Ezequiel era coetáneo de Jeremías. Aunque nació en una familia sacerdotal, lo apartaron del templo. En marzo de 597 a.C., lo deportaron a Babilonia, a más de mil cien kilómetros de su tierra, junto al joven rey Jeconías, la reina madre, la aristocracia y muchos de los principales sacerdotes y artesanos. Jeconías estuvo en la cárcel o bajo arresto domiciliario durante treinta y cinco años. La comunidad exiliada, empobrecida y alejada de Jerusalén y del templo, soñaba con nostalgia volver a casa y suplicaba a Dios que los rescatase. No podían concebir que en una década la ciudad fuera totalmente destruida. Trataron de asentarse en los márgenes del río Kebar, probablemente un canal de irrigación procedente del Éufrates. Allí, según Ezequiel 1, a la edad de treinta años y en el quinto de su exilio (es decir, alrededor de 593, seis años antes de la destrucción de Jerusalén), Ezequiel tuvo una visión extraordinaria.
Una explicación detallada de esta visión apocalíptica exige más espacio del que disponemos aquí. No obstante, algunas observaciones son fundamentales:
(1) En términos generales, Ezequiel ve un trono móvil, el de Dios (una vez prediqué sobre este pasaje a algunas personas con deficiencias auditivas, ¡y más de uno creyó que estaba hablando del teléfono móvil de Dios!).
(2) El trono está compuesto por “cuatro seres vivientes”, cada uno de los cuales tenía alas extendidas que se tocaban con las adyacentes, de forma que todas ellas formaban un inmenso cuadrado vacío. Dentro de ese espacio había antorchas, relámpagos y fuego. Cada criatura tenía cuatro rostros, probablemente una forma de indicar que el trono de Dios es inteligente (la cara humana), regio (el león), fuerte (el toro) y compasivo (el águila, cp. Éxodo 19:4; Isaías 40:31). Al lado de cada criatura, había una rueda. Las cuatro parecían estar encajadas entre sí, de forma que no pudiesen caerse. Toda la estructura se mueve en línea recta, como el cursor en un monitor de tres dimensiones, propulsado por las ruedas y las alas adicionales de las criaturas vivientes, dirigida cohesivamente por el Espíritu. Encima de la cabeza de las criaturas, y sustentada por ellas, hay una plataforma como un cuenco gigante, que brilla como el hielo o la escarcha. El trono de Dios se encuentra sobre ella.
(3) La importancia de este trono móvil queda clara más adelante en el libro. En este momento, podemos comprender dos cosas: (a) cuanto más se acerca la visión al propio Dios, se describe a este de forma más distante. La culminación, “tal era el aspecto de la gloria del Señor” (1:28), no da lugar a la concepción de un artista, sino a la adoración; (b) de forma más amplia: las visiones de Dios siempre inducen al quebrantamiento, a la humildad y a la adoración (cp. Isaías 6; Apocalipsis 1, 4—5).
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Las dos metáforas que Pablo utiliza en 1 Corintios 3:5-15 logran más o menos lo mismo, aunque cada una tiene un matiz especial del que la otra carece.
En la metáfora agrícola (3:5-9), el Señor es el agricultor, Pablo prepa- ra la tierra y siembra la semilla, Apolos riega las plantas nacientes y los corintios son “el campo de cultivo de Dios” (5:9); en efecto, “colaboradores de Dios” (es decir, son colaboradores que le pertenecen a Dios, no obreros a la par con Dios). No sólo esto, sino que ni Pablo ni Apolos pueden garantizar que haya fruto: sólo Dios hace crecer la semilla (3:6-7). Entonces, ¿por qué adoptar una postura reverente hacia Pablo o Apolos?
La metáfora arquitectónica llega inicialmente a la misma conclusión: todos los edificadores contribuyen a un edificio y por ello, no se debe idolatrar a ninguno. Ahora los corintios ya no son el campo, sino el edificio mismo (3:9-10). Pablo echó los cimientos del edificio; en otras palabras, fundó la iglesia de Corinto. El fundamento que Pablo puso fue Jesucristo mismo (3:11). Desde su partida de este proyecto de construcción, otros han venido y han edificado sobre estos cimientos. Por lo tanto, hasta este punto la metáfora arquitectónica lleva implícitamente el mismo mensaje que la metáfora agrícola presentó de manera explícita.
Pero, ahora, la metáfora de la arquitectura toma una dirección un tanto diferente. Pablo insiste en que los edificadores posteriores tienen la responsabilidad de elegir cuidadosamente los materiales que usarán en esta construcción (3:12-15). Viene un “día del juicio” (3:13) en el que el fuego consumirá todo lo que no sea precioso a los ojos de Dios. Es posible que un edificador use materiales tan cutres que, al final, todo lo que haya construido quede destruido, aunque él mismo logra escapar del fuego.
Dos observaciones: (1) La persona acerca de la que Pablo afirma que “será salvo, pero como quien pasa por el fuego” (3:15) no se trata de un cristiano meramente nominal cuya conducta es imposible de distinguir de la de cualquier pagano. Estos no entrarán al reino (6:9-10). Esta persona es un “edificador”, no es de la masa de cristianos que forman parte del “edificio” (3:10). La pregunta es si estos evangelistas y pastores están usando los materiales correctos. (2) En 3:16-17, el edificio—la iglesia de Dios—se convierte en un templo. Más adelante, el templo de Dios es el cuerpo de cada cristiano individual (6:19-20), pero aquí se refiere a la iglesia local. Dios ama tanto a este edificio, que amenaza abiertamente con destruir a aquellos que derriben el templo de Dios. Si dañas a la iglesia, profanas el templo de Dios y él te destruirá.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
21 Entonces llegó David a Nob, al sacerdote Ahimelec; y Ahimelec vino tembloroso al encuentro de David, y le dijo: «¿Por qué estás solo y no hay nadie contigo?». 2 Y David respondió al sacerdote Ahimelec: «El rey me ha encomendado cierto asunto y me ha dicho: “Que no sepa nadie acerca del asunto por el cual te envío y que te he encomendado; y yo he citado a los jóvenes a cierto lugar”. 3 Ahora pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes, o lo que tengas». 4 Respondió el sacerdote a David: «No hay pan común a mano, pero hay pan consagrado; siempre que los jóvenes se hayan abstenido de mujer». 5 Y David respondió al sacerdote: «Ciertamente las mujeres nos han sido vedadas; como anteriormente, cuando he salido en campaña, los cuerpos de los jóvenes se han mantenido puros, aunque haya sido un viaje profano; ¿cuánto más puros estarán sus cuerpos hoy?». 6 Entonces el sacerdote le dio pan consagrado; porque allí no había otro pan, sino el pan de la Presencia que había sido quitado de delante del Señor para colocar pan caliente en su lugar al ser retirado.
7 Y uno de los siervos de Saúl estaba allí aquel día, detenido delante del Señor; se llamaba Doeg el edomita, jefe de los pastores de Saúl.
8 David dijo a Ahimelec: «¿No tienes aquí a mano una lanza o una espada? Pues no traje ni espada ni armas conmigo, porque el asunto del rey era urgente». 9 Entonces el sacerdote le dijo: «Mira, la espada de Goliat el filisteo, a quien mataste en el valle de Ela, está envuelta en un paño detrás del efod; si quieres llevártela, tómala, porque aquí no hay otra sino esa». Y David dijo: «Como esa no hay otra; dámela».
10 David se levantó y huyó aquel día de Saúl, y fue a donde estaba Aquis, rey de Gat. 11 Pero los siervos de Aquis le dijeron: «¿No es este David, el rey de la tierra? ¿No cantaban de él en las danzas, diciendo:
“Saúl mató a sus miles, Y David a sus diez miles”?».
12 David tomó en serio estas palabras y temió grandemente a Aquis, rey de Gat. 13 Y se fingió demente ante sus ojos y actuaba como loco en medio de ellos; escribía garabatos en las puertas de la entrada y dejaba que su saliva le corriera por la barba. 14 Entonces Aquis dijo a sus siervos: «Vean al hombre portándose como un loco. ¿Por qué me lo traes? 15 ¿Acaso me hacen falta locos, para que me traigan a este y haga de loco en mi presencia? ¿Va a entrar este en mi casa?».
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3 Así que yo, hermanos, no pude hablarles como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. 2 Les di a beber leche, no alimento sólido, porque todavía no podían recibirlo. En verdad, ni aun ahora pueden, 3 porque todavía son carnales. Pues habiendo celos y discusiones entre ustedes, ¿no son carnales y andan como hombres del mundo? 4 Porque cuando uno dice: «Yo soy de Pablo», y otro: «Yo soy de Apolos», ¿no son como hombres del mundo? 5 ¿Qué es, pues, Apolos? ¿Y qué es Pablo? Servidores mediante los cuales ustedes han creído, según el Señor dio oportunidad a cada uno. 6 Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento. 7 Así que ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios, que da el crecimiento. 8 Ahora bien, el que planta y el que riega son una misma cosa, pero cada uno recibirá su propia recompensa conforme a su propio trabajo. 9 Porque nosotros somos colaboradores en la labor de Dios, y ustedes son el campo de cultivo de Dios, el edificio de Dios.
10 Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como sabio arquitecto, puse el fundamento, y otro edifica sobre él. Pero cada uno tenga cuidado cómo edifica encima. 11 Pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo. 12 Ahora bien, si sobre este fundamento alguien edifica con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, 13 la obra de cada uno se hará evidente; porque el día la dará a conocer, pues con fuego será revelada. El fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno. 14 Si permanece la obra de alguien que ha edificado sobre el fundamento, recibirá recompensa. 15 Si la obra de alguien es consumida por el fuego, sufrirá pérdida; sin embargo, él será salvo, aunque así como a través del fuego.
16 ¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? 17 Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y eso es lo que ustedes son.
18 Nadie se engañe a sí mismo. Si alguien de ustedes se cree sabio según este mundo, hágase necio a fin de llegar a ser sabio. 19 Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios. Pues escrito está: «Él es el que prende a los sabios en su propia astucia». 20 Y también: «El Señor conoce los razonamientos de los sabios, los cuales son inútiles». 21 Así que nadie se jacte en los hombres, porque todo es de ustedes: 22 ya sea Pablo, o Apolos, o Cefas, o el mundo, o la vida, o la muerte, o lo presente, o lo por venir, todo es suyo, 23 y ustedes de Cristo, y Cristo de Dios.
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1 En el año treinta, al quinto día del mes cuarto, estando yo entre los desterrados junto al río Quebar, los cielos se abrieron y contemplé visiones de Dios.
2 (En aquel día cinco del mes, en el año quinto del destierro del rey Joaquín, 3 la palabra del Señor fue dirigida al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos junto al río Quebar, y allí vino sobre él la mano del Señor).
4 Mientras miraba, vi que venía del norte un viento huracanado, una gran nube con fuego fulgurante y un resplandor a su alrededor. En su centro había algo como un metal refulgente en medio del fuego. 5 También en su centro vi figuras semejantes a cuatro seres vivientes. Y este era su aspecto: tenían forma humana. 6 Cada uno de ellos tenía cuatro caras y cuatro alas. 7 Sus piernas eran rectas, y la planta de sus pies era como la planta de la pezuña del ternero, y brillaban como bronce bruñido. 8 Bajo sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos humanas. Los cuatro tenían caras y alas. 9 Sus alas se tocaban una a la otra y sus caras no se volvían cuando andaban. Cada uno iba de frente hacia adelante.
10 La forma de sus caras era como la cara de un hombre; los cuatro tenían cara de león a la derecha y cara de toro a la izquierda; y los cuatro tenían cara de águila. 11 Así eran sus caras. Sus alas se extendían por encima; con dos se tocaban entre sí y con dos cubrían su cuerpo. 12 Cada uno iba de frente hacia adelante; adondequiera que iba el espíritu, iban ellos, sin volverse cuando andaban. 13 En medio de los seres vivientes había algo que parecía carbones encendidos en llamas, eran como antorchas que se lanzaban de un lado a otro entre los seres vivientes. El fuego resplandecía, y del fuego salían rayos. 14 Y los seres vivientes corrían de un lado a otro como el fulgor del relámpago.
15 Miré a los seres vivientes, y vi que había una rueda en la tierra junto a cada uno de los seres vivientes de cuatro caras. 16 El aspecto de las ruedas y su hechura era como el brillo del crisólito, y las cuatro tenían la misma forma; su aspecto y su hechura eran como si una rueda estuviera dentro de la otra rueda. 17 Cuando andaban, se movían en las cuatro direcciones, sin volverse cuando andaban. 18 Sus aros eran altos e imponentes, y los aros de las cuatro ruedas estaban llenos de ojos alrededor. 19 Cuando los seres vivientes andaban, las ruedas se movían con ellos. Y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas también se levantaban. 20 Adondequiera que iba el espíritu, iban ellos en esa dirección. Y las ruedas se levantaban junto con ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas. 21 Cuando los seres andaban, andaban ellas, y cuando ellos se detenían, se detenían ellas. Y cuando ellos se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban junto con ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
22 Sobre las cabezas de los seres vivientes había algo semejante a un firmamento con el brillo deslumbrante de un cristal, extendido por encima de sus cabezas. 23 Debajo del firmamento sus alas se extendían derechas, la una hacia la otra; cada uno tenía dos que cubrían sus cuerpos por un lado y por el otro. 24 Y oí el ruido de sus alas cuando andaban, como el estruendo de muchas aguas, como la voz del Todopoderoso, un ruido de tumulto como el ruido de un campamento militar. Cada vez que se detenían, bajaban sus alas. 25 También hubo un ruido por encima del firmamento que había sobre sus cabezas. Cada vez que se detenían, bajaban sus alas.
26 Sobre el firmamento que estaba por encima de sus cabezas había algo semejante a un trono, de aspecto como de piedra de zafiro; y en lo que se asemejaba a un trono, sobre él, en lo más alto, había una figura con apariencia de hombre. 27 Entonces observé que en lo que parecían Sus lomos y hacia arriba, había algo como metal refulgente que lucía como fuego dentro de ella en derredor, y en lo que parecían Sus lomos y hacia abajo vi algo como fuego, y un resplandor a Su alrededor. 28 Como el aspecto del arco iris que aparece en las nubes en un día lluvioso, así era el aspecto del resplandor en derredor. Tal era el aspecto de la semejanza de la gloria del Señor. Cuando lo vi, caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba.
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37 No te irrites a causa de los malhechores; No tengas envidia de los que practican la iniquidad. 2 Porque como la hierba pronto se secarán Y se marchitarán como la hierba verde. 3 Confía en el Señor, y haz el bien; Habita en la tierra, y cultiva la fidelidad. 4 Pon tu delicia en el Señor, Y Él te dará las peticiones de tu corazón. 5 Encomienda al Señor tu camino, Confía en Él, que Él actuará; 6 Hará resplandecer tu justicia como la luz, Y tu derecho como el mediodía.
7 Confía callado en el Señor y espera en Él con paciencia; No te irrites a causa del que prospera en su camino, Por el hombre que lleva a cabo sus intrigas. 8 Deja la ira y abandona el furor; No te irrites, solo harías lo malo. 9 Porque los malhechores serán exterminados, Pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra. 10 Un poco más y no existirá el impío; Buscarás con cuidado su lugar, pero él no estará allí. 11 Pero los humildes poseerán la tierra Y se deleitarán en abundante prosperidad.
12 El impío trama contra el justo, Y contra él rechina sus dientes. 13 El Señor se ríe de él, Porque ve que su día se acerca. 14 Los impíos han sacado la espada y entesado el arco Para abatir al afligido y al necesitado, Para matar a los de recto proceder. 15 Su espada les atravesará su propio corazón, Y sus arcos serán quebrados.
16 Mejor es lo poco del justo Que la abundancia de muchos impíos. 17 Porque los brazos de los impíos serán quebrados, Pero el Señor sostiene a los justos. 18 El Señor conoce los días de los íntegros, Y su herencia será perpetua. 19 No serán avergonzados en el tiempo malo, Y en días de hambre se saciarán. 20 Pero los impíos perecerán, Y los enemigos del Señor serán como las flores de los prados; Desaparecen, se desvanecen como el humo. 21 El impío pide prestado y no paga, Pero el justo es compasivo y da. 22 Porque los que son bendecidos por el Señor poseerán la tierra, Pero los maldecidos por Él serán exterminados.
23 Por el Señor son ordenados los pasos del hombre, Y el Señor se deleita en su camino. 24 Cuando caiga, no quedará derribado, Porque el Señor sostiene su mano. 25 Yo fui joven, y ya soy viejo, Y no he visto al justo desamparado, Ni a su descendencia mendigando pan. 26 Todo el día es compasivo y presta, Y su descendencia es para bendición.
27 Apártate del mal y haz el bien, Y tendrás morada para siempre. 28 Porque el Señor ama la justicia, Y no abandona a Sus santos; Ellos son preservados para siempre, Pero la descendencia de los impíos será exterminada. 29 Los justos poseerán la tierra, Y para siempre morarán en ella. 30 La boca del justo profiere sabiduría Y su lengua habla rectitud. 31 La ley de su Dios está en su corazón; No vacilan sus pasos. 32 El impío acecha al justo Y procura matarlo. 33 El Señor no dejará al justo en sus manos, Ni permitirá que lo condenen cuando sea juzgado. 34 Espera en el Señor y guarda Su camino, Y Él te exaltará para que poseas la tierra. Cuando los impíos sean exterminados, tú lo verás.
35 He visto al impío, violento, Extenderse como frondoso árbol en su propio suelo. 36 Luego pasó, y ya no estaba; Lo busqué, pero no se pudo encontrar. 37 Observa al que es íntegro, mira al que es recto; Porque el hombre de paz tendrá descendencia. 38 Pero los transgresores serán destruidos a una; La posteridad de los impíos será exterminada. 39 Pero la salvación de los justos viene del Señor; Él es su fortaleza en el tiempo de la angustia. 40 El Señor los ayuda y los libra; Los libra de los impíos y los salva, Porque en Él se refugian.
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