Es sutil, silenciosa y penetrante. No te das cuenta de su presencia hasta que un día te preguntas: «¿Por qué no me importa mi relación con Dios? ¿Por qué no siento nada hacia Él y hacia otros?». Su nombre: Apatía.
¿Conoces la popular frase «tu envidia es mi bendición»? Esa frase es un síntoma de que hemos dejado de ver lo grave del pecado de la envidia.
¿Qué podemos hacer cuándo nos hemos dejado dominar por el pecado o por cosas que no son malas en sí mismas pero que nos controlan?
Es imposible apreciar la necesidad de la gracia, la misericordia y el amor de Dios hasta que comenzamos a sospechar que no somos tan buenos como creemos.
Al estar unidos a Cristo, contamos con el poder del Espíritu que nos asiste en nuestra debilidad en la lucha contra el pecado.
