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Cuando leo frases como «¡Acabemos con la injusticia!», «¡Acabemos con el tráfico de personas!» y «¡Acabemos con el racismo!» en pancartas de protesta o en publicaciones en redes sociales, me vienen a la mente un par de pensamientos. El primero es: ¡Sí! Quiero que el mundo sea libre de estas injusticias. Mi segundo pensamiento es irónico: Estos gritos exigen demasiado y muy poco al mismo tiempo.

Piden demasiado porque la humanidad pecadora nunca erradicará por completo el pecado en esta vida. Piden muy poco porque, cuando Cristo regrese, Él acabará con la injusticia, la trata de personas y el racismo, pero no se detendrá ahí: también acabará con todo el sufrimiento, el mal y uno de los mayores enemigos de la humanidad, la muerte.

En la Escritura encontramos un clamor mucho más adecuado para el pueblo de Dios: «¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22:20). Este clamor, escrito por el apóstol Juan, cierra la Biblia y responde ante la promesa de Jesús de volver pronto (Ap 22:7, 12, 20). Es una oración que expresa nuestra bendita esperanza, el regreso físico de nuestro Señor y Salvador Jesucristo para reinar y restaurar Su creación quebrantada (Tit 2:13). Con tanto mal en el mundo, orar «¡Ven, Señor Jesús!» es mirar con fe al Único que puede arreglarlo todo.

La oración «¡Ven, Señor Jesús!» tiene al menos cuatro aspectos que necesitamos analizar para comprender qué queremos decir con esta frase.

¡Acaba con todo el sufrimiento y el mal!

Cuando Jesús regrese, pondrá fin a toda maldad, pecado e injusticia. Desde los grandes pecados escandalosos, como asesinatos en masa, hasta las faltas menores, como la codicia, el pecado será erradicado para siempre, junto con todo el sufrimiento que causa. «Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado» (Ap 21:4).

Dios quitará la maldición del pecado del mundo y restaurará toda la bondad de Su creación. El apóstol Juan escribe en su epístola: «El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo» (1 Jn 3:8b).

¡Juzga a tus enemigos!

Jesús no solo pondrá fin al mal, sino que también acabará con los malhechores. Todos los que se rebelaron contra Jesucristo en esta tierra se enfrentarán a Su justo juicio. Por fin habrá justicia perfecta para todos los que han sufrido abusos, calumnias, asesinatos y otros males.

Con tanto mal en el mundo, orar «¡Ven, Señor Jesús!» es mirar con fe al Único que puede arreglarlo todo

No solo destruirá las obras del diablo, sino que arrojará al diablo y a sus demonios al lago de fuego para el castigo eterno (Ap 20:10). La profecía de un Mesías que vendrá a aplastar la cabeza de la serpiente se cumplirá definitivamente (véase Gn 3:15).

Aunque algunos cristianos se oponen a orar por el juicio de nuestros enemigos, ya que Cristo nos llama a amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos maldicen y orar por ellos (Mt 5:44), orar por el juicio de aquellos que no se arrepienten no es más que pedirle a Dios que cumpla Sus promesas. Es confiar la justicia definitiva en las manos confiables del único Juez justo, en lugar de vengarnos nosotros mismos (Ro 12:19).

Pero el juicio no es la única obra de Cristo en Su regreso; junto con el juicio viene también la salvación.

¡Salva a tu pueblo!

A lo largo de toda la historia de la Biblia vemos la gloria de Dios manifestada cuando juzga a Sus enemigos y salva a Su pueblo. Consideremos la historia del Éxodo, cuando las plagas atormentaron al Egipto incrédulo mientras Dios protegía a Su pueblo Israel.

Durante Su primera venida, Jesucristo tomó sobre Sí mismo en la cruz el juicio que nosotros merecíamos, para que pudiéramos ser salvos. Cuando regrese, los muertos en Cristo serán resucitados a la vida eterna y recibirán sus cuerpos resucitados. «Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: “El tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos”» (Ap 21:3).

¡Concédenos las bendiciones del cielo plenamente!

Cuando Cristo regrese, disfrutaremos de la vida tal y como fue concebida en el cielo nuevo y tierra nueva. Nunca más experimentaremos el pecado, las lágrimas, el dolor o la muerte.

Disfrutaremos de todas las bendiciones de la creación libres de maldición. Disfrutaremos del amor perfecto de Dios y de Su presencia mientras Él renueva todas las cosas. Él satisfará todos nuestros anhelos de maneras que superan nuestra imaginación:

Sino como está escrito:
«Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,
Ni han entrado al corazón del hombre,
Son las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman» (1 Co 2:9).

El propósito final de la oración

«¡Ven, Señor Jesús!» es tanto la última oración en la Biblia como su objetivo final. Cuando Jesús venga, no necesitaremos orar más. La fe se convertirá en visión. Disfrutaremos de la presencia perfecta de Dios por los siglos de los siglos.

Cuando Cristo regrese, disfrutaremos de la vida tal y como fue concebida en el cielo nuevo y tierra nueva

Es el objetivo final de la oración, porque cumple perfectamente con el Padrenuestro (Mt 6:9-13). Cuando Cristo regrese, Su nombre será alabado por los siglos de los siglos (Ap 11:15). Su Reino vendrá en perfección y plenitud. Él hará Su voluntad perfecta «en la tierra como en el cielo», ya que el cielo se unirá a la tierra. Proveerá plenamente para nuestras necesidades diarias, incluyendo el perdón y la liberación de la tentación y del mal, para siempre.

Deja que la oración «¡Ven, Señor Jesús!» se convierta en el clamor de tu corazón. Ora estas tres gloriosas palabras cuando tu alma sufra por diagnósticos devastadores, desastres naturales, luchas contra el pecado, el dolor en la iglesia, la furia política y todos los demás problemas que enfrentamos. Ten ánimo: un día Jesús vendrá, y como dice el himno, ¡qué día tan glorioso será ese!

El mundo clama por justicia, pero la iglesia tiene un clamor más grande: «¡Ven, Señor Jesús!». Ese es el único grito que lo cambiará todo.

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