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Nuestra generación necesita balance. Desesperadamente. Sin embargo, en una sociedad donde todas las personas —sin importar su nivel de conocimiento o experiencia— pueden expresar su opinión sobre cualquier tema bajo el sol en 280 caracteres, el balance es lo último en la mente de muchos. Queremos volumen. Queremos rapidez. Queremos reacciones. Queremos alcance. Pero en realidad lo que más nos hace falta es sabiduría.

Nos hemos acostumbrado al “mundo de acuerdo a Google”. A presionar un par de veces la pantalla y encontrar respuesta para cualquier inquietud. ¿Pero qué hay de aquellos asuntos que no tienen una solución rápida y sencilla? ¿Qué pasa con los dilemas que no cuentan con una fórmula directa para resolverse?

No queremos pensar en eso. Preferimos abrazar la ilusión de que vivir en el siglo XXI significa tener todas las respuestas para los asuntos importantes de la existencia humana.

Descripciones y prescripciones

Descripciones y prescripciones

Poiema Publicaciones. 160.

Descripciones y prescripciones es un libro recomendado para todo creyente, ya que es seguro que en algún momento nos encontremos buscando servir a alguien que esté padeciendo un trastorno mental (o nosotros mismos o un familiar cercano). Aún más, esta debería ser una lectura obligatoria para todos los que se encuentran “en las primeras líneas de cuidado pastoral” (p. xi). Dios nos libre de ser ciegos guías de ciegos. Necesitamos que la iglesia local esté equipada para servir al que sufre, con rigor teológico y científico.

Poiema Publicaciones. 160.

Hora de despertar. Los seres humanos estamos lejos de tener respuesta para todas las interrogantes de la vida. De hecho, en algunas áreas del conocimiento apenas nos encontramos rascando la superficie. Esto incluye el estudio del cerebro y sus trastornos.

Pero no todo está perdido. Si queremos respuestas fáciles, nos vamos a decepcionar; si queremos balance y sabiduría, podemos dar gracias a Dios por el libro Descripciones y prescripciones: Una perspectiva bíblica sobre los diagnósticos y medicamentos psiquiátricos (Poiema Publicaciones, 2020), de Michael R. Emlet.

Este recurso es breve y directo: ninguna palabra se desperdicia. Aunque solo cuenta con 125 páginas, está repleto de información bíblica y científica para llevarnos a pensar con sabiduría acerca de los diagnósticos mentales y los medicamentos que se utilizan para tratar estos padecimientos.

Algunos diagnósticos psiquiátricos redefinen el comportamiento que la Escritura describe esencialmente como pecado

Descripciones y prescripciones cuenta con veintidós capítulos divididos en dos partes: “Entendiendo los diagnósticos psiquiátricos” y “Entendiendo los medicamentos psicoactivos”. Para comprender y aprovechar este recurso no necesitas ser un experto en la ciencia o la teología de la mente humana. Emlet escribe de manera accesible y amena, sin dejar de ser preciso, mostrando cuidado pastoral y conocimiento académico.

Michael R. Emlet tiene un grado en medicina de la Universidad de Pensilvania y una maestría en divinidad del Westminster Theological Seminary. Se desempeñó como médico familiar durante diez años y ahora sirve como decano de facultad y consejero en la Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). A lo largo de las páginas se deja ver que Emlet tiene un gran amor por las personas que sufren con su salud mental y que desea equipar a otros para poder servirles de la mejor manera.

Desde las primeras páginas, el autor nos deja muy claro uno de los objetivos principales de Descripciones y prescripciones: el balance.

“Una de las metas de este breve libro es sacarte de cualquier extremo —demasiado frío o demasiado cálido— y guiarte hacia una perspectiva de los diagnósticos y medicamentos psiquiátricos que sea ‘justo la correcta’. […] Quiero tomar muy en serio la ayuda que proveen las categorías y los medicamentos psiquiátricos, pero al mismo tiempo reconocer sus limitaciones” (pp. x-xi).

Es importante resaltar que el balance de Emlet evita poner en entredicho la autoridad bíblica en la vida de las personas que tienen algún diagnóstico psiquiátrico. La meta es servir a los que sufren. El autor propone que debemos estar abiertos a recibir la ayuda que los diagnósticos pueden ofrecernos a la hora de acompañar a las personas que padecen trastornos del pensamiento, emociones y comportamientos. De la misma manera, debemos ofrecer una crítica sabia cuando los diagnósticos estorben dicha meta. “Lo que debe permanecer como fundamento de la manera que ministramos”, escribe Emlet, “es un enfoque centrado en el evangelio lleno del rico consejo bíblico” (p. 7).

Descripciones

El autor hace un excelente trabajo en explicar de manera sencilla qué son los trastornos mentales y los diagnósticos psiquiátricos. La brevedad del libro impide que Emlet entre en demasiados detalles sobre las diferencias entre los diversos diagnósticos; con todo, al lector cuidadoso (¡el que realmente desea alcanzar ese balance del que Emlet habla!) le quedará claro que no es sabio meter todos los diagnósticos psiquiátricos en la misma bolsa. Aunque cada diagnóstico presenta beneficios y limitaciones, no todos presentan beneficios y limitaciones en la misma medida.

Emlet presenta cuatro preocupaciones respecto este tipo de descripciones médicas:

  • Los diagnósticos psiquiátricos son descripciones, no explicaciones: pueden decirnos que algo anda mal, pero no nos dicen exactamente qué está mal o por qué está mal.
  • Los diagnósticos psiquiátricos tienen el potencial de hacer anómalo lo normal a través del diagnóstico excesivo.
  • Algunos diagnósticos psiquiátricos redefinen el comportamiento que la Escritura describe esencialmente como pecado.
  • Los valores socio-culturales influencian la inclusión o exclusión de diagnósticos específicos del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en inglés) e impactan la prevalencia del diagnóstico.

Las preocupaciones de Emlet dan en el blanco y deben ser reconocidas por todo profesional de la salud cristiano que desee servir de manera sabia a las personas diagnosticadas con estos trastornos. El autor advierte que debemos cuidarnos de dejar que un diagnóstico defina a la persona en su totalidad: “La tentación es que el diagnóstico sea el sol alrededor del cual todo el resto de la vida orbita. ¡Pero las personas son maravillosamente mucho más complejas de lo que un diagnóstico puede reflejar!” (p. 45).

Podemos reconocer las bondades que Dios nos ofrece a través de las ciencias, incluso cuando estas ciencias están en pleno desarrollo

Dicho lo anterior, la respuesta de Emlet no es arrojar los diagnósticos por la borda. Podemos reconocer las bondades que Dios nos ofrece a través de las ciencias, incluso cuando estas ciencias están en pleno desarrollo y que a veces parecen ofrecer más preguntas que respuestas. El autor ofrece varias maneras en las que los diagnósticos psiquiátricos son de utilidad:

  • Los diagnósticos psiquiátricos son fundamentales en la investigación psiquiátrica y sirven como base para los servicios educacionales.
  • Los diagnósticos psiquiátricos organizan a quienes sufren en categorías que ayudan a brindar una atención enfocada.
  • Los diagnósticos psiquiátricos nos recuerdan que la experiencia de la persona es distinta a la nuestra.
  • Ciertos diagnósticos sugieren patrones particulares de severidad y peligro.
  • Algunos diagnósticos nos recuerdan que el cuerpo tiene un rol más decisivo en el problema de la persona.

Prescripciones

En la segunda parte, Emlet pasa a explicar un poco de la ciencia de los medicamentos psicoactivos. El autor también ofrece principios importantes sobre cómo podemos abordar el uso de estos tratamientos con sabiduría. Aunque la información puede quedarse muy corta para los amantes de la farmacología, el libro cuenta numerosas referencias a libros y artículos académicos para explorar a mayor profundidad el funcionamiento de los medicamentos psicoactivos.

¿Deberían las personas utilizar fármacos psiquiátricos para tratar con los síntomas de su diagnóstico? ¡Depende! No hay una respuesta adecuada para todos los casos. Emlet escribe que “el uso de estos medicamentos es un asunto de sabiduría, que debe ser tratado individualmente con quienes aconsejamos” (pp. 111-112). Los medicamentos pueden ser una parte fundamental del tratamiento en algunos casos, particularmente en aquellos que tienen componentes biológicos más claros, pero nunca representarán la totalidad del acompañamiento al individuo. “Tanto la medicación como las varias formas de consejería funcionan biológicamente: la medicación de manera directa y la consejería de manera indirecta” (p. 85). 

Es importante recordar que un pastor o consejero (o cualquier persona sin una licencia para prescribir fármacos) no está en posición de recomendar que una persona tome o no tome medicamentos psicoactivos. Es crucial que el acompañamiento espiritual no sea aislado; se debe colaborar con médicos de confianza para servir a la persona de manera integral. Como bien nos recuerda Emlet: “Dios no omite el cuerpo en el proceso de santificación” (p. 85).

¿Ciegos guías de ciegos?

¿Cómo podemos reconciliar nuestro conocimiento limitado sobre los trastornos psiquiátricos con la realidad de que hoy existen millones de personas luchando con su salud mental? ¿Cómo podemos servir a los que día tras día sufren en nuestras iglesias y en el mundo oscuro en el que estamos llamados a ser luz?

Necesitamos que la iglesia local esté equipada para servir al que sufre, con rigor teológico y científico

Ciertamente, una manera de hacerlo es promoviendo la investigación de estos asuntos, animando a que se levanten científicos (¡especialmente científicos con cosmovisión bíblica!) para que nuestro conocimiento siga desarrollándose y ser capaces de traer alivio más eficaz a aquellos que sufrirán en el futuro.

Pero la manera urgente en que podemos servir a los que sufren hoy es desarrollando una visión profundamente bíblica y rigurosamente científica sobre los diagnósticos psiquiátricos y los medicamentos psicoactivos. Este libro es un excelente lugar para empezar.

Descripciones y prescripciones es un libro recomendado para todo creyente, ya que es seguro que en algún momento nos encontremos buscando servir a alguien que esté padeciendo un trastorno mental (o nosotros mismos o un familiar cercano). Aún más, esta debería ser una lectura obligatoria para todos los que se encuentran “en las primeras líneas de cuidado pastoral” (p. xi). Dios nos libre de ser ciegos guías de ciegos. Necesitamos que la iglesia local esté equipada para servir al que sufre, con rigor teológico y científico.

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