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Los mensajes de texto y correos electrónicos comenzaron a llegar en cascada el mes pasado, todos con un mensaje similar: «Por favor, ora por mí; me han despedido».

Soy pastor de una iglesia cerca de Washington D. C., donde los empleos gubernamentales generalmente nos brindan una especie de escudo contra las recesiones económicas. Sin embargo, cambios recientes en las políticas desencadenaron despidos masivos entre empleados federales y contratistas, afectando a casi todos en nuestra congregación. Nuestra iglesia, antes conocida por su estabilidad profesional, ahora refleja la cruda realidad de la incertidumbre económica.

Debería haber estado mejor preparado. Durante la Gran Recesión, enfrenté personalmente el golpe devastador de perder mi empleo. Recuerdo la conmoción inicial de recibir la noticia, la vergüenza silenciosa de enviar currículums, la creciente ansiedad al ver cómo los ahorros se desvanecían y la crisis de identidad que brotó en las primeras semanas de desempleo.

A pesar de haber pasado por esa experiencia, me sorprendió descubrir lo mal preparado que estaba para ministrar de manera efectiva a mi congregación en medio de su necesidad. La dolorosa lección que aprendí, una que muchos líderes de iglesias enfrentan, es que atravesar personalmente una dificultad no garantiza que uno sepa cómo pastorear a otros que atraviesan por lo mismo.

Necesitamos hacer un mejor trabajo en reconocer que el desempleo no es simplemente un problema económico; a menudo, desencadena una crisis espiritual profunda

La mayoría de los pastores y líderes de iglesias saben exactamente qué hacer cuando los miembros enfrentan una crisis de salud o la pérdida de seres queridos. Sin embargo, estamos mucho menos equipados para lidiar con el desempleo. En una cultura donde «¿A qué te dedicas?» suele ser la primera pregunta al conocer a alguien, la pérdida del trabajo puede sentirse como la pérdida de identidad. Necesitamos hacer un mejor trabajo en reconocer que el desempleo no es simplemente un problema económico; a menudo, desencadena una crisis espiritual profunda.

El desempleo como crisis de identidad

La iglesia se encuentra en una posición privilegiada para abordar esta crisis, pero muchas congregaciones carecen de un marco teológico que vaya más allá del consuelo superficial o las soluciones meramente prácticas. Cuando solo ofrecemos redes de contactos o asistencia financiera sin tocar las preguntas fundamentales sobre identidad y propósito, perdemos la oportunidad de ministrar a la persona completa.

Lo que las personas desempleadas realmente necesitan, más allá de contactos laborales o talleres para mejorar su currículum, es redescubrir quiénes son en la economía de Dios y comprender que su valor trasciende su productividad. Sin esta base sólida, incluso la ayuda más bien intencionada puede reforzar, sin querer, los mensajes culturales sobre el trabajo y la identidad que contribuyen a la angustia espiritual.

La Escritura ofrece poderosas contranarrativas al énfasis cultural en la productividad. Hay muchos salmos que afirman nuestro valor, no en función de lo que producimos, sino basados en la intención creadora de Dios (p. ej., Sal 139:13-14). Jesús mismo enseña que nuestro valor es mucho mayor que el de los pajarillos, a quienes Dios sustenta a pesar de no aportar nada económicamente (Mt 6:26). Los pastores y líderes ministeriales pueden transmitir estas verdades de manera intencional mediante diversos enfoques.

Primero, debemos reconsiderar cómo hablamos sobre el trabajo y el éxito, evaluando si nuestros sermones y enseñanzas, sin querer, relacionan la productividad con la piedad. ¿Celebramos continuamente logros profesionales en nuestras ilustraciones? ¿Oramos principalmente por avances en la carrera de las personas? Estos patrones sutiles pueden reforzar una visión distorsionada del éxito. En cambio, debemos diversificar deliberadamente nuestros ejemplos y desafiar de manera explícita la idea cultural de que nuestra identidad principal proviene de nuestra ocupación.

Lo que las personas desempleadas realmente necesitan es redescubrir quiénes son en la economía de Dios y comprender que su valor trasciende su productividad

Segundo, los pastores pueden desarrollar series de sermones o estudios en grupos pequeños que exploren una teología sólida sobre el trabajo y la identidad. En lugar de abordar el desempleo únicamente cuando ya ha afectado a los miembros, es mejor enseñar proactivamente para establecer una base bíblica antes de que la crisis ocurra. Recorrer narrativas bíblicas de personas que vivieron disrupciones profundas —como José en prisión, Moisés en el exilio o Noemí regresando con las manos vacías— proporcionan ejemplos poderosos de la fidelidad de Dios en temporadas de incertidumbre profesional.

Tercero, la consejería pastoral debe abordar las preguntas de identidad que el desempleo trae a la superficie. Al reunirte con miembros desempleados, profundiza más allá de las palabras rápidas de consuelo y explora preguntas fundamentales: «¿Cómo ha afectado esta experiencia la manera en que te percibes? ¿Qué revela esto sobre dónde has estado encontrando tu valor? ¿Qué puede Dios estar mostrándote acerca de ti mismo más allá de tu rol profesional?». Estas conversaciones permiten que el Espíritu Santo transforme y renueve la comprensión de un creyente sobre su identidad en Cristo.

Formas prácticas de satisfacer otras necesidades

Además de ayudar a las personas a reenfocar su identidad, debemos satisfacer otras necesidades prácticas. Aquí hay tres maneras de hacerlo:

1. Evita clichés.

Resiste la tentación de ofrecer clichés bien intencionados pero dañinos como «Dios tiene algo mejor preparado». Aunque se dicen con la intención de consolar, estas frases trivializan el dolor genuino y pueden comunicar, de manera involuntaria, un mensaje propio del evangelio de la prosperidad: que el favor de Dios se demuestra a través del éxito económico. Reconocer el dolor real de una situación valida la experiencia de las personas sin atar su identidad a su estatus laboral.

Esta validación crea un espacio para el lamento genuino, una práctica profundamente bíblica modelada a lo largo de los Salmos. Permitir que los creyentes expresen su dolor auténtico sin apresurarse a ofrecer soluciones reconoce que su valor no se disminuye por sus circunstancias.

2. Ofrece ayuda práctica.

Aprovecha las habilidades y dones de tu congregación para ofrecer talleres de redacción de currículos y eventos de creación de redes de contactos, o para brindar servicios como fotografías profesionales gratuitas, ropa adecuada para entrevistas, cuidado de niños durante entrevistas laborales o espacio de oficina temporal para quienes buscan empleo. Algunas congregaciones han creado fondos para cubrir cuotas de asociaciones profesionales o continuar con la educación, recursos que mantienen la empleabilidad pero que, con frecuencia, son los primeros en ser eliminados de presupuestos ajustados.

Recuerda que la pérdida de empleo afecta a familias enteras. Las iglesias pueden ofrecer consejería para parejas que enfrentan estas tensiones, grupos de apoyo para adolescentes que se adaptan a las transiciones familiares y cuidado de relevo que permita a quienes buscan trabajo disponer de tiempo enfocado en aplicar a un nuevo empleo mientras se asegura el bienestar de sus familias.

3. Ofrece esperanza en el evangelio.

El evangelio ofrece una esperanza única. Aunque otras organizaciones pueden brindar capacitación laboral o asistencia financiera, solo la iglesia puede abordar la crisis espiritual del desempleo al señalar la verdad de que nuestro valor definitivo proviene de la obra de Cristo, no de nuestros propios logros.

Solo la iglesia puede abordar la crisis espiritual del desempleo al señalar que nuestro valor definitivo proviene de la obra de Cristo, no de nuestros propios logros

Esta esperanza en el evangelio no es una afirmación vaga de que «todo estará bien», sino un recordatorio concreto de que nuestra identidad principal se encuentra en ser hijos de Dios, justificados por la justicia de Cristo y no por nuestra productividad. Esto implica ayudar a los creyentes a ver su situación a la luz de la gran narrativa redentora de Dios y a replantear esta temporada como una oportunidad para la formación espiritual.

La esperanza en el evangelio también confronta la vergüenza que a menudo acompaña al desempleo en nuestra cultura orientada al rendimiento. Al enfatizar que todos nosotros, empleados y desempleados por igual, necesitamos la gracia y el amor de Dios, las iglesias pueden contrarrestar los efectos aislantes de la pérdida de empleo.

Lo que se valora en la economía de Dios

Cuando caminamos al lado de aquellos que han perdido sus trabajos, validando su dolor, atendiendo sus necesidades prácticas y recordándoles consistentemente su identidad inquebrantable en Cristo, encarnamos el evangelio de maneras que son urgentemente necesarias. La iglesia que responde al desempleo con profundidad teológica y compasión práctica testifica de un reino diferente, donde el valor no se gana a través de la producción, sino que se otorga gratuitamente por gracia.

En un mundo cada vez más definido por lo que las personas hacen, la iglesia debe ser el lugar donde descubran quiénes son: hijos amados de Dios cuyo valor nunca puede ser medido por un salario ni disminuido por su ausencia.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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