Hoy en día, una conversación frecuente entre pastores gira en torno al uso de plataformas de IA, como Gemini o ChatGPT, para la preparación de sermones. Mire donde mire, los líderes de la iglesia están asombrados por la capacidad generativa de estas herramientas, y es comprensible. La sofisticación con que estas plataformas responden a indicaciones específicas, generan bosquejos de sermones, ilustraciones, comentarios y aplicación, es realmente impresionantes. Sus capacidades son asombrosas.
¿Deberían los pastores usar inteligencia artificial para generar sus sermones? La postura más común que observo entre pastores es de cautela, pero con apertura. Algunos consideran que está bien usar estas herramientas para generar ideas, sugerir un bosquejo o proveer ilustraciones, siempre y cuando se reserve la mayor parte de la preparación para el arduo trabajo de la exégesis y no se dependa de estas plataformas para redactar el sermón.
La cautela basada en habilidades no se sostendrá
Lo que más me llama la atención de estas conversaciones es cuán centradas están en las habilidades. Los pastores saben que es crucial invertir esfuerzo y dedicación en la preparación del sermón, una responsabilidad que no se puede delegar a una máquina sin poner en riesgo nuestra capacidad de manejar con precisión la Palabra. Además, es indispensable conocer bien a la congregación: sus luchas, sus tentaciones, sus anhelos. Un buen sermón necesita ese toque personal. Esa es la idea que se repite: no queremos perder estas habilidades, por eso debemos proceder con cautela.
Pero aquí está el problema: esa cautela no va a durar. No a largo plazo. Estos argumentos no convencerán a la mayoría de pastores y líderes para dejar de usar estas herramientas. Es como decirles a los universitarios que está mal usar ChatGPT para generar un bosquejo de su trabajo. Puedes insistir una y otra vez en lo importante que es desarrollar habilidades de análisis y organización, pero si ya están utilizando otras herramientas para hacer su proceso más rápido y efectivo, ¿por qué no sumar una más? Ya cruzamos el Rubicón.
El elemento faltante: la adoración
Eso me lleva al consejo reciente de John Piper cuando le preguntaron sobre el uso de la inteligencia artificial para redactar sermones. Piper aborda esta conversación desde otro ángulo.
«IA» significa inteligencia artificial. Puede mapear y predecir patrones de palabras con una precisión asombrosa, simulando el aprendizaje y la resolución de problemas humanos. Pero la emoción artificial es otra cosa. Los robots no pueden sentir. Los robots no pueden adorar. Solo los humanos pueden conocer a Dios y disfrutar de Él. Los robots pueden simular patrones de palabras de adoración o aprecio, solo los humanos pueden adorar y apreciar.
«La adoración no es simplemente un pensamiento correcto, lo cual las computadoras pueden hacer», dice Piper. «La adoración es el sentimiento correcto sobre Dios».
La meta última de un sermón es contemplar la gloria de Jesucristo, maravillarse ante Su bondad y Su gracia
¿Por qué importa esto? Porque los predicadores no se limitan a entregar información a una congregación. Nuestro llamado va más allá de proveer comentarios sobre el texto bíblico o de repetir o resumir lo que dicen los diccionarios, enciclopedias o libros sobre palabras y pasajes de la Biblia. Somos acompañantes exegéticos, en palabras de Robert Smith:
El acompañante exegético… conducirá al oyente mediante la Palabra de Dios a la presencia de Cristo, el Hijo de Dios, por el poder del Espíritu de Dios, para que, como resultado, podamos ser transformados.
Las meras palabras no cumplen este llamado. La adoración es el prerrequisito y el pináculo de la predicación. Por eso digo a menudo que, sepamos cantar o no, todo pastor es un ministro de adoración. Todos estamos en el ministerio de la adoración. Estamos guiando corazones para que canten las alabanzas del Rey Jesús. La teología está destinada a impulsar la adoración. La meta de la misión es la adoración. El propósito de la predicación es la adoración. La meta última de un sermón es contemplar la gloria de Jesucristo, maravillarse ante Su bondad y Su gracia.
Por qué los sermones generados por IA se quedan cortos
Los robots no pueden adorar. Por lo tanto, confiar en un robot para preparar tu sermón es extirpar un elemento indispensable de la buena predicación: el corazón.
Por esta razón, dice Piper, es perverso confiar en un robot para generar el primer borrador de un sermón, incluso si luego lo revisas y lo retocas aquí y allá. ¿Por qué una palabra tan fuerte? Porque «ni Dios ni Su pueblo hablan de tal manera que generen en la mente de otras personas pensamientos que no son ciertos sobre nosotros o sobre lo que decimos, ni sentimientos en ellas que no son apropiados sobre nosotros». Predicar significa más que regurgitar y entregar datos sobre un pasaje de la Escritura. Implica sentir las emociones que el pasaje busca provocar para que luego podamos «explicárselo claramente a otros, ilustrarlo y aplicarlo para su edificación».
Dios no permita que la próxima generación herede sermones doctrinalmente sólidos, ingeniosamente ilustrados y perfectamente pulidos… pero sin corazón. Sermones que hilan palabras de emoción, pero no surgen de un corazón encendido por el texto bíblico. Sermones que siguen un guión penitencial, pero no llevan las heridas del texto mismo traspasando el alma del predicador. Sermones que acumulan palabras de adoración y asombro, pronunciados por predicadores que aún no han temblado ante el peso de la gloria que presentan a sus oyentes.
Predicar sin corazón es predicar sin poder.