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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Jueces 20

Uno podría esperar que sólo se buscara y se ejecutara a los culpables (Jueces 20). Pero el levita está agitando a la nación (claro, sin mencionar su propia conducta vergonzosa). Hasta donde sabemos por los registros, Ga- baa no ofreció entregar a los culpables. Si lo hubieran hecho, ahí se había acabado el asunto. Los líderes de la tribu de Benjamín tampoco ofrecieron intervenir para asegurarse de que se hiciera justicia. En vez de esto, cerraron filas y se dispusieron a pelear contra todos los que vinieran, pues probable- mente pensaban que el resto de la nación no estaría dispuesto a pagar un precio demasiado alto para capturar unos cuantos violadores en una época en la que la nación entera se había vuelto violenta.

Por su parte, el resto de las tribus se puso furioso, pero actuó tonta- mente. En vez de efectuar un ataque masivo, inicialmente deciden enviar las tropas de una sola tribu a la vez. Cuando se nos dice que los israelitas le consultaron a Dios cuál de las tribus debía ir primero, probablemente quie- re decir que pasaron por el procedimiento del urim y el tumim con algún sacerdote del santuario. Los israelitas perdieron veintidós mil hombres el primer día (20:21) y dieciocho mil el siguiente (20:25). Finalmente, el Se- ñor promete entregar a Gabaa y a los de Benjamín en manos del resto de los israelitas (20:28). Al tercer día, los israelitas planificaron una embosca- da y finalmente salieron victoriosos. Muchísimos de los hombres de Benja- mín murieron.

Este tipo de cosas son las que suceden cuando se disuelve el estado de la ley, cuando la gente comienza a actuar por lealtad tribal y no por princi- pios, cuando la venganza domina a la justicia, cuando la vendetta supersti- ciosa suplanta a los tribunales, cuando los hermanos ya no comparten una tradición común de adoración y de valores, cuando se gobierna mediante el temor y no con el consentimiento de los gobernados. No hay un punto ló- gico de parada. Esto puede iniciar un conflicto regional, puede inflamar un Bosnia, puede comenzar una guerra mundial. Es la materia prima de dicta- dores y caudillos, el lubricante de las gangas y la violencia.

La triste realidad es que todas las culturas son capaces de esto. Los is- raelitas antiguos se hundieron en este atolladero, no porque fueran peores que todos los demás, sino porque eran típicos representantes de todos los demás. Una sociedad que ya no se mantiene unida—bien sea por funda- mentos religiosos, por una cosmovisión compartida o al menos por unos procedimientos acordados y respetados—está destinada a la violencia y la anarquía, lo cual, tarde o temprano, se convierte en el mejor criadero de la respuesta esperada de los tiranos: el poder instaurado mediante la espada y el arma de fuego.

Así lo entienden los historiadores seculares. Nosotros también vemos todo esto, y además discernimos, detrás de la sangre y la maldad, la mano justa de Dios que afirma: “Hasta aquí vais a llegar. No más.”

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Jeremías 34

En algunas ocasiones, un individuo o colectivo, hace voto de reformarse y dedicarse a agradar a Dios movido por la desesperación. Cuando la presión se relaja, rescinde su promesa y retorna a su pecado egoísta. Su volubilidad se pone de manifiesto. El juicio o desastre que los amenaza no les enseña realmente los caminos de la justicia ni a volverse del pecado. Simplemente quieren alivio y, si un voto delante del Señor puede lograrlo, entonces lo harán. Sin embargo, este hecho no significa que vayan a intentar cumplirlo.

Este es el tipo de drama patético que se desarrolla en Jeremías 34. Nabucodonosor se encuentra a las puertas de Jerusalén (34:1). La desesperación absoluta del rey Sedequías le empuja a llegar a un acuerdo con el pueblo para dejar libres a todos los esclavos (34:8). El pacto mosaico había mejorado en gran manera las condiciones de los esclavos limitando la servidumbre a seis años (34:14; Éxodo 21:2; Deuteronomio 15:1, 12). Una serie de profetas (Amós, Oseas, Isaías, Miqueas) criticó duramente al pueblo por su crueldad, por su desafío mercenario de la ley de Dios, especialmente en materia de esclavitud. Ahora, Sedequías dirige a los jerosolimitanos en esta importante reforma.

Otras fuentes (véase meditación del 9 de agosto) nos indican que al ejército de Babilonia le llegaron noticias de un avance de fuerzas egipcias hacia Jerusalén para liberarla. Hasta donde sabemos, esa información no era cierta. No obstante, los babilonios se retiraron para hacer frente a esta nueva amenaza procedente del sur. Los ciudadanos de Jerusalén debieron pensar que se trataba de un rescate milagroso. De forma estúpida, pecaminosa y malvada, los antiguos amos “se retractaron y volvieron a someter a esclavitud a los que habían liberado” (34:11). Así pues, su verdadero corazón queda totalmente al descubierto.

Inevitablemente, las fuerzas babilónicas descubren que no existe amenaza alguna de Egipto y el asedio se reanuda. Esta vez no hay esperanza. ¿Quién creerá ahora cualquiera de sus actos de “arrepentimiento”? Dios declara: “Pero ahora os habéis vuelto atrás y habéis profanado mi nombre. Cada uno ha obligado a sus esclavas y esclavos que había liberado a someterse de nuevo a la esclavitud” (34:16). No han proclamado liberación para sus “hermanos” (34:17). Por tanto, la única “libertad” que experimentarán es la de morir a espada, por la peste y el hambre (34:17).

¿Qué esperanza hay para las personas que montan un espectáculo de “arrepentimiento” calculado para obtener misericordia, pero que vuelven a su vómito como el perro y al fango como el cerdo (2 Pedro 2:20-22)?
 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Jueces 20

Guerra contra Benjamín

20 Entonces salieron todos los israelitas, desde Dan hasta Beerseba, incluyendo la tierra de Galaad, y la congregación se reunió al Señor como un solo hombre en Mizpa. Y los jefes de todo el pueblo, de todas las tribus de Israel, tomaron su puesto en la asamblea del pueblo de Dios, 400,000 soldados de a pie que sacaban espada.

(Y los hijos de Benjamín oyeron que los israelitas habían subido a Mizpa). Entonces los israelitas preguntaron: «Dígannos, ¿cómo ocurrió esta maldad?». El levita, marido de la mujer que había sido asesinada, respondió: «Vine con mi concubina a pasar la noche en Guibeá de Benjamín. Pero los hombres de Guibeá se levantaron contra mí, y rodearon la casa por la noche por causa mía. Tenían intención de matarme. Pero en vez de esto, violaron a mi concubina de tal manera que murió. Tomé entonces a mi concubina, la corté en pedazos y la envié por todo el territorio de la heredad de Israel, porque han cometido lascivia y terrible ofensa en Israel. Así que todos ustedes, israelitas, den aquí su parecer y consejo».

Entonces todo el pueblo se levantó como un solo hombre y dijeron: «Ninguno de nosotros irá a su tienda, ni ninguno de nosotros volverá a su casa. Esto es lo que haremos ahora a Guibeá: subiremos contra la ciudad por sorteo. 10 Tomaremos diez hombres de cada 100 por todas las tribus de Israel, y 100 de cada 1,000 y 1,000 de cada 10,000 para proveer víveres para el ejército, que vaya a Guibeá de Benjamín a castigarlos por toda la infamia que han cometido en Israel». 11 Así se juntaron contra la ciudad todos los hombres de Israel, como un solo hombre.

12 Entonces las tribus de Israel enviaron hombres por toda la tribu de Benjamín y dijeron: «¿Qué es esta infamia que se ha cometido entre ustedes? 13 Entreguen ahora a los hombres, esos perversos en Guibeá, para que les demos muerte y quitemos esta infamia de Israel». Pero los de la tribu de Benjamín no quisieron escuchar la voz de sus hermanos, los israelitas.

14 Y los benjamitas, de sus ciudades, se reunieron en Guibeá para salir a combatir contra los israelitas. 15 De las ciudades fueron contados en aquel día, de los benjamitas, 26,000 hombres que sacaban espada, además de los habitantes de Guibeá que fueron contados, 700 hombres escogidos. 16 De toda esta gente, 700 hombres escogidos eran zurdos; capaces cada uno de lanzar con la honda una piedra a un cabello sin errar.

17 Entonces los hombres de Israel, aparte de Benjamín, fueron contados, 400,000 hombres que sacaban espada. Todos estos eran hombres de guerra. 18 Los israelitas se levantaron, subieron a Betel, y consultaron a Dios, y preguntaron: «¿Quién de nosotros subirá primero a pelear contra la tribu de Benjamín?». Entonces el Señor respondió: «Judá subirá primero».

19 Los israelitas se levantaron por la mañana y acamparon contra Guibeá. 20 Los hombres de Israel salieron a combatir contra Benjamín, y los hombres de Israel se pusieron en orden de batalla contra ellos en Guibeá. 21 Pero los benjamitas salieron de Guibeá y derribaron por tierra en aquel día 22,000 hombres de Israel.

22 Pero el pueblo, los hombres de Israel, se reanimaron, y se pusieron otra vez en orden de batalla en el lugar donde se habían puesto el primer día. 23 Y subieron los israelitas y lloraron delante del Señor hasta la noche, y consultaron al Señor, diciendo: «¿Nos acercaremos otra vez para combatir contra los hijos de mi hermano Benjamín?». Y el Señor dijo: «Suban contra él».

24 Entonces los israelitas fueron contra los de Benjamín el segundo día. 25 Y salió Benjamín de Guibeá contra ellos el segundo día y otra vez hizo caer 18,000 hombres de los israelitas. Todos estos sacaban espada.

26 Todos los israelitas y todo el pueblo subieron y vinieron a Betel y lloraron; y permanecieron allí delante del Señor y ayunaron ese día hasta la noche. Y ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz delante del Señor. 27 Los israelitas consultaron al Señor, porque el arca del pacto de Dios estaba allí en aquellos días, 28 y Finees, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, estaba delante de ella para ministrar en aquellos días y preguntó: «¿Volveré a salir otra vez a combatir contra los hijos de mi hermano Benjamín, o desistiré?». Y el Señor respondió: «Suban, porque mañana lo entregaré en tu mano».

Derrota y exterminio de los benjamitas

29 Puso, pues, Israel emboscadas alrededor de Guibeá. 30 Los israelitas subieron contra los de Benjamín al tercer día, y se pusieron en orden de batalla contra Guibeá como las otras veces. 31 Salieron los hijos de Benjamín contra el pueblo, y fueron alejados de la ciudad. Comenzaron como las otras veces a herir y a matar a algunos del pueblo por los caminos, uno de los cuales sube a Betel y el otro a Guibeá, en campo abierto. Y mataron a unos treinta hombres de Israel. 32 Y los hijos de Benjamín dijeron: «Están derrotados delante de nosotros como la primera vez». Pero los israelitas dijeron: «Huyamos para que los alejemos de la ciudad hacia los caminos».

33 Entonces todos los hombres de Israel se levantaron de sus puestos y se pusieron en orden de batalla en Baal Tamar. Y los emboscados de Israel salieron de sus puestos, de Maareh Geba. 34 Cuando 10,000 hombres escogidos de todo Israel fueron contra Guibeá, la batalla se hizo reñida; pero Benjamín no sabía que el desastre se le acercaba. 35 Y el Señor hirió a Benjamín delante de Israel, de modo que los israelitas mataron ese día a 25,100 hombres de Benjamín, todos ellos sacaban espada.

36 Y los de Benjamín vieron que estaban derrotados. Cuando los hombres de Israel cedieron terreno a Benjamín porque confiaban en las emboscadas que habían puesto contra Guibeá, 37 los emboscados se apresuraron y se lanzaron contra Guibeá. Entonces se desplegaron e hirieron toda la ciudad a filo de espada.

38 La señal convenida entre los hombres de Israel y los emboscados, era de que ellos harían que se levantara una gran nube de humo de la ciudad, 39 entonces los hombres de Israel regresarían a la batalla. Y los de Benjamín empezaron a herir y matar a unos treinta hombres de Israel, porque dijeron: «Ciertamente están derrotados delante de nosotros como en la primera batalla».

40 Pero cuando la nube de humo como columna empezó a levantarse de la ciudad, los de Benjamín miraron tras sí; y de toda la ciudad subía humo al cielo. 41 Entonces los hombres de Israel se volvieron, y los de Benjamín se aterrorizaron porque vieron que el desastre se les acercaba. 42 Por tanto, volvieron la espalda ante los hombres de Israel en dirección al desierto, pero la batalla los alcanzó, y los que salían de las ciudades los destruían en medio de ellos. 43 Cercaron a Benjamín, lo persiguieron sin tregua y lo aplastaron frente a Guibeá, hacia el oriente. 44 Cayeron 18,000 hombres de Benjamín; todos ellos eran valientes guerreros.

45 Cuando los demás se volvieron y huyeron al desierto, a la peña de Rimón, los israelitas capturaron a 5,000 de ellos en los caminos, y a otros los persiguieron muy de cerca hasta Gidom y mataron a 2,000 de ellos. 46 El total de los de Benjamín que cayeron aquel día fue de 25,000 hombres que sacaban espada, todos ellos valientes guerreros. 47 Pero 600 hombres se volvieron y huyeron al desierto, a la peña de Rimón, y permanecieron en la peña de Rimón cuatro meses. 48 Entonces los hombres de Israel se volvieron contra los hijos de Benjamín y los hirieron a filo de espada, a toda la ciudad, así como el ganado y todo lo que encontraron; también prendieron fuego a todas las ciudades que hallaron.

   

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Hechos 24

Los judíos acusan a Pablo ante Félix

24 Cinco días más tarde el sumo sacerdote Ananías descendió a Cesarea con algunos ancianos y con un abogado llamado Tértulo; y presentaron al gobernador sus cargos contra Pablo. Después que llamaron a Pablo, Tértulo comenzó a acusarlo, diciendo al gobernador:

«Ya que por usted hemos obtenido mucha paz, y que por providencia suya se están llevando a cabo reformas en favor de esta nación, nosotros, por todos los medios y en todas partes, reconocemos esto con profunda gratitud, oh excelentísimo Félix.

»Pero para no molestarle más, le suplico que, con su habitual bondad, nos conceda una breve audiencia. Pues hemos descubierto que este hombre es verdaderamente una plaga, y que provoca disensiones entre todos los judíos por el mundo entero, y es líder de la secta de los nazarenos. Hasta trató de profanar el templo. Entonces lo arrestamos y quisimos juzgarlo conforme a nuestra ley.

»Pero interviniendo el comandante Lisias, con gran violencia lo quitó de nuestras manos, mandando a sus acusadores que vinieran a usted. Si usted mismo lo interroga sobre todo lo que he dicho, podrá confirmar las cosas de que lo acusamos». Los judíos se unieron también a la acusación, asegurando que, efectivamente, así era todo.

Defensa de Pablo

10 Después que el gobernador le hizo una señal para que hablara, Pablo respondió: «Sabiendo que por muchos años usted ha sido juez de esta nación, con gusto presento mi defensa, 11 puesto que usted puede comprobar el hecho de que no hace más de doce días que subí a Jerusalén a adorar. 12 Y ni en el templo, ni en las sinagogas, ni en la ciudad misma me encontraron discutiendo con nadie o provocando un tumulto. 13 Ni tampoco pueden probar de lo que ahora me acusan.

14 »Pero esto admito ante usted, que según el Camino que ellos llaman secta, yo sirvo al Dios de nuestros padres, creyendo todo lo que es conforme a la ley y lo que está escrito en los profetas; 15 teniendo la misma esperanza en Dios que estos también abrigan, de que ciertamente habrá una resurrección tanto de los justos como de los impíos. 16 Por esto, yo también me esfuerzo por conservar siempre una conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres.

17 »Después de varios años, he venido para traer limosnas a mi nación y a presentar ofrendas. 18 En esto estaba cuando me encontraron en el templo, después de haberme purificado, no con multitud ni con alboroto. Pero estaban allí ciertos judíos de Asia, 19 y que deberían haberse presentado aquí ante usted y acusarme si tuvieran algo contra mí.

20 »O si no, que estos mismos digan qué delito encontraron cuando comparecí ante el Concilio, 21 a no ser por esta sola declaración que hice en voz alta mientras estaba entre ellos: “Por la resurrección de los muertos soy juzgado hoy ante ustedes”».

22 Entonces Félix, que conocía con bastante exactitud acerca del Camino, dejó el fallo para después, diciendo: «Cuando venga el comandante Lisias decidiré el caso de ustedes». 23 Y dio órdenes al centurión de que tuviera a Pablo bajo custodia, pero con alguna medida de libertad, y que no impidiera a ninguno de sus amigos que lo sirvieran.

Pablo preso por dos años en Cesarea

24 Pero pocos días más tarde, llegó Félix con Drusila su mujer, que era judía, y mandó traer a Pablo y lo oyó hablar acerca de la fe en Cristo Jesús. 25 Al disertar Pablo sobre la justicia, el dominio propio y el juicio venidero, Félix, atemorizado dijo: «Vete por ahora, pero cuando tenga tiempo te mandaré llamar».

26 Al mismo tiempo, tenía esperanza de que Pablo le diera dinero. Por eso acostumbraba llamarlo con frecuencia y conversar con él. 27 Pero transcurridos dos años, Porcio Festo llegó como sucesor de Félix, y deseando hacer un favor a los judíos, Félix dejó preso a Pablo.

   

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Jeremías 34

Profecía contra Sedequías

34 La palabra que vino a Jeremías de parte del Señor, cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, y todo su ejército y todos los reinos de la tierra que estaban bajo su dominio y todos los pueblos, peleaban contra Jerusalén y contra todas sus ciudades: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Ve y habla a Sedequías, rey de Judá, y dile: ‘Así dice el Señor: “Yo entrego esta ciudad en manos del rey de Babilonia, y él le prenderá fuego. Tú no escaparás de su mano, sino que ciertamente serás capturado y entregado en su mano. Tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia, y él te hablará cara a cara, y a Babilonia irás”’”. Sin embargo, oye la palabra del Señor, oh Sedequías, rey de Judá. Así dice el Señor acerca de ti: “No morirás a espada; en paz morirás. Como quemaron especias por tus padres, los reyes anteriores que te precedieron, así quemarán especias por ti, y con ‘¡Ay, señor!’ harán lamento por ti”. Porque Yo he hablado la palabra», declara el Señor.

Entonces el profeta Jeremías habló a Sedequías, rey de Judá, todas estas palabras en Jerusalén mientras el ejército del rey de Babilonia peleaba contra Jerusalén y contra todas las ciudades que quedaban en Judá, es decir, Laquis y Azeca, pues solo estas quedaban como ciudades fortificadas entre las ciudades de Judá.

Palabra que vino a Jeremías de parte del Señor, después que el rey Sedequías había hecho un pacto con todo el pueblo que había en Jerusalén para proclamarles libertad: que cada uno debía poner en libertad a su siervo y a su sierva hebreos, para que nadie retuviera a un judío, hermano suyo, en servidumbre. 10 Y obedecieron todos los oficiales y todo el pueblo que habían entrado en el pacto, de que cada uno dejara en libertad a su siervo y cada uno a su sierva, de modo que nadie los mantuviera más en servidumbre; obedecieron y los pusieron en libertad. 11 Pero después se arrepintieron y volvieron a tomar a los siervos y a las siervas a quienes habían dejado en libertad, y los sometieron a servidumbre como siervos y como siervas.

12 Entonces vino la palabra del Señor a Jeremías, diciendo: 13 «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Yo hice un pacto con los padres de ustedes el día que los saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre. Les dije: 14 ‘Después de siete años cada uno de ustedes pondrá en libertad al hermano hebreo que le fue vendido y que le ha servido por seis años, y lo dejará ir libre; pero sus padres no me escucharon, ni prestaron atención. 15 Aunque recientemente se habían arrepentido y habían hecho lo que es recto ante Mis ojos, cada uno proclamando libertad a su prójimo, habiendo hecho un pacto delante de Mí en la casa que es llamada por Mi nombre. 16 Sin embargo, ustedes se han vuelto atrás y han profanado Mi nombre. Cada uno ha tomado de nuevo a su siervo y cada uno a su sierva, a quienes habían dejado libres según su deseo, y los han sometido a servidumbre como siervos y como siervas’”.

17 »Por tanto, así dice el Señor: “Ustedes no me han obedecido, al no proclamar libertad cada uno a su hermano y cada uno a su prójimo. Por eso proclamo contra ustedes libertad”, declara el Señor, “a la espada, a la pestilencia y al hambre; y haré de ustedes motivo de espanto para todos los reinos de la tierra. 18 Y entregaré a los hombres que han transgredido Mi pacto, que no han cumplido las palabras del pacto que hicieron delante de Mí, cuando cortaron en dos el becerro y pasaron entre las dos mitades: 19 a los oficiales de Judá, a los oficiales de Jerusalén, a los oficiales de la corte, a los sacerdotes y a todo el pueblo de la tierra que pasaron entre las mitades del becerro. 20 A ellos los entregaré en manos de sus enemigos y en manos de los que buscan su vida. Sus cadáveres servirán de comida para las aves del cielo y para las bestias de la tierra. 21 Y a Sedequías, rey de Judá, y a sus oficiales los entregaré en manos de sus enemigos, en manos de los que buscan su vida y en manos del ejército del rey de Babilonia, que se ha retirado de ustedes. 22 Yo daré órdenes”, declara el Señor, “y los haré volver a esta ciudad, y pelearán contra ella, la tomarán y le prenderán fuego; y haré de las ciudades de Judá una desolación sin habitantes”».

   

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Salmos 5–6

Oración pidiendo protección de los malos

Para el director del coro; para acompañamiento de flauta. Salmo de David.

5 Escucha mis palabras, oh Señor; Considera mi lamento. Atiende a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, Porque es a Ti a quien oro. Oh Señor, de mañana oirás mi voz; De mañana presentaré mi oración a Ti, Y con ansias esperaré.

Porque Tú no eres un Dios que se complace en la maldad; El mal no mora en Ti. Los que se ensalzan no estarán delante de Tus ojos; Aborreces a todos los que hacen iniquidad. Destruyes a los que hablan falsedad; El Señor aborrece al hombre sanguinario y engañador. Pero yo, por la abundancia de Tu misericordia entraré en Tu casa; Me postraré en Tu santo templo con reverencia.

Señor, guíame en Tu justicia por causa de mis enemigos; Allana delante de mí Tu camino. Porque no hay sinceridad en lo que dicen; Destrucción son sus entrañas, Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua hablan lisonjas. 10 Tenlos por culpables, oh Dios; ¡Que caigan por sus mismas intrigas! Échalos fuera por la multitud de sus transgresiones, Porque se rebelan contra Ti.

11 Pero alégrense todos los que en Ti se refugian; Para siempre canten con júbilo, Porque Tú los proteges; Regocíjense en Ti los que aman Tu nombre. 12 Porque Tú, oh Señor, bendices al justo, Como con un escudo lo rodeas de Tu favor.

Oración pidiendo misericordia en la prueba

Para el director del coro; con instrumentos de cuerda, sobre una lira de ocho cuerdas. Salmo de David.

6 Señor, no me reprendas en Tu ira, Ni me castigues en Tu furor. Ten piedad de mí, Señor, porque estoy sin fuerza; Sáname, Señor, porque mis huesos se estremecen. Mi alma también está muy angustiada; Y Tú, oh Señor, ¿hasta cuándo?

Vuélvete, Señor, rescata mi alma; Sálvame por Tu misericordia. Porque no hay en la muerte memoria de Ti; En el Seol, ¿quién te da gracias?

Cansado estoy de mis gemidos; Todas las noches inundo de llanto mi lecho, Con mis lágrimas riego mi cama. Se consumen de sufrir mis ojos; Han envejecido a causa de todos mis adversarios.

Apártense de mí, todos ustedes que hacen iniquidad, Porque el Señor ha oído la voz de mi llanto. El Señor ha escuchado mi súplica; El Señor recibe mi oración. 10 Todos mis enemigos serán avergonzados y se turbarán en gran manera; Se volverán, y de repente serán avergonzados.

   

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