíritu Santo que está entre ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos?». Si bien la gramática por sí sola no determina el significado completo, sí permite considerar una lectura comunitaria del pasaje.
El segundo argumento es histórico. La idea de que puedan existir múltiples templos en el mundo es propia del pensamiento grecorromano, donde se asumía que, al haber muchos dioses, era natural que hubiera también muchos templos. Si Pablo afirmara que cada cristiano es un templo individual, estaría adoptando de manera implícita ese marco conceptual. Sin embargo, es más probable que su pensamiento estuviera en línea con la visión judía de la unidad y unicidad de Dios, lo cual implicaba un único templo. Un repaso tanto del pensamiento grecorromano como del judaísmo contemporáneo de Pablo evidencia esta diferencia.[2]
En tercer lugar, el contexto literario es clave, tanto el inmediato (en los capítulos 3 al 6) como en toda la carta. Hay varias maneras en que entender que Pablo se refiere al templo colectivo en el capítulo 6 aporta cohesión al desarrollo de su argumento en la carta.
- Un tema central de la carta no es solo la unidad de los corintios, sino la unidad de toda la iglesia universal (ver 1 Co 1:2). Este énfasis es clave para que los corintios comprendan quiénes son como iglesia.
- En 1 Corintios 3:16, apenas tres capítulos antes del versículo en cuestión, Pablo se refiere a toda la iglesia como el único templo de Dios, y lo hace usando pronombres en plural. Todos los comentaristas coinciden en que allí está hablando de manera colectiva. Sería extraño que en el capítulo 3 Pablo use la imagen del templo para subrayar la unidad de la iglesia y, luego, en el capítulo 6 emplee la misma imagen para hablar de templos individuales. Sería como decir: «Ustedes juntos son el templo de Dios, así que deben estar unidos… Bueno, también son templos por separado».
- En 1 Corintios 5, Pablo introduce el tema de la inmoralidad sexual y la disciplina en la iglesia, con el fin de proteger su unidad frente a la impureza. Por eso, es natural entender que en el capítulo 6 sigue tratando el mismo tema: la unidad frente a la impureza sexual.
- En los capítulos 12 al 14, Pablo enseña que la iglesia debe permanecer unida para experimentar plenamente la manifestación de los dones del Espíritu. Aunque en esta sección no usa la palabra «templo», vuelve a describir a la iglesia como un «cuerpo» que participa del Espíritu de forma conjunta.
Parece interrumpir el hilo del argumento suponer que el tema de la unidad de la iglesia en 1 Corintios 6:19 se deja de lado para enfatizar que los cuerpos individuales son templos de Dios. En cambio, una lectura colectiva es coherente con el mensaje de unidad del capítulo 3 y refuerza la eficacia de las exhortaciones de Pablo a lo largo del resto de la carta.[3]
El cuarto argumento es canónico. En ninguna otra parte de la Biblia se dice que el único Dios habite en múltiples templos. Por el contrario, el Dios Creador tiene un solo lugar donde los pecadores se encuentran con Él, lo escuchan, reciben Su perdón y le oran. La visión del tiempo final en los profetas del Antiguo Testamento es que el Señor establecerá nuevamente Su única morada en la tierra y que esta se extenderá por todo el mundo (p. ej.: Is 2; Dn 2; Miq 4). Pablo parece entender que la iglesia en Corinto (compuesta en su mayoría por gentiles) es un cumplimiento localizado de esas expectativas, ya que comparten su identidad con «todos los que en cualquier parte invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo» (1 Co 1:2).
¿Estamos acaso exagerando una distinción teológica menor? No, esto es importante. Consideremos el contexto inmediato de 1 Corintios 6:15-20. Este pasaje suele usarse para advertir contra la inmoralidad sexual, y con razón. Pero muchas veces dicha advertencia parte de la idea de que nuestros cuerpos individuales son templos de Dios y, por tanto, no deben ser contaminados.
Pero el contexto más amplio trata sobre la prostitución en templos paganos. La preocupación de Pablo es el efecto de la pureza sexual sobre toda la congregación, en la medida en que la impureza sexual de una sola persona une a todo el cuerpo de Cristo con el culto a otros dioses. «¿Tomaré [yo, el individuo conocido como Pablo], acaso, los miembros de Cristo [es decir, los demás creyentes] y [por mí mismo] los haré miembros de una ramera?» (1 Co 6:15; cf. 5:6). La implicación no es solo que la impureza sexual de una persona daña su propio cuerpo o templo, sino que ¡su pecado implica a todo el cuerpo de Cristo en idolatría! Eso es porque dicha persona es miembro del único y gran templo de Dios.
Eso tiene consecuencias mucho más graves que las acciones aisladas de un individuo con su propio cuerpo.
Como explicamos en otro lugar:
Esto no anula el llamado a la piedad personal; al contrario, lo refuerza. Cada miembro del cuerpo —cada piedra del templo— cumple un papel esencial en su estructura. Por eso, las acciones de una persona no afectan a los demás de manera superficial, sino que influyen directamente en la santidad del conjunto. El pecado sexual de alguien no solo lo contamina a él, sino que —lo cual es mucho más grave para Pablo— implica a todo el cuerpo de Cristo, y por lo tanto a Cristo mismo, en idolatría. Esta pensamiento por sí solo debería despertar a los creyentes ante la gravedad del pecado sexual personal. A la vez, esta unión con el resto del cuerpo ofrece una motivación mucho más profunda para la pureza sexual, ya que promueve la salud y la santidad de toda la morada sagrada de Dios. Una cosa es decir que el pecado afecta a quien lo comete; otra muy distinta es mostrar cómo ese pecado afecta a toda la iglesia… La respuesta a la pregunta de Pablo: «¿Está dividido Cristo?» (1 Co 1:13), es un rotundo no. Solo Cristo es el templo, y la unión con Él, por medio del único Espíritu, es lo que convierte a Su pueblo en un solo templo colectivo. A medida que los creyentes crecen en esta verdad, también maduran en pureza sexual y en unidad como iglesia.[4]
Esta comprensión ofrece a los predicadores la oportunidad de mostrar un hilo temático que recorre toda la carta de 1 Corintios, en lugar de tratar este pasaje como un tema aislado del mensaje central. No somos templos individuales abandonados a nuestros hábitos espirituales privados. Más bien, somos una declaración viva y pública de que Cristo habita en Su comunidad y ese hecho nos llama a una profunda santidad colectiva.