Millones de cristianos han cantado estas palabras como cántico. Otros muchos han reflexionado en ellas en su propia lectura de las Escrituras: “Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser” (Salmo 42:1).
Es una imagen sobrecogedora. Uno se imagina un ciervo o una cierva, bajando hasta el límite del bosque, en la luz tenue del crepúsculo al final de un día caluroso, para calmar su sed en las aguas frescas de un arroyo cristalino. Cuando los creyentes se han aplicado esta imagen a ellos mismos, han evocado una diversidad enorme de circunstancias personales: los anhelos semimísticos de una valiente orientación teocéntrico que desafía cualquier oposición cultural, o un anhelo solitario de un sentimiento real de la presencia de Dios cuando los cielos parecen mudos como el bronce, un contentamiento sereno con nuestra propia experiencia religiosa, y mucho más.
Pero sean las que sean las aplicaciones de esta imagen conmovedora, la situación del ciervo, igual que la del salmista como veremos más adelante, entraña mucho estrés. El ciervo no se acerca al arroyo para obtener su cuota habitual de agua fresca; está jadeante para lograr beber. El salterio métrico añade las palabras: “acalorado por la caza”. No obstante, esta idea está ausente del texto y la aplicación que hace el salmista no encaja tan bien con esta como con otra posibilidad. El salmista piensa más bien en un ciervo que jadea por corrientes de agua en una estación de sequía y hambre (igual que la que se describe en Joel 1:20). Del mismo modo, él está hambriento de Dios, anhelando su presencia, y en particular estar de nuevo en Jerusalén, disfrutando del culto en el templo, cuando “…yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta” (42:4). En lugar de ello se encuentra abatido (42:5) porque está muy lejos, en el valle de Jordán, cerca de las alturas de Hermón, en el extremo norte del país.
Aquí, el salmista debe luchar contra los enemigos que le atormentan: “mis adversarios, mientras me echan en cara a todas horas: «¿Dónde está tu Dios?” (42:10). Lo único que podrá satisfacer al salmista no es, finalmente, Jerusalén y el templo, sino Dios mismo. Esté donde esté, el salmista puede declarar: “Esta es la oración al Dios de mi vida: que de día el SEÑOR mande su amor, y de noche su canto me acompañe” (42:8). Por lo tanto, cobra ánimo con estas reflexiones: “¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!” (42:11).
Canta este himno, repite estas líneas antiguas. Y anímate cuando luchas contra la fría niebla del desespero y Dios parece estar lejos.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Cantares 5:2-16 comienza una nueva parte, con la relación enfriándose y al menos potencialmente en peligro. Probablemente, la interpretación más común es que esta sección forma parte de un sueño. Nótense las primeras palabras: “Yo dormía, pero mi corazón velaba”, casi la definición del sueño. Lo fuese o no, la intensidad de la relación está declinando. En 5:2, el amante quiere estar con la amada, pero la respuesta inicial de esta es fría: “Ya me he quitado la ropa; ¡cómo volver a vestirme! Ya me he lavado los pies; ¡cómo ensuciarlos de nuevo!” (5:3), palabras que no tienen nada que ver con la espera apasionada y la bienvenida.
Estas líneas y las siguientes puede leerse en dos niveles. En el primero, la amada se ha ido a la cama y ni siquiera se debe molestarla para que se levante a abrir la puerta; podría mancharse los pies. El amante mete la mano por un agujero de la puerta y trata de quitar el pestillo. La amada se lo piensa mejor. Algo tarde, salta de la cama, ahora con bastante precipitación, para abrir la puerta y encontrarse con que su amado se ha marchado (5:5-6). Decepcionada y avergonzada, recorre la ciudad buscándolo, y esta vez los policías nocturnos, los “centinelas”, la golpean (5:7). No se sabe realmente por qué lo hacen, aunque algunos han sugerido que estaba formando tal alboroto que solamente pudieron calmarla así. En este caso las “mujeres de Jerusalén” (5:8-9) no son amigas, sino chicas de la ciudad a las que persuade finalmente para que se unan a la búsqueda, que acaba teniendo éxito.
En el segundo nivel, encontramos una serie de dobles sentidos. “Pies” (5:3) es en ocasiones un eufemismo de los genitales (p. ej., el hebreo de Jueces 3:24; 1 Samuel 24:3; Isaías 7:20; Ezequiel 16:25; y el paralelismo entre “lava tus pies” y “dormir con mi mujer” en 2 Samuel 11:8, 11 [rvr60]). Algunas versiones emplean a menudo “abrir el cerrojo” o algo parecido en 5:4, pero el original, relativamente raro, no lo exige. Además, el resto del versículo, y los dos siguientes, sugieren una situación diferente, una excitación por parte de la mujer. Esta vez, sin embargo, el amante, por la razón que sea, quizás por impaciencia o decepción, se ha marchado.
¿Qué conclusiones sacaremos de esta situación? En primer lugar, todos los matrimonios, incluso los mejores, pasan a veces por periodos de frialdad o reserva que pueden destruirlos si no se pone remedio. En segundo lugar, sea un sueño o no, el camino a seguir es la búsqueda mutua entre ambos cónyuges, un compromiso renovado con el lenguaje y la abnegación del amor. En tercer lugar, Pablo es casi tan explícito, aunque más prosaico, cuando declara que los cristianos casados, exceptuando casos muy claros, no deben privar a sus cónyuges de las relaciones sexuales (1 Corintios 7:5; véase la meditación del 20 de febrero).
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
7 El día en que Moisés terminó de levantar el tabernáculo, lo ungió y lo consagró con todos sus muebles; también ungió y consagró el altar y todos sus utensilios. 2 Entonces los jefes de Israel, las cabezas de sus casas paternas, presentaron una ofrenda (ellos eran los jefes de las tribus, los que estaban sobre los enumerados). 3 Y ellos trajeron su ofrenda delante del SEÑOR: seis carretas cubiertas y doce bueyes, una carreta por cada dos jefes y un buey por cada uno. Los presentaron ante el tabernáculo. 4 Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: 5 «Acepta de ellos estas cosas, para que sean usadas en el servicio de la tienda de reunión, y las darás a los levitas, a cada uno conforme a su ministerio».
6 Entonces Moisés tomó las carretas y los bueyes, y se los dio a los levitas. 7 A los hijos de Gersón, les dio dos carretas y cuatro bueyes conforme a su ministerio. 8 Cuatro carretas y ocho bueyes les dio a los hijos de Merari, conforme a su ministerio, bajo la dirección de Itamar, hijo del sacerdote Aarón. 9 Pero a los hijos de Coat no les dio nada, porque su ministerio consistía en llevar sobre sus hombros los objetos sagrados. 10 Los jefes presentaron la ofrenda de dedicación del altar el día que fue ungido; los jefes presentaron su ofrenda ante el altar. 11 Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: «Que presenten su ofrenda, un jefe cada día, para la dedicación del altar».
12 El que presentó su ofrenda el primer día fue Naasón, hijo de Aminadab, de la tribu de Judá. 13 Y su ofrenda fue una fuente de plata de 130 siclos (1.48 kilos) de peso, un tazón de plata de setenta siclos (798 gramos) conforme al siclo del santuario, ambos llenos de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de cereal; 14 un recipiente de oro de diez siclos (114 gramos) lleno de incienso; 15 un novillo, un carnero y un cordero de un año, como holocausto; 16 un macho cabrío como ofrenda por el pecado; 17 y para el sacrificio de las ofrendas de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda de Naasón, hijo de Aminadab.
18 El segundo día, Natanael, hijo de Zuar, jefe de Isacar, presentó su ofrenda. 19 Y él presentó como su ofrenda una fuente de plata de 130 siclos de peso, un tazón de plata de setenta siclos, conforme al siclo del santuario, ambos llenos de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de cereal; 20 un recipiente de oro de diez siclos lleno de incienso; 21 un novillo, un carnero y un cordero de un año, como holocausto; 22 un macho cabrío como ofrenda por el pecado; 23 y para el sacrificio de las ofrendas de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda de Natanael, hijo de Zuar.
24 El tercer día se presentó Eliab, hijo de Helón, jefe de la tribu de Zabulón. 25 Y su ofrenda fue una fuente de plata de 130 siclos de peso, un tazón de plata de setenta siclos, conforme al siclo del santuario, ambos llenos de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de cereal; 26 un recipiente de oro de diez siclos, lleno de incienso; 27 un novillo, un carnero y un cordero de un año, como holocausto; 28 un macho cabrío como ofrenda por el pecado; 29 y para el sacrificio de las ofrendas de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda de Eliab, hijo de Helón.
30 El cuarto día se presentó Elisur, hijo de Sedeur, jefe de la tribu de Rubén. 31 Y su ofrenda fue una fuente de plata de 130 siclos de peso, un tazón de plata de setenta siclos, conforme al siclo del santuario, ambos llenos de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de cereal; 32 un recipiente de oro de diez siclos, lleno de incienso; 33 un novillo, un carnero y un cordero de un año, como holocausto; 34 un macho cabrío como ofrenda por el pecado; 35 y para el sacrificio de las ofrendas de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda de Elisur, hijo de Zedeur.
36 El quinto día se presentó Selumiel, hijo de Zurisadai, jefe de la tribu de Simeón. 37 Y su ofrenda fue una fuente de plata de 130 siclos de peso, un tazón de plata de setenta siclos, conforme al siclo del santuario, ambos llenos de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de cereal; 38 un recipiente de oro de diez siclos, lleno de incienso; 39 un novillo, un carnero y un cordero de un año, como holocausto; 40 un macho cabrío como ofrenda por el pecado; 41 y para el sacrificio de las ofrendas de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda de Selumiel, hijo de Zurisadai.
42 El sexto día se presentó Eliasaf, hijo de Deuel, jefe de la tribu de Gad. 43 Y su ofrenda fue una fuente de plata de 130 siclos de peso, un tazón de plata de setenta siclos, conforme al siclo del santuario, ambos llenos de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de cereal; 44 un recipiente de oro de diez siclos, lleno de incienso; 45 un novillo, un carnero y un cordero de un año, como holocausto; 46 un macho cabrío como ofrenda por el pecado; 47 y para el sacrificio de las ofrendas de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda de Eliasaf, hijo de Deuel.
48 El séptimo día se presentó Elisama, hijo de Amiud, jefe de la tribu de Efraín. 49 Y su ofrenda fue una fuente de plata de 130 siclos de peso, un tazón de plata de setenta siclos, conforme al siclo del santuario, ambos llenos de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de cereal; 50 un recipiente de oro de diez siclos, lleno de incienso; 51 un novillo, un carnero y un cordero de un año, como holocausto; 52 un macho cabrío como ofrenda por el pecado; 53 y para el sacrificio de las ofrendas de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda de Elisama, hijo de Amiud.
54 El octavo día se presentó Gamaliel, hijo de Pedasur, jefe de la tribu de Manasés. 55 Y su ofrenda fue una fuente de plata de 130 siclos de peso, un tazón de plata de setenta siclos, conforme al siclo del santuario, ambos llenos de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de cereal; 56 un recipiente de oro de diez siclos, lleno de incienso; 57 un novillo, un carnero y un cordero de un año, como holocausto; 58 un macho cabrío como ofrenda por el pecado; 59 y para el sacrificio de las ofrendas de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda de Gamaliel, hijo de Pedasur.
60 El noveno día se presentó Abidán, hijo de Gedeoni, jefe de la tribu de Benjamín. 61 Y su ofrenda fue una fuente de plata de 130 siclos de peso, un tazón de plata de setenta siclos, conforme al siclo del santuario, ambos llenos de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de cereal; 62 un recipiente de oro de diez siclos, lleno de incienso; 63 un novillo, un carnero y un cordero de un año, como holocausto; 64 un macho cabrío como ofrenda por el pecado; 65 y para el sacrificio de las ofrendas de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda de Abidán, hijo de Gedeoni.
66 El décimo día se presentó Ahiezer, hijo de Amisadai, jefe de la tribu de Dan. 67 Y su ofrenda fue una fuente de plata de 130 siclos de peso, un tazón de plata de setenta siclos, conforme al siclo del santuario, ambos llenos de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de cereal; 68 un recipiente de oro de diez siclos, lleno de incienso; 69 un novillo, un carnero y un cordero de un año, como holocausto; 70 un macho cabrío como ofrenda por el pecado; 71 y para el sacrificio de las ofrendas de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda de Ahiezer, hijo de Amisadai.
72 El undécimo día se presentó Pagiel, hijo de Ocrán, jefe de la tribu de Aser. 73 Y su ofrenda fue una fuente de plata de 130 siclos de peso, un tazón de plata de setenta siclos, conforme al siclo del santuario, ambos llenos de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de cereal; 74 un recipiente de oro de diez siclos, lleno de incienso; 75 un novillo, un carnero y un cordero de un año, como holocausto; 76 un macho cabrío como ofrenda por el pecado; 77 y para el sacrificio de las ofrendas de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda de Pagiel, hijo de Ocrán.
78 El duodécimo día se presentó Ahira, hijo de Enán, jefe de la tribu de Neftalí. 79 Y su ofrenda fue una fuente de plata de 130 siclos de peso, un tazón de plata de setenta siclos, conforme al siclo del santuario, ambos llenos de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de cereal; 80 un recipiente de oro de diez siclos, lleno de incienso; 81 un novillo, un carnero y un cordero de un año, como holocausto; 82 un macho cabrío como ofrenda por el pecado; 83 y para el sacrificio de las ofrendas de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda de Ahira, hijo de Enán.
84 Esta fue la ofrenda de dedicación del altar presentadas por los jefes de Israel cuando lo ungieron: doce fuentes de plata, doce tazones de plata, doce recipientes de oro, 85 cada fuente de plata pesaba 130 siclos, y cada tazón setenta siclos; toda la plata de los utensilios era 2,400 siclos (27.4 kilos), conforme al siclo del santuario; 86 los doce recipientes de oro, llenos de incienso, pesaban diez siclos cada uno, conforme al siclo del santuario. Todo el oro de los recipientes era 120 siclos (1.4 kilos). 87 El total de los animales para el holocausto fue de doce novillos; los carneros, doce; los corderos de un año con sus ofrendas de cereal, doce; y los machos cabríos para la ofrenda por el pecado, doce. 88 El total de los animales para el sacrificio de las ofrendas de paz, fue de veinticuatro novillos; los carneros, sesenta; los machos cabríos, sesenta; y los corderos de un año, sesenta. Esta fue la ofrenda de la dedicación del altar después que fue ungido.
89 Y al entrar Moisés en la tienda de reunión para hablar con el Señor, oyó la voz que le hablaba desde encima del propiciatorio que estaba sobre el arca del testimonio, de entre los dos querubines. Así Él le habló.
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Para el director del coro. Masquil de los hijos de Coré.
42 Como el ciervo anhela las corrientes de agua,
Así suspira por Ti, oh Dios, el alma mía.
2 Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente;
¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?
3 Mis lágrimas han sido mi alimento de día y de noche,
Mientras me dicen todo el día: «¿Dónde está tu Dios?».
4 Me acuerdo de estas cosas y derramo mi alma dentro de mí;
De cómo iba yo con la multitud y la guiaba hasta la casa de Dios,
Con voz de alegría y de acción de gracias, con la muchedumbre en fiesta.
5 ¿Por qué te desesperas, alma mía,
Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios, pues he de alabarlo otra vez
Por la salvación de Su presencia.
6 Dios mío, mi alma está en mí deprimida;
Por eso me acuerdo de Ti desde la tierra del Jordán,
Y desde las cumbres del Hermón, desde el monte Mizar.
7 Un abismo llama a otro abismo a la voz de Tus cascadas;
Todas Tus ondas y Tus olas han pasado sobre mí.
8 De día mandará el SEÑOR Su misericordia,
Y de noche Su cántico estará conmigo;
Elevaré una oración al Dios de mi vida.
9 A Dios, mi roca, diré: «¿Por qué me has olvidado?
¿Por qué ando sombrío por la opresión del enemigo?».
10 Como quien quebranta mis huesos, mis adversarios me afrentan,
Mientras me dicen todo el día: «¿Dónde está tu Dios?».
11 ¿Por qué te desesperas, alma mía,
Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios, pues lo he de alabar otra vez.
¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!
43 Hazme justicia, oh Dios, y defiende mi causa contra una nación impía;
Líbrame del hombre engañoso e injusto.
2 Ya que Tú eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has rechazado?
¿Por qué ando sombrío por la opresión del enemigo?
3 Envía Tu luz y Tu verdad; que ellas me guíen,
Que me lleven a Tu santo monte
Y a Tus moradas.
4 Entonces llegaré al altar de Dios,
A Dios, mi supremo gozo;
Y al son de la lira te alabaré, oh Dios, Dios mío.
5 ¿Por qué te desesperas, alma mía,
Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios, pues lo he de alabar otra vez.
¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!
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5 «He entrado en mi huerto, hermana mía, esposa mía;
He recogido mi mirra con mi bálsamo.
He comido mi panal y mi miel;
He bebido mi vino y mi leche.
Coman, amigos;
Beban y embriáguense, oh amados».
2 «Yo dormía, pero mi corazón velaba,
¡Una voz! ¡Mi amado toca a la puerta!
“Abreme, hermana mía, amada mía,
Paloma mía, perfecta mía,
Pues mi cabeza está empapada de rocío,
Mis cabellos empapados de la humedad de la noche”.
3 Me he quitado la ropa,
¿Cómo he de vestirme de nuevo?
Me he lavado los pies,
¿Cómo he de ensuciarlos de nuevo?
4 Mi amado metió su mano por la abertura de la puerta,
Y se estremecieron por él mis entrañas.
5 Yo me levanté para abrir a mi amado;
Y mis manos destilaron mirra,
Y mis dedos mirra líquida,
Sobre las manecillas de la cerradura.
6 Abrí yo a mi amado,
Pero mi amado se había retirado, se había ido.
Tras su hablar salió mi alma.
Lo busqué, y no lo hallé;
Lo llamé, y no me respondió.
7 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad,
Me golpearon y me hirieron;
Me quitaron de encima mi chal los guardas de las murallas.
8 Yo les ruego, oh hijas de Jerusalén,
Si encuentran a mi amado,
¿Qué le han de decir?:
Que estoy enferma de amor».
9 «¿Qué clase de amado es tu amado,
Oh la más hermosa de las mujeres?
¿Qué clase de amado es tu amado,
Que así nos ruegas?».
10 «Mi amado es apuesto y sonrosado,
Distinguido entre diez mil.
11 Su cabeza es como oro, oro puro,
Sus cabellos, como racimos de dátiles,
Negros como el cuervo.
12 Sus ojos son como palomas
Junto a corrientes de agua,
Bañados en leche,
Colocados en su engaste.
13 Sus mejillas, como eras de bálsamo,
Como riberas de hierbas aromáticas;
Sus labios son lirios
Que destilan mirra líquida.
14 Sus manos son barras de oro
Engastadas de berilo;
Su vientre es marfil tallado
Recubierto de zafiros.
15 Sus piernas son columnas de alabastro
Asentadas sobre basas de oro puro;
Su aspecto es como el Líbano,
Gallardo como los cedros.
16 Su paladar es dulcísimo,
Y todo él, deseable.
Este es mi amado y este es mi amigo,
Hijas de Jerusalén».
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5 Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en las cosas que a Dios se refieren, para presentar ofrendas y sacrificios por los pecados. 2 Puede obrar con benignidad para con los ignorantes y extraviados, puesto que él mismo está sujeto a flaquezas. 3 Por esa causa está obligado a ofrecer sacrificios por los pecados, tanto por sí mismo como por el pueblo. 4 Nadie toma este honor para sí mismo, sino que lo recibe cuando es llamado por Dios, así como lo fue Aarón.
5 De la misma manera, Cristo no se glorificó a Él mismo para hacerse Sumo Sacerdote, sino que lo glorificó el que le dijo:
«HIJO MÍO ERES TÚ,
YO TE HE ENGENDRADO HOY»;
6 como también dice en otro pasaje:
«TÚ ERES SACERDOTE PARA SIEMPRE
SEGÚN EL ORDEN DE MELQUISEDEC».
7 Cristo, en los días de Su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, fue oído a causa de Su temor reverente. 8 Aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que padeció; 9 y habiendo sido hecho perfecto, vino a ser fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen, 10 siendo constituido por Dios como sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.
11 Acerca de esto tenemos mucho que decir, y es difícil de explicar, puesto que ustedes se han hecho tardos para oír. 12 Pues aunque ya debieran ser maestros, otra vez tienen necesidad de que alguien les enseñe los principios elementales de los oráculos de Dios, y han llegado a tener necesidad de leche y no de alimento sólido. 13 Porque todo el que toma solo leche, no está acostumbrado a la palabra de justicia, porque es niño. 14 Pero el alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal.
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