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La innovación viene con un costo. Lo difícil es que a menudo no sabemos cuál es ese costo hasta que muchos ya lo han pagado. Precisamente eso es lo que nos está sucediendo con la tecnología. Afortunadamente, en medio de tanta innovación a veces logramos encontrar voces proféticas que nos ayudan a medir con mayor sabiduría los beneficios de la innovación y compararlos con los costos. A menudo, estas voces son tachadas de radicales, mal informados, o aun legalistas, pero así siempre ha sido la vida del profeta.

Andy Crouch es una de esas voces para nuestra generación. En particular, Crouch es una voz clamando en el desierto de la innovación tecnológica, y nos advierte de sus enormes repercusiones sobre el desarrollo de nuestros hijos y nuestras familias: “Estamos llenando nuestras vidas con las nuevas promesas de la tecnología, sin llegar a entender si la tecnología nos ayudará a cumplir las promesas que ya hemos hecho” (loc. 164).

En el libro Familias tecnológicamente sabias, recién traducido y publicado por Andamio, Crouch nos ayuda evaluar y establecer ritmos claros y precisos en el uso de nuestra tecnología. Él nos explica claramente su objetivo: “Este libro trata de cómo encontrar el lugar adecuado para la tecnología en el entorno familiar, y cómo conseguir que se quede allí” (loc. 164). En realidad, este recurso trata tanto de la familia como de la tecnología. Crouch no solo nos quiere ayudar al bajar nuestra dependencia de la tecnología; él quiere que reflexionemos de manera robusta sobre nuestra vida familiar.

Familias Tecnológicamente Sabias

Familias Tecnológicamente Sabias

Publicaciones Andamio. 189 pp.
Publicaciones Andamio. 189 pp.

En cada capítulo, Crouch nos explica cada una de las 10 “reglas” que utilizan en su hogar para asegurarse de que la tecnología se quede en el lugar adecuado. Esto les permite fomentar una vida floreciente en familia:

  1. Elegir el carácter. ¿Qué carácter debemos producir en nuestra familia? Crouch propone que una familia “nos ayuda a convertirnos en personas que han adquirido sabiduría y coraje”.
  2. Moldear el espacio. Aquí Crouch nos llama a contemplar si organizamos nuestros espacios para depender más de la tecnología, o para apreciar aquellas cosas que nos invitan “a aportar creatividad e imaginación a nuestra vida juntos”.
  3. Estructurar el tiempo. Dios ha integrado un ritmo en nuestras vidas. Crouch sugiere que una hora al día, un día a la semana, y una semana al año “apag[ue]mos nuestros dispositivos y alab[e]mos, disfrut[e]mos de la comida, jug[ue]mos, y descans[e]mos juntos”.
  4. Despiertos y dormidos. En este capítulo Crouch sugiere despertarnos “antes que lo hagan nuestros dispositivos y apagar[los] antes de irnos a dormir”.
  5. Aprender y trabajar. Aquí el autor explica su regla de “no usar pantallas antes de los diez años”. Crouch escribe sobre considerar las maneras en las que nuestros niños aprenden mejor y trabajan mejor. A menudo, esto incluye hacer aquellas cosas difíciles con nuestras manos. En cambio, la tecnología nos promete trabajo fácil.
  6. Las buenas noticias sobre el aburrimiento. Este capítulo habla sobre usar “las pantallas con un propósito y […]  juntos”, y eliminar aquellos usos de pantallas que son sin propósito o a solas.
  7. El lado más profundo del coche compartido. “El tiempo que pasamos en el coche es para conversar”.
  8. Desnudo y sin vergüenza. Con esta regla familiar Crouch busca fomentar transparencia. Dice: “Cada cónyuge conoce las contraseñas del otro y los padres tiene acceso total a los dispositivos de sus hijos”.
  9. Por qué es importante cantar. Aprendemos a cantar juntos en vez de dejar que la música grabada y amplificada domine nuestras vidas y alabanza.
  10. En la salud y en al enfermedad. En la que es tal vez la regla más conmovedora, Crouch dice: “Estamos presentes físicamente en cada acontecimiento importante de la vida. Aprendemos a ser humanos cuando estamos completamente presentes durante los momentos de más vulnerabilidad. Esperamos poder morir entre los brazos de otro”.

Consejos prácticos

Este libro es lectura obligada para cualquier persona, especialmente aquellos iniciando un matrimonio o familia. No cabe duda que la tecnología nos ha llegado a impactar más de lo que podemos imaginar, y necesitamos desesperadamente recursos que nos ayuden a emplear la tecnología de manera fructífera, sin permitir que ella se llegue a adueñarse de nuestro entorno.

En Familias tecnológicamente sabias encontramos muchos consejos prácticos. Por ejemplo:

“Incorpora una hora cada día para que todos los miembros de la familia estén libres de las promesas y exigencias de nuestros dispositivos. Para muchos de nosotros, lo más natural es que esta hora sea la de la cena. Es cierto que pocos americanos se sientan durante una hora para cenar entre semana, pero, si no nos levantáramos tan rápidamente de la silla cuando aún no hemos acabado de engullir nuestra comida para volver a las exigencias de nuestro trabajo de casa y de la oficina, a lo mejor nuestras cenas durarían un poco más” (loc. 1117).

“Hasta que los hijos lleguen a la edad adulta, los padres deberían tener un acceso total a los dispositivos de sus hijos” (loc. 2072).

“Cuando decidamos poner un vídeo o encender una pantalla con un objetivo en concreto, seguiremos otro principio: nunca entretendrás a tus hijos con algo que tú encuentras insatisfactorio, de igual forma que no deberías dar de comer a tus hijos algo que a ti no te gustaría comer” (loc. 1736).

¿No será legalismo?

Es fácil pensar que con reglas tan rígidas nos volveremos legalistas. Esta no es una idea ajena para Crouch. Él mismo reconoce: “El legalismo en este ámbito, como en cualquier otro, ni es sabio ni útil. Sin embargo, aún podemos limitar radicalmente el tiempo que los niños pasan interactuando con pantallas” (loc. 1505). Su motivo no es el legalismo —crear reglas asumiendo que eso nos acerca a Dios— ni crear reglas a las que todos deberían de someterse. Crouch está buscando la sabiduría. Su razonamiento, en particular con los niños pequeños, es el siguiente:

“Un niño o niña de diez u once años puede adivinar cómo usar un iPad (o lo que lo haya sustituido cuando el niño o niña llegue a esa edad) en un instante. También a esa edad el niño o niña empezará a estar preparado/a cognitivamente para ‘saber algo de informática’ (aprender y practicar el fascinante pensamiento algorítmico y matemático que es la base de la tecnología). Además, habrá tenido una infancia real, con suciedad bajo las uñas, un sinfín de libros memorizados de tanto leerlos y habrá adquirido unas habilidades gracias al uso del cuerpo que habrán quedado grabadas en su cerebro en formación. Disfrutará de una vida plena propia de un alma en un cuerpo y no la de un cerebro sobre un palo. Este es uno de los regalos más importantes y radicales que podemos dar [sic] a nuestros hijos: diez años en los que puedan ser seres humanos en su totalidad antes de empezar a ayudarles a gestionar las complejidades, como también los beneficios, de un mundo basado en las pantallas” (loc. 1538).

El motivo principal de Crouch es amor a su hijo como su prójimo. Si nuestros hijos se nos han encomendado, y somos mayordomos de ellos, su desarrollo, aprendizaje, educación, crecimiento… entonces es importante que contemplemos todos los ámbitos de la vida, todos los recursos disponibles, para proveerles el mejor entorno para su crecimiento, tal y como lo define la Biblia y no la cultura. Esto, a veces, nos llevará a hacer cosas que a los ojos del mundo parecen legalistas, pero a los ojos de Dios están llenas de amor por nuestro prójimo.

Como papás, es imperativo que pensemos de manera intencional sobre cómo vamos a utilizar la tecnología en nuestros hogares. La casa de los Burkholder no sigue las reglas de Crouch al pie de la letra, pero hemos desarrollado reglas que se adecúan a nuestra situación, las necesidades de nuestros hijos, y el carácter que queremos formar en nuestra familia. No es necesario aplicar todas las reglas de Crouch, pero sí es necesario haber pensado en este asunto, y sí es necesario limitar la tecnología de alguna forma. Lo peor que puedes hacer es utilizar la tecnología en tu hogar sin pensar y sin propósito. Si realmente quieres ser una familia tecnológicamente sabia, tienes que tomarte el tiempo y crear el espacio para evaluar las necesidades y prioridades de tu familia a la luz de la Palabra de Dios, y ordenar tu vida y tu uso de la tecnología según esas prioridades.

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