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Julia es una madre soltera que enfrenta las dificultades de trabajar y criar a su hijo sin un esposo. Ella quisiera que su vida fuera diferente y, movida por ese deseo, poco a poco comenzó a crear esa vida, pero en su propia mente. Cada vez con más frecuencia se va al mundo que creó, donde está casada con un hombre que la ama y cuida de ella y de su hijo, un mundo en el que es una madre excelente y su trabajo es un completo deleite.

Ricardo es un joven con distintas responsabilidades laborales y a nivel de estudios, pero siente que nada de eso le da lo que verdaderamente quisiera tener, por lo que no quiere cumplir con sus tareas cotidianas. Su trabajo y estudios no le producen placer y por eso se envuelve en otras actividades más fáciles y menos productivas, las cuales —según él— le producen lo que está buscando.

Julia y Ricardo tienen algo en común: ambos están buscando alejarse de aquello que representa dificultad en sus vidas o de algo que no quisieran tener. Así que ambos recurren, de una manera u otra, a escapar.

Anestesia sin sanidad

En una clase de consejería bíblica escuché al Dr. Jeremy Pierre definir el escapismo así:

El escapismo es la tendencia pautada de evitar aspectos difíciles de la responsabilidad personal comprometiéndose con tareas separadas, más fáciles y, por lo general, menos productivas. Puede ocurrir en respuesta a cualquier cosa, desde las presiones diarias regulares de la vida hasta una dolorosa tragedia personal. La comodidad o el alivio personal se convierte en la motivación principal, por encima y en contra del llamado personal de Dios.

Muchas veces tendemos a confiar en otras cosas, en lugar de en Dios, porque descansar en el Señor requiere esfuerzo, requiere fe

Permíteme explicarlo con una ilustración. Imagina que tienes un profundo dolor físico y, cuando vas al médico, te enteras de que tienes una infección, por lo que necesitas un tratamiento largo y tedioso. Sin embargo, en lugar de hacer el tratamiento y enfrentar la infección, decides solo tomar pastillas para aliviar el dolor para darte una sensación de descanso momentánea.

Bajo los efectos de esta anestesia, sientes alivio y reposo, pero luego regresa el dolor de tu enfermedad otra vez y, mientras más pasa el tiempo, más empeora tu situación. No obstante, sigues buscando formas de aliviar el dolor, sin hacer lo que tienes que hacer para sanar realmente. Aunque suene absurdo, esto es lo que hacemos muchas veces ante situaciones dolorosas o incómodas de la vida.

El escapismo es la anestesia sin la sanidad. Es huir de aquello que no nos gusta o nos causa dolor para no tener que lidiar con la realidad de nuestro corazón. Es la tendencia a buscar refugio de los problemas en cualquier lugar que no sea Dios.

En contraste a esto, mira conmigo algunos versos del Salmo 20:

Que el SEÑOR te responda en el día de la angustia;
Que el nombre del Dios de Jacob te ponga en alto…
Algunos confían en carros y otros en caballos,
Pero nosotros en el nombre del SEÑOR nuestro Dios confiaremos.
Ellos se doblegaron y cayeron,
Pero nosotros nos hemos levantado y nos mantenemos en pie.
¡Salva, oh SEÑOR! Que el Rey nos responda el día que clamemos (vv. 1, 7-9).

Este es un salmo del rey David donde vemos que la angustia lo rodea, hay enemigos y opresión, además de todas las responsabilidades que trae consigo el ser rey. En medio de todas estas realidades, ¿dónde pone David su confianza? Su refugio está en el Señor. Otros ponen su confianza en cosas externas, pero él decide que descansará en su Dios. Sin embargo, nosotros muchas veces tendemos a confiar en otras cosas para tener seguridad, porque descansar en el Señor requiere esfuerzo, requiere fe.

El escapismo es un intento de evitar nuestros problemas. Es como un chupete para niños con el que nos calmamos. Estos escapes son refugios, obras de nuestras manos, donde buscamos nuestra comodidad inmediata en lugar de aceptar el llamado de Dios de refugiarnos en Él. Buscamos sanar lejos de Aquel que verdadera y únicamente puede sanarnos.

Antes de continuar, quisiera mencionar que sé que muchos tienen que vivir circunstancias horriblemente dolorosas, de las que quieren escapar porque el dolor es demasiado fuerte y la experiencia completamente traumática. Si estás ahí, quiero expresarte que de verdad lamento mucho esa realidad y en el momento en el que escribo estas líneas estoy orando por ti. Pido al Señor que te dé las fuerzas para correr a Él como tu pronto auxilio y buscar ayuda en el consejo y la compañía de creyentes maduros.

Cambiando de mente

Dejar de lado el escapismo requiere, por un lado, analizar nuestras vidas en oración, para ver qué «refugios rivales» hemos construido. Quizás en tu vida luzca como un mundo paralelo al que recurres en tu mente una y otra vez. Puede que sea alguna especie de entretenimiento al que vas repetidas veces para evitar hacer lo que te corresponde.

En lugar de correr en tu mente a lo que quisieras que fuera tu vida, corre a Jesús, Aquel que le da sentido a tu vida y en quien puedes encontrar gozo

Cualquier cosa a la que corras continuamente para refugiarte, que no sea el Señor, es un refugio rival para ti.

Si hay algo así en tu vida, arrepiéntete, confiésalo delante del Señor, apártate y busca a alguien que pueda acompañarte en el proceso de dejar de buscar tu refugio fuera de Jesús. Pero hay algo más, pídele al Señor que te ayude a creer y abrazar estas dos verdades:

1. Dios puede ser glorificado en nuestras labores comunes. 

No todas nuestras responsabilidades van a o tienen que producir placer en sí mismas, pero sí podemos encontrar deleite en cumplir con el llamado de Dios para cada uno: hacer todas las cosas de corazón para Él, saber que aun en las dificultades es a Cristo, el Señor, a quien servimos (Col 3:24) y que todo lo que Él ponga en nuestras manos lo debemos hacer con todas nuestras fuerzas (Ec 9:10).

2. Dios es glorificado cuando nos refugiamos en Él.

Solo Dios es nuestro descanso, fortaleza y refugio. Solo Él es el lugar seguro para derramar nuestros corazones. El Salmo 62:7-8 dice lo siguiente:

En Dios descansan mi salvación y mi gloria;
La roca de mi fortaleza, mi refugio, está en Dios.
Confíen en Él en todo tiempo,
Oh pueblo; derramen su corazón delante de Él;
Dios es nuestro refugio.

En lugar de correr en tu mente a lo que quisieras que fuera tu vida, corre a Jesús, Aquel que le da sentido a tu vida y en quien puedes encontrar gozo y contentamiento cualquiera que sea tu circunstancia (Fil 4:12-13).

En lugar de correr a otras cosas para evitar lo que Él te ha llamado a hacer, corre a Jesús, quien da fuerzas al cansado y al que no tiene ninguna (Sal 29:11). Ve a Jesús porque Él entiende tus frustraciones (He 4:15).

Una vida sin dolor y sin anestesia

La realidad en este mudo caído es que la vida será difícil y dolorosa hasta que estemos con el Señor por siempre, pero podemos poner nuestra esperanza en la certeza de que ese día llegará:

Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado». El que está sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas». Y añadió: «Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas». También me dijo: «Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, Yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida (Ap 21:4-6).

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