Antes de comenzar a trabajar en mi empleo actual, fui cocinero en un restaurante italiano durante cinco años. Si usted ha trabajado en la industria de restaurantes, sabe que se puede llegar a conocer diversos e interesantes tipos de empleados. Durante ese tiempo, me convertí en cristiano. Nunca pensé que iba a estar en un ambiente de trabajo en donde fuera tan difícil compartir y vivir mi fe. Mientras mi ambiente de trabajo actual es totalmente diferente al del restaurante (yo trabajo en una compañía de Fortune 500), he encontrado un nuevo conjunto de desafíos para la vivencia de la fe en el trabajo. Lo cierto es que siempre hay retos para compartir el mensaje del evangelio en un mundo caído, independientemente del contexto.
El mundo empresarial presenta una apariencia única de profesionalidad, ética y decoro. Pero en realidad, vivir las intimidades del día a día en un trabajo corporativo puede ser bastante difícil. Hay interrogantes morales innumerables que se presentan en una oficina. Nos enfrentamos con tentaciones al chisme y a participar en charlas maliciosas cuando otros no están alrededor. Muchos se enfrentan a luchas con el sexo opuesto. El desafío para los cristianos es el de representar bien el evangelio en cualquier trabajo.
Entonces, ¿cómo podemos representar bien a Jesús en el lugar de trabajo? Aquí hay cinco maneras de bendecir su lugar de trabajo:
1. Sea valiente, pero inteligente. Considere la audacia de Pablo ante Félix en Hechos 24 o las palabras de Jesús al ser llevado ante gobernadores y reyes en Mateo 10. Justamente porque estamos en el trabajo, nunca estamos exentos del llamado en nuestras vidas para hacer algo grande de Él. Sin embargo, hay que ser inteligente y tener en mente pasajes como 1 Pedro 2:13: “Por causa del Señor someteos a toda institución humana”. En el trabajo, estamos sujetos a nuestros jefes y al líder o a los líderes de la empresa. Así que sea audaz, pero tenga en cuenta dónde se encuentra.
2. Tome riesgos. Me doy cuenta de que este punto contradice un poco al anterior, pero la vida cristiana se apoya en esa tensión entre el riesgo y la prudencia. Dé pasos con sus amistades de trabajo para compartir a Jesús. Soy un evangelista relacional, lo que significa que me gusta establecer algún tipo de amistad y luego compartir a Jesús. Rara vez soy del tipo “Perdóneme, señor, ¿puedo hablarle acerca de Jesús?”. Realmente mi tentación es a nunca hablar de Jesús, o a hacerlo de manera superficial. Arriesgue una amistad, arriesgue una promoción, arriésguese a no “encajar”, e incluso arriesgue su puesto de trabajo si Dios le llama a ese sacrificio. Por supuesto, no queremos ser imprudentes solo por ser imprudentes.
3. Ore por sus enemigos. Que sea una práctica orar por las personas a las que parece que usted no les cae, con las que usted realmente no se lleva bien, o con aquellas que simplemente parece que siempre tienen algo sarcástico que decirle a usted o de usted. Es difícil, por lo que tiene que confiar en el Espíritu. También descubrirá a Dios ministrando en usted, incluso mientras ora. Ore por ellos, por sus familias, y por sus hijos. Lo más importante es orar por la relación de ellos con Jesús.
4. Use sus dones. Yo soy del tipo pastor/maestro. Suelo pasar a una forma pastoral o de enseñanza en algún momento durante mis encuentros de fe con mis compañeros de trabajo. La iglesia sigue siendo la iglesia, ya sea reunida y esparcida. Mientras estamos en el trabajo seguimos siendo parte de la iglesia dispersa, y en la iglesia estamos llamados a usar nuestros dones para la edificación del cuerpo. Ore por y para encontrar una manera de utilizar sus dones. Inicie un estudio de la Biblia; inicie un grupo de oración; tome peticiones de oración de las personas y ore por ellos; dé parte de su tiempo, talentos o tesoros a aquellos que lo necesitan. Haga lo que sea necesario para ser un ministro del evangelio de la reconciliación (2 Co. 5:18-20).
5. Trabaje duro. Llegue a tiempo, preocúpese por su trabajo, siga las reglas, realice su trabajo, y ayude a otros. Por supuesto, los no creyentes pueden ser buenos empleados también. Lo que nos diferencia está realmente expresado en los códigos de familia de muchas de las epístolas. “Siervos, estad sujetos a vuestros amos con todo respeto, no sólo a los buenos y afables, sino también a los injustos” (1 P. 2:18). Debemos ser ese “buen” empleado no importa con quién trabajemos, cuáles sean las condiciones, y/o si nos gusta el trabajo. Al compartir estos sufrimientos de Cristo, podemos ser luz para ellos, podemos hacer mucho más por Cristo, trabajando duro con integridad. Nunca deje que la pereza o las quejas sean su tarjeta de presentación.
¡Que Dios nos bendiga a medida que tratamos de servir y hacer más por Cristo en todos los ámbitos de nuestras vidas!
”A éstos Dios quiso dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre los Gentiles, que es Cristo en ustedes, la esperanza de la gloria. A El nosotros proclamamos (anunciamos), amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo. Con este fin también trabajo, esforzándome según Su poder que obra poderosamente en mí”, Colosenses 1:27-29.