¿Por qué era necesario que Cristo, el Redentor, muriera?

Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de El Catecismo de la Nueva Ciudad: La verdad de Dios para nuestras mentes y nuestros corazones (Poiema Publicaciones, 2018)editado por Collin HansenPuedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

¿Por qué era necesario que Cristo, el Redentor, muriera?

Debido a que la muerte es la paga del pecado, Cristo murió voluntariamente en nuestro lugar para liberarnos del poder y del precio del pecado, y para llevarnos a Dios. Por Su muerte expiatoria y sustitutiva, solo Él nos redime del infierno y obtiene para nosotros el perdón de pecados, justicia, y vida eterna.

Colosenses 1:21-22. “En otro tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones, estaban alejados de Dios y eran sus enemigos. Pero ahora Dios, a fin de presentarlos santos, intachables e irreprochables delante de Él, los ha reconciliado en el cuerpo mortal de Cristo mediante Su muerte”.

Atanasio de Alejandría afirmó que:

“… al tomar un cuerpo como el nuestro, debido a que todos nuestros cuerpos están sujetos a la corrupción de la muerte, Cristo entregó Su cuerpo a la muerte en nuestro lugar, y lo ofreció a Su Padre. Esto lo hizo por puro amor hacia nosotros, para que en Su muerte todos puedan morir y la ley de la muerte sea abolida porque, habiendo cumplido en Su cuerpo lo que estaba planeado, la muerte ha sido despojada de su poder sobre los hombres. Esto lo hizo para que los hombres que se habían ido tras la corrupción volvieran a la incorrupción, dándoles vida a través de la muerte mediante la apropiación de Su cuerpo y por la gracia de Su resurrección. Así haría desaparecer la muerte de ellos como paja consumida por el fuego”.[1]

Cristo murió voluntariamente en nuestro lugar para liberarnos del poder y del precio del pecado, y para llevarnos a Dios

¿Por qué era necesario que Cristo, el Redentor, muriera? Esta es una pregunta importante. No sé si haya una pregun­ta más importante que esta. Cristo vivió una vida perfecta, la vida que tú y yo debimos haber vivido. Vivió una vida de amor, de servicio. Vivió una vida asombrosa de confianza en Su Padre celestial. Así que la pregunta es de suma importan­cia. ¿Por qué tuvo que morir alguien como Él? ¿Por qué era moralmente necesario?

Bueno, Él no tendría que haber muerto por Sí mismo. Si pensáramos solo en Jesús, no habría necesidad de la cruz. No, Él murió porque sería el Redentor. Su voluntad, y la vo­luntad de Su Padre, fue redimirnos. Él quiso poner Su vida, sacrificarse a Sí mismo al morir en la cruz para rescatarnos del castigo que merecíamos. Y es que debido a que Dios es bueno, Él castigará el pecado.

Todo lo malo que hemos he­cho en secreto, Dios lo sabe. Dios es real. Él no es solo una idea. Él no es solo un invento de nuestra imaginación. Y este Dios está tan comprometido con lo que es bueno y correcto que todo pecado será castigado. Y aquí es donde entra Jesús. Jesús está determinado a ser nuestro Redentor. Fue la volun­tad del Padre celestial que se diera a Sí mismo como sacri­ficio en nuestro lugar, como nuestro sustituto.

¿Por qué tenía que morir el Redentor? Porque era la única forma en que tú y yo pudiéramos vivir

Esa palabra la usamos con frecuencia, “sustituto”, en lugar de, en vez de ti y de mí. Jesús es nuestro sustituto si nos arrepentimos de nuestros pecados, nos apartamos de ellos y confiamos en Él. Así que ¿por qué tenía que morir el Redentor? Porque era la única forma en que tú y yo pudiéramos vivir.

Oración: Salvador expiatorio, gracias por no darnos la espalda, por soportar todo el camino hasta la muerte en la cruz y más allá. Gracias a Tu muerte podemos vivir eternamente. Con este conocimiento, ayúdanos a enfrentar nuestra muerte con valor, fe y esperanza. Amén.

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[1] Atanasio, La encarnación del Verbo (Ciudad Nueva, 2000).