Examinando la vida
Sócrates es conocido por su famosa expresión de que una vida no examinada no vale la pena vivirla. Eclesiastés ofrece una reflexión conmovedora sobre este punto.
Este libro lleva el nombre de su personaje central, Qohelet (traducido como «el Predicador» en la RV60), título hebreo que se traduce al griego como Ekklēsiastēs.
Si somos estrictos, el libro es anónimo, dado que no se le atribuye ningún nombre personal (1:1). Debido a que las Escrituras guardan silencio sobre el asunto, no podemos confiar en identificar al Predicador con seguridad. De cualquier manera, el libro afirma que su sabiduría proviene en última instancia del «único Pastor», el Señor mismo (Ecl 12:1; cp. Gn 48:15; Sal 23:1; 28:9; 80:1).
Eclesiastés es único y provocativo
Eclesiastés es único y provocativo, porque afirma de manera poderosa y en repetidas ocasiones que todo carece de sentido (es «vanidad») si no tiene un enfoque adecuado en Dios. El libro revela la necesidad de temer a Dios en un mundo caído y que con frecuencia es confuso y frustrante.
Los humanos buscan un significado duradero, pero sin importar cuán grandes sean sus logros, son incapaces de lograr el significado duradero que desean. Lo que echa a perder la vida, según Eclesiastés, es el intento de obtener más de la vida —del trabajo, del placer, del dinero, de la comida y del conocimiento— de lo que la vida misma puede proporcionar. Esto no satisface y lleva al cansancio, razón por la cual el libro comienza y termina con la exclamación: «todo es vanidad». Este estribillo se repite a lo largo de todo el libro.
La misión de rescate de Dios culmina en Jesucristo, quien nos ha rescatado del sinsentido de la maldición que nos azota
No importa cuán sabio, rico o exitoso sea uno, uno no puede encontrar sentido en la vida separado de Dios. En Eclesiastés, el hecho de que «todo es vanidad» debe impulsar a todos a temer a Dios, cuya obra es eterna. Dios hace lo que quiere, y todos los seres junto con toda la creación están sujetos a Él. En lugar de luchar en intentos vanos de obtener significado en nuestros propios términos, lo realmente significativo es complacerse en Dios, en Sus dones y estar contentos con lo poco que la vida tiene para ofrecer y lo que Dios nos da. En Eclesiastés, mientras Dios está en el horizonte del pensamiento del Predicador, Él no es traído al tema como una solución al sinsentido con el que lucha el Predicador.
Eclesiastés imparte sabiduría
Al igual que los otros libros de sabiduría en la Biblia, Eclesiastés se preocupa por impartir sabiduría y enseñar a todos a temer al Señor. Sin embargo, sirve como equilibrio para la sabiduría práctica de Proverbios. Aunque Eclesiastés encuentra beneficiosa la sabiduría práctica, llega a esa conclusión solo después de un largo camino reflexivo. Mientras Job pide vindicación personal, Eclesiastés comparte la intensidad de Job pero en la busca de la felicidad y algo que perdure. Eclesiastés es consistente con el resto de las Escrituras en su explicación de que la verdadera sabiduría consiste en temer a Dios aun cuando no podemos ver todo lo que Dios está haciendo. Podemos dejar que Él le dé sentido a todo.
Eclesiastés nos prepara para la misión de rescate de Dios
Eclesiastés describe la falta de sentido de vivir sin Dios. En la creación, vemos que Dios creó el mundo y lo llamó «bueno». Pero a pesar de esta bondad original, la humanidad cayó en pecado y toda la creación quedó sujeta a la maldición de Dios. Esto trajo al mundo sinsentido, vanidad, violencia y frustración.
En Su gracia, Dios no dejó Su creación en una ronda interminable de sinsentido. La respuesta de Dios al pecado es redimir, renovar, restaurar y recrear. La Biblia traza esta historia de salvación de principio a fin. Si bien esto comienza inmediatamente después de la caída, la misión de rescate de Dios culmina en Jesucristo, quien nos ha rescatado del sinsentido de la maldición que nos azota. Cristo nos rescata de la vanidad del mundo al someterse a la misma vanidad del mundo. Él, que es Dios, eligió someterse a las condiciones de un mundo bajo maldición del pacto, para rescatar al mundo de los efectos de esa maldición.