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Ciertamente la justificación por la fe fue una doctrina central para el apóstol Pablo y tuvo mucha importancia en su ministerio, como se puede ver en sus cartas que integran el Nuevo Testamento. Sin embargo, para algunos lectores tal vez sea sorprendente que el lenguaje de la justificación por la fe no aparezca tan a menudo en los evangelios.

¿Acaso las enseñanzas de Pablo y Jesús eran diferentes? ¿O será que los protestantes estamos malinterpretando al apóstol?

Pablo y los evangelios

La respuesta para ambas preguntas es rotundamente negativa. Para entender esta situación, debemos tener en cuenta dos realidades.

En primer lugar, el contexto del ministerio de Jesús fue diferente al contexto de la mayoría de las iglesias del Nuevo Testamento, como Galacia, Roma o Filipos. Deducimos por las cartas que, en varias de las iglesias a las que Pablo escribió, se disputaba la base legal ante Dios sobre la cual los gentiles (creyentes no judíos) pueden ser salvos, recibir el Espíritu y formar parte de la comunidad de la iglesia. En tales contextos, Pablo se vio obligado a tratar explícitamente el tema de la justificación.

A Jesús también le importaba la inclusión de los gentiles en el pueblo de Dios, pero los evangelistas no lo registran hablando de ello en los mismos términos que luego lo hizo Pablo. Más bien, el énfasis principal de Su mensaje fue la proclamación de la venida del reino y los evangelios muestran que los gentiles también son incluídos en dicho reino por medio de la fe en el Rey (cp. Mt 8:5-13; 15:21-28). Esta diversidad no se debe a contradicciones entre los evangelios y las cartas de Pablo, sino al carácter multifacético del evangelio bíblico y la variedad de contextos donde fue aplicado.

Las diferencias en el lenguaje de Jesús y Pablo reflejan diferencias en el énfasis, no en la esencia del mensaje

En segundo lugar, no debemos pensar que la realidad de la justificación por la fe no está presente en la enseñanza de Jesús solo porque no usa el mismo lenguaje que Pablo. Veamos un ejemplo inverso: Pablo habla poco del tema del «reino», al menos de forma explícita; pero no por ello debemos concluir que Pablo no tuviera una teología del reino o que no fuera una realidad importante para él (cp. Ro 14:17; 1 Co 15:24). Las diferencias en el lenguaje reflejan diferencias en el énfasis, no en la esencia del mensaje.

Los evangelios y las cartas de Pablo se complementan mutuamente. En el caso de la doctrina de la justificación por la fe, podemos afirmar que Pablo la enseña y la desarrolla explícitamente, mientras que los evangelios más bien muestran cómo se ve la justificación por la fe en vidas y ejemplos concretos.

Los evangelios y la aceptación por fe

¿Cómo son estos ejemplos? En los cuatro evangelios encontramos varios relatos de personas que recurren a Jesús desesperadas y desprovistas de recursos propios. Tales personas se acercan a Jesús con fe, con la confianza en que Él puede sanar, perdonar y restaurar, entonces Jesús las recibe y les concede por gracia sus peticiones.

En el Evangelio de Marcos, vemos cómo un hombre paralítico es perdonado y sanado (2:1-10), tanto un oficial de una sinagoga como una mujer con flujo de sangre reciben sanidad de Jesús (5:22-43), la hija de una mujer sirofenicia fue liberada del demonio que le poseía (7:24-30) y Bartimeo recobró la vista (10:46-52). También, en el Evangelio de Lucas, personas marginadas y vulnerables se acercan a Jesús con humildad y fe, y Él los recibe (p. ej., Lc 19:1-10). En el Evangelio de Juan, se enfatiza que el medio para recibir la vida eterna es la fe en Jesús (Jn 3:16; 6:35; 11:25 y otros).

A la vez, las personas que confían en su propia virtud, o que no reciben humildemente a la persona de Jesús o Su enseñanza, se quedan fuera del reino (la mayoría de los fariseos, los escribas, los expertos en la ley, por ejemplo). Los evangelios enseñan claramente que los débiles, marginados y pecadores son aceptados por Dios cuando dejan atrás sus propios recursos y confían en Jesús. Esto concuerda perfectamente con la enseñanza de Pablo (Gá 2-3; Ro 1-5; Fil 3).

Casos especiales en Lucas

Hay dos casos en el Evangelio de Lucas que merecen una mención especial. El primer caso es la parábola del hijo pródigo (Lc 15:11-32). Cuando el hijo menor vuelve después de haber derrochado su parte de la herencia, el padre lo recibe con brazos abiertos y lo viste con ropas nuevas, símbolo de justificación en otras partes de la Biblia (Is 61:10-11; Zac 3:3-5; Mt 22:1-14; Ap 21:2). Este hijo es recibido y restaurado por el padre a pesar de merecer todo lo contrario, siendo esta una clara imagen de la misericordia y la gracia de Dios. En cambio, el hermano mayor, que se considera merecedor del favor de su padre por su propio comportamiento, se indigna del perdón que su padre extiende a su hermano y se queda fuera de la fiesta (15:28-29).

Esta parábola ilustra la reconciliación con Dios por misericordia y gracia, a la vez que muestra la condición para recibir tal bendición: acercarse a Dios con una actitud de abandono y dependencia en Él, no con confianza en los supuestos merecimientos de uno mismo. No es difícil ver en esta parábola una imagen vívida de la justificación por la fe sola.

El segundo caso está en la parábola del fariseo y el publicano (recaudador de impuestos). Vemos a un fariseo que ora dando gracias a Dios por su propio comportamiento, pues en realidad confía en sí mismo (Lc 18:9), mientras mira con desprecio a un publicano. A pesar de la vida de obediencia meticulosa (y externa) del fariseo, no es él, sino el publicano, quien vuelve a su casa justificado tras confesar sus pecados a Dios y pedirle misericordia (Lc 18:13-14).

Los evangelios enseñan claramente que los débiles y pecadores son aceptados por Dios cuando dejan atrás sus propios recursos y confían en Jesús

Aquí se percibe con mucha claridad la continuidad entre las enseñanzas de Jesús y Pablo, en parte, por el uso explícito de la palabra justificar, pero también porque el publicano es declarado justo, no por sus merecimientos, sino a pesar de ellos. El publicano reconoce su estado y lo único que hace es lanzarse sobre la misericordia de Dios.

La vida del justificado según los evangelios

Si bien los Evangelios enseñan la centralidad de la fe para ser aceptados por parte de Dios, también muestran qué consecuencias debe tener esta fe en la vida del creyente.

Por ejemplo, la exigencia elevada de justicia en el Sermón del Monte ciertamente incitaba preguntas en los oyentes tales como, ¿quién está a la altura de alcanzar este estándar a la perfección? (ver Mt 5:48). La respuesta es nadie, lo cual resalta la necesidad de confiar solo en Jesús para estar bien con Dios (Mt 5:6). Pablo pensaba igual (Gá 3:10-14).

A la vez la demanda de la justicia no desaparece en la vida del creyente justificado, sino que, como ciudadano verdadero del reino, su vida debe dar frutos de justicia. Esta obediencia es una evidencia de su aceptación por parte de Dios por la fe en Cristo (Mt 7:17). Las enseñanzas de Jesús muestran cómo debe ser la vida de un auténtico creyente. Pablo también estaba de acuerdo con esto (p. ej., Ga 5:6).

La justificación por la fe expresada de diferentes maneras

Los evangelios hablan del perdón (Mr 2:1-12), la redención (Mt 20:28) y la propiciación (Mt 26:28), y siempre queda claro que estas bendiciones llegan a la persona solo por medio de la fe en Cristo (Lc 7:50).

No obstante, a diferencia del estilo más argumentativo, didáctico y directo de Pablo, los evangelios muchas veces comunican estas verdades a través de narraciones que muestran qué ocurre cuando personas necesitadas confían en Jesús.

Estos relatos nos invitan a a vernos reflejados en los personajes, tanto para darnos cuenta de nuestra necesidad y la futilidad de depender de nuestros propios merecimientos para estar bien delante de Dios, como para asegurarnos la buena recepción que Jesús tiene para todos aquellos que se acercan a Él con fe, como un niño (Mt 18:3).

Todo esto está diseñado para inspirar confianza en Jesús, para recibir la vida eterna (Jn 20:31). La justificación fue central en la enseñanza de Pablo, es central en la narración de los evangelios y debe ser central en nuestras vidas.

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