Las mujeres también usan pornografía

No hay lugar más aterrador para sentarse que sola en las sombras con tu pecado. La decadencia penetrante de la destrucción del pecado es lo que causa las verdaderas pesadillas.

Pero ¿qué pasaría si pastores y amigos de la iglesia te ayudaran inadvertidamente a permanecer en las sombras? Podemos conversar fácilmente sobre la depravación total, pero en el momento en que un pastor se dirige solo a hombres un domingo por la mañana para enfrentar el problema de “ellos” con la pornografía, deja a las mujeres en la oscuridad sin querer… con su pecado.

He aconsejado a mujeres con diversos grados de daño por el pecado sexual, desde aquellas que voluntariamente participan en actividades sexuales inapropiadas hasta las que son víctimas del tráfico sexual. No importa cuánto lo vea, nunca deja de sorprenderme la astuta precisión con la que el pecado sexual hiere a las mujeres. Y ahora, gracias a la normalización cultural de la pornografía y la disponibilidad de WiFi y teléfonos inteligentes, las estadísticas de los usuarios de pornografía no solo se han disparado, sino que no han dejado ileso a ningún grupo de edad, demográfico, o de género.

Dicho esto, debemos dejar de asumir que la pornografía es un problema de hombres, porque no lo es. Es un problema humano.

“No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla”, 1 Corintios 10:13.

Debemos dejar de asumir que la pornografía es un problema de hombres, porque no lo es. Es un problema humano.

En contexto, Pablo aborda dos tentaciones específicas: la inmoralidad sexual (1 Co. 10:8) y las quejas (1 Co. 10:10). Pablo llama a estos pecados “comunes” porque son tentaciones regulares que todos enfrentan. Asumir que el pecado sexual es solo un problema masculino es negar la ayuda que Dios promete enviar a todos los cristianos.

Tabúes asesinos

A menudo nos sentimos incómodas hablando sobre el uso femenino de la pornografía. Es un tema delicado que los pastores deben abordar con las mujeres porque la sexualidad, por naturaleza, es íntima. Dado que confesar el pecado sexual a un pastor o anciano es difícil, muchos pueden ser menos conscientes del problema.

Sin embargo, cuando tratamos la pornografía como un problema de los hombres, retenemos la gracia y la ayuda a las mujeres en su momento de necesidad (Heb. 4:16). Nuestro gran sumo sacerdote no simpatiza solo con algunas de nuestras debilidades, sino con todas ellas. Y debido al poder del Espíritu que obra en nosotras, podemos enfrentar con valentía cualquier tipo de pecado. 

Pero cuando hacemos un tabú de un pecado en particular —desde el púlpito o en cualquier otro lugar de la iglesia—, se crean focos de oscuridad donde el pecado puede supurar y florecer. Protegido por el silencio y alimentado por la vergüenza, el pecado no abordado tiene un reino sin restricciones para destruir vidas.

La humildad destruye cadenas

Por otro lado, ningún cristiano, independientemente de su género, puede permanecer en silencio sobre el pecado y libre de vergüenza. Proverbios 28:13 dice: “El que oculta sus transgresiones no prosperará, pero el que las confiesa y las abandona obtendrá misericordia”. 

Cuanto más ocultamos nuestro pecado, más duro se vuelve nuestro corazón. Y el pecado siempre perjudica, incluso cuando parece privado: esto incluye la masturbación y la pornografía; esto incluye el intercambio de mensajes de contenido sexual; esto incluye pensamientos lujuriosos. Tan explícito como es escribir esas palabras, debemos tener claro que la verdadera libertad y la restauración sagrada están disponibles para las mujeres que luchan de esta manera.

Los creyentes que callan sobre su pecado se desperdician en dolor (Sal. 32:3). Cuando nos aislamos, estamos valorando el orgullo que protege nuestra vergüenza sobre la santidad que permite nuestra humildad (Pr. 18:1).  

Pero Dios “se opone al orgulloso” y “da gracia al humilde” (Stg. 4:6). Hermanas, humíllense y no se sometan nuevamente al yugo de la esclavitud (Gál. 5:1). Confiesa. Arrepiéntete. Tu Padre es fiel y justo para perdonar tus pecados y purificar tu corazón (1 Jn. 1:9). 

Jesús responde a tu grito de soledad con su consuelo perfecto.

Jesús responde a tu sentimiento de vergüenza con su récord perfecto.

Jesús responde a tu deseo de compañía con su comunión perfecta.

Jesús responde a tu deseo de máximo placer con sus promesas perfectas.

Hermana, confiesa tu pecado y abraza a Cristo en su lugar.

Esfuerzo en equipo

Las personas no cambian por el poder de las estadísticas o por escuchar sobre los efectos devastadores de la pornografía. Las personas cambian a través del poder transformador del evangelio. Las personas cambian sometiéndose a la verdad de la Palabra de Dios en lugar del apetito voraz de la carne.

Y las personas cambian con ayuda mutua (1 Ts. 5:14).

Una cristiana que lucha con la pornografía necesita que otros creyentes la ayuden a matar el pecado por el poder de la Palabra de Dios.

La pornografía es un problema espiritual arraigado en el engaño de la idolatría, y como toda idolatría, nos necesitamos unos a otros en la lucha. Una cristiana que lucha con la pornografía necesita que otros creyentes la ayuden a matar el pecado por el poder de la Palabra de Dios (Ef. 5:18-21; Col. 3:16). 

Siguiendo el texto sobre la tentación en 1 Corintios 10:12-13, Pablo escribe: “Por tanto, amados míos, huyan de la idolatría”. Todos necesitamos ayuda. Ninguno de nosotros está por encima de la tentación que ofrece la pornografía.

Pastores, la pornografía es un problema humano.

Amiga, si estás luchando, sal de las sombras a Jesús. 

Iglesia, levántate y ayuda a tus hermanas.

Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.
Imagen: Unsplash.

Si conoces a alguien luchando con la pornografía, este es un excelente recurso al respecto: ¡Ayuda! Una amiga lucha con la pornografía.