×

Definición

El oficio de anciano es dado en las Escrituras para proveer de crecimiento espiritual y protección a la iglesia. Los ancianos han de pastorear el rebaño de Jesucristo por medio del fiel ministerio de la Palabra y han de liderar mediante un ejemplo piadoso.

Sumario

El papel del anciano encuentra su origen en el Israel del Antiguo Testamento, pero es algo único en la iglesia. El Nuevo Testamento emplea tres términos clave que pueden defenderse que apuntan al oficio y papel del anciano (presbuteros, episkopos, y poimēn), aunque algunos grupos y denominaciones creen que estos términos representan más de un oficio. Los ancianos tienen el deber de cuidar de la iglesia como pastores, de edificar el cuerpo de Cristo por medio de una enseñanza fiel, y de protegerlo del error. Los ancianos han de ser piadosos en su vida y estar sujetos a un alto estándar de rendición de cuentas. La iglesia debe honrar a los ancianos respondiendo de buen agrado a su instrucción y liderazgo, proveyendo materialmente para aquellos que trabajan en la enseñanza, y orando por ellos.

El trasfondo y desarrollo del oficio de anciano

Como muchas sociedades antiguas, Israel honraba el papel de los hombres mayores y maduros de la nación, y buscaba el liderazgo en estos “ancianos”. El papel de los ancianos y el proceso para reconocerlos en Israel no se delinea de forma definida en el Antiguo Testamento, pero su existencia e importancia como grupo se menciona ampliamente (Éx 24:1; Lv 4:15, 9:1; Nm 11:16; Ez 7:26). En las narrativas de los Evangelios, los ancianos judíos son un grupo visible (que con frecuencia se opone a Jesús). No hay duda de que el patrón de los ancianos en Israel es un trasfondo clave para el oficio en el Nuevo Testamento, incluso si el oficio de anciano cristiano se define nuevamente de manera clara y distintiva.1

Cuando Jesús estableció la iglesia, asignó a sus doce apóstoles para enseñar su palabra y, por medio de esa enseñanza, dar liderazgo a su pueblo. Conforme la era apostólica se acercaba a su final, los apóstoles (Pablo en particular) tomaron pasos deliberados para levantar una nueva generación de líderes en la iglesia post apostólica. Pablo se preocupó de que el liderazgo de estos hombres (Timoteo, Tito, y otros) fuera reproductor. En Éfeso instruyó específicamente a Timoteo para que invirtiera en líderes que fueran a su vez capaces de invertir en otros: “…lo que has oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que sean capaces de enseñar también a otros (2 Ti 2:2). Es en este punto en la historia de la iglesia primitiva (en el que se pasa el liderazgo de la iglesia local desde Pablo y sus asociados a líderes nuevos) que vemos cómo toma forma el oficio de anciano y aparece en un sentido formal.2 En Hechos 14, Pablo y Bernabé asignan ancianos para las iglesias de Listra, Iconio, y Antioquía antes de partir. En Hechos 20, cuando Pablo regresa a Éfeso, ya puede llamar a reunión a los ancianos de la iglesia (Hch 20:17) y dejarles un cargo para su ministerio. En Tito, Pablo afirma que su principal objetivo al dejar a este en Creta era “para que pusieras en orden lo que queda, y designaras ancianos en cada ciudad como te mandé” (Tit 1:5). Las implicaciones de esto son particularmente interesantes: La obra de Pablo no está finalizada, y la iglesia está incompleta hasta que se designen ancianos.

Términos clave

Nuestro enfoque en este ensayo se fija en tres términos del Nuevo Testamento que se emplean de forma estrechamente relacionada para referirse a líderes espirituales clave dentro de la iglesia: presbuteros, episkopos, y poimēn.3 El significado de estos términos y su relación entre sí han sido objeto de debate durante mucho tiempo. 

Episkopos y presbuteros normalmente se traducen como “ancianos” en español (episkopos a veces se traduce como “supervisor” también). De estos dos términos, presbuteros aparece con más frecuencia en el Nuevo Testamento, a veces refiriéndose a los “ancianos” judíos (en los Evangelios y los Hechos). Cuando episkopos y presbuteros se utilizan para referirse a los líderes dentro de la iglesia, es muy difícil discernir alguna diferencia entre sus significados. En Tito 1:5-9, Pablo parece estar hablando al mismo grupo durante su discurso, pero utiliza el término presbuteros en el versículo 5 y el término episkopos en el versículo 7. En el relato de la despedida de Pablo a los ancianos efesios, que se encuentra en Hechos 20, los dos términos se usan de nuevo indistintamente (presbuteros v. 17; episkopos v. 28) para referirse al mismo grupo.

Muchas denominaciones han basado sus modelos de ordenación y gobierno de la iglesia en el entendimiento de que estos dos términos identifican un único oficio. Una excepción notable a esto es la iglesia anglicana o episcopal, que por lo general entienden que se refieren a dos ordenaciones separadas del ministerio, la de obispo y la de presbítero/sacerdote. Bajo este sistema, el presbítero tiene el cargo de una parroquia, mientras que el obispo supervisa grupos de parroquias dentro de una región y asigna presbíteros a dichas parroquias.4 Sin embargo, generalmente, la mayoría de las denominaciones protestantes ven esos dos términos como algo que se refiere al mismo papel, el de anciano en la iglesia local. Es significativo hacer notar que el Nuevo Testamento normalmente habla de los ancianos en plural y se refiere a ellos como grupo, sugiriendo que normalmente existirá una pluralidad de ancianos dentro de una iglesia local.5

La siguiente pregunta que se plantea es la relación del papel de anciano con el de pastor (en griego poimēn). En Efesios 4:11, cuando se habla de los tipos de líderes que Cristo ha dotado para su iglesia, Pablo da la lista de “apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros”. La estructura de esta frase en el texto original sugiere que los pastores y maestros constituyen un solo grupo (“pastores-maestros”).

Sabemos por 1 Timoteo 3:2 y Tito 1:9 que los ancianos han de ser aptos para enseñar (ver también 1 Ti 5:17), así que es razonable pensar que los “pastores-maestros” podrían ser ancianos. La sospecha se confirma cuando aprendemos de otros lugares en el Nuevo Testamento que los ancianos han de cuidar de las ovejas de Dios como pastores subordinados (Hch 20:28; 1 P 5:1-4). Dadas estas observaciones, hemos de ser cautelosos a la hora de establecer distinciones apresuradas y rígidas entre pastores y ancianos en nuestras estructuras de liderazgo. Tales distinciones son muy comunes, particularmente en aquellos lugares en que los ancianos se ven como si fueran un “panel de directivos” al estilo corporativo. A pesar de que las consideraciones prácticas o legales puedan requerir una estructura de ese tipo, el Nuevo Testamento ve a los ancianos principalmente y sobre todo como pastores del rebaño.

Al mismo tiempo, los ancianos laicos y los pastores a tiempo completo no servirán exactamente de la misma forma. En 1 Timoteo 5:17, Pablo parece permitir alguna distinción en el énfasis e intensidad del papel: “Los ancianos que gobiernan bien sean considerados dignos de doble honor, principalmente los que trabajan en la predicación y en la enseñanza”. Pablo no sugiere que algunos ancianos no tienen por qué enseñar en absoluto, pues él deja claro en todas partes que los ancianos han de ser aptos para enseñar. Pero él parece esperar que algunos ancianos estarán dedicados de manera particular a la tarea y dedicarán más tiempo a la misma. Del contexto inmediato de este versículo queda claro que el “doble honor” debido a los ancianos que “trabajan en la predicación y en la enseñanza” se refiere principalmente (incluso si no es en exclusiva) al pago que reciben por su labor. No todos los ancianos entregarán su tiempo únicamente o de forma sustancial a la obra del ministerio y serán apoyados económicamente por eso, pero algunos sí. Así pues, pueden trazarse distinciones entre los ancianos vocacionales y laicos en términos de la intensidad y enfoque de su servicio, pero comparten su carácter fundamental como pastores subordinados del rebaño de Dios.

Las responsabilidades de los ancianos hacia la iglesia

Sin importar cómo las particularidades del oficio puedan definirse en cualquier eclesiología, el papel del anciano es de liderazgo espiritual. Es una “buena obra” (1 Ti 3:1) y comprende la guía, protección, enseñanza, disciplina, y gobierno de la iglesia. El oficio de anciano es vital para la estructura y salud de la iglesia; una iglesia sin ancianos está simplemente incompleta (Tit 1:5).

Los ancianos tienen la responsabilidad general de cuidar y proteger la iglesia (ver Hechos 20:28-31). Esto proviene en gran medida de su ministerio de enseñanza. Entre las cualificaciones que se establecen para los ancianos en el Nuevo Testamento, el único don o habilidad que se exige (en oposición a los requerimientos de carácter) es la capacidad para enseñar (1 Ti 3:2). Este don de enseñanza tendrá un propósito protector para la iglesia: El anciano debe “ser capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen” (Tit 1:9). Por tanto, el ministerio fiel de enseñanza del anciano ha de ser tanto positivo como negativo en carácter. Vemos esto de nuevo en el encargo de Pablo a Timoteo para que “predique la palabra”; al desempeñar este encargo, Timoteo debe estar preparado para “amonestar, reprender y exhortar con mucha paciencia e instrucción” (2 Ti 4:2). 

En definitiva, al anciano le concierne pastorear y proteger las almas bajo su cuidado por medio del ministerio fiel de la Palabra. Aunque no se les nombra explícitamente como ancianos, Hebreos habla de los “líderes” de la iglesia como personas que “velan por sus almas, como quienes han de dar cuenta” (He 13:17). La responsabilidad por el cuidado de las almas es una manera de pensar que resulta útil para el papel de anciano, y el recordatorio de que los ancianos han de rendir cuentas al Señor por este cuidado es aleccionador.

Las responsabilidades de la iglesia hacia los ancianos

Aunque los ancianos tienen responsabilidades de peso hacia la familia de la iglesia, las Escrituras dejan claro que dicha familia, a su vez, tiene la obligación de responder de buen agrado y con gozo a los líderes que Dios ha colocado. En el pasaje citado anteriormente, Hebreos exhorta a la iglesia: “Obedezcan a sus pastores y sujétense a ellos, porque ellos velan por sus almas, como quienes han de dar cuenta. Permítanles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para ustedes” (He 13:17).

Como sucede con los líderes en cualquier otro contexto, los ancianos de la iglesia estarán expuestos en ocasiones a la crítica y la oposición. Es necesario concederles honor (1 Ti 5:17) y protegerlos de los ataques injustos: “No admitas acusación contra un anciano, a menos de que haya dos o tres testigos” (5:19). Al mismo tiempo, los ancianos que pecan sin arrepentirse recibirán una reprensión pública (5:20). Los ancianos están en una posición privilegiada, y, por tanto, se establece un estándar alto de responsabilidad (ver Stg 3:1).

Aparte de la obligación general de la iglesia de responder con disposición al liderazgo de los ancianos, está la responsabilidad particular de proveer materialmente para aquellos que trabajan en el ministerio de la Palabra (1 Ti 5:17-18; cf. 1 Co 9:1-14). La instrucción de Pablo de dar “doble honor” significa que se ha de recompensar bien el buen servicio, reconociendo que esa labor, si se realiza con diligencia, es un verdadero trabajo que es digno de un tratamiento honroso y no de una recompensa exigua.

Finalmente, la iglesia tiene la obligación de orar por sus líderes. El autor de Hebreos pide oración por sí mismo como líder (He 13:18). Pablo frecuentemente expresa su compromiso de orar por los creyentes, y pide también que las iglesias oren por él (1 T. 5:25; Col 4:3-4).

Las cualificaciones y compromisos de los ancianos

Pablo establece dos listas (en su mayoría paralelas) de cualificaciones para los ancianos en 1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:5-9, y los responsables de identificar a nuevos ancianos necesitan asegurarse de que los candidatos reúnen las cualificaciones establecidas en ellas. Es demasiado fácil importar los criterios del mundo a la hora de elegir líderes (éxito, riqueza, popularidad, etc.) en lugar de defender los estándares de las Escrituras. El anciano ha de estar marcado por la piedad expresada en el autocontrol y el buen liderazgo dentro del hogar, resultando todo en una reputación positiva en la comunidad. La lista se centra en el carácter piadoso en lugar de en las habilidades específicas, con la notable excepción de la capacidad para enseñar, que fácilmente se pasa por alto.

Demostrando la importancia de estas calificaciones, Pedro encarga a los ancianos que tengan un liderazgo amable con un corazón voluntarioso y con sincero deseo (1 P 5:2-3). Esta disposición a servir es un componente clave para identificar a líderes potenciales. Pablo indica que será natural y apropiado que algunos deseen la tarea de supervisar dentro de la iglesia (1 Ti 3:1). Si, después de considerarlo cuidadosamente, una persona no tiene deseos o disposición de servir, esto puede indicar que no es adecuado para el papel.6

Una pregunta clave que las iglesias necesitan abordar es si el oficio de anciano debería estar abierto a las mujeres así como a los hombres. La cualificación en 1 Timoteo 3:2 pareciera decidir la cuestión: El anciano ha de ser “marido de una sola mujer”. Sin embargo, el punto principal probablemente es que el anciano ha de ser fiel en el matrimonio y distinguirse por la pureza sexual, por lo que este versículo por sí solo puede no decidir el tema de manera concluyente. Una observación más convincente es la de que la lista en 1 Timoteo 3 aparece inmediatamente después de una discusión clave sobre los papeles de los hombres y las mujeres dentro de la iglesia (2:8-15). En esta discusión, Pablo realiza la enfática afirmación “no permito que la mujer enseñe ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que permanezca callada” (v. 12). Esta afirmación, dispuesta inmediatamente antes de la lista de cualificaciones para los ancianos, provee una indicación más concluyente de que solo los hombres pueden servir en un oficio donde, por virtud del mismo, se verán llamados a enseñar y ejercitar autoridad sobre la iglesia en su conjunto.

La expectativa de que el ministerio del evangelio implicará sufrimiento es un aspecto del liderazgo cristiano que con frecuencia se ignora pero, de hecho, forma parte integral del patrón del Nuevo Testamento. Pablo ciertamente deja claro en muchos pasajes de sus epístolas que su ministerio (como apóstol, pero sirviendo como modelo para todos los líderes de la iglesia) implica sufrimiento. Esa realidad se confirma en el registro de su ministerio en Hechos. Aunque parezca sorprendente, Pablo indica que su sufrimiento no es incidental a su trabajo, sino algo que está relacionado de forma integral con la naturaleza misma del evangelio y el sufrimiento del mismo Jesús (Col 1:24-25). De acuerdo con esto, llama a Timoteo, su protegido en el ministerio, a sufrir también (2 Ti 1:8) y a recordar al auténtico Jesús de su evangelio, quien murió antes de resucitar y soportó el sufrimiento antes de reinar (2 Ti 2:8-13).

 


Este ensayo hace parte de la serie Teología Concisa. Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios, formatos y adaptar o traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y la misma licencia. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

Notas al pie

1Piper, “Ancianos”.
2Aunque vale la pena notar que Pedro se ve a sí mismo como un “compañero-anciano” (1 Pedro 5:1), de modo que existe un grado de correspondencia o “superposición” entre la obra de los apóstoles y los ancianos de la iglesia local que los siguieron.
3Un término clave adicional, diakonos (“diácono”), no se trata aquí, sino que se aborda en un ensayo separado.
4Algunos verían aquí un paralelo con la obra de Tito, que se quedó para nombrar ancianos en Creta (Tito 1: 5).
5Grudem, Sistemática, pp. 912-13.
6Vea el útil análisis en Rinne, Elders, pp. 19-20.