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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Amós 3

Aquí, reflexiono sobre dos asuntos de Amós 3:

(1) “Solo a vosotros os he escogido entre todas las familias de la tierra. Por tanto, os haré pagar todas vuestras perversidades” (3:2). La premisa básica es simple: el privilegio entraña responsabilidad. Pero el asunto fluye de forma más profunda, a lo largo de dos líneas. (a) Aquí, el privilegio peculiar consiste en ser escogido para conocer a Dios, ser conocidos de él, y todo el conocimiento de este Dios conlleva una proximidad a la santidad. Poco sorprende, pues, que este privilegio acarree el castigo de los pecados. (b) Pero, en cualquier caso, es en sí mismo un privilegio. El pecado alimentado trae finalmente condenación y destrucción; el pecado castigado puede provocar arrepentimiento y contrición, que es lo que el Señor busca. Ciertamente, este texto excluye la visión de que haber sido escogido por Dios significa que uno esté exento de la obediencia y la fidelidad que le debemos, o que Dios sea un bondadoso “papi” en el cielo. Como lo ha expresado J. A. Motyer: “Los privilegios especiales, las obligaciones especiales, la gracia especial, la santidad especial, la revelación especial, el escrutinio especial, el amor especial y la capacidad de respuesta especial… la iglesia de Dios no puede escapar jamás a los peligros de su singularidad”.

(2) La secuencia de preguntas retóricas en los versículos 3-5 puede parecer, en un principio, irrelevante a los ojos occidentales. Pero, sin duda, son la forma en que Amós transmite su mensaje a los oyentes que eran hostiles tanto a él mismo como a lo que tuviera que decir. En una cultura que amaba las adivinanzas y los proverbios, sus preguntas los atrajeron a su pensamiento antes de que pudieran sospechar de qué trataba todo aquello. La idea se va haciendo más clara con cada nueva pregunta: los acontecimientos tienen causas. Si las personas se encuentran y caminan juntas, es porque así lo han acordado. Si un león ruge es porque ha matado a su presa. Si una trampa ha saltado, es porque algún pájaro o animal ha caído en ella. Si suena una trompeta de alerta, es porque se ha avistado a un enemigo peligroso. Los acontecimientos tienen causas. Amós aclara, pues, dos puntos. (a) Si el desastre golpea una ciudad, Dios tiene que estar detrás de ello (3:6). Por supuesto, puede haber muchas causas secundarias, pero, en última instancia, Dios mismo está detrás de ello. Amós no cree en las coincidencias, en la mala suerte, ni en un Dios finito que comete deslices de vez en cuando. Cree en la providencia y hacerlo significa creer que, en los desastres, Dios está hablando con un lenguaje de advertencia o juicio. (b) Las advertencias que Dios da corresponden a peligros reales. La trompeta suena para avisar de un enemigo real. Dios puede proporcionar un aviso misericordioso por medio de sus siervos los profetas (3:7) y estas advertencias no son el resultado de una calentura momentánea, ni meras fanfarronadas religiosas, sino señales que corresponden a un peligro inminente. Así que arrepiéntete: “Ruge el león; ¿quién no temblará de miedo? Habla el Señor omnipotente; ¿quién no profetizará?” (3:8).

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Devocional: Hebreos 9

El rico argumento de Hebreos 9 nos llevaría más allá de los límites de esta meditación. Aquí aclararé algunos de los contrastes que presenta el autor entre las innumerables muertes de animales para el sacrificio en el Antiguo Testamento y la muerte de Jesús que yace en el corazón del nuevo pacto.

Primero, parte de su argumento depende de lo que ya ha dicho. Si el tabernáculo y el sacerdocio levítico fueron, desde un principio, meras instituciones temporales cuya intención era enseñar lecciones importantes al pueblo del pacto y apuntar hacia la realidad futura que vendría con Cristo, aplica lo mismo a los sacrificios. De manera que el autor resume su postura así: el sistema era “símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, ya que se trata sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas” (9:9-10).

Segundo, la repetición misma de los sacrificios— los que se ofrecían el Día de la Expiación, por ejemplo—demuestra que ninguno de ellos procuraba una solución final al pecado. Como siempre había más pecado, exigiendo aún más sacrificio, el sacerdote todavía esperaba para matar un animal más y ofrecer más sangre aún. Esto contrasta con el sacrificio de Cristo, ofrecido una sola vez (9:6, 9, 25-26; 10:1ss.).

Pero el aspecto más importante, el tercero, es la naturaleza del sacrificio. ¿Cómo podía la sangre de toros y machos cabríos solucionar realmente el problema del pecado? Los animales no se ofrecían voluntariamente para esta matanza; sus dueños los arrastraban hasta el altar. Los animales perdían sus vidas, pero no eran en absoluto víctimas dispuestas. En cuanto a la “buena voluntad”, eran los dueños de los animales sacrificados quienes perdían algo. Desde luego, este sistema de sacrificios fue instituido por Dios mismo, enseñando así que el pecado exigía muerte y que, en el panorama mayor del relato bíblico, era necesario un “cordero” mejor. Los pecados del pueblo eran cubiertos de esa manera hasta que apareciera tal sacrificio. Pero la sangre y las cenizas de los animales no generaban una respuesta final.

¡Cuán diferente el sacrificio de Jesucristo! Él, “mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios”; es decir, no “mediante el Espíritu Santo”, sino “mediante [su propio] Espíritu eterno”, un acto de la voluntad, un acto supremo de sacrificio voluntario; el Hijo accedió al plan del Padre. Ciertamente hubo un sacrificio de infinito valor, de incalculable importancia. Por eso, su sangre, su vida ofrecida en violencia y sacrificio, es capaz de purificar “nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente”.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

1 Crónicas 3–4

Hijos de David

3 Estos fueron los hijos de David que le nacieron en Hebrón: el primogénito, Amnón, de Ahinoam la de Jezreel; el segundo, Daniel, de Abigail la de Carmel; el tercero, Absalón, hijo de Maaca, hija de Talmai, rey de Gesur; el cuarto, Adonías, hijo de Haguit; el quinto, Sefatías, de Abital; el sexto, Itream, de Egla su mujer. Seis hijos le nacieron en Hebrón. Allí reinó siete años y seis meses, y en Jerusalén reinó treinta y tres años. Y estos le nacieron en Jerusalén: Simea, Sobab, Natán y Salomón: los cuatro de Bet Súa, hija de Amiel. También Ibhar, Elisama, Elifelet, Noga, Nefeg y Jafía. Elisama, Eliada y Elifelet: nueve. Todos estos fueron los hijos de David, además de los hijos de las concubinas; y Tamar fue hermana de ellos.

Descendientes de Salomón

10 El hijo de Salomón fue Roboam; Abías fue su hijo, Asa su hijo, Josafat su hijo, 11 Joram su hijo, Ocozías su hijo, Joás su hijo, 12 Amasías su hijo, Azarías su hijo, Jotam su hijo, 13 Acaz su hijo, Ezequías su hijo, Manasés su hijo, 14 Amón su hijo, Josías su hijo. 15 Los hijos de Josías fueron Johanán el primogénito, y el segundo fue Joacim, el tercero Sedequías, el cuarto Salum. 16 Los hijos de Joacim fueron Jeconías su hijo, Sedequías su hijo. 17 Los hijos de Jeconías, el cautivo, fueron Salatiel su hijo, 18 y Malquiram, Pedaías, Senazar, Jecamías, Hosama y Nedabías. 19 Los hijos de Pedaías fueron Zorobabel y Simei. Y los hijos de Zorobabel fueron Mesulam y Hananías, y Selomit fue su hermana; 20 y Hasuba, Ohel, Berequías, Hasadías y Jusab Hesed: cinco. 21 Los hijos de Hananías fueron Pelatías y Jesaías, los hijos de Refaías, los hijos de Arnán, los hijos de Abdías, los hijos de Secanías. 22 Los descendientes de Secanías fueron Semaías, y los hijos de Semaías: Hatús, Igal, Barías, Nearías y Safat: seis. 23 Los hijos de Nearías fueron Elioenai, Ezequías y Azricam: tres. 24 Los hijos de Elioenai fueron Hodavías, Eliasib, Pelaías, Acub, Johanán, Dalaías y Anani: siete.

Descendientes de Judá

4 Los hijos de Judá fueron Pérez, Hazrón, Carmi, Hur y Sobal. Reaía, hijo de Sobal, fue padre de Jahat, y Jahat fue el padre de Ahumai y de Lahad. Estas fueron las familias de los zoratitas. Estos fueron los hijos de Etam: Jezreel, Isma e Ibdas; y el nombre de su hermana era Hazelelponi. Penuel fue el padre de Gedor, y Ezer, padre de Husa. Estos fueron los hijos de Hur, primogénito de Efrata, padre de Belén. Asur, padre de Tecoa, tuvo dos mujeres: Hela y Naara. Naara dio a luz a Ahuzam, Hefer, Temeni y Ahastari. Estos fueron los hijos de Naara. Los hijos de Hela fueron Zeret, Izhar y Etnán. Cos fue el padre de Anub y Zobeba y de las familias de Aharhel, hijo de Harum.

Jabes fue más ilustre que sus hermanos, y su madre lo llamó Jabes, diciendo: «Porque lo di a luz con dolor». 10 Jabes invocó al Dios de Israel, diciendo: «¡Oh, si en verdad me bendijeras, ensancharas mi territorio, y Tu mano estuviera conmigo y me guardaras del mal para que no me causara dolor!». Y Dios le concedió lo que pidió.

11 Quelub, hermano de Súa, fue el padre de Mehir, que fue padre de Estón. 12 Estón fue el padre de Bet Rafa, de Paseah y de Tehina, padre de Ir Nahas. Estos son los hombres de Reca.

13 Los hijos de Quenaz fueron Otoniel y Seraías. Y los hijos de Otoniel fueron Hatat y Meonotai. 14 Meonotai el padre de Ofra, y Seraías fue el padre de Joab, padre de Gue Jarasim, porque eran artífices. 15 Los hijos de Caleb, hijo de Jefone, fueron Iru, Ela y Naam; y el hijo de Ela fue Quenaz. 16 Los hijos de Jehalelel fueron Zif y Zifa, Tirías y Asareel.

17 Los hijos de Esdras fueron Jeter, Mered, Efer y Jalón. (Estos son los hijos de Bitia, hija de Faraón, que Mered tomó por mujer). Bitia concibió y dio a luz a Miriam, a Samai y a Isba, padre de Estemoa. 18 Y su mujer Jehudaía dio a luz a Jered, padre de Gedor, a Heber, padre de Soco, y a Jecutiel, padre de Zanoa. 19 Los hijos de la mujer de Hodías, hermana de Naham, fueron los padres de Keila el garmita y Estemoa el maacateo. 20 Los hijos de Simón fueron Amnón y Rina, Ben Hanán y Tilón. Y los hijos de Isi fueron Zohet y Benzohet. 21 Los hijos de Sela, hijo de Judá, fueron Er, padre de Leca, y Laada, padre de Maresa, y las familias de la casa de los que trabajaban el lino en Bet Asbea; 22 y Joacim, los hombres de Cozeba, Joás y Saraf, que gobernaban en Moab, y Jasubi Lehem. Y los registros son antiguos. 23 Estos eran alfareros y habitantes de Netaím y Gedera; moraban allí con el rey para hacer su trabajo.

Descendientes de Simeón

24 Los hijos de Simeón fueron Nemuel, Jamín, Jarib, Zera, Saúl; 25 Salum su hijo, Mibsam su hijo, Misma su hijo. 26 Los hijos de Misma fueron Hamuel su hijo, Zacur su hijo, Simei su hijo. 27 Simei tuvo dieciséis hijos y seis hijas, pero sus hermanos no tuvieron muchos hijos, ni se multiplicaron todas sus familias como los hijos de Judá. 28 Y habitaron en Beerseba, Molada y Hazar Sual, 29 en Bilha, Ezem, Tolad, 30 Betuel, Horma, Siclag, 31 Bet Marcabot, Hazar Susim, Bet Birai y Saaraim. Estas fueron sus ciudades hasta el reinado de David. 32 Y sus aldeas fueron Etam, Aín, Rimón, Toquén y Asán, cinco ciudades; 33 y todas sus aldeas que estaban alrededor de las mismas ciudades hasta Baal. Estas fueron sus moradas, y tienen su genealogía.

34 Y Mesobab, Jamlec, Josías, hijo de Amasías, 35 Joel, Jehú, hijo de Josibías, hijo de Seraías, hijo de Asiel, 36 Elioenai, Jaacoba, Jesohaía, Asaías, Adiel, Jesimiel, Benaía, 37 Ziza, hijo de Sifi, hijo de Alón, hijo de Jedaías, hijo de Simri, hijo de Semaías; 38 estos, mencionados por nombre, fueron jefes de sus familias; y sus casas paternas aumentaron en gran manera. 39 Ellos fueron a la entrada de Gedor, hasta el lado oriental del valle, para buscar pastos para sus ganados. 40 Allí encontraron pastos abundantes y buenos, y la tierra era espaciosa, tranquila y reposada, porque los que habitaban antes allí eran los de Cam. 41 Estos, registrados por nombre, llegaron en los días de Ezequías, rey de Judá, y atacaron sus tiendas y a los meunitas que se encontraban allí, y los destruyeron completamente hasta el día de hoy, y habitaron en su lugar, porque allí había pastos para sus ganados. 42 Y de ellos, de los hijos de Simeón, 500 hombres fueron al monte Seir, con Pelatías, Nearías, Refaías y Uziel, hijos de Isi, como sus jefes. 43 Y destruyeron al remanente de los de Amalec, que habían escapado, y allí han habitado hasta el día de hoy.

   

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Hebreos 9

El santuario terrenal

9 Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas para el culto y el santuario terrenal. Porque había un tabernáculo preparado en la parte anterior, en el cual estaban el candelabro, la mesa, y los panes consagrados. Este se llama el lugar santo. Y detrás del segundo velo había un tabernáculo llamado el Lugar Santísimo, el cual tenía el altar de oro del incienso y el arca del pacto cubierta toda de oro, en la cual había una urna de oro que contenía el maná y la vara de Aarón que retoñó y las tablas del pacto. Sobre el arca estaban los querubines de gloria que daban sombra al propiciatorio. Pero de estas cosas no se puede hablar ahora en detalle.

Así preparadas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente al primer tabernáculo para oficiar en el culto. Pero en el segundo, solo entra el sumo sacerdote una vez al año, no sin llevar sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en ignorancia.

Queriendo el Espíritu Santo dar a entender esto: que el camino al Lugar Santísimo aún no había sido revelado en tanto que el primer tabernáculo permaneciera en pie. Esto es un símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto en su conciencia al que practica ese culto, 10 ya que tienen que ver solo con comidas y bebidas, y diversos lavamientos, ordenanzas para el cuerpo impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas.

La sangre del nuevo pacto

11 Pero cuando Cristo apareció como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho con manos, es decir, no de esta creación, 12 entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de Su propia sangre, obteniendo redención eterna.

13 Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la novilla, rociadas sobre los que se han contaminado, santifican para la purificación de la carne, 14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, quien por el Espíritu eterno Él mismo se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?

15 Por eso Cristo es el mediador de un nuevo pacto, a fin de que habiendo tenido lugar una muerte para la redención de las transgresiones que se cometieron bajo el primer pacto, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna. 16 Porque donde hay un testamento, necesario es que ocurra la muerte del testador. 17 Pues un testamento es válido solo en caso de muerte, puesto que no se pone en vigor mientras vive el testador. 18 Por tanto, ni aun el primer pacto se inauguró sin sangre.

19 Porque cuando Moisés terminó de promulgar todos los mandamientos a todo el pueblo, conforme a la ley, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua y lana escarlata e hisopo, y roció el libro mismo y a todo el pueblo, 20 diciendo: «ESTA ES LA SANGRE DEL PACTO QUE DIOS LES ORDENÓ A USTEDES». 21 De la misma manera roció con sangre el tabernáculo y todos los utensilios del ministerio. 22 Y según la ley, casi todo ha de ser purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón.

El sacrificio definitivo

23 Por tanto, fue necesario que las representaciones de las cosas en los cielos fueran purificadas de esta manera, pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. 24 Porque Cristo no entró en un lugar santo hecho por manos, una representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora en la presencia de Dios por nosotros, 25 y no para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como el sumo sacerdote entra al Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.

26 De otra manera, a Cristo le hubiera sido necesario sufrir muchas veces desde la fundación del mundo; pero ahora, una sola vez en la consumación de los siglos, se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo. 27 Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio, 28 así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente lo esperan.

   

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Amós 3

Castigo de Israel

3 Oigan esta palabra que el SEÑOR ha hablado contra ustedes, israelitas, contra toda la familia que Él sacó de la tierra de Egipto:

«Solo a ustedes he escogido de todas las familias de la tierra; Por eso los castigaré por todas sus iniquidades». ¿Andan dos hombres juntos si no se han puesto de acuerdo? ¿Ruge un león en la selva sin tener presa? ¿Gruñe un leoncillo desde su guarida si no ha apresado algo? ¿Cae un ave en la trampa en la tierra si no hay cebo en ella? ¿Se levanta la trampa del suelo si no ha atrapado algo? Si se toca la trompeta en la ciudad, ¿no temblará el pueblo? Si sucede una calamidad en la ciudad, ¿no la ha causado el SEÑOR? Ciertamente el Señor DIOS no hace nada Sin revelar Su secreto A Sus siervos los profetas. Ha rugido un león, ¿quién no temerá? Ha hablado el Señor DIOS, ¿quién no profetizará?

Proclamen en los palacios de Asdod y en los palacios de la tierra de Egipto, y digan: «Congréguense en los montes de Samaria y vean los grandes tumultos dentro de ella y la opresión en medio suyo. 10 No saben hacer lo recto», declara el SEÑOR, «los que acumulan violencia y destrucción en sus palacios».

11 Por tanto, así dice el Señor DIOS: «Un enemigo, rodeando la tierra, Echará abajo tu poder Y serán saqueados tus palacios». 12 Así dice el SEÑOR: «Como el pastor rescata de la boca del león dos patas o un pedazo de oreja, Así serán rescatados los israelitas que moran en Samaria, En la esquina de una cama y en la cubierta de un sofá. 13 Oigan y testifiquen contra la casa de Jacob», Declara el Señor DIOS, el Dios de los ejércitos. 14 «Porque el día que Yo castigue las transgresiones de Israel, Castigaré también los altares de Betel; Los cuernos del altar serán cortados Y caerán a tierra. 15 Derribaré también la casa de invierno junto con la casa de verano; También perecerán las casas de marfil, Y muchas casas serán destruidas», Declara el SEÑOR.

   

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Salmos 146–147

El SEÑOR, verdadero ayudador

146 ¡Aleluya! Oh alma mía, alaba al SEÑOR. Alabaré al SEÑOR mientras yo viva; Cantaré alabanzas a mi Dios mientras yo exista. No confíen ustedes en príncipes, Ni en hijo de hombre en quien no hay salvación. Su espíritu exhala, él vuelve a la tierra; En ese mismo día perecen sus pensamientos. Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, Cuya esperanza está en el SEÑOR su Dios, Que hizo los cielos y la tierra, El mar y todo lo que en ellos hay; Que guarda la verdad para siempre; Que hace justicia a los oprimidos, Y da pan a los hambrientos. El SEÑOR pone en libertad a los cautivos.

El SEÑOR abre los ojos a los ciegos, El SEÑOR levanta a los caídos, El SEÑOR ama a los justos. El SEÑOR protege a los extranjeros, Sostiene al huérfano y a la viuda, Pero frustra el camino a los impíos. 10 El SEÑOR reinará para siempre, Tu Dios, oh Sión, por todas las generaciones. ¡Aleluya!

Alabanza por la restauración y prosperidad de Jerusalén

147 ¡Aleluya! Porque bueno es cantar alabanzas a nuestro Dios, Porque agradable y apropiada es la alabanza. El SEÑOR edifica a Jerusalén; Congrega a los dispersos de Israel; Sana a los quebrantados de corazón Y venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas, Y a todas ellas les pone nombre. Grande es nuestro Señor, y muy poderoso; Su entendimiento es infinito. El SEÑOR sostiene al afligido Pero humilla a los impíos hasta la tierra.

Canten al SEÑOR con acción de gracias; Canten alabanzas con la lira a nuestro Dios, El que cubre de nubes los cielos, El que provee lluvia para la tierra, El que hace brotar la hierba en los montes. Él da su alimento al ganado Y a la cría de los cuervos cuando chillan. 10 No se deleita en la fuerza del caballo, Ni se complace en las piernas ágiles del hombre. 11 El SEÑOR favorece a los que le temen, A los que esperan en Su misericordia.

12 ¡Alaba al SEÑOR, oh Jerusalén! ¡Alaba a tu Dios, oh Sión! 13 Porque Él ha reforzado los cerrojos de tus puertas; Ha bendecido a tus hijos dentro de ti. 14 Él hace la paz en tus fronteras; Te sacia con lo mejor del trigo. 15 Envía Sus órdenes a la tierra; Su palabra corre velozmente. 16 Manda la nieve como lana; Esparce la escarcha cual ceniza. 17 Arroja Su hielo como migas de pan; ¿Quién puede resistir ante Su frío? 18 Envía Su palabra y los derrite; Hace soplar Su viento y el agua corre. 19 Declara Su palabra a Jacob, Y Sus estatutos y Sus ordenanzas a Israel. 20 No ha hecho así con ninguna otra nación; Y en cuanto a Sus ordenanzas, no las han conocido. ¡Aleluya!

   

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