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Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc 23:34).

La discusión sobre si es posible perdonar a quien no pide perdón o está arrepentido ha resurgido públicamente tras la declaración de Erika Kirk, quien hace días afirmó públicamente haber perdonado al asesino de su esposo.

¿Puede ella realmente perdonar a este hombre que nunca ha pedido perdón? ¿Podemos nosotros hacer lo mismo? La respuesta bíblica requiere matices: y no.

El perdón interno (corazón perdonador)

Bíblicamente, podemos hablar de un perdón interno o una disposición de gracia en el corazón hacia las personas que no han pedido perdón ni se han arrepentido. En la cruz, Jesús intercede: «Padre, perdónalos» (Lc 23:34). De manera similar, Esteban clamó: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado» (Hch 7:60).

En ambos textos bíblicos, lo expresado no se trata de un acto humano de absolución, sino de una intercesión dirigida a Dios. El corazón del ofendido se inclina hacia el bien del ofensor, deseando su salvación en el evangelio.

Sin embargo, el perdón de Dios se aplica únicamente en quienes confiesan sus pecados y se arrepienten (1 Jn 1:9). Por eso, cuando se trata de personas que no se han arrepentido ni pedido perdón, sería bíblicamente preciso orar: «Señor, no le tomes en cuenta sus ofensas», mostrando así un corazón dispuesto al bien del agresor y deseando su conversión.

El perdón interno también implica evitar el resentimiento y las raíces de amargura (Heb 12:15). Guardar resentimiento no es una opción para el creyente. Debemos cultivar una disposición a la bondad, la misericordia y la compasión (Ef 4:31-32). Reconocemos que una ofensa no es imaginaria; es la evidencia de que alguien pecó contra otro. Algunas ofensas no podrán resolverse plenamente en esta vida, pero el creyente está llamado a no permitir que estas se conviertan en amargura.

El perdón relacional y condicional

Ahora bien, en el plano humano-relacional, el perdón completo está vinculado al arrepentimiento del ofensor. Jesús instruye: «Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo» (Lc 17:3). Este mandato nos muestra que:

  • El perdón interpersonal exige identificar un pecado real (no meramente una diferencia de criterio o preferencia).
  • El paso bíblico cuando alguien peca contra nosotros es reprender y confrontar con mansedumbre (Gá 6:1), evitando caer en pecados como la obstinación, la venganza personal o la murmuración destructiva.
  • La restauración de la relación solo es posible cuando existe arrepentimiento genuino.

Cuando se trata de pecados claros, el creyente debe seguir los procesos que Jesús nos enseña en Mateo 18:15-20. Esto no es opcional, sino parte de la fidelidad a Cristo y del bien de la comunidad. En este sentido, no podemos hablar de perdón relacional pleno sin arrepentimiento del ofensor.

Por supuesto, tenemos la opción de pasar por alto ciertas ofensas. Dios mismo, en Su paciencia, pasó por alto los pecados anteriores (Ro 3:25). En nuestro caso, esto aplica a faltas menores o debilidades cotidianas. Por ejemplo, en un matrimonio, sería destructivo traer a colación cada detalle en que percibamos algún tipo de ofensa; hay momentos para pasar por alto por amor.

Cultivando un corazón perdonador

Hemos sido perdonados en Cristo. Por lo tanto, debemos cultivar un corazón perdonador en todas las circunstancias. Sin embargo, como hemos visto, la reconciliación plena requiere arrepentimiento y seguir procesos bíblicos.

En conclusión, el evangelio nos llama a guardar el corazón contra el resentimiento, pasar por alto en amor cuando sea sabio y caminar en obediencia los procesos bíblicos cuando el pecado lo demanda. De este modo, Cristo recibe gloria y la iglesia refleja Su evangelio en medio de las inevitables ofensas.

Te invito a reflexionar en estas preguntas y hacer tuya la siguiente oración, pidiendo a Dios que nos ayude a vivir con corazones perdonadores:

  • ¿Guardo en mi corazón resentimiento hacia alguien que nunca me ha pedido perdón?
  • ¿Estoy dispuesto a interceder como Jesús y Esteban, pidiendo que Dios no tome en cuenta el pecado del ofensor, deseando su salvación?
  • ¿He confundido diferencias de criterio o preferencias con pecados reales que requieren procesos bíblicos?
  • ¿Qué evidencias de raíces de amargura puedo identificar en mi vida (Heb 12:15) y cómo puedo arrancarlas gracias al evangelio?
  • ¿Estoy caminando en obediencia a los procesos bíblicos de Mateo 18 cuando alguien peca contra mí, o tiendo a evitar la confrontación o caer en murmuración?

Oración: Señor, gracias porque en Cristo me has perdonado una deuda imposible de pagar. Ayúdame a mantener un corazón libre de resentimiento y lleno de gracia, aun hacia quienes no me piden perdón. Líbrame de raíces de amargura que destruyen mi alma y contaminan a otros. Dame humildad y valentía para pasar por alto en amor cuando corresponda, y para confrontar con mansedumbre cuando sea necesario. Que mi vida refleje el perdón del evangelio, y que muchos lleguen a conocerte al ver Tu gracia en mí. En el nombre de Jesús, amén.

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