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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Hechos 9

¿Cuál era la perspectiva de Pablo antes de convertirse (Hechos 9)? En otras partes (Hechos 22:2; 23:6; Filipenses 3:4-6), se nos dice que era un fariseo estricto, criado (aparentemente) en Jerusalén, educado por uno de los rabinos de mayor renombre de su época. Para él, la idea de un Mesías crucificado era una contradicción en sí misma. Los Mesías gobiernan, triunfan, vencen. La Ley establece que los que cuelgan de un madero son malditos por Dios. Por lo tanto, seguramente pensaba que la afirmación de que Jesús era el Mesías era una idea no sólo tonta, sino también muy próxima a la blasfemia. Esto podía guiar a una insurrección política: la iglesia naciente estaba creciendo y podría convertirse en un bloque peligroso. Era necesario detenerla. De hecho, lo que hacía falta era un hombre valeroso como Saulo, un hombre como Finés, quien alejó la ira de Dios al actuar decisivamente contra los que pervertían la verdad y la integridad (Números 25; ver meditación del 16 de mayo), alguien que realmente entendiera las implicaciones de estos delirios malvados y que viera lo que estos podrían provocar. 

Pero ahora, en el camino hacia Damasco, Saulo se encuentra con el Jesús resucitado y glorificado. No sabemos si lo había visto anteriormente, pero ahora Saulo no puede dudar de que lo está viendo. Y gran parte de la teología que él desarrolla y revela en sus cartas surge de este hecho contundente. 

Si Jesús estaba vivo y glorificado, entonces, de alguna manera, su muerte en la cruz no evidenciaba que estuviera maldito. Todo lo contrario: la alegación de los creyentes de que Dios le había levantado de los muertos y que ellos lo habían visto tenía que ser cierta –y eso suponía claramente que Dios había vindicado a Jesús. Entonces, ¿qué significa su muerte? 

Desde esta perspectiva, todo se veía diferente. Si Jesús estaba bajo la maldición de Dios cuando murió y, sin embargo, fue vindicado por Dios mismo, tiene que haber muerto por otros. De alguna manera, su muerte absorbió la maldición justa de Dios que otros merecían y la canceló. A la luz de esto, la historia entera de las Escrituras hebreas se apreciaba de forma distinta. ¿Acaso no estaba escrito que un Siervo Sufriente (ver la meditación de ayer) sería herido por nuestras transgresiones y castigado por nuestras iniquidades? ¿Acaso la muerte de incontables corderos y toros quitaba realmente el pecado humano? ¿O será que necesitamos una especie de “cordero de Dios” humano, un “cordero pascual” humano? Si se lee el tabernáculo y los rituales del templo como algo que apunta a la solución final, ¿qué nos dice esto sobre el estado actual del pacto otorgado en el Sinaí? ¿Y qué de los textos que prometen un nuevo pacto, un gran derramamiento del Espíritu en los postreros días (Hechos 2:17-21; ver Joel 2:28-32 y la meditación del 15 de julio)? ¿Qué lugar tiene la promesa a Abraham en el panorama general, eso de que mediante la descendencia de Abraham serían benditas todas las naciones de la tierra (Gen. 12:3; ver meditación del 11 de enero)? 

Si aceptas que Jesús está vivo y vindicado, todo cambia.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Jeremías 18

La imagen del alfarero y el barro (Jeremías 18) se repite en las Escrituras (p. ej., Romanos 9:19ss.). Cada uno de estos pasajes se centra en detalles ligeramente diferentes, aunque todos ellos hacen hincapié en la influencia soberana de Dios sobre las personas, que se comparan con el barro. Podemos clarificar los puntos principales con las siguientes observaciones:

(1) El torno del alfarero era muy común en el antiguo Oriente Próximo, no tanto como artículo de ocio, sino como elemento esencial en la manufactura de vasijas y recipientes, útiles para la vida cotidiana y al mismo tiempo decorativos. La palabra torno se encuentra en forma dual en hebreo: dos piedras circulares se encajaban en un eje vertical; el alfarero giraba la inferior con el pie mientras la superior servía como plataforma para el trabajo.

(2) Frecuentemente, cuando se daba forma a un recipiente, aparecía algún defecto en el tamaño, en la forma, en la textura de la arcilla o en la presencia de algún contaminante. Entonces, el alfarero reducía su obra a una masa amorfa y comenzaba de nuevo. No tiene sentido preguntar si el alfarero es responsable del defecto. Por supuesto, en el mundo real de la alfarería, puede serlo o puede estar utilizando el procedimiento de prueba y error. No decimos que el propio barro tenga algún tipo de responsabilidad moral en el resultado final. Sin embargo, el sentido de esta extendida metáfora no es asignar la culpa por el defecto: ese es otro asunto. Tratar de interpretar así esta lección es reducir esta imagen a lo más básico. Además, en el contexto más amplio del capítulo, es decir, fuera del mundo de la metáfora, Dios hace responsable al pueblo de Israel por el comportamiento que está dando lugar a este juicio (p. ej., 18:13-15).

(3) ¿Cuál es entonces el sentido de esta imagen? Quizás haya dos. Primero, Dios tiene el derecho de destruir su vasija y comenzar de nuevo. Sea cual sea la causa de los defectos, tiene la misma potestad que el alfarero para reducir su obra a la nada y comenzar de nuevo. En otras palabras, las personas no son en absoluto tan autónomas ni tan capaces de autodeterminarse como creen, lo cual significa que su conducta y desobediencia presentes son ingredientes para un desastre absoluto. Segundo, del mismo modo que un alfarero competente puede empezar de nuevo porque no está satisfecho con la forma en que se está desarrollando su obra, Dios comienza otra vez porque no le agrada cómo está evolucionando el pueblo de su pacto. ¿Son los modelos de Dios inferiores a los del alfarero de la aldea?

Dios tiene el derecho y los modelos. ¿Tiene sentido oponerse a él?

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Jueces 5

Cántico de Débora y Barac

5 Entonces Débora y Barac, hijo de Abinoam, cantaron en aquel día y dijeron:

«¡Por haberse puesto al frente los jefes en Israel, Por haberse ofrecido el pueblo voluntariamente, Bendigan al Señor! ¡Oigan, reyes; presten oído, príncipes! Yo al Señor, yo cantaré, Cantaré alabanzas al Señor, Dios de Israel. Señor, cuando saliste de Seir, Cuando marchaste del campo de Edom, La tierra tembló, también cayeron gotas del cielo, Y las nubes destilaron agua. Los montes se estremecieron ante la presencia del Señor, Aquel Sinaí, ante la presencia del Señor, Dios de Israel.

»En los días de Samgar, hijo de Anat, En los días de Jael, quedaron desiertos los caminos, Y los viajeros andaban por sendas tortuosas. Se habían terminado los campesinos, se habían terminado en Israel, Hasta que yo, Débora, me levanté, Hasta que me levanté, como madre en Israel.8  Habían escogido nuevos dioses; Entonces la guerra estaba a las puertas. No se veía escudo ni lanza Entre 40,000 en Israel. Mi corazón está con los jefes de Israel, Los voluntarios entre el pueblo. ¡Bendigan al Señor! 10 Ustedes que cabalgan en asnas blancas, Que se sientan en ricos tapices, Que viajan por el camino, canten. 11 Al sonido de los que dividen las manadas entre los abrevaderos, Allí repetirán los actos de justicia del Señor, Los actos de justicia para con Sus campesinos en Israel. Entonces el pueblo del Señor descendió a las puertas.

12 »Despierta, despierta, Débora. Despierta, despierta, entona un cántico. Levántate, Barac, y lleva a tus cautivos, hijo de Abinoam. 13 Entonces los sobrevivientes descendieron sobre los nobles. El pueblo del Señor vino a mí como guerreros. 14 De Efraín descendieron los arraigados en Amalec, En pos de ti, Benjamín, con tus pueblos. De Maquir descendieron jefes, Y de Zabulón los que manejan vara de mando. 15 Los príncipes de Isacar estaban con Débora; Como estaba Isacar, así estaba Barac. Al valle se apresuraron pisándole los talones. Entre las divisiones de Rubén Había grandes resoluciones de corazón. 16 ¿Por qué te sentaste entre los rediles, Escuchando los toques de flauta para los rebaños? Entre las divisiones de Rubén Había grandes indecisiones de corazón. 17 Galaad se quedó al otro lado del Jordán. ¿Y por qué se quedó Dan en las naves? Aser se sentó a la orilla del mar, Y se quedó junto a sus puertos. 18 Zabulón era pueblo que despreció su vida hasta la muerte. Y también Neftalí, en las alturas del campo.

19 »Vinieron los reyes y pelearon; Pelearon entonces los reyes de Canaán En Taanac, cerca de las aguas de Meguido. No tomaron despojos de plata. 20 Desde los cielos las estrellas pelearon, Desde sus órbitas pelearon contra Sísara. 21 El torrente Cisón los barrió, El antiguo torrente, el torrente Cisón. Marcha, alma mía con poder. 22 Entonces resonaron los cascos de los caballos Por el galopar, el galopar de sus valientes corceles. 23 “Maldigan a Meroz”, dijo el ángel del Señor, “Maldigan, maldigan a sus moradores; Porque no vinieron en ayuda del Señor, En ayuda del Señor contra los guerreros”.

24 »Bendita entre las mujeres es Jael, Mujer de Heber el quenita; Bendita sea entre las mujeres de la tienda. 25 Él pidió agua, y ella le dio leche. En taza de nobles le trajo cuajada. 26 Extendió ella la mano hacia la estaca de la tienda, Y su diestra hacia el martillo de trabajadores. Entonces golpeó a Sísara, desbarató su cabeza. Destruyó y perforó sus sienes. 27 A sus pies él se encorvó, cayó, quedó tendido; A sus pies se encorvó y cayó. Donde se encorvó, allí quedó muerto.

28 »Miraba por la ventana y se lamentaba La madre de Sísara, por entre la celosía: “¿Por qué se tarda en venir su carro? ¿Por qué se retrasa el trotar de sus carros?”. 29 Sus sabias princesas le respondían, Aun a sí misma ella repite sus palabras: 30 “¿Acaso no han hallado el botín y se lo están repartiendo? ¿Una doncella, dos doncellas para cada guerrero. Para Sísara un botín de tela de colores, Un botín de tela de colores bordada, Tela de colores de doble bordadura en el cuello del victorioso?”. 31 Así perezcan todos Tus enemigos, oh Señor. Pero sean los que te aman como la salida del sol en toda su fuerza».

Y el país tuvo descanso por cuarenta años.

   

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Hechos 9

Conversión de Saulo

9 Saulo, respirando todavía amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos que pertenecieran al Camino, tanto hombres como mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén.

Y mientras viajaba, al acercarse a Damasco, de repente resplandeció a su alrededor una luz del cielo. Al caer a tierra, oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».

«¿Quién eres, Señor?», preguntó Saulo. El Señor respondió: «Yo soy Jesús a quien tú persigues; levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer».

Los hombres que iban con él se detuvieron atónitos, oyendo la voz, pero sin ver a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque sus ojos estaban abiertos, no veía nada; y llevándolo por la mano, lo trajeron a Damasco. Estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.

Ananías visita a Saulo

10 Había en Damasco cierto discípulo llamado Ananías; y el Señor le dijo en una visión: «Ananías». «Aquí estoy, Señor», contestó él. 11 El Señor le dijo: «Levántate y ve a la calle que se llama Derecha, y pregunta en la casa de Judas por un hombre de Tarso llamado Saulo, porque él está orando, 12 y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista».

13 Pero Ananías respondió: «Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuánto mal ha hecho a Tus santos en Jerusalén, 14 y aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan Tu nombre».

15 Pero el Señor le dijo: «Ve, porque él es Mi instrumento escogido, para llevar Mi nombre en presencia de los gentiles, de los reyes y de los israelitas; 16 porque Yo le mostraré cuánto debe padecer por Mi nombre».

17 Ananías fue y entró en la casa, y después de poner las manos sobre él, dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo». 18 Al instante cayeron de sus ojos como unas escamas, y recobró la vista; y se levantó y fue bautizado. 19 Tomó alimentos y cobró fuerzas.

Y por varios días estuvo con los discípulos que estaban en Damasco.

Saulo predica en Damasco

20 Enseguida se puso a predicar de Jesús en las sinagogas, diciendo: «Él es el Hijo de Dios». 21 Y todos los que lo escuchaban estaban asombrados y decían: «¿No es este el que en Jerusalén destruía a los que invocaban este nombre, y el que había venido aquí con este propósito: para llevarlos atados ante los principales sacerdotes?». 22 Pero Saulo seguía fortaleciéndose y confundiendo a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que este Jesús es el Cristo.

Saulo escapa de los judíos

23 Después de muchos días, los judíos tramaron deshacerse de él, 24 pero su plan llegó al conocimiento de Saulo. Y aun vigilaban las puertas día y noche con el intento de matarlo; 25 pero sus discípulos lo tomaron de noche y lo sacaron por una abertura en la muralla, bajándolo en una canasta.

Saulo en Jerusalén

26 Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le temían, no creyendo que era discípulo. 27 Pero Bernabé lo tomó y lo presentó a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto al Señor en el camino, y que Él le había hablado, y cómo en Damasco había hablado con valor en el nombre de Jesús.

28 Y estaba con ellos moviéndose libremente en Jerusalén, hablando con valor en el nombre del Señor. 29 También hablaba y discutía con los judíos helenistas; pero estos intentaban matarlo. 30 Pero cuando los hermanos lo supieron, lo llevaron a Cesarea, y de allí lo enviaron a Tarso.

31 Entretanto la iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaria, y era edificada; y andando en el temor del Señor y en la fortaleza del Espíritu Santo, seguía creciendo.

Curación de Eneas

32 Mientras Pedro viajaba por todas aquellas regiones, vino también a los santos que vivían en Lida. 33 Allí encontró a un hombre llamado Eneas, que había estado postrado en cama por ocho años, porque estaba paralítico. 34 Y Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te sana; levántate y haz tu cama». Y al instante se levantó. 35 Todos los que vivían en Lida y en Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor.

Resurrección de Dorcas

36 Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido al griego es Dorcas; esta mujer era rica en obras buenas y de caridad que hacía continuamente. 37 Y sucedió que en aquellos días se enfermó y murió; y lavado su cuerpo, lo pusieron en un aposento alto. 38 Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al oír que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, rogándole: «No tarde usted en venir a nosotros».

39 Entonces Pedro se levantó y fue con ellos. Cuando llegó lo llevaron al aposento alto, y todas las viudas lo rodearon llorando, mostrando todas las túnicas y ropas que Dorcas solía hacer cuando estaba con ellas.

40 Pero Pedro, haciendo salir a todos, se arrodilló y oró, y volviéndose al cadáver, dijo: «Tabita, levántate». Ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. 41 Él le dio la mano y la levantó; y llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. 42 Esto se supo en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor. 43 Pedro se quedó en Jope muchos días con un tal Simón, que era curtidor.

   

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Jeremías 18

El alfarero y el barro

18 Palabra que vino a Jeremías de parte del Señor: «Levántate y desciende a la casa del alfarero, y allí te anunciaré Mis palabras». Entonces descendí a la casa del alfarero, y allí estaba él, haciendo un trabajo sobre la rueda. Y la vasija de barro que estaba haciendo se echó a perder en la mano del alfarero; así que volvió a hacer de ella otra vasija, según le pareció mejor al alfarero hacerla.

Entonces vino a mí la palabra del Señor: «¿Acaso no puedo Yo hacer con ustedes, casa de Israel, lo mismo que hace este alfarero?», declara el Señor. «Tal como el barro en manos del alfarero, así son ustedes en Mi mano, casa de Israel. En un momento Yo puedo hablar contra una nación o contra un reino, de arrancar, de derribar y de destruir; pero si esa nación contra la que he hablado se vuelve de su maldad, me arrepentiré del mal que pensaba traer sobre ella. O en otro momento, puedo hablar acerca de una nación o de un reino, de edificar y de plantar; 10 pero si hace lo malo ante Mis ojos, no obedeciendo Mi voz, entonces me arrepentiré del bien con que había prometido bendecirlo.

11 »Ahora pues, habla a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén, y diles: “Así dice el Señor: ‘Estoy preparando una calamidad contra ustedes y tramando un plan contra ustedes. Vuélvanse, pues, cada uno de su mal camino y enmienden sus caminos y sus obras’”. 12 Pero ellos dirán: “Es en vano; porque vamos a seguir nuestros propios planes, y cada uno de nosotros obrará conforme a la terquedad de su malvado corazón”.

13 »Por tanto, así dice el Señor:

“Pregunten ahora entre las naciones: ¿Quién ha oído cosa semejante? Algo muy horrible ha hecho La virgen de Israel. 14 ¿Faltará la nieve del Líbano de la roca agreste? ¿O se agotarán las aguas frías que fluyen de tierras lejanas? 15 Pues bien, Mi pueblo me ha olvidado, Queman incienso a dioses vanos, Y se han desviado de sus caminos, De las sendas antiguas, Para andar por senderos, No por calzada, 16 Convirtiendo su tierra en una desolación, En una burla perpetua. Todo el que pase por ella se quedará atónito Y moverá la cabeza. 17 Como viento del este los esparciré Delante del enemigo; Les mostraré la espalda y no el rostro El día de su calamidad”».

18 Entonces dijeron: «Vengan y tramemos planes contra Jeremías. Ciertamente la ley no le faltará al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta. Vengan, vamos a herirlo con la lengua, y no hagamos caso a ninguna de sus palabras».

19 Atiéndeme, oh Señor, Y escucha lo que dicen mis contrarios. 20 ¿Acaso se debe pagar el bien con el mal? Pues ellos han cavado una fosa para mí. Recuerda cómo me puse delante de Ti Para hablar bien en favor de ellos, Para apartar de ellos Tu furor. 21 Por tanto, entrega sus hijos al hambre, Y abandónalos al poder de la espada. Que se queden sus mujeres sin hijos y viudas; Sean sus maridos asesinados, Sus jóvenes heridos a espada en la batalla. 22 Que se oigan los gritos desde sus casas, Cuando de repente traigas sobre ellos saqueadores; Porque han cavado fosa para atraparme, Y han escondido trampas a mis pies. 23 Pero Tú, oh Señor, conoces Todos sus planes de muerte contra mí. No perdones su iniquidad Ni borres de Tu vista su pecado. Que sean derribados delante de Ti; En el tiempo de Tu ira actúa contra ellos.

   

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Marcos 4

Parábola del sembrador

4 Comenzó Jesús a enseñar de nuevo junto al mar; y se llegó a Él una multitud tan grande que tuvo que subirse a una barca que estaba en el mar, y se sentó; y toda la multitud estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas en parábolas, y les decía en Su enseñanza:

«Escuchen: El sembrador salió a sembrar; y al sembrar, una parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en un pedregal donde no tenía mucha tierra; y enseguida brotó por no tener profundidad de tierra. Pero cuando salió el sol, se quemó, y por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Y otras semillas cayeron en buena tierra, y creciendo y desarrollándose, dieron fruto, y produjeron unas a treinta, otras a sesenta y otras a ciento por uno». Y añadió: «El que tiene oídos para oír, que oiga».

Explicación de la parábola

10 Cuando Jesús se quedó solo, Sus seguidores junto con los doce le preguntaban sobre las parábolas. 11 «A ustedes les ha sido dado el misterio del reino de Dios», les decía, «pero los que están afuera reciben todo en parábolas; 12 para que viendo, vean pero no perciban, y oyendo, oigan pero no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados».

13 También les dijo*: «¿No entienden esta parábola? ¿Cómo, pues, comprenderán todas las otras parábolas? 14 El sembrador siembra la palabra. 15 Estos que están junto al camino donde se siembra la palabra, son aquellos que en cuanto la oyen, al instante viene Satanás y se lleva la palabra que se ha sembrado en ellos. 16 Y de igual manera, estos en que se sembró la semilla en pedregales son los que al oír la palabra enseguida la reciben con gozo; 17 pero no tienen raíz profunda en sí mismos, sino que solo son temporales. Entonces, cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, enseguida se apartan de ella. 18 Otros son aquellos en los que se sembró la semilla entre los espinos; estos son los que han oído la palabra, 19 pero las preocupaciones del mundo, y el engaño de las riquezas, y los deseos de las demás cosas entran y ahogan la palabra, y se vuelve estéril. 20 Y otros son aquellos en que se sembró la semilla en tierra buena; los cuales oyen la palabra, la aceptan y dan fruto, unos a treinta, otros a sesenta y otros a ciento por uno».

21 También Jesús les decía: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de una vasija o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? 22 Porque nada hay oculto, si no es para que sea manifestado; ni nada ha estado en secreto, sino para que salga a la luz. 23 Si alguno tiene oídos para oír, que oiga».

24 Además les decía: «Cuídense de lo que oigan. Con la medida con que ustedes midan, se les medirá, y aun más se les dará. 25 Porque al que tiene, se le dará más, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará».

Parábola del crecimiento de la semilla

26 Jesús decía también: «El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra, 27 y se acuesta de noche y se levanta de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe. 28 La tierra produce fruto por sí misma; primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro en la espiga. 29 Y cuando el fruto lo permite, él enseguida mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega».

Parábola del grano de mostaza

30 También Jesús decía: «¿A qué compararemos el reino de Dios, o con qué parábola lo describiremos? 31 Es como un grano de mostaza, el cual, cuando se siembra en la tierra, aunque es más pequeño que todas las semillas que hay en la tierra, 32 sin embargo, después de sembrado, crece y llega a ser más grande que todas las hortalizas y echa grandes ramas, tanto que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombra».

33 Con muchas parábolas como estas Jesús les hablaba la palabra, según podían oírla; 34 y sin parábolas no les hablaba, pero lo explicaba todo en privado a Sus propios discípulos.

Jesús calma la tempestad

35 Ese mismo día, caída ya la tarde, Jesús les dijo*: «Pasemos al otro lado». 36 Despidiendo a la multitud, lo llevaron* con ellos en la barca, como estaba; y había otras barcas con Él. 37 Pero se levantó* una violenta tempestad, y las olas se lanzaban sobre la barca de tal manera que ya la barca se llenaba de agua. 38 Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre una almohadilla; entonces lo despertaron* y le dijeron*: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

39 Jesús se levantó, reprendió al viento y dijo al mar: «¡Cálmate, sosiégate!». Y el viento cesó, y sobrevino una gran calma. 40 Entonces les dijo: «¿Por qué están atemorizados? ¿Cómo no tienen fe?».

41 Y se llenaron de gran temor, y se decían unos a otros: «¿Quién, pues, es Este que aun el viento y el mar le obedecen?».

   

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