×

Hace unas semanas estaba en una reunión de pastores donde conversábamos sobre cómo lucía la centralidad del evangelio en nuestras iglesias. En esa conversación surgieron tres áreas en las que una iglesia puede, y hasta me atrevería a decir, debe estar centrada en el evangelio. Quisiera compartir unos pensamientos sobre estas tres áreas.

1. Mensaje

Las personas que asisten a los servicios de tu iglesia, ¿qué mensaje escuchan los domingos? Aunque no lo sepas, cada iglesia comunica un mensaje subyacente en toda su enseñanza, predicación, y hasta en las lecciones de la escuela dominical para los niños. Sea una prédica del libro de Jueces o una clase de doctrina sistemática, todo lo que sale de nuestra boca apunta hacia algo. Si no tenemos cuidado, esa cosa podría ser la salvación por obras. Esto lo hacemos cuando nuestras enseñanzas se enfocan únicamente sobre la necesidad de santidad sin explicar primero la fuente de santidad, Cristo, quién recibimos puramente por gracia (Ef. 2:8). O por otro lado, podemos apuntar a un Dios que es todo amor, pero nada ira, lo cual lleva a un entendimiento atrofiado de la santidad de Dios y la gravedad de nuestro pecado. O tal vez el mensaje que comunicamos no tiene nada que ver con Dios, sino con nuestra propia agenda: nuestro estilo de adoración preferido, la importancia del diezmo y las ofrendas, o incluso lo que Dios te reveló momentos antes de subir al púlpito.

Todo lo que sale de nuestra boca, semana tras semana, revela el objeto sobre el cual centramos nuestra vida. Si este objeto no es Cristo, y si Su evangelio no es central en nuestra vida, nuestras iglesias no darán ni el fundamento ni la esperanza que la iglesia necesita para crecer en semejanza a Cristo y obediencia al Padre.

No importa el contexto, no importa el tema, el evangelio debe ser el centro de todo lo que sale de nuestra boca. Don Carson lo describe de la siguiente manera:

Si algo he aprendido en los 35 o 40 años de estar enseñando, es que mis estudiantes no aprenden todo lo que les enseño. Lo que ellos aprenden es lo que me emociona, las cosas que enfatizo vez tras vez tras vez tras vez. Eso debe ser el evangelio.

Si el evangelio, aun si eres ortodoxo, se vuelve algo que principalmente asumes, y lo que te emociona es algún tipo de trabajo social, le estarás enseñando a personas que influyes que el evangelio realmente no es tan importante. No estarás diciendo eso, ni será lo que querrás decir, pero eso será lo que estás enseñando. Y entonces estarás a la mitad de una generación de perder el evangelio.

Asegúrate de que en tu práctica y emoción, lo que hables, lo que pienses, lo que ores, en lo que muestres confianza, gozo, y entusiasmo sea Jesús, el evangelio, y la cruz. Y de esa estructura, sin falta, deja que fluya la vida transformada.

2. Métodos

El evangelio no solamente es nuestro mensaje principal, sino que también tiene jurisdicción sobre nuestros métodos, o nuestras maneras: la manera en que predicamos en la iglesia, la manera en que gobernamos la iglesia, la manera en que nos relacionamos con nuestro cónyuge, la manera en que evangelizamos y hacemos discípulos, la manera en que manejamos las finanzas, la manera en que resolvemos conflictos y más. Muchas veces nuestras congregaciones aprenden más de la manera en que somos líderes de lo que enseñamos siendo líderes.

Dos ejemplos rápidos. En nuestra iglesia hemos enseñado bastante sobre el liderazgo de la iglesia sin jamás hacer un taller o seminario sobre ese tema. Más bien, nuestra comunidad ha aprendido sobre el liderazgo al observar cómo se comportan los pastores y cómo se relacionan entre sí mismos. Nosotros queremos ser los primeros ejemplos de siervos santos dedicados a seguir a Cristo y amar al prójimo, y cuando fallamos en esas cosas, de arrepentirnos y buscar reconciliación. También el simple hecho de tener varios pastores que comparten la responsabilidad de cuidar el rebaño ha sido una gran manera de mostrar que no es la iglesia de un solo pastor, sino la iglesia del Único Pastor, Jesús. Así mostramos el evangelio no solamente en nuestro mensaje, pero también en la manera que gobernamos la iglesia.

Otro método sobre el cual hemos recibido muchos comentarios en nuestra iglesia es la manera en que recogemos la ofrenda durante nuestros servicios dominicales. Esta práctica ha sido abusada por muchos en nuestro contexto y queremos ser receptivos a eso. Entonces, cuando recogemos la ofrenda siempre aclaramos a la congregación que no damos por obligación, ni porque al hacerlo pensamos que recibiremos un mayor tesoro, sino que damos porque creemos firmemente que en Cristo, ya hemos recibido el tesoro más precioso que jamás tendremos. Por causa de Él, nosotros tenemos la libertad de dar generosamente y gozosamente porque nuestra salvación ya ha sido asegurada en Él. Pero tal vez la parte que más impresiona a la gente, es cuando le informamos a nuestros visitantes que no den. Esto lo decimos porque no hay una razón bíblica para obligar a personas que no pertenecen a una iglesia local a dar a esa iglesia local. Especialmente si no son creyentes. Al hacer esto, nuestra iglesia muestra la belleza de Cristo, la gracia de Su salvación, y el gozo que tenemos en poder dar porque ya hemos recibido el evangelio.

Nuestros métodos predican. Y debemos estar seguros de que prediquen el evangelio.

3. Motivación

A Dios no solamente le interesa que creamos en Él, sino que creamos en Él por las razones correctas. Por lo tanto, los pastores tienen una responsabilidad no solo de enseñar el evangelio, pero también de dar las motivaciones correctas para creerlo. Las motivaciones son donde regularmente los cristianos caen en extremos peligrosos. Por un lado, algunos cristianos caen en el moralismo, dejándose ser motivados por el temor a las consecuencias de no cumplir con todas las reglas. Esto termina en personas que se obsesionan por los detalles de la ley y piensan que su postura delante de Dios depende de su comportamiento. Por otro lado están los cristianos pragmáticos, que son motivados principalmente por lo que funciona y produce resultados. Estos emplean cualquier método de evangelización que parezca efectivo y se preocupan más por la apariencia de éxito que cualquier otra cosa. Y así podríamos ir listando un sin número de cosas que desvían las motivaciones de los cristianos.

La realidad es que la única motivación para la vida cristiana debe ser el evangelio. En otras palabras, la razón para mi estar con Dios no debe ser algo aparte de Dios. Si me acerco a Dios porque quiero ser rico, Dios no es mi dios: el dinero lo es. Si me acerco a Dios porque quiero tener buena salud y que todo me vaya bien, Él no es mi dios: mi bienestar lo es. Si me acerco a Él porque quiero ser exitoso… pues ya sabes, estoy adorando el éxito, no a Dios.

Cuando el evangelio es la motivación de nuestra vida cristiana, entenderemos que nos acercamos a Dios porque reconocemos que Él se acercó a nosotros primero (1 Jn. 4:19). Recibimos a Cristo porque Él nos amó sabiendo que éramos pecadores (Ro. 5:8). Y ahora participamos en Su iglesia y salimos a hacer discípulos, no por obligación o para aparentar ser santos, sino reconociendo que Él mismo es nuestra santidad y crecemos en semejanza a Él cuando nos arrepentimos de nuestro pecado y lo obedecemos. Cuando el evangelio es nuestra mayor motivación, creceremos en confianza y dependencia de Cristo, sabiendo que nuestra salvación está segura en Él, y todo lo que hacemos no depende de nuestra habilidad o estrategia, sino de Su gracia (Ro. 11:6).

CARGAR MÁS
Cargando