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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Juan 6

Jesús declara que es el “pan de vida” (Juan 6:35), el “pan de Dios” (6:33).

El lenguaje que utiliza es metafórico, por supuesto. Esto queda muy claro en Juan 6:35, donde a la metáfora se le da una explicación, al menos parcial: “Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed”. Uno suele comer el pan; no “viene al pan” ni “cree en el pan”. Por lo tanto, lo que Jesús quiere decir por “comer el pan de vida” debe ser equivalente a lo que quiere decir el “venir a Jesús” y “creer en él”.

El “discurso del pan de vida” (así lo llaman) viene después del milagro de la multiplicación del pan y de los peces para dar de comer a los cinco mil (6:1-15). Allí, Jesús provee pan y pescado para alimentar a la multitud hambrienta. Estos eran los alimentos más básicos y esenciales en Galilea; proveyó lo que hizo falta para sostener la vida. Pero, en este evangelio, el evangelista explica que los milagros no son meras manifestaciones de poder. Son significativos; van más allá de ellos mismos, como si fueran señales. Este milagro no sólo apunta al hecho que Jesús provee pan, sino que, a otro nivel, es pan. Él es aquel alimento básico, primordial, aparte del cual no hay vida verdadera.

Además, él es el último maná (6:30-33). Sus interlocutores le recuerdan que Moisés proveía maná, “pan del cielo” (Éxodo 16), y quieren que él haga lo mismo. Al fin y al cabo, ya lo había hecho en la alimentación de los cinco mil. Si Jesús ha realizado este milagro una vez, ¿por qué no otra? ¿y otra, y otra? ¿No es lo que hacía Moisés?

Pero Jesús insiste en que la primera fuente del “pan del cielo” no era Moisés, sino Dios, y el último “pan del cielo” no era el maná del desierto, sino Aquel que bajó del cielo – Jesús mismo. Todos los que comieron el maná del desierto murieron, pero los que comen el último Pan del cielo, arquetipo del maná, no mueren nunca.

Los que viven en un contexto agrario comprenden que casi todo lo que consumen es algo que murió antes. Para nosotros, cuando pensamos en comida nos viene a la mente algo empaquetado. La realidad es que cuando comes una hamburguesa, comes parte de una ternera muerta, trigo muerto, lechuga muerta, tomates muertos y cebolla muerta. La principal excepción es algún que otro material como la sal. Los que escuchaban a Jesús, y los que antiguamente leían estas palabras, comprendían que estas cosas deben morir para que nosotros vivamos; si ellas no mueren, morimos nosotros. Jesús entrega su vida para que nosotros vivamos; o muere él o morimos nosotros. Él es el pan verdadero del cielo que entrega su vida para la vida del mundo (6:51).

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen Ir Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Proverbios 3

Proverbios 3 contiene varios textos muy conocidos. Muchos cristianos han recibido el consejo de no ser sabios en su propia opinión (3:7). El pasaje que asemeja la disciplina de los creyentes por parte del Señor a la que un padre ejerce sobre los hijos que ama (3:11-12) se repite en el Nuevo Testamento (Hebreos 12:5-6). Crecí en un hogar cristiano y en muchas ocasiones me dijeron: “Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia… [La sabiduría] es más valiosa que las piedras preciosas: ¡ni lo más deseable se le puede comparar!” (3:13, 15). Sabiduría es el plan de Dios o los medios personificados por los que establece todo el orden creado (3:19-20).

Sin embargo, el más importante debe ser 3:5-6, presente en la pared de muchos hogares y aprendido por innumerables generaciones en la escuela dominical: “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas”. Obsérvese:

(1) La primera parte de este texto familiar ataca a la independencia como raíz de todo pecado. Nuestro propio entendimiento es insuficiente y frecuentemente sesgado. El único camino correcto es confiar en el Señor. Esta confianza en él no es un subjetivismo etéreo, sino la clase de compromiso total (“de todo corazón”, dice Salomón) que abandona las perspectivas centradas en uno mismo por las del Señor. En el contexto de la religión bíblica, eso significa aprender a conocer cuál es la voluntad de Dios y obedecerla independientemente de que sea o no lo que “está de moda” hacer. Lejos de ser una petición de dirección subjetiva, esta confianza en el Señor implica meditar en su palabra, guardarla en el corazón, aprender a pensar como Dios, precisamente de forma que uno no se apoye en su propio entendimiento. Se exigió a Josué que aprendiese esta lección al principio de su liderazgo (Josué 1:6-9). Los reyes de Israel también debían hacerlo (Deuteronomio 17:18-20), pero raramente cumplían con ello.

(2) El segundo pareado, “Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas”, exige algo más que la aceptación de que Dios existe y lo controla todo en su providencia. Significa que debemos admitir ante él que sus caminos, sus leyes y su carácter moldean nuestras decisiones y dirigen nuestra vida. Reconócelo, pues, en todos los caminos, en todas las dimensiones de la vida, no solo en un pequeño ámbito religioso. La alternativa es renegar de Dios.

Así pues, el segundo pareado es esencialmente análogo al primero. El resultado es una vida recta, dirigida por el propio Dios.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Éxodo 27

El altar del holocausto

27 »Harás también el altar de madera de acacia, de 5 codos (2.25 metros) su longitud, de 5 codos (2.25 metros) su anchura, el altar será cuadrado, y de 3 codos (1.35 metros) su altura. Le harás cuernos en sus cuatro esquinas. Los cuernos serán de una misma pieza con el altar, y lo revestirás de bronce. Harás asimismo sus recipientes para recoger las cenizas, y sus palas, sus tazones, sus garfios y sus braseros. Todos sus utensilios los harás de bronce.

»Le harás un enrejado de bronce en forma de red, y sobre la red harás cuatro argollas de bronce en sus cuatro extremos. Y la pondrás debajo, bajo el borde del altar, de manera que la red llegue hasta la mitad del altar.

»Harás también varas para el altar, varas de madera de acacia, y las revestirás de bronce. Las varas se meterán en las argollas, de manera que las varas estén en ambos lados del altar cuando sea transportado. Harás el altar hueco, de tablas; según se te mostró en el monte, así lo harán.

El atrio del tabernáculo

»Harás también el atrio del tabernáculo. Al lado sur habrá cortinas de lino fino torcido para el atrio, de 100 codos (45 metros) de largo por un lado. 10 Sus columnas serán veinte, con sus veinte basas de bronce. Los ganchos de las columnas y sus molduras serán de plata.

11 »Asimismo, a lo largo del lado norte habrá cortinas de 100 codos (45 metros) de largo y sus veinte columnas con sus veinte basas serán de bronce. Los ganchos de las columnas y sus molduras serán de plata.

12 »Para el ancho del atrio en el lado occidental habrá cortinas de 50 codos (22.5 metros) con sus diez columnas y sus diez basas. 13 El ancho del atrio en el lado oriental será de 50 codos (22.5 metros). 14 Las cortinas a un lado de la entrada serán de 15 codos (6.75 metros) con sus tres columnas y sus tres basas. 15 Y para el otro lado habrá cortinas de 15 codos (6.75 metros) con sus tres columnas y sus tres basas.

16 »Para la puerta del atrio habrá una cortina de 20 codos (9 metros) de tela azul, púrpura y escarlata, y de lino fino torcido, obra de tejedor, con sus cuatro columnas y sus cuatro basas. 17 Todas las columnas alrededor del atrio tendrán molduras de plata. Sus ganchos serán de plata y sus basas de bronce. 18 El largo del atrio será de 100 codos (45 metros), y el ancho de 50 codos (22.5 metros) por cada lado, y la altura 5 codos (2.25 metros); sus cortinas de lino fino torcido, y sus basas de bronce. 19 Todos los utensilios del tabernáculo usados en todo su servicio, y todas sus estacas, y todas las estacas del atrio serán de bronce.

El aceite para las lámparas

20 »Ordenarás a los israelitas que te traigan aceite puro de olivas machacadas para el alumbrado, para que la lámpara arda continuamente. 21 En la tienda de reunión, fuera del velo que está delante del testimonio, Aarón y sus hijos la mantendrán en orden delante del Señor desde la tarde hasta la mañana. Será estatuto perpetuo para todas las generaciones de los israelitas.

   

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Juan 6

Alimentación de los cinco mil

6 Después de esto, Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias. Y una gran multitud lo seguía, pues veían las señales que realizaba en los enfermos. Entonces Jesús subió al monte y se sentó allí con Sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.

Cuando Jesús alzó los ojos y vio que una gran multitud venía hacia Él, dijo* a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para que coman estos?». Pero decía esto para probarlo, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: «Doscientos denarios de pan no les bastarán para que cada uno reciba un pedazo».

Uno de Sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo* a Jesús: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero ¿qué es esto para tantos?». 10 «Hagan que la gente se siente», dijo Jesús. Y había mucha hierba en aquel lugar; así que se sentaron. El número de los hombres era de unos cinco mil.

11 Entonces Jesús tomó los panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban sentados; y lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que querían. 12 Cuando se saciaron, dijo* a Sus discípulos: «Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada». 13 Ellos los recogieron, y llenaron doce cestas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

14 La gente, entonces, al ver la señal que Jesús había hecho, decían: «Verdaderamente Este es el Profeta que había de venir al mundo».

15 Por lo que Jesús, dándose cuenta de que iban a venir y por la fuerza hacerle rey, se retiró Él solo otra vez al monte.

Jesús anda sobre el mar

16 Al atardecer Sus discípulos bajaron hasta el mar, 17 y subiendo en una barca, se dirigieron al otro lado del mar, hacia Capernaúm. Ya había oscurecido, y Jesús todavía no había venido adonde ellos estaban; 18 y el mar estaba agitado porque soplaba un fuerte viento. 19 Cuando habían remado unos 25 o 30 estadios (cuatro o cinco kilómetros), vieron* a Jesús caminando sobre el mar y que se acercaba a la barca, y se asustaron. 20 Pero Él les dijo*: «Soy Yo; no teman».

21 Entonces ellos querían recibir a Jesús en la barca, pero la barca llegó enseguida a la tierra adonde iban.

Jesús, el pan de la vida

22 Al día siguiente, la multitud que había quedado al otro lado del mar se dio cuenta de que allí no había más que una barca, y que Jesús no había entrado en ella con Sus discípulos, sino que Sus discípulos se habían ido solos. 23 Vinieron otras barcas de Tiberias cerca del lugar donde habían comido el pan después de que el Señor había dado gracias. 24 Por tanto, cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco Sus discípulos, subieron a las barcas y se fueron a Capernaúm buscando a Jesús. 25 Cuando lo hallaron al otro lado del mar, le dijeron: «Rabí, ¿cuándo llegaste acá?».

26 Jesús les respondió: «En verdad les digo, que me buscan, no porque hayan visto señales, sino porque han comido de los panes y se han saciado. 27 Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre les dará, porque a Él es a quien el Padre, Dios, ha marcado con Su sello».

28 Entonces le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?». 29 Jesús les respondió: «Esta es la obra de Dios: que crean en el que Él ha enviado».

30 Le dijeron entonces: «¿Qué, pues, haces Tú como señal para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo”». 32 Entonces Jesús les dijo: «En verdad les digo, que no es Moisés el que les ha dado el pan del cielo, sino que es Mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida al mundo». 34 «Señor, danos siempre este pan», le dijeron.

35 Jesús les dijo: «Yo soy el pan de la vida; el que viene a Mí no tendrá hambre, y el que cree en Mí nunca tendrá sed. 36 Pero ya les dije que aunque me han visto, no creen. 37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí; y al que viene a Mí, de ningún modo lo echaré fuera. 38 Porque he descendido del cielo, no para hacer Mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que Él me ha dado Yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. 40 Porque esta es la voluntad de Mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en Él, tenga vida eterna, y Yo mismo lo resucitaré en el día final».

Murmuración de los judíos

41 Por eso los judíos murmuraban de Él, porque había dicho: «Yo soy el pan que descendió del cielo». 42 Y decían: «¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo es que ahora dice: “Yo he descendido del cielo”?».

43 Jesús les dijo: «No murmuren entre sí. 44 Nadie puede venir a Mí si no lo trae el Padre que me envió, y Yo lo resucitaré en el día final. 45 Escrito está en los profetas: “Y todos serán enseñados por Dios”. Todo el que ha oído y aprendido del Padre, viene a Mí. 46 No es que alguien haya visto al Padre; sino Aquel que viene de Dios, Él ha visto al Padre. 47 En verdad les digo: el que cree, tiene vida eterna.

48 »Yo soy el pan de la vida. 49 Los padres de ustedes comieron el maná en el desierto, y murieron. 50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que coma de él, no muera. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que Yo también daré por la vida del mundo es Mi carne».

52 Los judíos, por tanto, discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo puede Este darnos a comer Su carne?». 53 Entonces Jesús les dijo: «En verdad les digo, que si no comen la carne del Hijo del Hombre y beben Su sangre, no tienen vida en ustedes. 54 El que come Mi carne y bebe Mi sangre, tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré en el día final. 55 Porque Mi carne es verdadera comida, y Mi sangre es verdadera bebida.

56 »El que come Mi carne y bebe Mi sangre, permanece en Mí y Yo en él. 57 Como el Padre que vive me envió, y Yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por Mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como el que los padres de ustedes comieron, y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

59 Esto dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Capernaúm.

Reacción de los discípulos

60 Por eso muchos de Sus discípulos, cuando oyeron esto, dijeron: «Dura es esta declaración; ¿quién puede escucharla?». 61 Pero Jesús, consciente de que Sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto los escandaliza? 62 ¿Pues qué si vieran al Hijo del Hombre ascender adonde estaba antes?

63 »El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que Yo les he hablado son espíritu y son vida. 64 Pero hay algunos de ustedes que no creen». Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién era el que lo iba a traicionar. 65 También decía: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a Mí si no se lo ha concedido el Padre».

66 Como resultado de esto muchos de Sus discípulos se apartaron y ya no andaban con Él. 67 Entonces Jesús dijo a los doce discípulos: «¿Acaso también ustedes quieren irse?». 68 Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69 Y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios». 70 Jesús les respondió: «¿No los escogí Yo a ustedes, los doce, y sin embargo uno de ustedes es un diablo?». 71 Él se refería a Judas, hijo de Simón Iscariote, porque este, uno de los doce, lo iba a entregar.

   

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Proverbios 3

Exhortación a la sabiduría

3 Hijo mío, no te olvides de mi enseñanza,
Y tu corazón guarde mis mandamientos,
Porque largura de días y años de vida Y paz te añadirán.
La misericordia y la verdad nunca se aparten de ti;
Átalas a tu cuello,
Escríbelas en la tabla de tu corazón.
Así hallarás favor y buena estimación
Ante los ojos de Dios y de los hombres.
Confía en el Señor con todo tu corazón,
Y no te apoyes en tu propio entendimiento.
Reconócelo en todos tus caminos,
Y Él enderezará tus sendas.
No seas sabio a tus propios ojos;
Teme al Señor y apártate del mal.
Será medicina para tu cuerpo
Y alivio para tus huesos.
Honra al Señor con tus bienes
Y con las primicias de todos tus frutos;
10 Entonces tus graneros se llenarán con abundancia
Y tus lagares rebosarán de vino nuevo.
11 Hijo mío, no rechaces la disciplina del Señor
Ni aborrezcas Su reprensión,
12 Porque el Señor ama a quien reprende,
Como un padre al hijo en quien se deleita.

Beneficios de la sabiduría

13 Bienaventurado el hombre que halla sabiduría
Y el hombre que adquiere entendimiento.
14 Porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata,
Y sus utilidades mejor que el oro fino.
15 Es más preciosa que las joyas,
Y nada de lo que deseas se compara con ella.
16 Larga vida hay en su mano derecha,
En su mano izquierda, riquezas y honra.
17 Sus caminos son caminos agradables
Y todas sus sendas, paz.
18 Es árbol de vida para los que echan mano de ella,
Y felices son los que la abrazan.
19 Con sabiduría fundó el Señor la tierra,
Con inteligencia estableció los cielos.
20 Con su conocimiento los abismos fueron divididos
Y los cielos destilan rocío.
21 Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos;
Guarda la prudencia y la discreción,
22 Y serán vida para tu alma
Y adorno para tu cuello.
23 Entonces andarás con seguridad por tu camino,
Y tu pie no tropezará.
24 Cuando te acuestes no tendrás temor,
Sí, te acostarás y será dulce tu sueño.
25 No temerás el pavor repentino,
Ni el ataque de los impíos cuando venga,
26 Porque el Señor será tu confianza,
Y guardará tu pie de ser apresado.

27 No niegues el bien a quien se le debe,
Cuando esté en tu mano el hacerlo.
28 No digas a tu prójimo: «Ve y vuelve,
Y mañana te lo daré»,
Cuando lo tienes contigo.
29 No trames el mal contra tu prójimo,
Mientras habite seguro a tu lado.
30 No pelees con nadie sin motivo,
Si no te ha hecho daño.
31 No envidies al hombre violento,
Y no escojas ninguno de sus caminos.
32 Porque el hombre perverso es abominación para el Señor;
Pero Él es amigo íntimo de los rectos.
33 La maldición del Señor está sobre la casa del impío,
Pero Él bendice la morada del justo.
34 Ciertamente Él se burla de los burladores,
Pero da gracia a los afligidos.
35 El sabio heredará honra,
Pero los necios hacen resaltar su deshonra.

   

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Gálatas 2

Los apóstoles respaldan a Pablo

2 Entonces, después de catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también a Tito. Subí por causa de una revelación y les presenté el evangelio que predico entre los gentiles, pero lo hice en privado a los que tenían alta reputación, para asegurarme de que no corría ni había corrido en vano. Pero ni aun Tito, que estaba conmigo, fue obligado a circuncidarse, aunque era griego.

esto fue por causa de los falsos hermanos introducidos secretamente, que se habían infiltrado para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, a fin de someternos a esclavitud, a los cuales ni por un momento cedimos, para no someternos, a fin de que la verdad del evangelio permanezca con ustedes.

Y de aquellos que tenían reputación de ser algo (lo que eran, nada me importa; Dios no hace acepción de personas); pues bien, los que tenían reputación, nada me enseñaron. Sino al contrario, vieron que se me había encomendado el evangelio a los de la incircuncisión, así como Pedro lo había sido a los de la circuncisión. (Porque Aquel que obró eficazmente para con Pedro en su apostolado a los de la circuncisión, también obró eficazmente para conmigo en mi apostolado a los gentiles). Al reconocer la gracia que se me había dado, Jacobo, Pedro y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra de compañerismo, para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los de la circuncisión. 10 Solo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, lo mismo que yo estaba también deseoso de hacer.

Judíos y gentiles justificados por la fe

11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me opuse a él cara a cara, porque él era digno de ser censurado. 12 Porque antes de venir algunos de parte de Jacobo, él comía con los gentiles, pero cuando aquellos vinieron, Pedro empezó a retraerse y apartarse, porque temía a los de la circuncisión. 13 Y el resto de los judíos se le unió en su hipocresía, de tal manera que aun Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos. 14 Pero cuando vi que no andaban con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: «Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿por qué obligas a los gentiles a vivir como judíos?

15 »Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles. 16 Sin embargo, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley. Puesto que por las obras de la ley nadie será justificado.

17 »Pero si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros hemos sido hallados pecadores, ¿es Cristo, entonces, ministro de pecado? ¡De ningún modo! 18 Porque si yo reedifico lo que en otro tiempo destruí, yo mismo resulto transgresor. 19 Pues mediante la ley yo morí a la ley, a fin de vivir para Dios.

20 »Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano».

   

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