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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Números 35

Cuando se hicieron los planes para dividir la Tierra Prometida entre las doce tribus, se excluyó a Leví. Se les dijo a los levitas que Dios era su herencia: no recibirían territorio tribal, pero vivirían de los diezmos entregados por el resto de los israelitas (Números 18:20-26). Aun así, necesitaban un lugar donde vivir. De modo que Dios ordenó a cada tribu que apartara algunas ciudades para ellos, junto con los pastos circundantes para su ganado (Números 35:1-5). Como los levitas debían enseñar al pueblo la ley de Dios, además de sus deberes en el tabernáculo, las disposiciones del terreno tenía la ventaja añadida de dispersarlos entre el pueblo donde pudieran hacer el mayor bien. Asimismo, sus tierras diseminadas no podían pasar a otras manos que no fueran levíticas (Levítico 25:32-34).

La otra disposición peculiar del territorio establecido en este capítulo es la designación de las seis “ciudades de refugio” (Números 35:6-34). Debían salir de las cuarenta y ocho asignadas a los levitas, tres a cada lado del Jordán. Si alguien mataba a otro, intencionada o accidentalmente, podía huir a una de estas ciudades donde se protegería de la ira de los vengadores de la familia. En una época en la que las peleas de sangre no eran desconocidas, esta norma enfriaba el ambiente hasta que el sistema oficial de justicia pudiera dilucidar la culpa o la inocencia del homicida. Si se le hallaba culpable mediante una prueba convincente (35:30), debía ser ejecutado. Acude a la memoria el principio establecido en Génesis 9:6: quienes derramaran sangre de un ser humano, hecho a imagen de Dios, habrían cometido un acto tan vil que se ordenaba la pena máxima. No se trataba de una lógica disuasiva, sino de valores (cf. Números 35:31-33).

Por otra parte, si se trataba de una muerte accidental y el homicida era inocente de asesinato, no quedaba libre de culpa y se le enviaba sencillamente a su casa, sino que debía permanecer en la ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote (Números 35:25-28). Solo entonces podía regresar a su propiedad ancestral y retomar una vida normal. Esperar que el sumo sacerdote falleciese podía ser cuestión de días o de décadas. Si el tiempo era sustancial, podía servir para aplacar a los vengadores de la familia de la víctima. Pero el texto no proporciona este razonamiento.

Probablemente existen dos razones para que se estipule que el asesino debiera permanecer en la ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote. (1) Su muerte marcaba el final de una era y el principio de otra. (2) Y, de forma más importante, puede ser que su muerte simbolizara que alguien tuviera que morir para pagar por la muerte de un portador de la imagen de Dios. Los cristianos sabemos adónde conduce este pensamiento.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: 1 Juan 5

La mayor parte de las personas que han leído 1 Juan algunas veces, saben que Juan habla de muchas evidencias (algunos comentaristas las llaman “pruebas” o “pruebas de vida”) que clarifican quién es realmente cristiano. Casi todos ven tres: (a) una de verdad, en particular la verdad de que Jesús es el Hijo de Dios; (b) una de obediencia, en particular a los mandatos de Jesús; (c) una de amor, en particular por nuestros hermanos. El peligro reside en creer que de alguna forma estas “pruebas” establecen contribuciones independientes, como si fuese suficiente para una persona cumplir con dos de las tres. Sin embargo, hacia el final de esta epístola, sobre todo en 1 Juan 5:1-5, estas tres pruebas aparecen de tal forma que no son en absoluto independientes. Están interrelacionadas.

Este párrafo comienza con la prueba de verdad, con la persona “que cree que Jesús es el Cristo” (5:1). Esta persona es nacida de Dios, un concepto reiterado repetidas veces en los escritos de Juan. No obstante, todo aquel que es nacido de Dios, seguramente amará a los que comparten esta característica con él, sus hermanos espirituales, por así decirlo (5:1). Así pues, la prueba de verdad está vinculada, por medio del nuevo nacimiento, a la de amor. ¿Cómo sabemos, entonces, cuándo amamos realmente a los hijos de Dios? Bien, ante todo, amando al propio Dios y, en consecuencia, cumpliendo sus mandamientos (5:2). De hecho, es ridículo pretender que se ama a Dios y no obedecerle. Esta idea es tan obvia que podemos llegar a afirmar que “amar a Dios” es obedecer “sus mandamientos” (5:3). Por supuesto, Juan ya ha recordado a sus lectores que uno de los mandamientos fundamentales de Jesús, su “nuevo mandamiento”, es que sus discípulos se amen los unos a los otros (2:3-11; 3:11-20; cp. Juan 13:34-35). Por tanto, la prueba de amor está vinculada a la de obediencia en diversos niveles.

No debemos creer que el cristianismo sólo sea una obediencia inflexible. La verdad es que los mandamientos de Jesús “no son difíciles de cumplir” (5:3), porque, en el nuevo nacimiento, Dios nos ha dado el poder para cumplir lo que Cristo manda, la capacidad de vencer al “mundo” (5:4-5; cp. 2:15-17). ¿Quién dispone entonces de este poder para vencer al mundo? Aquellos que han nacido de nuevo, los que tienen una fe auténtica, la cual se define en términos del objeto de la misma, concretamente la verdad de que Jesús es realmente el Hijo de Dios. Así pues, la prueba de obediencia, junto a la de amor, está vinculada a la de verdad.

La gloriosa realidad es que, en la vida cristiana, la verdad y la ética van de la mano. La confesión del credo y una vida transformada, también. Cualquier otra alternativa es superstición o engaño.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Números 35

Ciudades para los levitas y ciudades de refugio

35 El SEÑOR habló a Moisés en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó y le dijo: «Manda a los israelitas que de la herencia de su posesión den a los levitas ciudades en que puedan habitar; también darán a los levitas tierras de pasto alrededor de las ciudades. Las ciudades serán suyas para habitar; y sus tierras de pasto serán para sus animales, para sus ganados y para todas sus bestias.

»Las tierras de pasto de las ciudades que darán a los levitas se extenderán desde la muralla de la ciudad hacia afuera 1,000 codos (450 metros) alrededor. Medirán también afuera de la ciudad, al lado oriental 2,000 codos (900 metros), al lado sur 2,000 codos, al lado occidental 2,000 codos, y al lado norte 2,000 codos, con la ciudad en el centro. Esto será de ellos para tierras de pasto en las ciudades.

»De las ciudades que ustedes darán a los levitas, seis serán ciudades de refugio. Darán estas ciudades para que el que haya matado a alguien huya a ellas. Además de estas, les darán cuarenta y dos ciudades. Todas las ciudades que ustedes darán a los levitas serán cuarenta y ocho ciudades, junto con sus tierras de pasto. En cuanto a las ciudades que darán de la posesión de los israelitas, tomarán más del más grande y tomarán menos del más pequeño; cada uno dará algunas de sus ciudades a los levitas en proporción a la posesión que herede».

Luego el SEÑOR dijo a Moisés: 10 «Habla a los israelitas, y diles: “Cuando crucen el Jordán a la tierra de Canaán, 11 escogerán para ustedes ciudades para que sean sus ciudades de refugio, a fin de que pueda huir allí el que haya matado a alguna persona sin intención. 12 Las ciudades serán para ustedes como refugio contra el vengador, para que el que haya matado a alguien no muera hasta que comparezca delante de la congregación para juicio.

13 ”Las ciudades que darán serán sus seis ciudades de refugio. 14 Darán tres ciudades al otro lado del Jordán y tres ciudades en la tierra de Canaán; serán ciudades de refugio. 15 Estas seis ciudades serán por refugio para los israelitas, y para el extranjero y para el peregrino entre ellos, para que huya allí cualquiera que sin intención mate a una persona.

16 ”Pero si lo hirió con un objeto de hierro, y murió, es un asesino; al asesino ciertamente se le dará muerte. 17 Y si lo hirió con una piedra en la mano, por la cual pueda morir, y muere, es un asesino; al asesino ciertamente se le dará muerte. 18 O si lo golpeó con un objeto de madera en la mano, por lo cual pueda morir, y muere, es un asesino; al asesino ciertamente se le dará muerte. 19 El vengador de sangre, él mismo dará muerte al asesino; le dará muerte cuando se encuentre con él. 20 Y si lo empujó con odio, o le arrojó algo mientras lo acechaba, y murió, 21 o si lo hirió con la mano en enemistad, y murió, al que lo hirió ciertamente se le dará muerte; es un asesino. El vengador de sangre dará muerte al asesino cuando se encuentre con él.

22 ”Pero si lo empujó súbitamente sin enemistad, o le arrojó algo sin acecharlo, 23 tiró cualquier piedra que pudo matarlo, y sin ver que le cayó encima, murió, no siendo su enemigo ni procurando herirlo, 24 entonces la congregación juzgará entre el que mató y el vengador de la sangre conforme a estas ordenanzas. 25 La congregación librará al acusado de la mano del vengador de sangre, y la congregación lo restaurará a la ciudad de refugio a la cual huyó; y vivirá en ella hasta la muerte del sumo sacerdote que fue ungido con óleo santo.

26 ”Pero si el que causó la muerte del otro sale alguna vez de los límites de la ciudad de refugio a la cual pudo huir, 27 y el vengador de sangre lo encuentra fuera de los límites de la ciudad de refugio, y el vengador de sangre mata al acusado, no será culpable de sangre. 28 Porque el acusado debió haber permanecido en la ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote. Pero después de la muerte del sumo sacerdote, el que mató a otro volverá a su tierra.

29 ”Estas cosas serán por norma de derecho para ustedes por sus generaciones en todas sus moradas. 30 Si alguien mata a una persona, al asesino se le dará muerte ante la evidencia de testigos, pero a ninguna persona se le dará muerte por el testimonio de un solo testigo. 31 Además, ustedes no tomarán rescate por la vida de un asesino que es culpable de muerte, sino que de cierto se le dará muerte; 32 y no tomarán rescate por el que ha huido a la ciudad de refugio para que vuelva y habite en la tierra antes de la muerte del sacerdote. 33 Así que no contaminarán la tierra en que están; porque la sangre contamina la tierra, y no se puede hacer expiación por la tierra, por la sangre derramada en ella, excepto mediante la sangre del que la derramó. 34 Y no contaminarán la tierra en que ustedes viven, en medio de la cual Yo habito, pues Yo, el SEÑOR, habito en medio de los israelitas”».

   

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Salmo 79

Lamento por la destrucción de Jerusalén

Salmo de Asaf.

79 Oh Dios, las naciones han invadido Tu heredad; Han profanado Tu santo templo; Han dejado a Jerusalén en ruinas. Han dado los cadáveres de Tus siervos por comida a las aves del cielo, La carne de Tus santos a las fieras de la tierra. Como agua han derramado su sangre alrededor de Jerusalén; Y no hubo quien les diera sepultura. Hemos sido el oprobio de nuestros vecinos, Escarnio y burla de los que nos rodean. ¿Hasta cuándo, SEÑOR? ¿Estarás enojado para siempre? ¿Arderán como fuego Tus celos? Derrama Tu furor sobre las naciones que no te conocen, Y sobre los reinos que no invocan Tu nombre. Pues han devorado a Jacob Y han asolado su morada.

No recuerdes contra nosotros las iniquidades de nuestros antepasados; Venga pronto a nuestro encuentro Tu compasión, Porque estamos muy abatidos. Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación, Por la gloria de Tu nombre; Líbranos y perdona nuestros pecados por amor de Tu nombre. 10 ¿Por qué han de decir las naciones: «¿Dónde está su Dios?». Sea notoria entre las naciones, a nuestra vista, La venganza por la sangre derramada de Tus siervos. 11 Llegue a Tu presencia el gemido del cautivo; Conforme a la grandeza de Tu poder preserva a los condenados a muerte. 12 Y devuelve a nuestros vecinos siete veces en su seno La afrenta con que te han ofendido, Señor. 13 Y nosotros, pueblo Tuyo y ovejas de Tu prado, Te daremos gracias para siempre; A todas las generaciones hablaremos de Tu alabanza.

   

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Isaías 27

Liberación de Israel

27 Aquel día el SEÑOR castigará Con Su espada inflexible, grande y poderosa, A Leviatán, serpiente huidiza, A Leviatán, serpiente tortuosa, Y matará al dragón que vive en el mar.

Aquel día se dirá: «Una viña de vino; de ella canten. Yo, el SEÑOR, soy su guardador; A cada momento la riego. Para que nadie la dañe, La guardo noche y día. No tengo furor. Si alguien me da zarzas y espinos en batalla, Los pisotearé, los quemaré completamente, A no ser que él confíe en Mi protección, Que haga la paz conmigo, Que conmigo haga la paz». En los días venideros Jacob echará raíces, Israel florecerá y brotará, Y llenará el mundo entero de fruto.

¿Acaso fue herido con la herida de Aquel que lo hirió? Acaso fue muerto como con la matanza de sus muertos? Luchaste con él desterrándolo, expulsándolo. Con Su soplo violento Él lo expulsó en el día del viento del este. Así pues, con esto la iniquidad de Jacob será perdonada, Y este será todo el fruto del perdón de su pecado: Cuando haga todas las piedras del altar como piedras de cal pulverizadas; Cuando no estén en pie las Aseras y los altares de incienso. 10 Porque solitaria está la ciudad fortificada, Un lugar desamparado y abandonado como un desierto. Allí pastará el becerro, Y allí se echará y se alimentará de sus ramas. 11 Cuando su ramaje está seco, es quebrado, Vienen las mujeres y le prenden fuego. Porque no es pueblo de discernimiento, Por tanto su Hacedor no le tendrá compasión, Y su Creador no tendrá piedad de él.

12 En aquel día el SEÑOR trillará desde la corriente del Éufrates hasta el torrente de Egipto, y ustedes serán recogidos uno a uno, oh israelitas. 13 También en aquel día se tocará una gran trompeta, y los que perecían en la tierra de Asiria y los desterrados en la tierra de Egipto, vendrán y adorarán al SEÑOR en el monte santo en Jerusalén.

   

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1 Juan 5

La fe que vence al mundo

5 Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios. Todo aquel que ama al Padre, ama al que ha nacido de Él. En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios: cuando amamos a Dios y guardamos Sus mandamientos. Porque este es el amor de Dios: que guardemos Sus mandamientos, y Sus mandamientos no son difíciles. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo. Y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. ¿Y quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

El testimonio acerca del Hijo

Este es Aquel que vino mediante agua y sangre, Jesucristo; no solo con agua, sino con agua y con sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo, y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua, y la sangre, y los tres concuerdan. Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio de Dios: que Él ha dado testimonio acerca de Su Hijo.

10 El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo. El que no cree a Dios, ha hecho a Dios mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado respecto a Su Hijo. 11 Y el testimonio es este: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en Su Hijo. 12 El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida.

El conocimiento de la vida eterna

13 Estas cosas les he escrito a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna. 14 Esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye. 15 Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho.

16 Si alguien ve a su hermano cometiendo un pecado que no lleva a la muerte, pedirá, y por él Dios dará vida a los que cometen pecado que no lleva a la muerte. Hay un pecado que lleva a la muerte; yo no digo que se deba pedir por ese. 17 Toda injusticia es pecado, pero hay pecado que no lleva a la muerte.

Declaraciones finales

18 Sabemos que todo el que ha nacido de Dios, no peca; sino que Aquel que nació de Dios lo guarda y el maligno no lo toca. 19 Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero está bajo el poder del maligno. 20 Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento a fin de que conozcamos a Aquel que es verdadero; y nosotros estamos en Aquel que es verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna. 21 Hijos, aléjense de los ídolos.

   

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