Nuestra esperanza en medio del sufrimiento

Nuestra esperanza en medio del sufrimiento

En Romanos 8:26-30 tenemos verdades que nos sostienen en medio del sufrimiento.

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En octubre del 2002, la revista del New York Times publicó un artículo después de que un francotirador asesinara al azar a diez personas e hiriera a otras tres en Washington (Estados Unidos). La autora expresó lo siguiente:

“Siempre estamos tratando de encontrarle algún tipo de sentido a estos asesinatos, con el fin de mantenernos a salvo: no encajo en la descripción; yo no vivo en esa ciudad; nunca habría ido a ese lugar, no conocería a esa persona. Pero ¿qué pasa cuando no hay descripción, no hay lugar, no hay nada? ¿Dónde vamos a encontrar tranquilidad?…

El hecho es que evitar nuestra propia muerte es uno de nuestros pasatiempos favoritos. Ya sea haciendo ejercicio, chequeando nuestro colesterol, o practicando una mamografía periódica, siempre buscamos protegernos contra la mortalidad… Pero un francotirador que realiza un solo tiro limpio, no entre una multitud sino a través de la mira, nos recuerda horriblemente a la muerte misma. A pesar de nuestras mejores intenciones, sigue siendo, en su mayor parte, aleatorio. Y algo que definitivamente vendrá”.[1]

Las enfermedades, pruebas, reveses económicos, pérdidas de seres queridos, y más, nos llegarán en cualquier momento, y pueden parecer un asunto de azar. No importan las precauciones que tomemos, no existe una fórmula mágica que impida que la aflicción llegue.

Pero no todo está perdido. Tenemos una esperanza en medio del sufrimiento. A la luz de Romanos 8:26-30, quiero compartir contigo tres verdades que te sostendrán en el dolor.

1) El Espíritu intercede por nosotros

“De la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”, Romanos 8:26.

Este pasaje inicia con la frase “De la misma manera”, pero ¿a qué se refiere? Douglas Moo explica que “Así como la esperanza nos sostiene en medio del sufrimiento (vv. 24-25), de la misma manera el Espíritu nos sostiene en medio de nuestra debilidad”.[2]

Esta “debilidad” que Pablo señala se evidencia en nuestra ignorancia sobre cómo orar. Lo vemos en la respuesta de Dios en los versículos 26-27: la obra intercesora del Espíritu, que gime por nosotros según Su voluntad.

En la enfermedad o la muerte seguramente no sabremos cómo orar acorde a la voluntad de Dios, pero debe reconfortarnos saber que el Espíritu sí sabe hacerlo e intercede por nosotros.

2) El Padre obra providencialmente

“Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien…”, Romanos 8:28.

La primera verdad a entender sobre esta promesa es que no aplica para todo el mundo, sino para “los que aman a Dios”. La segunda verdad es que Pablo no dice que “todas las cosas” que le suceden a un cristiano deben ser buenas. Tampoco dice que todas las cosas malas que nos acontecen serán reemplazadas de inmediato por cosas mejores.

Lo que sí dice es que Dios obra providencialmente en el sufrimiento y orquesta todas las cosas –buenas o malas– para nuestro bien. Este bien al que Pablo se refiere es uno mucho mayor que lo material y terrenal. Está directamente relacionado con el propósito de Dios, lo que nos lleva a nuestro último punto.

3) Dios nos promete una vida mejor

La Biblia advierte que sufriremos y que no debemos sorprendernos cuando eso pase (1 Pe. 4:12). Al mismo tiempo, afirma que Dios nos promete una vida mejor. ¿En qué sentido es así? Esto es lo que Pablo esboza en los versículos 29-30:

“Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, a esos también llamó. A los que llamó, a esos también justificó. A los que justificó, a esos también glorificó”.

Ya vimos que el Espíritu está presente en medio de nuestra debilidad y sufrimiento. Él intercede por nosotros y nos ayuda en nuestro caminar. Pero hay algo sobresaliente en el versículo 29 que nos amplía la verdad de que Dios quiere darnos una vida mejor mientras aguardamos la redención de nuestros cuerpos. El apóstol afirma que Dios nos eligió y predestinó para algo específico: que seamos conformados a la imagen de Jesucristo.

Dios nos eligió y predestinó para algo específico: que seamos conformados a la imagen de Jesucristo

¿Recuerdas la promesa del versículo 28? A los que amamos a Dios todas las cosas nos ayudan a bien. ¿A qué se refiere la palabra “bien”? Precisamente a la meta que Dios estableció y para la que nos escogió. Todas las cosas ayudan a nuestra transformación a la imagen de Cristo. Ni siquiera las peores circunstancias o tragedias podrían apartarnos de este camino, sino al contrario, ¡nos impulsan aún más hacia la meta!

Conclusión

Para terminar, Pablo introduce una nota grandiosa de aliento: nuestra glorificación. “A los que justificó, a esos también glorificó”. Dios da por hecho, desde su perspectiva divina, la consumación de esta verdad.

¿Qué esperanza da la glorificación para el creyente que sufre hoy? C. S. Lewis tiene una respuesta clara: “Hay quienes dicen con relación a un sufrimiento pasajero: ‘Ninguna futura felicidad puede compensarlo’, e ignoran sin duda que el cielo, una vez alcanzado, operará en retrospectiva y transformará la agonía en gloria”.[3]

Nuestra glorificación significa la derrota definitiva del mal y el dolor. No solo llegarán a su fin nuestros males, sino que serán vencidos de forma tal que todo lo ocurrido servirá tan solo para hacer de nuestra vida futura una ocasión de gozo eterno.

[1]  Ann Patchett, “Scared Senseless,” The New York Times Magazine, October 20, 2002.

[2]  Douglas J. Moo, Comentario de Romanos (Biblioteca Teológica Vida), 269.

[3]  Timothy Keller, ¿Es razonable creer en Dios? (B&H Español: Nashville, 2017), 37.