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En su libro acerca de la predicación, Tim Keller nos invita a reflexionar sobre algunas de las narrativas culturales más arraigadas en nuestra sociedad. El autor hace referencia a la letra de una famosa canción que quizá nuestros hijos han entonado a todo pulmón: “Libre soy”, de la película de Disney, “Frozen”. “La canción es interpretada por un personaje que está determinado a dejar de «ser la chica buena» que su familia y la sociedad habían querido que fuera. En cambio, ella «sería libre» y expresaría lo que estaba reteniendo adentro. Para ella no hay ni mal, ni bien, ni reglas; elige una «libertad sin vuelta atrás»”.

Este “yo soberano” es el que está siendo predicado por todo el mundo. Tú eres libre de tomar cualquier decisión que quieras, sin restricciones, siempre y cuando no le causes daño a alguien más. ¿No te parecen conceptos familiares? Lamentablemente no son solo muy comunes, son altamente destructivos.

La gran idea de Dios

La gran idea de Dios

Poiema Publicaciones. 32 pp.
Poiema Publicaciones. 32 pp.

Estas ideas erosionan nuestra cultura, y es aquí donde “La gran idea de Dios” cobra un valor impresionante, porque nos presenta “la verdadera historia de la maravillosa y colorida familia de Dios”, como lo afirma su subtítulo.

En palabras de su autora, Trillia Newbell, “esta comprensión –de que Dios nos ha creado a todos por igual con dignidad, valor y belleza– debe transformar nuestra mirada hacia los demás. Al saber que fuimos creados a imagen de Dios y que Él nos ama lo suficiente como para hacer lo necesario para perdonarnos, podemos, con la ayuda de su Espíritu, realmente amarnos los unos a los otros”.

Nuestras vidas, y las de nuestros hijos, no deben girar alrededor de nuestras grandes ideas y sueños, o de lo que aspiramos ser algún día. Ni tampoco nuestro trabajo como padres es impulsarlos a ser todo lo que ellos quieran ser. En realidad, debemos enseñarles que todo gira alrededor de la gran idea de Dios: de lo que ya somos en Él y para Él, y que separados de Él nada podemos hacer (Jn 15:5).

Esto es precisamente lo que nos recuerda este hermoso y colorido libro, a través de cuatro verdades bíblicas fundamentales:

  1. Nos enseña que nuestro verdadero valor e identidad no radican en ni dependen de nosotros mismos, sino que están en Dios. Él nos creó a su imagen “y por eso todos somos valiosos” (p. 11).
  2. Nos introduce a la realidad del pecado que entró al mundo, cuando “las primeras personas escogieron no amar a Dios” (p. 12), haciéndonos incapaces también de amar a nuestro prójimo.
  3. Nos presenta el plan redentor de Dios, pues Él no se sorprendió cuando las personas arruinaron su gran idea. “Él siempre tenía en mente un plan para rescatar” (p. 17).
  4. A través de la obra de Cristo en la cruz, Dios hizo posible el perdón de nuestros pecados. Nos ha dado su Espíritu para ayudarnos a amarlo a Él y a las personas que nos rodean. “Y un día Dios completará su gran idea. Jesús vendrá de nuevo y hará el mundo perfecto otra vez” (p. 25).

El mensaje que el mundo sigue proclamándole a nuestros hijos, de que dejen de ser lo que Dios o cualquier persona les dice que deben ser, y que mejor sean todo lo que ellos quieran ser tiene sus raíces profundas en el pecado original. Por eso los pequeños necesitan escuchar con más fuerza y urgencia la maravillosa historia del evangelio.

La gran idea de Dios es un colorido y sencillo relato lleno de profundas verdades bíblicas que nos ayudarán a combatir estas grandes narrativas de nuestra cultura. Léelo una y otra vez con tus hijos, sobrinos, o nietos porque de esta manera ellos, y también nosotros, podremos aprender y recordar que: “Dios la hizo, la gente la arruinó, Dios la rescató y Él completará” la verdadera historia de la maravillosa y colorida familia de Dios.

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