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Con honestidad brutal y compasión amorosa, Matt Chandler y Michael Snetzer nos muestran que la redención no es algo que terminó cuando creímos en Cristo. En ese momento comenzó, pero continuará a lo largo de nuestras vidas y tendrá su fin al encontrarnos con nuestro Redentor cara a cara, cuando lleguemos a casa. Desde el inicio debo decir que todo cristiano cansado de luchar se beneficiará al leer este libro.

Redención” abrió mis ojos de muchas maneras, principalmente al darme cuenta de que, aún después de mi conversión, sigo tan desesperadamente necesitada de la gracia de Dios como cuando creí por primera vez. Debo continuar creyendo y confiando, mientras Él continúa limpiando y transformando.

A lo largo de 12 capítulos y un maravilloso epílogo, los autores nos llevan de la mano a través de la caída en Edén, los estragos que todavía cargamos en nuestros corazones, lo que Dios hizo para salvarnos, y cómo se relaciona con sus hijos, cómo lidiamos con nosotros mismos y cómo nos relacionamos con otros.

Redención: Una perspectiva saturada del evangelio sobre cómo cambiar

Redención: Una perspectiva saturada del evangelio sobre cómo cambiar

B&H. 240 pp.
B&H. 240 pp.

 

Buscando la redención en los lugares incorrectos

Los primeros capítulos nos explican cómo la caída sigue teniendo sus efectos destructores en el mundo y nuestras almas. Al ser seres caídos, buscamos redención en las cosas que Dios ha creado y no en Dios mismo (Rom. 1:25). Matt Chandler engloba en cuatro categorías las cosas a las que acudimos para redimir nuestras almas y satisfacer nuestros deseos: nosotros, los demás, el mundo, y la religión. Serás confrontado al darte cuenta de que todos hemos usado la mayoría de estos métodos y los hemos hallado fraudulentos.

“La expectativa de que otros pueden, de alguna manera, convertirse en la respuesta a todos nuestros problemas es poner sobre ellos un peso imposible para el que nunca fueron pensados, creados o equipados para llevar. Es hacerles la vida desgraciada a todos” (p. 33).

Los capítulos 3 y 4 se enfocan en describir cómo el evangelio de Jesucristo entra con poder a nuestros corazones y nos hace ver nuestra maldad al buscar en otras cosas o personas lo que solo Dios puede satisfacer. Esto no para avergonzarnos, sino para que nos arrepintamos y veamos con claridad la magnitud de la gracia y misericordia del Señor.

“Para que las buenas noticias sean buenas, como es bueno el Evangelio (literalmente quiere decir “buenas noticias”) éstas tienen que invadir espacios malos” (p. 13).

Esfuerzo de gracia

En los capítulos 5 y 6 leemos lo que el evangelio logró por los creyentes y cómo se ve en nuestra vida. Al arrepentirnos de nuestra maldad y poner nuestra confianza en Cristo para salvación, Dios nos justifica y nos adopta de manera inmediata e irrevocable, independientemente de nuestro desempeño. En ese momento también comienza un proceso de santificación en el cual entra nuestro “esfuerzo impulsado por la gracia”, hecho posible por la misericordia de Dios y el trabajo del Espíritu Santo en nuestra voluntad y deseos. Así podemos someternos cada día más al señorío de Cristo en obediencia, sabiendo que no estamos solos, sino que es Dios quien produce el querer como el hacer, por su buena voluntad.

Los capítulos 7 al 9 son muy alentadores, ya que aprendemos cómo lo que el evangelio logró por nosotros es poderoso para vencer la culpa, la vergüenza, el temor, y la ansiedad. Encontramos claridad para mortificar nuestro pecado y vivificar el fruto del Espíritu Santo.

Los últimos capítulos nos ayudan a entender cómo amar a los demás. Una vez que comprendemos que somos más pecadores de lo que creemos y que tenemos un Salvador más grande de lo que pensamos, podemos servir a las personas en lugar de usarlas, amando como Dios nos ama a nosotros. Podemos tener la valentía de confrontar en amor y el coraje de perdonar de corazón.

Redención” concluye con la esperanza vibrante de que Cristo en nosotros puede vencer nuestro pecado. Los seres humanos, por naturaleza, estamos constantemente buscando el gozo y, en lugar de reprimir ese deseo, debemos redirigirlo de las cosas que nos defraudan (nosotros, los demás, el mundo, y la religión) hacia nuestro amado salvador y Señor Jesucristo, que no nos defraudará y es la suma de todo gozo.

“Amarlo, simplemente amarlo. Y disfrutar de ser amado, dejando que su luz brille, despejando la oscuridad, no solo siendo redimido, sino viviendo como redimido, transformado” (p. 221).

Entender correctamente el evangelio y meditar en él diaramente a través del poder del Espíritu Santo transformará radicalmente nuestros corazones. La redención no ha terminado; si eres un creyente verdadero, Dios ha comenzado a cambiarte a la imagen de su Hijo y promete terminar la obra que ha comenzado en ti (Fil. 1:6). No habrá ni un minúsculo átomo de tu ser que no sea conformado al corazón de nuestro amado salvador.

 

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