×

Debo confesar que he sido indeciso, y la razón principal es que no me gusta la sensación de tener que “dejar” algo por conseguir otra cosa. Este sentimiento me acompaña desde que era pequeño. Hoy tengo 37 años y —después de 10 años de matrimonio— mi esposa y yo decidimos tener hijos. Nuestra hija tiene 7 meses y este sentimiento de dificultad para tomar decisiones se acrecentó con todas las posibilidades que hay para cuidarla y educarla correctamente.

Como resultado de reflexionar en lo anterior, me pregunto: ¿no existirá una forma, un método o una técnica para tomar siempre buenas decisiones? Se ha escrito mucho al respecto. Sin embargo, puedo decir que encontré una respuesta convincente y bíblica en el libro Haz algo de Kevin DeYoung.

El libro tiene 10 capítulos y al final de cada uno integra una guía con su extracto clave, referencias bíblicas sobre el tema, y una serie de preguntas para el estudio individual o grupal. Este es un recurso sumamente útil para avanzar en la vida con la certeza de que buscamos lo que todo cristiano debe: hacer la voluntad de Dios.

Haz algo

Haz algo

Poiema Publicaciones. 135.

En Haz algo, el autor ayuda a entender cómo hacer la voluntad de Dios. Kevin DeYoung lo nombra “El camino de la sabiduría”, que es una aplicación de los medios de gracia que Dios estableció en medio de su Iglesia: el estudio de las Escrituras, la oración, y la exhortación bíblica.

Poiema Publicaciones. 135.

Un problema de enfoque

En los primeros capítulos, el autor señala a la “cultura cristiana” como una causante de confusión cuando se trata de entender la voluntad de Dios. Ya sabes, todas estas costumbres particulares de las iglesias, como el ayuno que busca una respuesta específica o la promesa que le hacemos a Dios en caso de que nos responda favorablemente. El problema con este tipo de ideas es que nos llevan a buscar incesantemente una especie de respuesta en todo lo que vemos o escuchamos.

DeYoung afirma que el objetivo principal de Dios no es decirnos exactamente qué debemos o no debemos hacer, porque no le interesa hacerlo. Pero, entonces, ¿podemos conocer su voluntad? El autor argumenta que es posible, si entendemos dos dimensiones: la voluntad de Dios en sus decretos y la voluntad de Dios en sus deseos.

“Por un lado, está la voluntad de Dios en sus decretos. Esto se refiere a lo que Dios ha ordenado. Todo ocurre conforme a los decretos soberanos de Dios. Y todo lo que Él decreta va a pasar. La voluntad de Dios en sus decretos no puede ser frustrada. Es inmutable e inamovible. Dios es soberano sobre todas las cosas: la naturaleza y las naciones, los animales y los ángeles, los espíritus y Satanás, los justos y los perversos, y aun sobre la enfermedad y la muerte. Como dijo Agustín: ‘La voluntad de Dios es el fundamento de todas las cosas’. En otras palabras, lo que Dios ordena, va a ocurrir, y lo que ocurre es conforme a la voluntad de Dios”, (Loc. 142).

“El otro lado de la moneda es la voluntad de Dios en Sus deseos. Esto se refiere a lo que Dios ha ordenado, lo que Él desea de Sus criaturas. Si Sus decretos nos dicen cómo son las cosas, Sus deseos nos dicen cómo deberían ser las cosas” (loc. 171).

El libro analiza más sobre los decretos y deseos de Dios.

Entre el misticismo y el ateísmo

De acuerdo, ya entendimos lo anterior, pero la pregunta continúa ¿podemos saber cuál es la voluntad de Dios y, por lo tanto, podemos vivir conforme a ella? El autor no repara en devolvernos al centro del asunto planteando una nueva pregunta y cinco respuestas con las cuales seguramente te identificarás.

¿Por qué queremos conocer la voluntad de Dios?

1. Queremos agradar a Dios

2. Somos cautelosos

3. Queremos plena satisfacción

4. Tenemos demasiadas opciones

5. Somos cobardes

Y así, cuando no logramos dar pasos de fe, vivimos entre el misticismo y el ateísmo, entre esperar una respuesta divina y sobrenatural y una vida en la que tomamos decisiones sin consultar con Dios. No se trata de una respuesta mágica, una puerta abierta, una llamada inesperada o una corazonada, pero tampoco se trata de vivir la vida como si el Señor no tuviera control sobre todo el universo.

Entonces, ¿cómo?

En el libro, DeYoung cuenta la historia de uno de sus abuelos. Él trabajó arduamente día tras día hasta que tuvo éxito. Cuando Kevin le preguntó cuál era la diferencia entre sus generaciones, su abuelo admitió que comenzó sin nada y reconoció a Dios en su vida: “Trabajé duro, pero sé que vino de Dios”.

La lección de esta historia no es tomar todas nuestras decisiones sin consultar a Dios, sino que las tomemos basados en la confianza en Dios. Con esto en mente, el autor afirma: “Y así debe vivir todo el que confía en Dios: activo en el presente, agradecido por el pasado y esperanzado por el futuro”, (loc. 1409).

¡Guau, qué gran frase! No sé tú, pero a mí me parece una forma valiente y atrevida de vivir. Pero aún podrías preguntarte ¿entonces hago lo que quiera y Dios lo respalda? Bueno, no es así. El autor nos recuerda que Dios es soberano, pero Él no quiere que nos obsesionemos con el futuro o que dudemos de cada paso que tomemos; más bien quiere que nos enfoquemos en lo que realmente importa:

“Los asuntos más importantes para Él son la pureza moral, la sana doctrina, la compasión, el gozo, nuestro testimonio, la fidelidad, la hospitalidad, el amor, la adoración y la fe. Eso es lo que a Él le interesa. El problema es que nosotros tendemos a enfocarnos en todo lo demás”, (loc. 465).

El camino de la sabiduría

En Haz algo, el autor ayuda a entender cómo hacer la voluntad de Dios. Kevin DeYoung lo nombra “El camino de la sabiduría”, que es una aplicación de los medios de gracia que Dios estableció en medio de su Iglesia: el estudio de las Escrituras, la oración, y la exhortación bíblica.

Cada vez que te enfrentes a una duda sobre qué hacer, pregúntate qué dice la Biblia al respecto, y si no dice nada, cuestiónate si es algo relativo a tu corazón; en segundo lugar, ora y —al hacerlo— no le pidas a Dios que te diga qué hacer, sino más bien, que revele y dirija las motivaciones con las que has de tomar esa determinación. Finalmente, habla con otras personas cristianas, sé enseñable, deja que la sabiduría de la iglesia te ayude a mostrar tus puntos ciegos.

“¿No es interesante que en las Escrituras nunca se nos llama a pedirle a Dios que nos revele el futuro ni que nos muestre su plan para nuestras vidas? Pero sí se nos dice claramente que debemos clamar por sabiduría y buscar el entendimiento. En otras palabras, Dios nos dice: ‘No pidas ver todos los planes que he preparado para ti. Pídeme sabiduría para que aprendas a vivir como Yo te ordeno en mi Palabra’”, (loc. 1047).

¡Haz algo!

El punto central del autor es que hacer la voluntad de Dios no es tan complicado como parece. Más bien, tratamos de buscar respuestas donde no las hay y queremos que Dios hable sobre cuestiones que no son las que realmente transformarán el corazón del hombre.

Después de leer este libro, sigo haciéndome ciertas preguntas. Sin embargo, mis oraciones se han transformado y mis pies empiezan a moverse más rápido. Hoy las decisiones cotidianas se han vuelto menos complejas y la búsqueda de Dios se ha hecho más intensa, porque al final, de eso se trata.

“Así que el fin del asunto es este: Vive para Dios. Obedece las Escrituras. Piensa en los demás antes que en ti mismo. Sé santo. Ama a Jesús. Y mientras hagas estas cosas, haz lo que quieras, con quien quieras, donde quieras, y estarás haciendo la voluntad de Dios”, (loc. 1422).

CARGAR MÁS
Cargando