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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Hechos 20

El discurso de Pablo a los ancianos efesios (Hechos 20:18-35) se pue- de dividir en tres secciones. En la primera (20:18-24), Pablo habla de su propio ministerio en Éfeso y de su propio futuro. En la segunda (20:25-31), usa su ejemplo de ministerio para animar a los ancianos de Éfeso a “tener cuidado” de sí mismos y de “todo el rebaño” de Dios (20:28) sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos, con un énfasis especial en los desafíos que vendrían cuando miembros de la iglesia, ansiosos por ganar discípulos, estén dispuestos a distorsionar la verdad. En la tercera (20:32- 35), Pablo no sólo encomienda a estos ancianos “a Dios y al mensaje de su gracia” (20:32), sino que expone sin mucho alarde los altos estándares de integridad personal en su propia vida mientras sirvió en medio de ellos.

Por lo general, cuando predicamos sobre este pasaje, nos concentra- mos en la sección central. Pero aquí me gustaría resaltar algunas de las ca- racterísticas del ministerio de Pablo.

(1) La más evidente es que Pablo percibía que su vida y su forma de servir eran un modelo de conducta. En otra ocasión, les dice abiertamente a los corintios que le imiten, tal como él imita a Cristo (1 Cor. 11). En Pa- blo, no hay indicios de una doble moral al estilo de: “Haced lo que enseño, pero no lo que hago”.

(2) Pablo sirvió “al Señor con toda humildad y con lágrimas, a pesar de ha- ber sido sometido a duras pruebas por las maquinaciones de los judíos” (20:19). En otras palabras, la oposición no lo derrotó ni le llevó a un frenesí de ven- ganza. Como un contraste, cuán fácil es desanimarse y rendirse, o enojarse y destruir lo que se está construyendo.

(3) El ministerio de Pablo era edificante y se transmitía mediante una combinación de reuniones públicas y de fidelidad en visitas a las casas (20:20). A uno le da la impresión de que, sobre todo, era el ministerio de la Palabra, comunicada por un hombre apasionado por ella.

(4) Pablo no vaciló en enseñar los conceptos inmutables del evangelio, sin importar cuán incómodos o poco populares fueran. Por ende, declaró con denuedo a judíos y a gentiles “que deben arrepentirse de sus pecados y vol- verse a Dios, y… acerca de la fe en nuestro señor Jesucristo” (20:21).

(5) En ocasiones, Pablo se sintió “obligado por el Espíritu” a tomar de- terminada dirección sin saber exactamente qué le esperaría allí (20:22-24). Recibir la iluminación suficiente para decidir sobre alguna acción no garan- tiza que tendremos información suficiente como para discernir cómo irán las cosas. En este caso, sólo sabe que le esperan “prisiones y sufrimientos”—y lo único que quiere para sí es completar la tarea que el Señor Jesús le dio: “dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Jeremías 29

Más de tres mil personas fueron deportadas a Babilonia (incluyendo al rey Jeconías) en 597 a.C. (Jeremías 52:28). Sin duda, muchos de ellos esperaban ansiosos un rápido retorno a Jerusalén. Sus anhelos los convertían en presa fácil para los “profetas” que mantenían vivas sus esperanzas prometiéndoles el tipo de cosas que ellos querían escuchar. El profeta Ezequiel, exiliado también, denunció repetidamente a estos farsantes (como veremos en las meditaciones de septiembre). De vuelta en Jerusalén, Jeremías supo estos acontecimientos y decidió escribir una carta (Jeremías 29), que se entregó debidamente en mano (29:1-3).

Esta carta comienza con una exhortación a estabilizarse, a buscar el bien de la ciudad donde los exiliados se encuentren (el asentamiento más grande estaba situado cerca de Nippur y del canal de Kebar). “Pedid al SEÑOR por ella, porque vuestro bienestar depende del bienestar de la ciudad” (29:7). Estas palabras van unidas a una advertencia: que no se dejen engañar por los falsos profetas. Jeremías expone el destino de tres grupos:

(1) Los que ya se encuentran en el cautiverio (29:10-14). Dios planea restaurarlos a Jerusalén después de los setenta años de auge babilónico, un hecho vinculado a una transformación del corazón: “Entonces me invocaréis, y vendréis a suplicarme, y yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis, cuando me busquéis de todo corazón. Me dejaré encontrar… y os haré volver del cautiverio” (29:12-14).

(2) Los que aún se encontraban en Jerusalén (29:15-19). Lejos de ser un medio de salvación para los exiliados, Dios los castigará. Son los “higos podridos” (29:17; cp. cap. 24). Los que no mueran se dispersarán en el exilio (29:18). Estar cerca del templo no les sirve de protección. A pesar de su ubicación y sus rituales religiosos, Dios los destruirá: “Porque no habéis escuchado las palabras que, una y otra vez, os envié por medio de mis siervos los profetas” (29:19), una advertencia también para los destinatarios de la carta.

(3) Los falsos profetas en Babilonia (29:20-23). Se nombra específicamente a dos de ellos: Acab hijo de Colaías y Sedequías hijo de Maseías. Solo conocemos de ellos lo que leemos aquí. No deben confundirse con otros Acabs o Sedequías de las Escrituras. Como es habitual, su mensaje falso iba de la mano con la inmoralidad en su vida. No obstante, Dios sabe; él siempre sabe (29:23).


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Jueces 16

Sansón y Dalila

16 Sansón fue a Gaza, y allí vio a una ramera y se llegó a ella. Entonces fue dicho a los de Gaza: «Sansón ha venido acá». Y ellos cercaron el lugar y se apostaron a la puerta de la ciudad toda la noche, acechándolo. Y estuvieron callados toda la noche y dijeron: «Esperemos hasta que amanezca, entonces lo mataremos». Pero Sansón permaneció acostado hasta la medianoche, y a la medianoche se levantó, y tomando las puertas de la ciudad con los dos postes, las arrancó junto con las trancas. Entonces se las echó sobre los hombros y las llevó hasta la cumbre del monte que está frente a Hebrón.

Después de esto, Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec, que se llamaba Dalila. Los príncipes de los filisteos fueron a ella y le dijeron: «Persuádelo, y ve dónde está su gran fuerza, y cómo podríamos dominarlo para atarlo y castigarlo. Entonces cada uno de nosotros te dará 1,100 monedas de plata». Dalila le dijo a Sansón: «Te ruego que me declares dónde está tu gran fuerza y cómo se te puede atar para castigarte». Sansón le respondió: «Si me atan con siete cuerdas frescas que no se hayan secado, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre».

Los príncipes de los filisteos le llevaron siete cuerdas frescas que no se habían secado, y Dalila lo ató con ellas. Y ella tenía hombres al acecho en un aposento interior. Entonces le dijo: «¡Sansón, los filisteos se te echan encima!». Pero él rompió las cuerdas como se rompe un hilo de estopa cuando toca el fuego. Así que no se descubrió el secreto de su fuerza.

10 Entonces Dalila dijo a Sansón: «Mira, me has engañado y me has dicho mentiras. Ahora pues, te ruego que me declares cómo se te puede atar». 11 «Si me atan fuertemente con sogas nuevas que no se hayan usado», le respondió él, «me debilitaré y seré como cualquier otro hombre». 12 Dalila tomó sogas nuevas, lo ató con ellas, y le dijo: «¡Sansón, los filisteos se te echan encima!». Pues los hombres estaban al acecho en el aposento interior. Pero él rompió las sogas de sus brazos como un hilo.

13 Dalila entonces dijo a Sansón: «Hasta ahora me has engañado y me has dicho mentiras. Declárame, ¿cómo se te puede atar?». «Si tejes siete trenzas de mi cabellera con la tela y la aseguras con una clavija», le dijo él, «entonces me debilitaré y seré como cualquier otro hombre». 14 Y mientras él dormía, Dalila tomó las siete trenzas de su cabellera y las tejió con la tela. Entonces la aseguró con la clavija, y le dijo: «¡Sansón, los filisteos se te echan encima!». Pero él despertó de su sueño y arrancó la clavija del telar y la tela.

15 Así que ella le dijo: «¿Cómo puedes decir: “Te quiero”, cuando tu corazón no está conmigo? Me has engañado estas tres veces y no me has declarado dónde reside tu gran fuerza». 16 Y como ella le presionaba diariamente con sus palabras y le apremiaba, su alma se angustió hasta la muerte.

17 Él le reveló, pues, todo lo que había en su corazón, diciéndole: «Nunca ha pasado navaja sobre mi cabeza, pues he sido nazareo para Dios desde el vientre de mi madre. Si me cortan el cabello, mi fuerza me dejará y me debilitaré y seré como cualquier otro hombre».

18 Viendo Dalila que él le había declarado todo lo que había en su corazón, mandó llamar a los príncipes de los filisteos y dijo: «Vengan una vez más, porque él me ha declarado todo lo que hay en su corazón». Entonces los príncipes de los filisteos vinieron a ella y trajeron el dinero en sus manos. 19 Y ella lo hizo dormir sobre sus rodillas, y mandó llamar a un hombre que le rasuró las siete trenzas de su cabellera. Luego ella comenzó a afligirlo y su fuerza lo dejó.

20 Ella entonces dijo: «¡Sansón, los filisteos se te echan encima!». Y él despertó de su sueño, y dijo: «Saldré como las otras veces y escaparé». Pero no sabía que el Señor se había apartado de él. 21 Los filisteos lo prendieron y le sacaron los ojos. Y llevándolo a Gaza, lo ataron con cadenas de bronce y lo pusieron a girar el molino en la prisión. 22 Pero el cabello de su cabeza comenzó a crecer de nuevo después de rasurado.

23 Los príncipes de los filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a su dios Dagón, y para regocijarse, pues decían:

«Nuestro dios ha entregado a nuestro enemigo Sansón en nuestras manos».

24 Cuando la gente lo vio, alabaron a su dios, pues decían:

«Nuestro dios ha entregado en nuestras manos a nuestro enemigo, Al que asolaba nuestra tierra, Y multiplicaba nuestros muertos».

25 Y cuando estaban bien alegres, dijeron: «Llamen a Sansón para que nos divierta». Llamaron, pues, a Sansón de la cárcel, y él los divertía. Y lo pusieron de pie entre las columnas. 26 Entonces Sansón dijo al muchacho que lo tenía de la mano: «Déjame tocar las columnas sobre las que el edificio descansa, para apoyarme en ellas». 27 El edificio estaba lleno de hombres y mujeres, y todos los príncipes de los filisteos estaban allí. Y sobre la azotea había como 3,000 hombres y mujeres mirando mientras Sansón los divertía.

28 Entonces Sansón invocó al Señor y dijo: «Señor Dios, te ruego que te acuerdes de mí, y te suplico que me des fuerzas solo esta vez, oh Dios, para vengarme ahora de los filisteos por mis dos ojos». 29 Sansón palpó las dos columnas del medio sobre las que el edificio descansaba y se apoyó contra ellas, con su mano derecha sobre una y con su mano izquierda sobre la otra.

30 Y dijo Sansón: «¡Muera yo con los filisteos!». Y se inclinó con todas sus fuerzas y el edificio se derrumbó sobre los príncipes y sobre todo el pueblo que estaba en él. Así que los que mató al morir fueron más que los que había matado durante su vida.

31 Entonces descendieron sus hermanos y toda la casa de su padre, y tomándolo, lo llevaron y lo sepultaron entre Zora y Estaol en la tumba de Manoa, su padre. Sansón había juzgado a Israel veinte años.

   

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Hechos 20

Viaje de Pablo por Macedonia y Grecia

20 Después que cesó el alboroto, Pablo mandó llamar a los discípulos, y habiéndolos exhortado, despidiéndose, partió para ir a Macedonia. Y después de recorrer aquellas regiones y de haberlos exhortado mucho, llegó a Grecia. Pasó allí tres meses, y habiéndose tramado un plan en su contra de parte de los judíos cuando estaba por embarcarse para Siria, tomó la decisión de regresar por Macedonia.

Lo acompañaban Sópater de Berea, hijo de Pirro; Aristarco y Segundo de los tesalonicenses; Gayo de Derbe, y Timoteo; Tíquico y Trófimo de Asia. Pero estos se habían adelantado y nos esperaban en Troas. Nos embarcamos en Filipos después de los días de la Fiesta de los Panes sin Levadura, y en cinco días llegamos adonde ellos estaban en Troas; y allí nos quedamos siete días.

Despedida de Pablo en Troas

El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan, Pablo les hablaba, pensando salir al día siguiente, y prolongó su discurso hasta la medianoche. Había muchas lámparas en el aposento alto donde estábamos reunidos. Y estaba sentado en la ventana un joven llamado Eutico. Como Pablo continuaba hablando, Eutico fue cayendo en un profundo sueño hasta que, vencido por el sueño, se cayó desde el tercer piso y lo levantaron muerto. 10 Pero Pablo bajó y se tendió sobre él, y después de abrazarlo, dijo: «No se alarmen, porque está vivo».

11 Volviendo arriba, después de partir el pan y de comer, conversó largamente con ellos hasta el amanecer, y entonces se marchó. 12 Al muchacho se lo llevaron vivo, y quedaron grandemente consolados.

Viaje de Troas a Mileto

13 Entonces nosotros, adelantándonos a tomar la nave, salimos para Asón, con el propósito de recoger allí a Pablo, pues así lo había decidido, deseando él ir por tierra hasta Asón. 14 Cuando nos encontró en Asón, lo recibimos a bordo y nos dirigimos a Mitilene. 15 Saliendo de allí, al día siguiente llegamos frente a Quío; y al otro día atracamos en Samos. Habiendo hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto. 16 Porque Pablo había decidido dejar a un lado a Éfeso para no detenerse en Asia, pues se apresuraba para estar, en Jerusalén el día de Pentecostés si le era posible.

17 Desde Mileto mandó mensaje a Éfeso y llamó a los ancianos de la iglesia.

Despedida en Mileto

18 Cuando vinieron a él, les dijo:

«Ustedes bien saben cómo he sido con ustedes todo el tiempo, desde el primer día que estuve en Asia. 19 He servido al Señor con toda humildad, con lágrimas y con pruebas que vinieron sobre mí por causa de las intrigas de los judíos. 20 Bien saben cómo no rehuí declararles a ustedes nada que fuera útil, y de enseñarles públicamente y de casa en casa, 21 testificando solemnemente, tanto a judíos como a griegos, del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.

22 »Ahora yo, atado en espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que allá me sucederá, 23 salvo que el Espíritu Santo solemnemente me da testimonio en cada ciudad, diciendo que me esperan cadenas y aflicciones. 24 Pero en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del evangelio de la gracia de Dios.

25 »Y ahora, yo sé que ninguno de ustedes, entre quienes anduve predicando el reino, volverá a ver mi rostro. 26 Por tanto, les doy testimonio en este día de que soy inocente de la sangre de todos, 27 pues no rehuí declararles todo el propósito de Dios.

28 »Tengan cuidado de sí mismos y de toda la congregación, en medio de la cual el Espíritu Santo les ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él compró con Su propia sangre. 28 Sé que después de mi partida, vendrán lobos feroces entre ustedes que no perdonarán el rebaño. 30 También de entre ustedes mismos se levantarán algunos hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras ellos. 31 Por tanto, estén alerta, recordando que por tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar a cada uno con lágrimas.

32 »Ahora los encomiendo a Dios y a la palabra de Su gracia, que es poderosa para edificarlos y darles la herencia entre todos los santificados. 33 Ni la plata, ni el oro, ni la ropa de nadie he codiciado. 34 Ustedes saben que estas manos me sirvieron para mis propias necesidades y las de los que estaban conmigo. 35 En todo les mostré que así, trabajando, deben ayudar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir”».

36 Cuando Pablo terminó de hablar, se arrodilló y oró con todos ellos. 37 Comenzaron todos a llorar desconsoladamente, y abrazando a Pablo, lo besaban. 38 Estaban afligidos especialmente por la palabra que había dicho de que ya no volverían a ver su rostro. Y lo acompañaron hasta el barco.

   

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Jeremías 29

Carta a los desterrados

29 Estas son las palabras de la carta que el profeta Jeremías envió desde Jerusalén al resto de los ancianos del destierro, a los sacerdotes, a los profetas y a todo el pueblo que Nabucodonosor había llevado al destierro de Jerusalén a Babilonia. (Esto sucedió después de salir de Jerusalén el rey Jeconías, junto con la reina madre, los oficiales de la corte, los príncipes de Judá y de Jerusalén, los artífices y los herreros). La carta que fue enviada por mano de Elasa, hijo de Safán, y de Gemarías, hijo de Hilcías, a quienes Sedequías, rey de Judá, envió a Babilonia, a Nabucodonosor, rey de Babilonia, decía: «Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, a todos los desterrados que envié al destierro de Jerusalén a Babilonia: “Edifiquen casas y habítenlas, planten huertos y coman de su fruto. Tomen mujeres y tengan hijos e hijas, tomen mujeres para sus hijos y den sus hijas a maridos para que den a luz hijos e hijas, y multiplíquense allí y no disminuyan. Y busquen el bienestar de la ciudad adonde los he desterrado, y rueguen al Señor por ella; porque en su bienestar tendrán bienestar”. Porque así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Que no los engañen sus profetas, que están en medio de ustedes, ni sus adivinos, ni escuchen los sueños que tienen. Porque les profetizan falsamente en Mi nombre. Yo no los he enviado”, declara el Señor.

10 »Pues así dice el Señor: “Cuando se le hayan cumplido a Babilonia setenta años, Yo los visitaré y cumpliré Mi buena palabra de hacerlos volver a este lugar. 11 Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes”, declara el Señor, “planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza. 12 Ustedes me invocarán y vendrán a rogarme, y Yo los escucharé. 13 Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón. 14 Me dejaré hallar de ustedes”, declara el Señor, “y restauraré su bienestar y los reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde los expulsé”, declara el Señor, “y los traeré de nuevo al lugar desde donde los envié al destierro”.

15 »Por cuanto ustedes han dicho: “El Señor nos ha levantado profetas en Babilonia” 16 (pues así dice el Señor acerca del rey que se sienta sobre el trono de David, y acerca de todo el pueblo que habita en esta ciudad, sus hermanos que no fueron con ustedes al destierro), 17 así dice el Señor de los ejércitos: “Yo envío contra ellos la espada, el hambre y la pestilencia, y los pondré como higos reventados que de podridos no se pueden comer. 18 Los perseguiré con la espada, con el hambre y con la pestilencia, y los haré motivo de espanto para todos los reinos de la tierra, para que sean maldición, horror, burla y oprobio entre todas las naciones adonde los he arrojado. 19 Porque ellos no han escuchado Mis palabras”, declara el Señor, “las que les envié repetidas veces por medio de Mis siervos los profetas; pero no escucharon”, declara el Señor. 20 Oigan, pues, la palabra del Señor, todos ustedes los desterrados, a quienes he enviado de Jerusalén a Babilonia».

21 «Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, acerca de Acab, hijo de Colaías, y acerca de Sedequías, hijo de Maasías, que les profetizan mentira en Mi nombre: “Yo los entregaré en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y él los matará delante de los ojos de ustedes. 22 Por causa de ellos será tomada esta maldición por todos los desterrados de Judá que están en Babilonia: ‘Que el Señor te haga como a Sedequías y como a Acab, a quienes el rey de Babilonia asó en el fuego. 23 Porque obraron neciamente en Israel, cometieron adulterio con las mujeres de sus prójimos y hablaron en Mi nombre palabras falsas que no les mandé. Yo soy el que sabe y soy testigo’, declara el Señor”».

24 Y a Semaías el nehelamita le dirás: 25 «Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Por cuanto has enviado cartas en tu nombre a todo el pueblo que está en Jerusalén, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, y a todos los sacerdotes, diciéndole a Sofonías: 26 ‘El Señor te ha puesto por sacerdote en lugar del sacerdote Joiada, para estar encargado en la casa del Señor de todo loco que profetice, a fin de que lo pongas en el cepo y la argolla.

27 ’Entonces ¿por qué no has reprendido a Jeremías de Anatot que les profetiza a ustedes? 28 Porque él nos ha enviado un mensaje a Babilonia, diciéndonos: “El destierro será largo; edifiquen casas y habítenlas, planten huertos y coman de su fruto”’”».

29 Y el sacerdote Sofonías leyó esta carta a oídos del profeta Jeremías. 30 Entonces vino a Jeremías la palabra del Señor: 31 «Envía un mensaje a todos los desterrados, diciéndoles: “Así dice el Señor acerca de Semaías el nehelamita: ‘Por cuanto Semaías les ha profetizado sin que Yo lo haya enviado, y les ha hecho confiar en una mentira’, 32 por tanto, así dice el Señor: ‘Voy a castigar a Semaías el nehelamita y a su descendencia. No tendrá a nadie que habite en medio de este pueblo, ni verá el bien que voy a hacer a Mi pueblo’, declara el Señor, ‘porque predicó la rebelión contra el Señor’”».

   

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Marcos 15

Jesús ante Pilato

15 Muy de mañana, los principales sacerdotes prepararon enseguida una reunión con los ancianos, los escribas y todo el Concilio; y atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. «¿Eres Tú el Rey de los judíos?», le preguntó Pilato. «Tú lo dices», respondió* Jesús.

Y los principales sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. De nuevo Pilato le preguntó: «¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan». Pero Jesús no respondió nada más; de modo que Pilato estaba asombrado.

Jesús o Barrabás

Ahora bien, en cada fiesta Pilato acostumbraba soltarles un preso, el que ellos pidieran. Y uno llamado Barrabás había sido encarcelado con los rebeldes que habían cometido homicidio en la insurrección. Cuando la multitud subió, comenzó a pedirle a Pilato que hiciera como siempre les había hecho. Entonces Pilato les preguntó: «¿Quieren que les suelte al Rey de los judíos?». 10 Porque sabía que los principales sacerdotes lo habían entregado por envidia.

11 Pero los principales sacerdotes provocaron a la multitud para que le pidiera que en vez de Jesús les soltara a Barrabás. 12 Pilato les preguntó: «¿Qué haré, entonces, con el que ustedes llaman el Rey de los judíos?». 13 Ellos le respondieron a gritos: «¡Crucifícalo!». 14 Y Pilato les decía: «¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho?». Y ellos gritaban aún más: «¡Crucifícalo!». 15 Pilato, queriendo complacer a la multitud, les soltó a Barrabás; y después de hacer azotar a Jesús, lo entregó para que fuera crucificado.

Los soldados se burlan de Jesús

16 Entonces los soldados llevaron a Jesús dentro del palacio, es decir, al Pretorio, y convocaron* a toda la tropa romana. 17 Lo vistieron* de púrpura, y después de tejer una corona de espinas, se la pusieron; 18 y comenzaron a gritar: «¡Salve, Rey de los judíos!». 19 Le golpeaban la cabeza con una caña y le escupían, y poniéndose de rodillas, le hacían reverencias. 20 Después de haberse burlado de Jesús, le quitaron el manto de púrpura, le pusieron Sus ropas y lo sacaron* para que fuera crucificado.

21 Y obligaron* a uno que pasaba y que venía del campo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y Rufo, a que llevara la cruz de Jesús.

La crucifixión

22 Lo llevaron* al lugar llamado Gólgota, que traducido significa Lugar de la Calavera. 23 Trataron de dar a Jesús vino mezclado con mirra, pero Él no lo tomó. 24 Cuando lo crucificaron*, se repartieron* Sus vestidos, echando suertes sobre ellos para decidir lo que cada uno tomaría. 25 Era la hora tercera cuando lo crucificaron. 26 La inscripción de la acusación contra Él decía: «EL REY DE LOS JUDÍOS». 27 Crucificaron* con Él a dos ladrones; uno a Su derecha y otro a Su izquierda. 28 Y se cumplió la Escritura que dice: «Y con los transgresores fue contado».

29 Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Bah! Tú que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, 30 ¡sálvate a Ti mismo descendiendo de la cruz!». 31 De igual manera, también los principales sacerdotes junto con los escribas, burlándose de Él entre ellos, decían: «A otros salvó, Él mismo no se puede salvar. 32 Que este Cristo, el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos». Y los que estaban crucificados con Él también lo insultaban.

Muerte de Jesús

33 Cuando llegó la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena. 34 Y a la hora novena Jesús exclamó con fuerte voz: «Eloi, Eloi, ¿lema sabactani?», que traducido significa, «Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?». 35 Algunos de los que estaban allí, al oírlo, decían: «Miren, está llamando a Elías». 36 Entonces uno corrió y empapó una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, dio a Jesús a beber, diciendo: «Dejen, veamos si Elías lo viene a bajar». 37 Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró. 38 Y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

39 Viendo el centurión que estaba frente a Él, la manera en que expiró, dijo: «En verdad este hombre era Hijo de Dios». 40 Había también unas mujeres mirando de lejos, entre las que estaban María Magdalena, María, la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, 41 las cuales cuando Jesús estaba en Galilea, lo seguían y le servían; y había muchas otras que habían subido con Él a Jerusalén.

Sepultura de Jesús

42 Ya al atardecer, como era el día de la preparación, es decir, la víspera del día de reposo, 43 vino José de Arimatea, miembro prominente del Concilio, que también esperaba el reino de Dios; y llenándose de valor, entró adonde estaba Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 44 Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto, y llamando al centurión, le preguntó si ya estaba muerto.

45 Y al comprobar esto por medio del centurión, le concedió el cuerpo a José, 46 quien compró un lienzo de lino, y bajando el cuerpo de la cruz, lo envolvió en el lienzo de lino y lo puso en un sepulcro que había sido excavado en la roca; e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. 47 Y María Magdalena y María, la madre de José, miraban para saber dónde lo ponían.

   

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