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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Hechos 5

El relato de Ananías y Safira, cuyos nombres se encuentran en los registros cristianos más antiguos a causa de su engaño (Hechos 5:1-11) es perturbador en varios aspectos. A la iglesia primitiva ciertamente le pareció así (5:5,11). Cuatro observaciones nos ayudan a focalizar los asuntos: 

Primero, el avivamiento no garantiza la ausencia del pecado en una comunidad. Cuando muchas personas se convierten y experimentan una genuina transformación, cuando muchos son renovados y verdaderamente aprenden a detestar el pecado, a otros les atrae más verse santos que ser santos. El avivamiento ofrece muchas tentaciones para la hipocresía que serían menos potentes si el ambiente de la época fuera secular o pagano. 

Segundo, el tema no es tanto la utilización del dinero que Ananías y Safira recibieron al vender una propiedad, sino más bien la mentira que dijeron. Aparentemente, algunos miembros estaban vendiendo propiedades y donando las ganancias a la iglesia para aportar a sus diversos ministerios, siendo uno de los principales la ayuda a los hermanos necesitados. De hecho, Bernabé era ejemplar en este tema (4:36-37) y le sirve de modelo a Ananías y Safira. Pero estos dos vendieron su propiedad, se quedaron con parte de las ganancias y fingieron estar dándolo todo. Esta alegación de santidad y autonegación, su pretensión de generosidad y piedad fue lo verdaderamente ofensivo. Si no se le ponía un freno, fácilmente podría multiplicarse. Ciertamente, otorgaría posiciones de honor a personas que no las merecían debido a su conducta. Pero, peor aún, era una mentira rotunda en contra del Espíritu Santo –como si el Espíritu de Dios no pudiera conocer la verdad o no le importara. En este sentido, fue un acto supremamente presuntuoso, tan alejado de la fe genuina que se centra en Dios, que llegó a ser idolatría. 

Tercero, otro elemento de este tema fue la conspiración. No bastaba con que Ananías cometiera este acto malvado solo. Actuó “en complicidad con su esposa Safira” (5:2); de hecho, la mentira de ella no fue meramente pasiva, sino activa (5:8), revelando un compromiso compartido para engañar a los creyentes y desafiar a Dios. 

Cuarto, en épocas de verdadero avivamiento, el juicio puede ser más inmediato que en momentos de decadencia. Cuando Dios se aleja de la iglesia y le da rienda suelta al pecado multiplicador, es el peor juicio de todos; inevitablemente, acabará en un desastre irreparable. Pero cuando Dios responde al pecado con severidad rápida, se aprende la lección y la iglesia se salva de una desviación mayor. En este caso, un gran temor cayó sobre la iglesia y sobre todos los que escucharon acerca de estos sucesos (5:5,11). 

Escrito está: “El que va por buen camino teme al Señor; el que va por mal camino lo desprecia” (Proverbios 14:2).

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Jeremías 14

Este capítulo, Jeremías 14, oscila entre la poesía y la prosa, y entre el discurso de Dios y la respuesta de Jeremías. En ese momento, una calamitosa sequía estaba asolando al país. Algunas reflexiones:

(1) Un desastre puede no ser más que la consecuencia de la Caída y no el juicio específico de Dios sobre un pueblo. Nos recuerda nuestra mortalidad y que estamos perdidos, llamando al arrepentimiento (Lucas 13:1-5). Sin embargo, un desastre específico puede ser el juicio inmediato y directo del Señor sobre una nación. Así pues, una situación de ese tipo exige un examen de conciencia y un corazón humilde. Exactamente de la misma forma, una enfermedad severa puede no ser la consecuencia directa de un pecado específico (Juan 9), pero puede serlo (Juan 5).

(2) Una y otra vez en el Antiguo Testamento, Dios castiga por sus pecados a la comunidad del pacto utilizando las desgracias recurrentes en el mundo antiguo: la espada (es decir, la guerra, y en ocasiones el exilio después de la misma), el hambre y la peste (14:11-12). Esta triple combinación aparece siete veces en la profecía de Jeremías. Ezequiel 14 añade un cuarto elemento: las bestias salvajes. Todos estos fenómenos son “naturales” (hambre y peste) o provocados por una conducta humana malvada (guerra, y a veces hambre y peste).

(3) Debido a que nuestra cultura se empeña en desvincular de Dios lo que ocurre en el mundo “natural”, reservando para él sólo los asuntos privados o “espirituales”, enseguida queremos dar una explicación naturalista a nuestras guerras, hambrunas y epidemias, en lugar de al menos tratar de aprender las lecciones que la providencia pueda estar enseñándonos. No estoy sugiriendo que esta sea fácil de interpretar. Hemos visto que las propias Escrituras nos advierten de que no hagamos insinuaciones demasiado rápidas (Lucas 13:1-5). Sin embargo, no aprender ninguna lección moral y espiritual de los desastres puede indicar, nada más y nada menos, que nos hemos vendido a las fuerzas de la secularización. Nos negamos decididamente a “escuchar” lo que Dios dice cuando nos habla en el lenguaje del juicio, exactamente la misma respuesta que el antiguo Israel. De hecho, según este capítulo, muchos líderes religiosos negaban cualquier relación entre el desastre y el juicio divino (14:14). Siempre ocurre así. Por tanto, no solo se exigirán responsabilidades a los profetas por lo que digan y enseñen, sino también a las personas por lo que elijan escuchar. ¿Acaso no hay lecciones morales y espirituales que aprender del sangriento siglo XX, con las dos guerras mundiales, la carrera armamentística, las quiebras económicas, los nazis, Stalin, Mao, Pol Pot, Biafra, los Balcanes, Ruanda, Vietnam, los despreciables regímenes totalitarios de izquierda o de derecha, las hambrunas, la esclavitud, Sudán, el racismo, el SIDA, el aborto? Kipling tenía razón: “Señor de los ejércitos, sé con nosotros / para que no olvidemos; para que no olvidemos”.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Jueces 1

Derrota de Adoni Bezec

1 Después de la muerte de Josué, los israelitas consultaron al Señor, diciendo: «¿Quién de nosotros subirá primero contra los cananeos para pelear contra ellos?». Y el Señor respondió: «Judá subirá primero; ya le he entregado el país en sus manos». Entonces Judá dijo a su hermano Simeón: «Sube conmigo al territorio que me ha tocado, para que peleemos contra los cananeos. Yo también iré contigo al territorio que te ha tocado». Y Simeón fue con él.

Judá subió, y el Señor entregó en sus manos a los cananeos y a los ferezeos, y derrotaron a 10,000 hombres en Bezec. Hallaron a Adoni Bezec en Bezec y pelearon contra él, y derrotaron a los cananeos y a los ferezeos. Adoni Bezec huyó, pero lo persiguieron, lo prendieron y le cortaron los pulgares de las manos y de los pies. Y Adoni Bezec dijo: «Setenta reyes, con los pulgares de sus manos y de sus pies cortados, recogían migajas debajo de mi mesa. Como yo he hecho, así me ha pagado Dios». Lo llevaron a Jerusalén, y allí murió.

Conquista de Jerusalén

Entonces los hijos de Judá pelearon contra Jerusalén y la tomaron, pasaron a filo de espada a sus habitantes y prendieron fuego a la ciudad. Después los hijos de Judá descendieron a pelear contra los cananeos que vivían en la región montañosa, en el Neguev y en las tierras bajas. 10 Y Judá marchó contra los cananeos que habitaban en Hebrón (el nombre de Hebrón antes era Quiriat Arba); e hirieron a Sesai, a Ahimán y a Talmai.

Conquista de otras ciudades

11 Desde allí Judá fue contra los habitantes de Debir (el nombre de Debir antes era Quiriat Séfer). 12 Entonces Caleb dijo: «Al que ataque a Quiriat Séfer y la tome, yo le daré a mi hija Acsa por mujer». 13 Y Otoniel, hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb, tomó la ciudad, y Caleb le dio a su hija Acsa por mujer. 14 Y cuando ella llegó, Otoniel la persuadió a que pidiera un campo a su padre. Ella entonces se bajó del asno, y Caleb le dijo: «¿Qué quieres?». 15 «Dame una bendición», le dijo ella, «ya que me has dado la tierra del Neguev, dame también fuentes de agua». Y Caleb le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo.

16 Los descendientes del quenita, suegro de Moisés, subieron de la ciudad de las palmeras con los hijos de Judá, al desierto de Judá que está al sur de Arad; y fueron y habitaron con el pueblo. 17 Entonces Judá fue con Simeón su hermano, y derrotaron a los cananeos que vivían en Sefat, y la destruyeron por completo. Por eso pusieron por nombre a la ciudad, Horma. 18 Y Judá tomó a Gaza con su territorio, a Ascalón con su territorio y a Ecrón con su territorio.

19 El Señor estaba con Judá, que tomó posesión de la región montañosa. Pero Judá no pudo expulsar a los habitantes del valle porque estos tenían carros de hierro. 20 Entonces dieron Hebrón a Caleb, como Moisés había prometido. Y él expulsó de allí a los tres hijos de Anac. 21 Pero los hijos de Benjamín no expulsaron a los jebuseos que vivían en Jerusalén. Así que los jebuseos han vivido con los benjamitas en Jerusalén hasta el día de hoy.

José conquista a Betel

22 De igual manera la casa de José subió contra Betel; y el Señor estaba con ellos. 23 Y la casa de José envió espías a Betel (el nombre de la ciudad antes era Luz). 24 Y los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad y le dijeron: «Te rogamos que nos muestres la entrada de la ciudad y te trataremos con misericordia». 25 Él les mostró la entrada de la ciudad, e hirieron la ciudad a filo de espada, pero dejaron ir al hombre y a toda su familia. 26 Y el hombre fue a la tierra de los hititas y edificó una ciudad a la que llamó Luz. Y este es su nombre hasta hoy.

Lugares no conquistados

27 Pero Manasés no tomó posesión de Bet Seán y sus aldeas, ni de Taanac y sus aldeas, ni de los habitantes de Dor y sus aldeas, ni de los habitantes de Ibleam y sus aldeas, ni de los habitantes de Meguido y sus aldeas, porque los cananeos persistían en habitar en aquella tierra. 28 Pero cuando Israel se hizo fuerte, sometieron a los cananeos a trabajos forzados, aunque no los expulsaron totalmente.

29 Tampoco Efraín expulsó a los cananeos que habitaban en Gezer; y los cananeos habitaron en medio de ellos en Gezer.

30 Zabulón no expulsó a los habitantes de Quitrón, ni a los habitantes de Naalal; de manera que los cananeos habitaron en medio de ellos, aunque fueron sometidos a trabajos forzados.

31 Aser no expulsó a los habitantes de Aco, ni a los habitantes de Sidón, ni de Ahlab, ni de Aczib, ni de Helba, ni de Afec, ni de Rehob. 32 Así que los de Aser habitaron entre los cananeos, los habitantes de aquella tierra, porque no los pudieron expulsar.

33 Neftalí no expulsó a los habitantes de Bet Semes, ni a los habitantes de Bet Anat, sino que habitó entre los cananeos, los habitantes de aquella tierra. Pero los habitantes de Bet Semes y de Bet Anat fueron sometidos a trabajos forzados.

34 Entonces los amorreos forzaron a los hijos de Dan hacia la región montañosa, y no los dejaron descender al valle. 35 Y los amorreos persistieron en habitar en el monte Heres, en Ajalón y en Saalbim; pero cuando el poder de la casa de José se fortaleció, los amorreos fueron sometidos a trabajos forzados. 36 La frontera de los amorreos iba desde la subida de Acrabim, desde Sela hacia arriba.

   

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Hechos 5

Castigo de Ananías y Safira

5 Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una propiedad, y se quedó con parte del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo la otra parte, la puso a los pies de los apóstoles.

Pero Pedro dijo: «Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón para mentir al Espíritu Santo, y quedarte con parte del precio del terreno? Mientras estaba sin venderse, ¿no te pertenecía? Y después de vendida, ¿no estaba bajo tu poder? ¿Por qué concebiste este asunto en tu corazón? No has mentido a los hombres sino a Dios».

Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró; y vino un gran temor sobre todos los que lo supieron. Entonces los jóvenes se levantaron y lo cubrieron, y sacándolo, le dieron sepultura.

Como tres horas después entró su mujer, no sabiendo lo que había sucedido. Y Pedro le preguntó: «Dime, ¿vendieron el terreno en tal precio?». «Sí, ese fue el precio», dijo ella. Entonces Pedro le dijo: «¿Por qué se pusieron de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Mira, los pies de los hombres que sepultaron a tu marido están a la puerta, y te sacarán también a ti». 10 Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró. Al entrar los jóvenes, la hallaron muerta; entonces la sacaron y le dieron sepultura junto a su marido. 11 Y vino un gran temor sobre toda la iglesia y sobre todos los que supieron estas cosas.

Muchas señales y prodigios

12 Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios entre el pueblo; y acostumbraban a estar todos de común acuerdo en el pórtico de Salomón. 13 Pero ninguno de los demás se atrevía a juntarse con ellos; sin embargo, el pueblo los tenía en gran estima.

14 Y más y más creyentes en el Señor, multitud de hombres y de mujeres, se añadían constantemente al número de ellos, 15 a tal punto que aun sacaban a los enfermos a las calles y los tendían en lechos y camillas, para que al pasar Pedro, siquiera su sombra cayera sobre alguno de ellos. 16 También la gente de las ciudades en los alrededores de Jerusalén acudía trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos, y todos eran sanados.

En la cárcel y libres otra vez

17 Pero levantándose el sumo sacerdote, y todos los que estaban con él, (es decir, la secta de los saduceos), se llenaron de celo. 18 Entonces echaron mano a los apóstoles y los pusieron en una cárcel pública. 19 Pero durante la noche, un ángel del Señor, abrió las puertas de la cárcel y sacándolos, les dijo: 20 «Vayan, preséntense en el templo, y hablen al pueblo todo el mensaje de esta Vida».

21 Habiendo oído esto, al amanecer entraron en el templo y enseñaban. Cuando llegaron el sumo sacerdote y los que estaban con él, convocaron al Concilio, es decir, a todo el Senado de los israelitas. Y mandaron traer de la cárcel a los apóstoles. 22 Pero los guardias que fueron no los encontraron en la cárcel; volvieron, pues, y les informaron: 23 «Encontramos la cárcel cerrada con toda seguridad y los guardias de pie a las puertas; pero cuando abrimos, a nadie hallamos dentro».

24 Cuando oyeron estas palabras el capitán de la guardia del templo y los principales sacerdotes, se quedaron muy perplejos a causa de ellas, pensando en qué terminaría aquello. 25 Pero alguien se presentó y les informó: «Miren, los hombres que pusieron en la cárcel están en el templo enseñando al pueblo».

26 Entonces el capitán fue con los guardias y los trajo sin violencia porque temían al pueblo, no fuera que los apedrearan. 27 Cuando los trajeron, los pusieron ante el Concilio, y el sumo sacerdote los interrogó: 28 «Les dimos órdenes estrictas de no continuar enseñando en este Nombre, y han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas, y quieren traer sobre nosotros la sangre de este Hombre».

29 Pero Pedro y los apóstoles respondieron: «Debemos obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres. 30 El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes mataron y colgaron en una cruz. 31 A Él Dios lo exaltó a Su diestra como Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento a Israel, y perdón de pecados. 32 Y nosotros somos testigos de estas cosas; y también el Espíritu Santo, el cual Dios ha dado a los que le obedecen».

El consejo de Gamaliel

33 Cuando ellos oyeron esto, se sintieron profundamente ofendidos y querían matarlos. 34 Pero cierto fariseo llamado Gamaliel, maestro de la ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en el Concilio y ordenó que sacaran fuera a los apóstoles por un momento.

35 Entonces les dijo: «Hombres de Israel, tengan cuidado de lo que van a hacer con estos hombres. 36 Porque hace algún tiempo Teudas se levantó pretendiendo ser alguien; y un grupo como de 400 hombres se unió a él. Y fue muerto, y todos los que lo seguían fueron dispersos y reducidos a nada. 37 Después de él, se levantó Judas de Galilea en los días del censo, y llevó mucha gente tras sí; él también pereció, y todos los que lo seguían se dispersaron.

38 »Por tanto, en este caso les digo que no tengan nada que ver con estos hombres y déjenlos en paz, porque si este plan o acción es de los hombres, perecerá; 39 pero si es de Dios, no podrán destruirlos; no sea que se hallen luchando contra Dios».

40 Ellos aceptaron su consejo, y después de llamar a los apóstoles, los azotaron y les ordenaron que no hablaran más en el nombre de Jesús y los soltaron. 41 Los apóstoles, pues, salieron de la presencia del Concilio, regocijándose de que hubieran sido considerados dignos de sufrir afrenta por Su Nombre. 42 Y todos los días, en el templo y de casa en casa, no cesaban de enseñar y proclamar el evangelio de Jesús como el Cristo.

   

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Jeremías 14

La gran sequía

14 Lo que vino como palabra del Señor a Jeremías respecto a la sequía:

«De luto está Judá, Y sus puertas desfallecen, Están por tierra enlutadas, Y sube el clamor de Jerusalén. Sus nobles enviaban a sus siervos por agua; Iban a las cisternas y no hallaban agua; Volvían con sus vasijas vacías. Quedaron avergonzados y humillados, Y se cubrieron la cabeza. El suelo está agrietado, Pues no ha habido lluvia sobre la tierra; Los labradores, avergonzados, Se han cubierto la cabeza. Porque aun la cierva en el campo ha parido, pero abandona su cría Porque no hay hierba. Los asnos monteses se paran en las alturas desoladas, Jadeando por aire como chacales; Desfallecen sus ojos Porque no hay vegetación. Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, Oh Señor, obra por amor de Tu nombre. En verdad han sido muchas nuestras apostasías, Contra Ti hemos pecado. Tú, esperanza de Israel, Salvador suyo en tiempo de angustia, ¿Por qué has de ser como extranjero en la tierra, O como caminante que ha plantado su tienda para pasar la noche? ¿Por qué has de ser como hombre desalentado, Como guerrero incapaz de salvar? Sin embargo, Tú estás en medio nuestro, oh Señor, Y por Tu nombre somos llamados; ¡No nos abandones!».

10 Así dice el Señor de este pueblo: «¡Cómo les ha gustado vagar! No han refrenado sus pies. El Señor, pues, no los acepta; ahora se acordará Él de su iniquidad y castigará sus pecados». 11 Y el Señor me dijo: «No ruegues por el bienestar de este pueblo. 12 Cuando ayunen, no escucharé su clamor; cuando ofrezcan holocausto y ofrenda de cereal, no los aceptaré; sino que con espada, con hambre y con pestilencia los destruiré».

13 Pero yo dije: «¡Ah, Señor Dios! Los profetas les dicen: “No verán espada ni tendrán hambre, sino que les daré paz verdadera en este lugar”». 14 Entonces el Señor me dijo: «Los profetas profetizan mentira en Mi nombre. Yo no los he enviado, ni les he dado órdenes, ni les he hablado. Ellos les están profetizando visiones falsas, adivinaciones, vanidades y engaños de sus propios corazones. 15 Por tanto, así dice el Señor: “En cuanto a los profetas que profetizan en Mi nombre sin que Yo los haya enviado, y que dicen: ‘No habrá espada ni hambre en esta tierra’, a espada y de hambre esos profetas perecerán”. 16 También el pueblo a quien profetizan estará tirado por las calles de Jerusalén a causa del hambre y de la espada. No habrá quien los entierre a ellos, ni a sus mujeres, ni a sus hijos, ni a sus hijas, pues derramaré sobre ellos su maldad. 17 Tú les dirás esta palabra:

“Que viertan lágrimas mis ojos noche y día, Sin cesar, Porque con gran quebranto ha sido quebrantada la virgen hija de mi pueblo, De una herida muy dolorosa. 18 Si salgo al campo, Veo muertos a espada; Y si entro en la ciudad, Hay enfermedades por el hambre. Porque tanto el profeta como el sacerdote Andan errantes en una tierra que no conocen”».

19 ¿Has desechado por completo a Judá, O ha aborrecido Tu alma a Sión? ¿Por qué nos has herido sin que haya curación para nosotros? Esperábamos paz, pero no vino ningún bien; Tiempo de curación, pero sobrevino terror. 20 Reconocemos, oh Señor, nuestra impiedad, La iniquidad de nuestros padres, pues hemos pecado contra ti. 21 No nos desprecies, por amor a Tu nombre, No deshonres el trono de Tu gloria; Acuérdate, no anules Tu pacto con nosotros. 22 ¿Hay entre los ídolos de las naciones alguien que haga llover? ¿O pueden los cielos solos dar lluvia? ¿No eres Tú, oh Señor, nuestro Dios? En Ti, pues, esperamos, Porque Tú has hecho todas estas cosas.

   

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Mateo 28

La resurrección

28 Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María vinieron a ver el sepulcro. Y se produjo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendiendo del cielo, y acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestidura blanca como la nieve; y de miedo a él los guardias temblaron y se quedaron como muertos.

Hablando el ángel, dijo a las mujeres: «Ustedes, no teman; porque yo sé que buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, porque ha resucitado, tal como Él dijo. Vengan, vean el lugar donde estaba puesto. Vayan pronto, y digan a Sus discípulos que Él ha resucitado de entre los muertos; y Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán. Miren, se los he dicho».

Y ellas, alejándose a toda prisa del sepulcro con temor y gran gozo, corrieron a dar las noticias a los discípulos. De repente Jesús les salió al encuentro, diciendo: «¡Saludos!». Y ellas, acercándose, abrazaron Sus pies y lo adoraron. 10 Entonces Jesús les dijo*: «No teman. Vayan, avisen a Mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán».

Informe de los guardias

11 Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad e informaron a los principales sacerdotes de todo lo que había sucedido. 12 Después de reunirse con los ancianos y deliberar con ellos, dieron una gran cantidad de dinero a los soldados, 13 diciendo: «Digan esto: “Sus discípulos vinieron de noche y robaron el cuerpo mientras nosotros dormíamos”. 14 Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros lo convenceremos y les evitaremos dificultades».

15 Ellos tomaron el dinero e hicieron como se les había instruido. Y este dicho se divulgó extensamente entre los judíos hasta hoy.

La gran comisión

16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había señalado. 17 Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaron.

18 Acercándose Jesús, les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. 19 Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».

   

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