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Definición

La doctrina reformada de la vocación enseña que todos los cristianos son llamados por Dios a vivir una vida fiel en tres escenarios: en el hogar, la Iglesia y el Estado, en donde todos los cristianos deben vivir visiblemente su sacerdocio como creyentes ofreciendo sus vidas como sacrificios vivos para Dios.

Sumario

Los reformadores formularon la doctrina de la vocación como respuesta a la insistencia de los católicos romanos que la “vocación” o el “llamado” estaba reservado para aquellos que entraran al servicio de la iglesia a través del sacerdocio o una orden monástica. Aquellos que hacían eso renunciaban al matrimonio, al trabajo secular y al progreso económico al tomar los votos de celibato, obediencia y pobreza. En respuesta a esto, los reformadores argumentaron que todos los cristianos son llamados por Dios a vivir una vida fiel en tres áreas: el hogar, la iglesia y el estado. La consecuencia de la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes es que los cristianos son llamados por Dios a ofrecer sus vidas como un sacrificio vivo en todas las áreas de su vida. Esto significa que todo lo relacionado con la vida, incluidas las tareas más mundanas, son de alabanza para Dios, no solo algunas acciones selectas y vocaciones reservadas a aquellos que han renunciado involucrarse en instituciones comunes de la vida cotidiana.

Introducción y definición

La doctrina de la vocación es una de las grandes enseñanzas de la Reforma, aunque extrañamente descuidada y olvidada. Contraria a la suposición común, es mucho más que una teología del trabajo. La vocación tiene que ver con la providencia de Dios, la forma en que Él gobierna y cuida su creación trabajando con los seres humanos. La vocación muestra a los cristianos cómo vivir su fe, no solamente en el lugar de trabajo, sino también en la familia, la iglesia y la cultura. La vocación es el lugar donde la fe produce fruto en actos de amor, y por ello crece por el Evangelio. La vocación es donde los cristianos luchan con las pruebas y tentaciones, convirtiéndose en un medio de santificación.

La palabra “vocación” es simplemente la palabra latina para “llamado”. Dios nos llama, nos dirige personalmente con el lenguaje de Su Palabra, y somos traídos a la fe. Él también nos llama a los campos  del servicio. “Fuera de esto, según el Señor ha asignado a cada uno, según Dios llamó a cada cual, así ande. Esto ordeno en todas las iglesias” (1 Co 7:17). Por consiguiente, el Señor nos “asigna” a una “vida”, y entonces Él nos llama a esa vida.

Los tres escenarios

El contexto inmediato de ese versículo escrito por el apóstol Pablo es una discusión no del lugar de trabajo sino del matrimonio. De acuerdo con Lutero, tenemos llamados en cada escenario que Dios creó para la humanidad:

El hogar. Esto hace referencia a la familia, incluyendo el medio económico con el que se sustenta. El matrimonio, ser padre o madre, ser hijo o hija, todas estas son vocaciones. En la economía medieval tardía de Lutero, la mayoría de los trabajos, ya sea el de las granjas campesinas, la artesanía de la clase media o el gobierno político de la nobleza, estaban basados en familias y normalmente realizado en casa. La misma palabra “economía”, que deriva de la palabra griega para “casa” (oikos) y “administrar” (nomía), hace referencia al concepto de hogar. Nuestras relaciones familiares constituyen nuestra más importante vocación.

La iglesia. Todos los cristianos son llamados por el evangelio. Dios también “llama” a los pastores. También a los ancianos, a otros obreros de la iglesia y a todos los demás miembros, cada uno de los cuales tiene parte en el quehacer de la congregación.

El estado. Nos encontramos en un tiempo y lugar concreto, bajo ciertas políticas jurisdiccionales, siendo parte de cierta cultura. Esta es parte de nuestra “tarea” en donde debemos vivir nuestra vida cristiana. Nuestra ciudadanía es una vocación. Somos llamados en nuestra comunidad local, nuestro país, nuestra cultura que nos rodea. Los cristianos son libres de participar en la vida política de sus países, así mismo de ostentar oficios públicos. De este modo tenemos vocaciones en el área “secular”, que es donde los cristianos interactúan con los no creyentes y funcionan como sal y luz en el mundo (Mt 5:13-16).

Los reformadores reaccionaron en contra de la enseñanza de los católicos romanos que reservaron el “tener una vocación” o “recibir un llamado” a entrar a un monasterio, convento o al sacerdocio. Recibir ese tipo de llamado significaba entrar en la vida “espiritual”, que se consideraba mucho más cristiana y meritoria que vivir una vida “secular” en el mundo. Dedicarse así a la iglesia significaba hacer votos de celibato (repudiar el matrimonio y la paternidad), pobreza (repudiar así la productividad económica en la sociedad) y obediencia (así estar sujeto solo a la ley de la iglesia y no a la de las autoridades terrenales). Para los reformadores, tales votos no solo eran una manifestación de obras de justicia en oposición al evangelio, sino que también eran rechazos blasfemos de las mismas afirmaciones que Dios ordenó para la vida humana.

Los reformadores respondieron exaltando la familia, particularmente el llamado al matrimonio y a la paternidad (en contra del voto de celibato), como la esfera para el amor cristiano y la devoción. Exaltaban los lugares de trabajo como la esfera para el servicio cristiano (en contra de los votos de pobreza), y exaltaban no solo el Estado, sino la sociedad como un todo, como la esfera de la creación y soberanía de Dios (en contra de los votos de obediencia).

Las enseñanzas reformadas sobre la vocación son facetas de la doctrina del “sacerdocio de todos los creyentes”. Esto no implica que cada cristiano es un ministro delante de una congregación o que no hagan falta los pastores. Por el contrario, significa que uno no necesita ser un pastor, que tiene un llamado a proclamar la Palabra de Dios, para ser un “sacerdote”. Los granjeros, zapateros, jueces, mercaderes, soldados, señores, maridos, mujeres, madres, niños, etc., todos son “sacerdotes”, realizando un trabajo “espiritual” en sus labores ordinarias, intercediendo en oración por cada uno con quien trata, trayendo la Palabra de Dios en sus vidas cada día.

Un “sacerdote” es alguien, sobre todo, que ofrece sacrificios, algo que incluso los pastores no hacen (excepto para los pastores católicos que se llaman a sí mismo sacerdotes porque creen que vuelven a sacrificar a Cristo entre la multitud de personas). Sin embargo, Cristo ha sido sacrificado una vez y para siempre por lo que no necesitamos otro sacrificio más por nuestros pecados (He 9:6). Sabemos que somos llamados a presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo (Ro 12:1) y ser “un sacerdocio santo para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 P 2:5). Esto sucede con la vocación.

El propósito de la vocación

Cada vocación, de acuerdo con Lutero, consiste en amar y servir al prójimo. Tu vocación trae individuos específicos a tu vida: tu esposa, tus hijos, tus conciudadanos, los miembros de tu congregación, tus clientes. Dios quiere que los amemos y sirvamos. Amando a Dios y amando al prójimo como a nosotros mismos, encapsula “toda la ley y los profetas” (Mt 22:37-40). Nuestro amor a Dios está basado solamente en su amor por nosotros en Cristo: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4:10). De este modo, nuestra relación con Él está basada no en nuestras obras, en nuestro servicio a Él o en nuestra vocación, sino solamente en Cristo. “Dios no necesita nuestras buenas obras”, observa Lutero. “Pero nuestro prójimo sí”. Dios nos salva aparte de nuestras obras, luego nos llama de nuevo al mundo, a nuestros distintos llamamientos, para amarlo y servirlo amando y sirviendo a nuestro prójimo.

Este amor y servicio, estas buenas obras, no consisten en gran medida en “buenas obras” especiales, sino en las tareas ordinarias de la vocación. Padres cambiando el pañal de su bebé, lo que Lutero elogió como un acto de santidad; agricultores arando sus campos; un comerciante que vende algo útil; un ingeniero que diseña una pieza tecnológica útil; un artista pintando un cuadro hermoso; un ciudadano que vota: todo esto se puede ofrecer como actos de amor y servicio.

La vocación como máscara de Dios

Lutero enfatizó que Dios mismo está vivo y activo en y a través de la vocación. Él nos da nuestro pan diario a través de los agricultores y panaderos. Él crea nuevos seres humanos y cuida de ellos por medio de las madres y los padres. Él nos protege a través de los magistrados de la ley. Él proclama Su Palabra y da sus sacramentos a través de la voz y manos de los pastores. La vocación, dice Lutero, es la “máscara” de Dios: vemos solo la cara humana, realizando tareas ordinarias cada día en cada vida, pero detrás de ese llamado, a través del cual somos bendecidos, Dios mismo está oculto, dando sus regalos.

Dios en su providencia trabaja incluso a través de los no creyentes. A menudo, los no cristianos son motivados solo por sus propios interés o autorrealización. Los cristianos pueden experimentar algunas de estas cosas, pero también pueden hacer de su trabajo el fruto de su fe, “la fe que obra por amor” (Gá 5:6), y llevar las cargas de su llamado como una cruz “diaria” de servicio y autosacrificio (Lc 9:23-24).

Para estar seguros, a menudo pecamos en nuestra vocación. En lugar de querer servir, tal y como Lutero observaba, insistimos en ser servidos. En lugar de amar y servir, dañamos al vecino de nuestra vocación. Nos “enseñoreamos” sobre aquellos que están bajo nuestra autoridad en lugar de usar nuestra autoridad para servirles, tal y como lo hace el “Hijo del Hombre” (Mc 10:42-45). El pecado en la vocación nos pone en conflicto con el propósito de Dios, al resistir el amor de Dios hacia los demás y trabajamos contra Él. A menudo Dios bendice a otros a través de nuestra vocación, en lugar de a nosotros. Pero tenemos que ser quebrantados para arrepentimiento por la ley de Dios, después de lo cual podemos conocer el perdón de Cristo nuevamente, que restaura nuestra vocación.

Esto es la textura de la vida cristiana, que se manifiesta en nuestro matrimonio, paternidad, trabajo, congregación y vida cultura; la cual a lo largo de las pruebas y tribulaciones que nos afligen en estos llamados, pueden volverse oportunidades para el crecimiento espiritual y santificación. La doctrina de la vocación trae el evangelio a la vida común. Transfigura las rutinas mundanas de la vida cotidiana, dándoles propósito, significado espiritual y la presencia de Dios.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Íñigo García de Cortázar.

Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

Lecturas adicionales

Fundamentos Bíblicos

  • Génesis 2-3: Matrimonio y trabajo antes y después de la caída.
  • Éxodo 35:30-36:7: El “llamado” y equipamiento de Bezalel para hacer el arte del Tabernáculo.
  • Mateo 19:3-6: Las enseñanzas de Cristo sobre el matrimonio, donde es Dios quien “los une”.
  • Marcos 10:42-44: Incluso la autoridad debe ser ejercida con amor y servicio al vecino.
  • Lucas 9:23: La abnegación en nuestras cruces “diarias”, es decir, vocaciones.
  • Romanos 8:28: Un versículo querido que en realidad trata sobre la vocación: “todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito”.
  • Romanos 12:14-13:7: No debemos vengarnos nosotros mismos, sino que Dios trabaja por jueces de la tierra como sus agentes, para castigar a los malvados.
  • 1 Corintios 1:26-31: “Considera tu llamado…”
  • 1 Corintios 7:17-24: La discusión del apóstol Pablo sobre el matrimonio culmina con este texto clave para la vocación: “Fuera de esto, según el Señor ha asignado a cada uno, según Dios llamó a cada cual, así ande”. Entonces aplica este principio a la identidad cultural (circuncisión o incircuncisión) y el papel socio-económico (esclavo o libre).
  • Efesios 5:22-6:9: El gran texto sobre las mujeres y los maridos, niños y padres, señores y siervos. Cristo está íntimamente relacionado con cada vocación. Otra vez, la clave, contraria a la ética contemporánea de la autorrealización, es la abnegación: Maridos entréguense ustedes mismo a sus mujeres, imitando el sacrificio de Cristo con la iglesia. Tras lo cual las mujeres se niegan a sí mismas (“sujetarse”) a sus maridos, tal y como la iglesia responde al sacrificio de Cristo.
  • 1 Tesalonicenses 5:12-24: Advertencia para respetar al pastor y líderes de la iglesia, “a los que con diligencia trabajan entre ustedes, y los dirigen en el Señor”, y evitar a los indisciplinados. Culmina con el recordatorio que el significado y el efecto del llamado reside en el que llama: “Fiel es Aquel que los llama, el cual también lo hará”.
  • 2 Tesalonicenses 3:6-12: Por qué todos los cristianos deberían trabajar por sus vidas.

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