La gratitud puede ser un buen termómetro que nos ayude a ver cómo estamos espiritualmente, pues nos permite ver cuál es la condición de nuestro corazón.
Que seamos agradecidos siempre y en toda circunstancia es la voluntad de Dios para nuestras vidas (1 Ts 5:18) y, por lo tanto, sabemos que esto nos hará bien. Entendiendo la importancia de la gratitud, permíteme compartirte seis formas en las que podemos cultivar un corazón agradecido.
1. Pide por gratitud
Necesitamos el obrar del Espíritu de Dios para todo en nuestras vidas. No hay manera de que, en nuestras capacidades, podamos producir la transformación de nuestro corazón, pero Dios sí puede hacerlo.
Si te has dado cuenta de que la ingratitud ha inundado tu corazón, te animo a que vayas a Jesús en arrepentimiento. Él recibe a todo el que se acerca con un corazón humilde que reconoce su condición y conoce al Dios al que se acerca. En Jesús encontrarás perdón.
Si te has dado cuenta de que la ingratitud ha inundado tu corazón te animo a que vayas a Jesús en arrepentimiento
Pero no lo dejes ahí: ¡Pide! ¡Clama! ¡Ruega por un corazón agradecido! Pídele al Señor que abra tus ojos para que puedas ver Sus bondades, que te permita ver la indignidad de tu corazón y te ayude a recordar que lo que recibes, y lo que no, son evidencias de Su gracia para contigo. Pídele al Señor que te dé un corazón agradecido siempre y en toda circunstancia.
2. Confiesa tu orgullo y cultiva la humildad
La falta de gratitud en nuestras vidas es una manifestación del orgullo de nuestro corazón. El orgullo dice «No hay Dios» (Sal 10:4). Es el orgullo el que nos lleva a pensar que somos dignos o que Dios nos debe algo. El orgullo nos mueve a creer que sabemos más y mejor que Dios sobre cómo debería ser gobernada nuestra vida y todo a nuestro alrededor.
Pero un corazón del que fluye gratitud sabe que su vida está a merced de la gracia de Dios y que no hay mejor lugar en el que pudiera estar. Sabe que no merece nada y que, a pesar de eso, es mucho lo que ha recibido. Es un corazón que con humildad se somete bajo la poderosa mano del Señor y sabe esperar en Él (1 P 5:6).
Cultivar un corazón agradecido requiere que confesemos en arrepentimiento nuestro orgullo delante de Dios, el cual piensa que sabe mejor que Dios y no aprecia Su gracia.
El antídoto para el orgullo de nuestro corazón es una vida de humildad que descansa en Jesús, quien personifica esta virtud por completo. Él dijo: «Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas. Porque Mi yugo es fácil y Mi carga ligera» (Mt 11:29-30).
Apuntar a tener un corazón humilde requiere que nos reconozcamos continuamente como grandes pecadores en necesidad de un gran Salvador y que mantengamos nuestros ojos fijos en la cruz y no en nosotros mismos (He 12:1-2). Cuando esto ocurre, nuestros corazones se convierten en fuentes de las que fluye gratitud.
3. Abre los ojos
Hay un refrán que dice «No hay más ciego que aquel que no quiere ver» y pudiéramos decir que «No hay más ingrato que aquel que no quiere ver todas las formas en las que ha sido bendecido».
Cultivar un corazón agradecido requiere que confesemos en arrepentimiento nuestro orgullo delante de Dios
Tener un corazón agradecido va a requerir que seamos intencionales en ver las formas en las que Él nos ha bendecido y en quitar los ojos de aquello que no nos ha dado. Requiere que aprendamos a contar nuestras bendiciones.
Si ahora mismo te encuentras luchando con un corazón de ingratitud, te animo a que cada día busques por lo menos una cosa por la que puedas dar gracias a Dios en tu vida: piensa en la familia, en los amigos, en Sus provisiones, en la iglesia, Sus enseñanzas…
Piensa en algo cada día por lo cual darle gracias a Dios.
4. Cambia la perspectiva
Además de abrir nuestros ojos, necesitamos también cambiar la manera en la que vemos nuestras vidas, para poder ver aquellas bendiciones encubiertas que a veces vemos como problemas.
Hace un tiempo hablaba con alguien que me decía cómo el caos en su casa muchas veces la llenaba de frustración: biberones sucios, ropa sin lavar, platos que quedaron sucios de la noche anterior… (creo que es un sentimiento con el que muchos podemos identificarnos). Entonces le decía: ¿Qué tal si vemos las bendiciones detrás de todo eso?
- ¿Si, en vez de ver el problema de todos los biberones sucios, veía que Dios la bendijo con un bebé al cuál ella bendice a cada momento en el que decide morir a sí misma?
- ¿Qué tal si, en vez de ver los platos sucios como un caos, los ve como un recordatorio de que hay provisión de alimento en su hogar?
- ¿Qué si la ropa sucia es un recordatorio de que no está sola, de que tiene familia con ella?
Seamos intencionales en cambiar la perspectiva y aprendamos a ver las bendiciones detrás del caos.
5. Expresa tu gratitud
Den gracias al SEÑOR con la lira;
Cántenle alabanzas con el arpa de diez cuerdas (Sal 33:2).
Den gracias al SEÑOR, invoquen Su nombre;
Den a conocer Sus obras entre los pueblos (Sal 105:1).
Den gracias al SEÑOR por Su misericordia
Y por Sus maravillas para con los hijos de los hombres (Sal 107:8).
El llamado de la Biblia va más allá de que sintamos gratitud: nos llama a que expresemos nuestra gratitud.
Nuestros sentimientos son cambiantes y un día puedo despertar sintiéndome como la persona más agradecida del mundo y al otro día no sentirme igual. Pero ¿sabes qué? Todavía podemos dar gracias aunque no lo sintamos, porque sabemos que Él es digno de nuestra gratitud. Puedo dar gracias aunque mis sentimientos me quieran mover en otra dirección, porque la verdad sigue siendo verdad, porque Dios sigue siendo bueno, porque genuinamente sé que Él nos ha bendecido en Cristo.
¡Abramos nuestros labios y démosle gracias al Señor y a otros!
6. Recuerda la cruz
En nuestras vidas tenemos muchas razones por las cuales estar agradecidos, pero hay momentos en los que la neblina del dolor no nos permite verlas. En esos momentos podemos aferrarnos a la cruz, el lugar donde encontramos nuestro respiro de esperanza.
Por la obra de Jesús podemos tener la certeza de que un día nuestro dolor terminará, un día Él lo hará todo nuevo, un día estaremos con Él por siempre y aquello que nuestros labios harán será unirnos en gratitud al cántico de los veinticuatro ancianos:
Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios, diciendo: «Te damos gracias, oh Señor Dios Todopoderoso, el que eres y el que eras, porque has tomado Tu gran poder y has comenzado a reinar» (Ap 11:16-17).
En medio de nuestras diferentes circunstancias, miremos a Aquel que voluntariamente se entregó y nos amó hasta el fin. Es solo con los ojos puestos en Jesús, y en el poder de Su fuerza, que podremos cultivar corazones agradecidos.