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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Romanos 8

¿Qué significa para los cristianos ser “más que vencedores”? (Romanos 8:37) Una cantidad considerable de personas lo entienden como un grupo especial de cristianos ilustres que viven como si nada les afectara, poderosos al combatir la tentación, victoriosos en sus vidas de oración, fructíferos en su testimonio, maduros y fieles en sus relaciones. Pero el texto no dice nada de eso.

Primero, cuando el apóstol afirma que “somos”, se refiere a todos los cristianos. Dios ha conocido de antemano a todos los cristianos y “los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo”; los llamó, los justificó y los glorificó (8:29-30). El pueblo al que se refiere no son una élite de entre los elegidos; son los cristianos ordinarios, todos los cristianos genuinos.

Segundo, la evidencia de que son “más que vencedores” es que perseveran a pesar de toda oposición. Esta podría tomar la forma de la horrible persecución que describe la Escritura (8:35-38). Puede ser otro tipo de dificultad, incluso el hambre misma. Las glorias de la vida no acabarán por seducirlos; los terrores de la muerte no los desviará por completo; ni las presiones del presente ni las frustraciones del futuro los destruirán (8:38). Ni poderes humanos ni ninguna otra cosa en toda la creación, ni siquiera todos los poderes del infierno desencadenados, nos podrán “separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro” (8:39).

Tercero, esa última oración lo deja claro: los cristianos no pueden ser separados del “amor de Cristo” (8:35) o el amor de Dios en Cristo (8:39). En cierto aspecto, por supuesto, esto es simplemente decir que ningún poder puede evitar que los cristianos sean cristianos. Por esto somos “más que vencedores”. Pero ese asunto se podía presentar de muchas maneras. Elegir esta forma, con el énfasis en el amor de Cristo como aquello de lo cual no podemos separarnos, nos recuerda la absoluta gloria y el placer que es nuestro, tanto ahora como en la eternidad, por estar en ese tipo de relación. No meramente somos absueltos; somos amados. No somos amados por uno igual a nosotros, sino por Dios mismo. Esto tampoco se refiere al amor general que Dios le tiene a toda su creación. Lo que aquí está en juego es ese amor especial que se aferra a todos “los que han sido llamados de acuerdo con su propósito” (8:28).

Cuarto, la garantía de prevalecer, perseverar y mostrar ser “más que vencedores” en este sentido no es más que los propósitos soberanos de Dios (8:29-30), manifestados en la muerte de su Hijo por nosotros (8:31-35). “Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?” (8:32). No es posible imaginar una seguridad mayor.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Jeremías 47

Jeremías 47 es muy interesante, aunque sea un capítulo corto. Comienza con una profecía relativa a la destrucción de las ciudades-Estado filisteas situadas a lo largo de la costa y acaba con una de las muestras de angustia más sugerentes en la última parte de este libro.

En primer lugar, la profecía (47:1-5). No sabemos con certeza cuándo se produjo exactamente: vino a Jeremías “antes de que el faraón atacara Gaza”. Pudo tener lugar cuando el faraón Necao de Egipto marchó hacia el norte para atacar Harán en 609 a.C. Gaza, una de las ciudades-Estado filisteas, se encontraba en su ruta. Sin embargo, aunque esto muestra que la profecía vino a Jeremías antes de que acabase la época de dominio egipcio, la misma no se refería a un ataque de Egipto, sino de Babilonia: las aguas que “inundan la tierra y todo lo que contiene” proceden “del norte” (47:2), la dirección desde la que llegarían los babilonios. La descripción de la consiguiente destrucción es terrible. El pánico alcanzaría tal extremo que los padres abandonarían a sus hijos (47:3). El versículo 4 puede traducirse erróneamente. El texto hebreo dice literalmente “cortar a Tiro y a Sidón” y esta expresión puede significar que no permitirían que la ayuda de estas ciudades fenicias llegase a las filisteas, al sur de ellas. En cualquier caso, quien destruye a los filisteos es el Señor, independientemente del ejecutor (47:4). Gaza y Ascalón (47:5) eran dos de sus principales ciudades. Caftor” (47:4) es el nombre antiguo de Creta, de donde vinieron los filisteos originales. Así pues, decir que el Señor está a punto de destruir “al resto de las costas de Caftor” es una forma poética de describir la destrucción inminente de los filisteos por parte de Dios.

En segundo lugar, la angustia final (47:6-7). Jeremías representa con imágenes muy elocuentes a los filisteos dirigiéndose a la espada del Señor: “¡Ay, espada del SEÑOR! ¿Cuándo vas a descansar? ¡Vuélvete a la vaina! ¡Detente, quédate quieta!” (47:6). Estas palabras dan a entender que los filisteos reconocen que es el Dios de Israel, el propio Señor, quien ha hecho caer sobre ellos el juicio por medio de los babilonios. Aunque se puede interpretar el hebreo de esta forma, también es posible que el propio profeta esté hablando a la espada de Dios. Los filisteos eran paganos y habían oprimido frecuentemente a Israel, pero ahora iban a ser destruidos por los babilonios, el enemigo principal de Judá. Por tanto, Jeremías intercede por ellos. Sin embargo, el versículo final muestra que comprende perfectamente bien que él no tiene poder sobre la espada de Dios. El Señor la dirige, el Dios del justo juicio, y ella hará su trabajo. Así será también en el día final.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

1 Samuel 10

Saúl ungido por Samuel

10 Entonces Samuel tomó el frasco de aceite, lo derramó sobre la cabeza de Saúl, lo besó y le dijo: «¿No te ha ungido el Señor por príncipe sobre Su heredad? 2  Cuando te apartes hoy de mí, hallarás a dos hombres cerca del sepulcro de Raquel, en el territorio de Benjamín, en Selsa, y te dirán: “Las asnas que fuiste a buscar han sido halladas. Ahora tu padre ha dejado de preocuparse por las asnas y está angustiado por ustedes y dice: ‘¿Qué haré en cuanto a mi hijo?’”. 3  De allí seguirás más adelante, llegarás hasta la encina de Tabor, y allí te encontrarás con tres hombres que suben a Dios en Betel, uno llevando tres cabritos, otro llevando tres tortas de pan y otro llevando un odre de vino; 4  ellos te saludarán y te darán dos tortas de pan, las cuales recibirás de sus manos.

5  »Después llegarás a la colina de Dios donde está la guarnición de los filisteos; y sucederá que cuando llegues a la ciudad, allá encontrarás a un grupo de profetas que descienden del lugar alto con arpa, pandero, flauta y lira delante de ellos, y estarán profetizando. 6  Entonces el Espíritu del Señor vendrá sobre ti con gran poder, profetizarás con ellos y serás cambiado en otro hombre. 7  Cuando estas señales te hayan sucedido, haz lo que la situación requiera, porque Dios está contigo. 8  Descenderás delante de mí a Gilgal, y también yo descenderé a donde estás para ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas de paz. Esperarás siete días hasta que venga a verte y te muestre lo que debes hacer».

9  Cuando Saúl volvió la espalda para dejar a Samuel, Dios le cambió el corazón, y todas aquellas señales le acontecieron aquel mismo día. 10  Cuando Saúl y su criado llegaron allá a la colina, un grupo de profetas salió a su encuentro; y el Espíritu de Dios vino sobre él con gran poder, y profetizó entre ellos. 11  Cuando todos los que lo conocían de antes vieron que ahora profetizaba con los profetas, los del pueblo se decían unos a otros: «¿Qué le ha sucedido al hijo de Cis? ¿Está Saúl también entre los profetas?». 12  Un hombre de allí respondió: «¿Y quién es el padre de ellos?». Por lo cual esto se hizo proverbio: «¿Está Saúl también entre los profetas?». 13  Cuando acabó de profetizar vino al lugar alto.

14  Y un tío de Saúl le preguntó a él y a su criado: «¿Adónde fueron?». Saúl respondió: «A buscar las asnas. Cuando vimos que no aparecían, fuimos a ver a Samuel». 15  El tío le dijo: «Te ruego que me cuentes qué les dijo Samuel». 16  Y Saúl respondió a su tío: «Nos hizo saber claramente que las asnas habían sido halladas». Pero Saúl no le contó acerca del asunto del reino que Samuel le había mencionado.

17  Después Samuel convocó al pueblo delante del Señor en Mizpa; 18  y dijo a los hijos de Israel: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Yo saqué a Israel de Egipto, y los libré del poder de los egipcios y del poder de todos los reinos que los oprimían”. 19  Pero ustedes han rechazado hoy a su Dios, que los libra de todas sus calamidades y sus angustias, y han dicho: “No, sino pon un rey sobre nosotros”. Ahora pues, preséntense delante del Señor por sus tribus y por sus familias».

20  Samuel hizo que se acercaran todas las tribus de Israel, y fue escogida por sorteo la tribu de Benjamín. 21  Entonces hizo que se acercara la tribu de Benjamín por sus familias, y fue escogida la familia de Matri. Y Saúl, hijo de Cis, fue escogido; pero cuando lo buscaron no lo pudieron hallar.

22  Volvieron, pues, a consultar al Señor: «¿Llegó ya el hombre aquí?». Y el Señor respondió: «Sí, está escondido junto al equipaje». 23  Corrieron y lo trajeron de allí. Cuando estuvo en medio del pueblo, de los hombros arriba sobrepasaba a todos. 24  Y Samuel dijo a todo el pueblo: «¿Ven al que el Señor ha escogido? En verdad que no hay otro como él entre todo el pueblo». Entonces todo el pueblo gritó, y dijo: «¡Viva el rey!». 25  Entonces Samuel dio al pueblo las ordenanzas del reino, y las escribió en el libro, el cual puso delante del Señor. Y despidió Samuel a todo el pueblo, cada uno a su casa. 26  Saúl también se fue a su casa en Guibeá, y con él fueron los valientes cuyos corazones Dios había tocado. 27  Pero ciertos hombres indignos dijeron: «¿Cómo puede este salvarnos?». Y lo despreciaron y no le trajeron presente alguno. Pero él guardó silencio.

   

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Romanos 8

No hay condenación para los que creen

8 Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. 2  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte.

3  Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne, 4  para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

5  Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6  Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz. 7  La mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, 8  y los que están en la carne no pueden agradar a Dios.

Viviendo según el Espíritu

9  Sin embargo, ustedes no están en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en ustedes. Pero si alguien no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él. 10  Y si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, sin embargo, el espíritu está vivo a causa de la justicia. 11  Pero si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de Su Espíritu que habita en ustedes.

12  Así que, hermanos, somos deudores, no a la carne, para vivir conforme a la carne. 13  Porque si ustedes viven conforme a la carne, habrán de morir; pero si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne, vivirán. 14  Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.

15  Pues ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que han recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: «¡Abba, Padre!». 16  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. 17  Y si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con Él a fin de que también seamos glorificados con Él.

La gloria futura

18  Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada. 19  Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios. 20  Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de Aquel que la sometió, en la esperanza 21  de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios.

22  Pues sabemos que la creación entera gime y sufre hasta ahora dolores de parto. 23  Y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. 24  Porque en esperanza hemos sido salvados, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve? 25  Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.

Victoriosos en Cristo

26  De la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27  Y Aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.

28  Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito. 29  Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30  A los que predestinó, a esos también llamó. A los que llamó, a esos también justificó. A los que justificó, a esos también glorificó.

31  Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? 32  El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?

33  ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34  ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

35  ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36  Tal como está escrito:

«Por causa Tuya somos puestos a muerte todo el día; Somos considerados como ovejas para el matadero».

37  Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.

38  Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, 39  ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

   

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Jeremías 47

Profecía sobre los filisteos

47 Lo que vino como palabra del Señor al profeta Jeremías acerca de los filisteos, antes que Faraón conquistara Gaza. 2  Así dice el Señor:

«Suben aguas del norte Y se convierten en torrente desbordante, Que inunda la tierra y su plenitud, La ciudad y los que en ella habitan. Clamarán los hombres, Y gemirá todo habitante de la tierra 3  A causa del sonido de los cascos de sus corceles, Del estruendo de sus carros y del estrépito de sus ruedas. No se vuelven los padres para cuidar a sus hijos, Por la debilidad de sus brazos, 4  A causa del día que viene Para destruir a todos los filisteos, Para exterminar de Tiro y de Sidón A todo aliado que quede. Porque el Señor destruirá a los filisteos, Al remanente de la costa de Caftor. 5  Le ha sobrevenido la calvicie a Gaza, Desolada ha sido Ascalón. Remanente de su valle, ¿Hasta cuándo te sajarás? 6  ¡Ay, espada del Señor! ¿Hasta cuándo estarás inquieta? Vuélvete a tu vaina, Reposa y cálmate. 7  ¿Cómo puede estar quieta, Cuando el Señor le ha dado órdenes? Contra Ascalón y contra la costa del mar, Allí la ha asignado».

   

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Salmos 23–24

El Señor es mi pastor

Salmo de David.

23 El Señor es mi pastor, Nada me faltará. 2  En lugares de verdes pastos me hace descansar; Junto a aguas de reposo me conduce. 3  Él restaura mi alma; Me guía por senderos de justicia Por amor de Su nombre.

4  Aunque pase por el valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo; Tu vara y Tu cayado me infunden aliento. 5  Tú preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos; Has ungido mi cabeza con aceite; Mi copa está rebosando. 6  Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa del Señor moraré por largos días.

Entrada del rey de gloria

Salmo de David.

24 Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, El mundo y los que en él habitan. 2  Porque Él la fundó sobre los mares, Y la asentó sobre los ríos. 3  ¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién podrá estar en Su lugar santo? 4  El de manos limpias y corazón puro, El que no ha alzado su alma a la falsedad Ni jurado con engaño. 5  Ese recibirá bendición del Señor, Y justicia del Dios de su salvación. 6  Tal es la generación de los que lo buscan, De los que buscan Tu rostro, como Jacob. (Selah)

7  Alcen, oh puertas, sus cabezas, álcense, puertas eternas, Para que entre el Rey de la gloria. 8  ¿Quién es este Rey de la gloria? El Señor, fuerte y poderoso; El Señor, poderoso en batalla. 9  Álcen, oh puertas, sus cabezas, Álcenlas, puertas eternas, Para que entre el Rey de la gloria. 10  ¿Quién es este Rey de la gloria? El Señor de los ejércitos, Él es el Rey de la gloria. (Selah)

   

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