×
UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
¡Únete!
¡Únete!

Lectura de Hoy

Devocional: Santiago 5

Una cosa es esperar la venida del Señor; otra, es esperar bien.

Puede que aguardemos la venida del Señor con honestidad y actitud de autoevaluación—no sólo reconociendo que el Segundo Adviento es una parte necesaria de nuestro credo, sino incluso, en cierto sentido anticipando la Parusía y esperando que ocurra en nuestra época—y que aún así ten­gamos que admitir que nuestra vida no refleja la convicción de esa perspectiva. De hecho, esta espera por su regreso puede que sea meramente un caballo de batalla de nuestra lectura o enseñanza, un mapa bien manejado del futuro que nos diferencia de otros creyentes, en vez de un elemento fijo de nuestra cosmovisión que efectivamente moldee nuestra conducta.

Por supuesto que hay un elemento de la espera por el regreso del Señor que es justamente eso: esperar. Igual que “espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto” (Santiago 5:7), así también nosotros debemos aguardar con paciencia y mantenernos firmes (5:8).

No obstante, como todas las analogías, esta no es perfecta (ni pretende serlo), y el propio Santiago la deja al margen. Después de todo, el agricultor es paciente porque sabe, más o menos, cuándo llegará la cosecha; nosotros no sabemos cuándo regresará Jesús.

Hay otras diferencias. El granjero espera el fruto; nosotros al Juez que “está a la puerta” (5:9). Esto significa que lo que esperamos tiene una consecuencia directa sobre la manera como vivimos: “No os quejéis unos de otros, hermanos, para que no seáis juzgados” (5:9) por ese mismo Juez.

Además, si bien los agricultores tienen que trabajar arduamente mientras esperan la cosecha, en circunstancias normales, su espera no está caracterizada por el sufrimiento y la persecución. Los cristianos que aguardan el fin se enfrentan a ambas cosas, según afirma Santiago, y con eso en mente, nuestra espera es más parecida a la perseverancia de los profetas (5:10) que a la placidez del agricultor. Ellos “hablaron en nombre del Señor” y la mayoría de las veces sufrieron injurio por ello. Ese sufrimiento no domesticó su fiel proclamación. Pero no debemos restringir a los profetas los modelos que buscamos. Consideremos a Job, un hombre justo que se enfrentó a dificultades catastróficas y, sin embargo, perseveró, y hemos “visto lo que al final le dio el Señor. Es que el Señor es muy compasivo y misericordioso” (5:11). Esa perspectiva es importante: al final, no sólo prevalece la justicia de Dios, sino también su compasión y misericordia. El enfoque en el regreso de Jesús y en el fin no sólo moldea nuestra actual manera de vivir, sino que traerá con sí la vindicación perfecta en la incomparable bondad de la consumación.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Lucas 7

Dos pensamientos impactantes se reúnen en Lucas 7:36-50:

(1) El primero ya lo he mencionado en estos dos volúmenes, pero merece la pena citarlo de nuevo. ¿Quién tiene derecho de perdonar los pecados? Si alguien te roba los ahorros de tu vida o asesina a tu cónyuge, yo no tendría derecho a perdonar a quien hubiera perpetrado estos delitos. En el plano humano, solo puede perdonar la parte perjudicada. Desde la perspectiva de Dios, independientemente de cuántos seres humanos hayan sido dañados, la principal ofensa es contra Dios mismo (cf. Salmo 51:4). Dios puede perdonar, pues, cualquier pecado, porque siempre es la parte perjudicada. En el plano humano, la mujer pecadora de esta narrativa no había perjudicado en modo alguno a Jesús. En este aspecto, él no tenía derecho a perdonarla. Sin embargo, la narrativa gira en torno al perdón de Jesús hacia esta mujer (7:48), y los demás invitados, un tanto confundidos por este desarrollo de las cosas, suscitan la pregunta: “¿Quién es este que hasta perdona pecados?” (7:49). Sí, ¿quién es?

(2) El axioma que Jesús desarrolla en su intercambio con Simón es desconcertante. Por una parte, es lo suficientemente claro: cabe esperar que la persona a la que se le ha perdonado mucho tenga más que agradecer al benefactor que aquella a quien se le ha perdonado poco. Como afirma Jesús: “A quien poco se le perdona, poco ama” (7:47). El axioma tiene sentido en cuanto a la conducta tanto de la mujer como del fariseo: a ella la vencen las lágrimas de pura gratitud, mientras que él es un estirado y arrogante.

Pero si el axioma se lleva demasiado lejos, ¿no significaría que aquellos que han vivido una vida relativamente “buena” amarán a Dios menos, de forma inevitable, que quienes se han convertido de una vida de degradación abismal? Uno entonces podría argumentar que existen ciertos beneficios por ser unos degradados antes de la conversión: uno aprecia la gracia en la proporción correspondiente al grado de depravación que la gracia debe vencer.

Esto no viene al caso. Socialmente, claro está, los pecados de la mujer son mucho peores que los del fariseo. Pero los grados de pecado que uno comete a escala social no son nada en comparación con lo terrible de la rebeldía que cada uno hemos permitido en nuestra vida. Simón el fariseo ni siquiera había llegado al punto de percibir que necesitaba ser perdonado. Supongamos por un momento que dos personas se han convertido, una procedente de un trasfondo socialmente despreciable y otra de un origen disciplinado y “justo”: ¿y luego qué? Ambos deberían orar para poder ver la fealdad de sus propios pecados, ya sean unos que la sociedad desapruebe o esos feos pecados (tan a menudo condenados por Jesús) de la arrogancia y la santurronería. Y es que, a menos que se nos dé la gracia de ver el horror de nuestro pecado, casi con toda seguridad no comprenderemos jamás la gloria de la gracia y amaremos a Jesús demasiado poco.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

1 Crónicas 18

Victorias de David

18 Después de esto, David derrotó a los filisteos y los sometió, y tomó Gat y sus aldeas de mano de los filisteos. También derrotó a Moab, y los moabitas fueron siervos de David, trayéndole tributo. David derrotó además a Hadad Ezer, rey de Soba, cerca de Hamat, cuando este iba a establecer su dominio en el río Éufrates. David le tomó 1,000 carros y 7,000 hombres de a caballo y 20,000 soldados de a pie; David desjarretó todos los caballos de los carros, pero dejó suficientes caballos para 100 carros.

Cuando vinieron los arameos de Damasco en ayuda de Hadad Ezer, rey de Soba, David mató a 22,000 hombres de los arameos. Entonces David puso guarniciones en Aram de Damasco; y los arameos fueron siervos de David, trayéndole tributo. Y el SEÑOR ayudaba a David dondequiera que iba. David tomó los escudos de oro que llevaban los siervos de Hadad Ezer, y los trajo a Jerusalén. Asimismo David tomó una gran cantidad de bronce de Tibhat y de Cun, ciudades de Hadad Ezer, con el cual Salomón hizo el mar de bronce, las columnas y los utensilios de bronce.

Cuando Tou, rey de Hamat, oyó que David había derrotado a todo el ejército de Hadad Ezer, rey de Soba, 10 envió a su hijo Adoram al rey David para saludarlo y bendecirlo, porque había peleado contra Hadad Ezer y lo había derrotado, pues Hadad Ezer había estado en guerra con Tou. Y Adoram trajo toda clase de objetos de oro, de plata y de bronce. 11 Estos el rey David dedicó también al SEÑOR, junto con la plata y el oro que había tomado de todas estas naciones: de Edom, Moab, Amón, Filistea y Amalec.

12 Además, Abisai, hijo de Sarvia, derrotó a 18,000 edomitas en el valle de la Sal. 13 Puso guarniciones en Edom, y todos los edomitas fueron siervos de David. Y el SEÑOR daba la victoria a David dondequiera que iba.

Oficiales de David

14 David reinó sobre todo Israel, y administraba justicia y derecho a todo su pueblo. 15 Joab, hijo de Sarvia, era comandante del ejército; y Josafat, hijo de Ahilud, era cronista; 16 Sadoc, hijo de Ahitob, y Abimelec, hijo de Abiatar, eran sacerdotes, y Savsá era escriba; 17 Benaía, hijo de Joiada, era jefe de los cereteos y peleteos; y los hijos de David eran los primeros junto al rey.

   

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Santiago 5

Advertencias a los ricos

5 ¡Oigan ahora, ricos! Lloren y aúllen por las miserias que vienen sobre ustedes. Sus riquezas se han podrido y sus ropas están comidas de polilla. Su oro y su plata se han oxidado, su herrumbre será un testigo contra ustedes y consumirá su carne como fuego. Es en los últimos días que han acumulado tesoros. Miren, el jornal de los obreros que han segado sus campos y que ha sido retenido por ustedes, clama contra ustedes. El clamor de los segadores ha llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.

Han vivido lujosamente sobre la tierra, y han llevado una vida de placer desenfrenado. Han engordado sus corazones en el día de la matanza. Han condenado y dado muerte al justo. Él no les hace resistencia.

Exhortación a la paciencia

Por tanto, hermanos, sean pacientes hasta la venida del Señor. Miren cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, siendo paciente en ello hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía. Sean también ustedes pacientes. Fortalezcan sus corazones, porque la venida del Señor está cerca. Hermanos, no se quejen unos contra otros, para que no sean juzgados. Ya el Juez está a las puertas. 10 Hermanos, tomen como ejemplo de paciencia y aflicción a los profetas que hablaron en el nombre del Señor. 11 Miren que tenemos por bienaventurados a los que sufrieron. Han oído de la paciencia de Job, y han visto el resultado del proceder del Señor, que el Señor es muy compasivo y misericordioso.

Exhortaciones varias

12 Y sobre todo, hermanos míos, no juren, ni por el cielo, ni por la tierra, ni con ningún otro juramento. Antes bien, sea el sí de ustedes, sí, y su no, no, para que no caigan bajo juicio.

13 ¿Sufre alguien entre ustedes? Que haga oración. ¿Está alguien alegre? Que cante alabanzas. 14 ¿Está alguien entre ustedes enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia y que ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. 15 La oración de fe restaurará al enfermo, y el Señor lo levantará. Si ha cometido pecados le serán perdonados.

16 Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho. 17 Elías era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18 Oró de nuevo, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto.

19 Hermanos míos, si alguien de entre ustedes se extravía de la verdad y alguien le hace volver, 20 sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados.

   

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Jonás 2

Oración de Jonás

2 Entonces Jonás oró al SEÑOR su Dios desde el vientre del pez, y dijo:

«En mi angustia clamé al SEÑOR, Y Él me respondió. Desde el seno del Seol pedí auxilio, Y Tú escuchaste mi voz. Pues me habías echado a lo profundo, En el corazón de los mares, Y la corriente me envolvió; Todas tus encrespadas olas y tus ondas pasaron sobre mí. Entonces dije: “He sido expulsado de delante de Tus ojos; Sin embargo, volveré a mirar hacia Tu santo templo”. Me rodearon las aguas hasta el alma, El gran abismo me envolvió, Las algas se enredaron en mi cabeza. Descendí hasta las raíces de los montes, La tierra con sus cerrojos me ponía cerco para siempre; Pero Tú sacaste de la fosa mi vida, oh SEÑOR, Dios mío. Cuando en mí desfallecía mi alma, Del SEÑOR me acordé; Y mi oración llegó hasta Ti, Hasta Tu santo templo. Los que confían en ídolos vanos Su propia misericordia abandonan. Pero yo con voz de acción de gracias Te ofreceré sacrificios. Lo que prometí, pagaré. La salvación es del SEÑOR».

10 Entonces el SEÑOR dio orden al pez, y este vomitó a Jonás en tierra firme.

   

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Lucas 7

Jesús sana al siervo del centurión

7 Cuando terminó todas Sus palabras al pueblo que le oía, Jesús se fue a Capernaúm.

Y el siervo de cierto centurión, a quien este apreciaba mucho, estaba enfermo y a punto de morir. Al oír hablar de Jesús, el centurión envió a Él unos ancianos de los judíos, pidiendo que viniera y salvara a su siervo. Cuando ellos llegaron a Jesús, le rogaron con insistencia, diciendo: «El centurión es digno de que le concedas esto; porque él ama a nuestro pueblo y fue él quien nos edificó la sinagoga».

Jesús iba con ellos, pero cuando ya no estaba lejos de la casa, el centurión envió a unos amigos, diciendo: «Señor, no te molestes más, porque no soy digno de que Tú entres bajo mi techo; por eso ni siquiera me consideré digno de ir a Ti, tan solo di la palabra y mi siervo será sanado. Pues yo también soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a este: “Ve”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace».

Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la multitud que lo seguía: «Les digo que ni aun en Israel he hallado una fe tan grande». 10 Cuando los que habían sido enviados regresaron a la casa, encontraron sano al siervo.

Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín

11 Aconteció poco después que Jesús fue a una ciudad llamada Naín; y Sus discípulos iban con Él acompañados por una gran multitud. 12 Y cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban fuera a un muerto, hijo único de su madre, y ella era viuda; y un grupo numeroso de la ciudad estaba con ella. 13 Al verla, el Señor tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores».

14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y Jesús dijo: «Joven, a ti te digo: ¡Levántate!». 15 El que había muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. 16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros». También decían: «Dios ha visitado a Su pueblo». 17 Este dicho que se decía de Él, se divulgó por toda Judea y por toda la región circunvecina.

Jesús y los discípulos de Juan

18 Entonces los discípulos de Juan le informaron de todas estas cosas. 19 Y llamando Juan a dos de sus discípulos, los envió a preguntar al Señor: «¿Eres Tú el que ha de venir, o esperamos a otro?».

20 Cuando los hombres llegaron a Él, dijeron: «Juan el Bautista nos ha enviado para que te preguntáramos: “¿Eres Tú el que ha de venir, o esperamos a otro?”». 21 En esa misma hora curó a muchos de enfermedades, aflicciones y malos espíritus, y a muchos ciegos les dio la vista. 22 Entonces Él les respondió: «Vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído: los CIEGOS RECIBEN LA VISTA, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los POBRES SE LES ANUNCIA EL EVANGELIO. 23 Y bienaventurado es el que no se escandaliza de Mí».

Jesús habla de Juan el Bautista

sup>24 Cuando los mensajeros de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar a las multitudes acerca de Juan: «¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 25 Pero, ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Miren, los que visten con esplendor y viven en deleites están en los palacios de los reyes. 26 Pero, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Sí, les digo, y uno que es más que un profeta. 27 Este es aquel de quien está escrito:

“HE AQUÍ, YO ENVÍO MI MENSAJERO DELANTE DE TI, QUIEN PREPARARÁ TU CAMINO DELANTE DE TI”.

28 Les digo que entre los nacidos de mujer, no hay nadie mayor que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él».

29 Al oír esto, todo el pueblo y los recaudadores de impuestos reconocieron la justicia de Dios, y fueron bautizados con el bautismo de Juan. 30 Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron los propósitos de Dios para con ellos, al no ser bautizados por Juan.

31 «¿A qué, entonces, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes? 32 Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza y se llaman unos a otros, y dicen: “Les tocamos la flauta, y no bailaron; entonamos endechas, y no lloraron”. 33 Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan, ni bebe vino, y ustedes dicen: “Tiene un demonio”. 34 Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: “Miren, un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores”. 35 Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos».

Jesús perdona a una pecadora

36 Uno de los fariseos pidió a Jesús que comiera con él; y entrando Él en la casa del fariseo, se sentó a la mesa37 Había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se enteró de que Jesús estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; 38 y poniéndose detrás de Él a Sus pies, llorando, comenzó a regar Sus pies con lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza, besaba Sus pies y los ungía con el perfume. 39 Pero al ver esto el fariseo que lo había invitado, dijo para sí: «Si Este fuera un profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, que es una pecadora».

40 Y Jesús le dijo*: «Simón, tengo algo que decirte». «Di, Maestro», le contestó. 41 «Cierto prestamista tenía dos deudores; uno le debía 500 denarios y el otro cincuenta; 42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó generosamente a los dos. ¿Cuál de ellos, entonces, lo amará más?».

43 «Supongo que aquel a quien le perdonó más», respondió Simón. Y Jesús le dijo: «Has juzgado correctamente».

44 Y volviéndose hacia la mujer, le dijo a Simón: «¿Ves esta mujer? Yo entré a tu casa y no me diste agua para Mis pies, pero ella ha regado Mis pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. 45 No me diste beso, pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar Mis pies. 46 No ungiste Mi cabeza con aceite, pero ella ungió Mis pies con perfume. 47 Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama». 48 Entonces Jesús le dijo a la mujer: «Tus pecados han sido perdonados».

49 Los que estaban sentados a la mesa con Él comenzaron a decir entre sí: «¿Quién es Este que hasta perdona pecados?». 50 Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz».

   

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com