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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Jueces 18

Un lector inocente tal vez pensó que la lectura de ayer reflejaba un pe- queño desliz aberrante del pueblo de Dios. La de hoy (Jueces 18) le roba el optimismo a esa esperanza: una tribu entera de Israel está corrompida y seguramente otras también lo están.

El contexto histórico es bastante antiguo: no todas las tribus han acaba- do de conquistar la tierra que les fue concedida. Este es ciertamente el caso de Dan (18:1). Los hijos de Dan enviaron cinco soldados para explorar la tierra y eventualmente se toparon con la casa de Micaía. Ahí encuentran al joven levita y lo reconocen, quizás por algún encuentro previo o tal vez por lo que era o lo que hacía. (Posiblemente, le escucharon orar o estudiar, pues esto se solía hacer en voz alta.) Le preguntaron si su viaje tendría éxito. Tal vez, el “efod” que hizo Micaía (Jueces 17:5) incluía algo como el urim y el tumim con el pretexto de discernir la voluntad de Dios. En cualquier caso, él se lo confirma y siguen su camino.

Los soldados entraron como espías al pueblo de Lais, el que no era par- te de la tierra que se les había asignado. No obstante, a ellos les pareció un blanco fácil y atractivo y así lo informaron. Al regresar con seiscientos hom- bres armados de la tribu de Dan, interrumpieron su asalto militar para lle- varse todos los dioses de la casa de Micaía, así como al joven levita y efod, evidentemente pensando que esto les traería “suerte” o al menos apoyo a su proyecto. El levita estaba encantado, pues lo veía como un ascenso (18:20), pero ¿puede un clérigo “comprado” ejercer un verdadero testimonio pro- fético?

Cuando Micaía y sus hombres alcanzan a este grupo de guerreros, su afirmación suena un tanto patética: “Vosotros os llevasteis mis dioses, que yo mismo hice, y también os llevasteis a mi sacerdote y luego os fuisteis. ¿Qué más me queda? ¡Y todavía os atrevéis a preguntarme qué me sucede!” (18:24). El hombre ni siquiera detectó la ironía de su propia declaración, la total inuti- lidad de otorgarle tanto peso a dioses que uno mismo ha hecho.

Los hombres de Dan amenazaron con aniquilar a Micaía y a su fami- lia, y con eso resolvieron el asunto. La fuerza- no la justicia ni la integridad- gobierna la tierra. Los hijos de Dan capturaron Lais, atacando a un “pueblo tranquilo y confiado” (18:27) y cambiaron el nombre de la ciudad por “Dan”. Allí establecieron sus ídolos y el joven levita, quien ahora se identifica como un descendiente directo de Moisés (18:30), sirve como el sacerdote de la tribu y le pasa el legado a sus hijos, en tanto que el tabernáculo permanece en su debido lugar en Silo (18:30-31).

Los niveles de infidelidad al pacto en el ámbito religioso se multiplican mediante el aumento en la violencia, el egoísmo tribal, las aspiraciones per- sonales de poder, la ingratitud, las amenazas burdas y la superstición masi- va. Es común que estos pecados crezcan juntos.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Salmos 1–2

En cierto modo, el Salmo 2 puede entenderse completamente dentro del marco de la vida de un rey davídico, incluso del mismo David. Este monarca ha conquistado las naciones vecinas. Si estas se rebelan, están conspirando juntas “contra el Señor y contra su ungido” (2:2), esto es, su “mesías”, una expresión que puede referirse a cualquier rey ungido de Israel, o al Mesías definitivo. Si intentan desprenderse de las cadenas de sus obligaciones con Israel (2:3), tendrán que vérselas con Dios: “El rey de los cielos se ríe; el Señor se burla de ellos” (2:4). Él los reprende en su ira, porque ha establecido a su Rey en Sión (2:5-6).

Ahora habla el propio rey. Da testimonio de esta misma coronación, utilizando un lenguaje común en el antiguo Oriente Próximo. En el momento en que la misma se produce, él se convierte en el “hijo” del Dios que extiende su soberanía suprema sobre esas personas. El propio Jehová emplea el mismo discurso: el rey de Israel pasa a ser el “hijo” de Dios en su coronación, comprometido con la búsqueda de la gloria y el bien de su Padre, reflejando su carácter y voluntad (2:7). El Todopoderoso controla de tal modo a todas las naciones, que el rey davídico sólo tiene que pedir y él le concederá soberanía absoluta sobre las naciones (2:8-9). Así pues, los reyes deberían ser sabios, ya que están advertidos (2:10). “Servid al Señor con temor […]. Besadle los pies, no sea que se enoje” (2:11-12).

Sin embargo, existen al menos dos elementos que indican que el salmo no está hablando de uno de los antiguos monarcas davídicos. Primero, al principio de esta dinastía, David pasó a ser un tipo o modelo del “mesías” supremo de este linaje, el “David” definitivo. Encontramos fácilmente referencias explícitas a este personaje siglos después (p. ej., Isaías 9; Ezequiel 34). El razonamiento tipológico puede desarrollarse de esta forma: si el rey David histórico fue el agente utilizado por Dios para gobernar a las naciones que lo rodeaban, ¿no reinará con más gloria sobre toda la tierra su Hijo más excelso, el rey davídico por excelencia? Segundo, existen varios indicios en el salmo que sugieren algo más que un antiguo rey davídico. Él somete a “los reyes de la tierra” (2:2), un concepto muy global (aunque podría significar “los reyes de ese territorio o región”); Dios promete entregar “las naciones” y “los confines de la tierra” a este “Hijo”, un concepto más difícil de desestimar. La bendición final (2:12) suena un tanto pretenciosa para alguien que no sea el Mesías supremo. Cada una de estas expresiones puede “explicarse” (o “justificarse”): tal vez serían ejemplos de un lenguaje hiperbólico. Sin embargo, si se analizan en conjunto, no apuntan tanto fuera del David histórico como más allá de él. Reflexionemos en Hechos 4:23-30.
 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Jueces 18

Los danitas en busca de heredad

18 En aquellos días no había rey en Israel. Y por aquel tiempo la tribu de los danitas buscaba para sí una heredad donde habitar, porque hasta entonces ninguna heredad se le había asignado como le correspondía entre las tribus de Israel. Los hijos de Dan enviaron de su tribu, de entre todos ellos, a cinco hombres, hombres valientes de Zora y Estaol, a reconocer la tierra y explorarla. Y les dijeron: «Vayan, exploren la tierra». Y llegaron a la región montañosa de Efraín, a la casa de Micaía, y se hospedaron allí.

Cuando estaban cerca de la casa de Micaía, reconocieron la voz del joven levita; y llegándose allá, le dijeron: «¿Quién te trajo aquí? ¿Qué estás haciendo en este lugar y qué tienes aquí?». Él les dijo: «Así y de esta manera me ha hecho Micaía, me ha tomado a sueldo y ahora soy su sacerdote».

Y le dijeron: «Te rogamos que consultes a Dios para saber si el camino en que vamos será próspero». El sacerdote les respondió: «Vayan en paz; el camino en que andan tiene la aprobación del Señor».

Entonces los cinco hombres salieron y llegaron a Lais y vieron al pueblo que había en ella viviendo en seguridad, tranquilo y confiado, según la costumbre de los sidonios. Porque no había gobernante humillándolos en nada en aquella tierra, y estaban lejos de los sidonios, y no tenían relaciones con nadie. Al regresar a sus hermanos en Zora y Estaol, sus hermanos les dijeron: «¿Qué noticias tienen?».

Y ellos respondieron: «Levántense, subamos contra ellos, porque hemos visto la tierra, la cual es muy buena. ¿Estarán, pues, quietos? No se demoren en ir, para entrar a tomar posesión de la tierra. 10 Cuando entren, llegarán a un pueblo confiado, con una tierra espaciosa que Dios ha entregado en manos de ustedes. Es un lugar donde no falta nada de lo que hay sobre la tierra».

11 Entonces de la familia de los danitas, de Zora y de Estaol, salieron 600 hombres con armas de guerra. 12 Subieron y acamparon en Quiriat Jearim en Judá. Por tanto, llamaron aquel lugar Majané Dan hasta hoy. Está al occidente de Quiriat Jearim. 13 De allí pasaron a la región montañosa de Efraín y llegaron a la casa de Micaía.

14 Y los cinco hombres que fueron a reconocer la región de Lais, les dijeron a sus parientes: «¿No saben que en estas casas hay un efod, ídolos domésticos, una imagen tallada y una imagen de fundición? Ahora pues, consideren lo que deben hacer». 15 Allí se desviaron y llegaron a la casa del joven levita, a la casa de Micaía, y le preguntaron cómo estaba. 16 Y los 600 hombres armados con sus armas de guerra, que eran de los hijos de Dan, se pusieron a la entrada de la puerta.

17 Y los cinco hombres que fueron a reconocer la tierra subieron y entraron allí, y tomaron la imagen tallada, el efod, los ídolos domésticos y la imagen de fundición, mientras el sacerdote estaba junto a la entrada de la puerta con los 600 hombres con armas de guerra. 18 Cuando aquellos entraron a la casa de Micaía y tomaron la imagen tallada, el efod, los ídolos domésticos y la imagen de fundición, el sacerdote les dijo: «¿Qué hacen?».

19 Ellos le respondieron: «Calla, pon la mano sobre tu boca y ven con nosotros, y sé padre y sacerdote para nosotros. ¿Te es mejor ser sacerdote para la casa de un hombre, o ser sacerdote para una tribu y una familia de Israel?». 20 Y se alegró el corazón del sacerdote, y tomó el efod, los ídolos domésticos y la imagen tallada, y se fue en medio del pueblo.

21 Entonces ellos se volvieron y salieron, y pusieron los niños, el ganado y sus bienes por delante. 22 Cuando se alejaron de la casa de Micaía, los hombres que estaban en las casas cerca de la casa de Micaía, se juntaron y alcanzaron a los hijos de Dan.

23 Y gritaron a los hijos de Dan, y estos se volvieron y dijeron a Micaía: «¿Qué te pasa que has juntado gente?». 24 Y él respondió: «Ustedes se han llevado mis dioses que yo hice, también al sacerdote, y se han marchado, ¿y qué me queda? ¿Cómo, pues, me dicen: “¿Qué pasa?”». 25 Los hijos de Dan le dijeron: «Que no se oiga tu voz entre nosotros, no sea que caigan sobre ti hombres fieros y pierdas tu vida y las vidas de los de tu casa». 26 Y los hijos de Dan prosiguieron su camino. Cuando Micaía vio que eran muy fuertes para él, dio la vuelta y regresó a su casa.

27 Entonces los danitas tomaron lo que Micaía había hecho, y al sacerdote que le había pertenecido, y llegaron a Lais, a un pueblo tranquilo y confiado. Y los hirieron a filo de espada e incendiaron la ciudad. 28 Y no había nadie que la librara, porque estaba lejos de Sidón, en el valle que está cerca de Bet Rehob, y ellos no tenían trato con nadie. Después los danitas reedificaron la ciudad y habitaron en ella. 29 Le pusieron el nombre de Dan a la ciudad, según el nombre de Dan su padre, que le nació a Israel. Pero el nombre de la ciudad anteriormente era Lais. 30 Y los hijos de Dan levantaron para sí la imagen tallada. Jonatán, hijo de Gersón, hijo de Manasés, y sus hijos fueron sacerdotes para la tribu de los danitas, hasta el día del cautiverio de la tierra. 31 Levantaron, pues, para sí la imagen tallada que Micaía había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo.

   

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Hechos 22

22«Hermanos y padres, escuchen mi defensa que ahora presento ante ustedes», decía Pablo.

Cuando oyeron que se dirigía a ellos en el idioma hebreo, observaron aún más silencio. El continuó*:

Pablo da testimonio de su conversión

«Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, educado bajo Gamaliel en estricta conformidad a la ley de nuestros padres, siendo tan celoso de Dios como todos ustedes lo son hoy. Perseguí este Camino hasta la muerte, encadenando y echando en cárceles tanto a hombres como a mujeres, de lo cual pueden testificar el sumo sacerdote y todo el Concilio de los ancianos. De ellos recibí cartas para los hermanos, y me puse en marcha para Damasco con el fin de traer presos a Jerusalén también a los que estaban allá, para que fueran castigados.

»Y aconteció que cuando iba de camino, estando ya cerca de Damasco, como al mediodía, de repente una luz muy brillante fulguró desde el cielo a mi alrededor. Caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Y respondí: “¿Quién eres, Señor?”. Y Él me dijo: “Yo soy Jesús el Nazareno, a quien tú persigues”.

»Los que estaban conmigo vieron la luz, ciertamente, pero no comprendieron la voz de Aquel que me hablaba. 10 Y yo dije: “¿Qué debo hacer, Señor?”. Y el Señor me dijo: “Levántate y entra a Damasco; y allí se te dirá todo lo que se ha ordenado que hagas”.

11 »Pero como yo no veía por causa del resplandor de aquella luz, los que estaban conmigo me llevaron de la mano y entré a Damasco. 12 Y uno llamado Ananías, hombre piadoso según las normas de la ley, y de quien daban buen testimonio todos los judíos que vivían allí, 13 vino a mí, y poniéndose a mi lado, me dijo: “Hermano Saulo, recibe la vista”. En ese mismo instante alcé los ojos y lo miré.

14 »Y él dijo: “El Dios de nuestros padres te ha designado para que conozcas Su voluntad, y para que veas al Justo y oigas palabra de Su boca. 15 Porque tú serás testigo Suyo a todos los hombres de lo que has visto y oído. 16 Y ahora, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados invocando Su nombre”.

17 »Cuando regresé a Jerusalén y me hallaba orando en el templo, caí en un éxtasis, 18 y vi al Señor que me decía: “Apresúrate y sal pronto de Jerusalén porque no aceptarán tu testimonio acerca de Mí”.

19 »Entonces yo dije: “Señor, ellos saben bien que en las sinagogas, una tras otra, yo encarcelaba y azotaba a los que creían en Ti. 20 Cuando se derramaba la sangre de Tu testigo Esteban, allí estaba también yo dando mi aprobación, y cuidando los mantos de los que lo estaban matando”. 21 Pero Él me dijo: “Ve, porque te voy a enviar lejos, a los gentiles”».

Pablo bajo vigilancia del comandante

22 La multitud lo oyó hasta que dijo esto, entonces alzaron sus voces y dijeron: «¡Quita de la tierra a ese hombre! No se le debe permitir que viva».

23 Como ellos vociferaban, y arrojaban sus mantos, y echaban polvo al aire, 24 el comandante ordenó que llevaran a Pablo al cuartel, diciendo que debía ser sometido a azotes para saber la razón por qué la gente gritaban contra él de aquella manera. 25 Cuando lo estiraron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba allí: «¿Les es lícito azotar a un ciudadano romano sin haberle hecho juicio?».

26 Al oír esto el centurión, fue al comandante y le avisó: «¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano». 27 Vino el comandante a Pablo y le dijo: «Dime, ¿eres ciudadano romano?». «Sí», contestó él. 28 Y el comandante respondió: «Yo adquirí esta ciudadanía por una gran cantidad de dinero». «Pero yo soy ciudadano romano de nacimiento», le dijo Pablo.

29 Entonces los que iban a someterlo a azotes, al instante lo soltaron. También el comandante tuvo temor cuando supo que Pablo era ciudadano romano, y porque lo había atado con cadenas.

Pablo ante el Concilio

30 Al día siguiente, queriendo el comandante saber con certeza la causa por la cual los judíos lo acusaban a Pablo, lo soltó, y ordenó a los principales sacerdotes y a todo el Concilio que se reunieran. Después llevó a Pablo y lo puso ante ellos.

   

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Jeremías 32

Jeremías compra un campo en Anatot

32 Palabra que vino a Jeremías de parte del Señor en el año décimo de Sedequías, rey de Judá, que fue el año dieciocho de Nabucodonosor. En aquel tiempo el ejército del rey de Babilonia tenía sitiada a Jerusalén, y el profeta Jeremías estaba encerrado en el patio de la guardia, que estaba en la casa del rey de Judá, porque Sedequías, rey de Judá, lo había encerrado, diciéndole: «¿Por qué profetizas: “Así dice el Señor: ‘Voy a entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia, y él la tomará; y Sedequías, rey de Judá, no escapará de la mano de los caldeos, sino que ciertamente será entregado en manos del rey de Babilonia que hablará con él cara a cara, y sus ojos verán sus ojos; y Nabucodonosor llevará a Sedequías a Babilonia, y allí estará hasta que Yo lo visite’, declara el Señor, ‘y si ustedes pelean contra los caldeos, no tendrán éxito’”?».

Entonces Jeremías dijo: «Vino a mí la palabra del Señor y me dijo: “Hanamel, hijo de tu tío Salum, viene a verte y te dirá: ‘Cómprate el campo que tengo en Anatot, porque tú tienes el derecho de rescate para comprarlo’”. Y Hanamel, hijo de mi tío, vino a verme al patio de la guardia conforme a la palabra del Señor, y me dijo: “Te ruego que compres el campo que tengo en Anatot, que está en la tierra de Benjamín, porque tú tienes el derecho de posesión y el rescate es tuyo; cómpralo para ti”. Entonces supe que esta era la palabra del Señor.

»Así que compré a Hanamel, hijo de mi tío, el campo que estaba en Anatot, y le pesé la plata, 17 siclos (194 gramos) de plata. 10 Firmé la escritura y la sellé, llamé a testigos y pesé la plata en la balanza. 11 Luego tomé la escritura de compra, la copia sellada con los términos y condiciones, y también la copia abierta; 12 y entregué la escritura de compra a Baruc, hijo de Nerías, hijo de Maasías, en presencia de Hanamel, hijo de mi tío, en presencia de los testigos que firmaron la escritura de compra y en presencia de todos los judíos que se encontraban en el patio de la guardia. 13 Y en presencia de ellos, ordené a Baruc: 14 “Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ‘Toma estas escrituras, esta escritura de compra sellada y esta escritura abierta, y ponlas en una vasija de barro para que duren mucho tiempo’. 15 Porque así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ‘De nuevo se comprarán casas, campos y viñas en esta tierra’”.

16 »Después de haber entregado la escritura de compra a Baruc, hijo de Nerías, oré al Señor: 17 “¡Ah, Señor Dios! Ciertamente, Tú hiciste los cielos y la tierra con Tu gran poder y con Tu brazo extendido. Nada es imposible para Ti, 18 que muestras misericordia a millares, pero que castigas la iniquidad de los padres en sus hijos después de ellos. Oh grande y poderoso Dios, el Señor de los ejércitos es Su nombre. 19 Él es grande en consejo y poderoso en obras, cuyos ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno conforme a sus caminos y conforme al fruto de sus obras. 20 Tú realizaste señales y portentos en la tierra de Egipto hasta este día, y en Israel y entre los hombres, y te has hecho un nombre, como se ve hoy. 21 Sacaste a Tu pueblo Israel de la tierra de Egipto con señales y portentos, con mano fuerte y con brazo extendido y con gran terror, 22 y les diste esta tierra, que habías jurado dar a sus padres, tierra que mana leche y miel. 23 Ellos entraron y tomaron posesión de ella, pero no obedecieron Tu voz ni anduvieron en Tu ley. No hicieron nada de todo lo que les mandaste hacer; por tanto Tú has hecho venir sobre ellos toda esta calamidad. 24 Los terraplenes de asalto han llegado a la ciudad para tomarla. La ciudad va a ser entregada en manos de los caldeos que pelean contra ella, por causa de la espada, el hambre y la pestilencia. Lo que habías hablado ha venido a ser, y Tú lo estás viendo. 25 Tú me has dicho, oh Señor Dios: ‘Cómprate el campo con dinero, y llama a testigos’; aunque la ciudad sea entregada en manos de los caldeos”».

26 Entonces vino palabra del Señor a Jeremías: 27 «Yo soy el Señor, el Dios de toda carne, ¿habrá algo imposible para Mí?». 28 Por tanto, así dice el Señor: «Voy a entregar esta ciudad en mano de los caldeos y en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y él la tomará. 29 Los caldeos que atacan esta ciudad entrarán y prenderán fuego a la ciudad y la quemarán, junto con las casas en las que han ofrecido incienso a Baal sobre sus terrazas y han derramado libaciones a otros dioses para provocarme a ira. 30 Porque los israelitas y los hijos de Judá solo han hecho lo malo ante Mis ojos desde su juventud. Ciertamente los israelitas no han hecho más que provocarme a ira con la obra de sus manos», declara el Señor. 31 «Porque motivo de Mi ira y de Mi furor ha sido esta ciudad para Mí, desde el día en que la edificaron hasta hoy, de modo que será quitada de Mi presencia 32 por todo el mal que los israelitas y los hijos de Judá hicieron para provocarme a ira, ellos, sus reyes, sus jefes, sus sacerdotes, sus profetas, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. 33 Ellos me dieron la espalda, y no el rostro. Aunque les enseñaba, enseñándoles una y otra vez, no escucharon ni aceptaron corrección, 34 sino que pusieron sus abominaciones en la casa que es llamada por Mi nombre, profanándola. 35 También edificaron los lugares altos de Baal que están en el valle de Ben Hinom, para hacer pasar por el fuego a sus hijos y a sus hijas en honor de Moloc. Esto nunca les había mandado, ni me pasó por la mente que ellos cometieran tal abominación, para hacer que Judá pecara.

36 »Ahora pues, así dice el Señor, Dios de Israel, en cuanto a esta ciudad de la cual ustedes dicen: “Va a ser entregada en mano del rey de Babilonia por la espada, por el hambre y por la pestilencia”. 37 Yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los he echado en Mi ira, en Mi furor y con gran enojo, y los haré volver a este lugar y los haré morar seguros. 38 Ellos serán Mi pueblo, y Yo seré su Dios; 39 y les daré un solo corazón y un solo camino, para que me teman siempre, para bien de ellos y de sus hijos después de ellos. 40 Haré con ellos un pacto eterno, de que Yo no me apartaré de ellos para hacerles bien, e infundiré Mi temor en sus corazones para que no se aparten de Mí. 41 Me regocijaré en ellos haciéndoles bien, y ciertamente los plantaré en esta tierra, con todo Mi corazón y con toda Mi alma. 42 Porque así dice el Señor: “Como he traído a este pueblo toda esta gran calamidad así he de traer sobre ellos todo el bien que les prometo. 43 Y se comprarán campos en esta tierra de la cual ustedes dicen: ‘Es una desolación, sin hombres ni animales; entregada está en mano de los caldeos’. 44 La gente comprará campos por dinero, firmarán y sellarán escrituras y llamarán a testigos, en la tierra de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén, en las ciudades de Judá, en las ciudades de la región montañosa, en las ciudades de la llanura y en las ciudades del Neguev, porque restauraré su bienestar”», declara el Señor.

   

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Salmos 1–2

LIBRO PRIMERO

Contraste entre el justo y los impíos

1¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, Ni se detiene en el camino de los pecadores, Ni se sienta en la silla de los escarnecedores, Sino que en la ley del Señor está su deleite, Y en Su ley medita de día y de noche! Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, Que da su fruto a su tiempo Y su hoja no se marchita; En todo lo que hace, prospera.

No así los impíos, Que son como paja que se lleva el viento. Por tanto, no se sostendrán los impíos en el juicio, Ni los pecadores en la congregación de los justos. Porque el Señor conoce el camino de los justos, Pero el camino de los impíos perecerá.

El reino del Ungido del Señor

2¿Por qué se sublevan las naciones, Y los pueblos traman cosas vanas? Se levantan los reyes de la tierra, Y los gobernantes traman unidos Contra el Señor y contra Su Ungido, diciendo: «¡Rompamos Sus cadenas Y echemos de nosotros Sus cuerdas!».

El que se sienta como Rey en los cielos se ríe, El Señor se burla de ellos. Luego les hablará en Su ira, Y en Su furor los aterrará, diciendo: «Pero Yo mismo he consagrado a Mi Rey Sobre Sión, Mi santo monte».

«Ciertamente anunciaré el decreto del Señor Que me dijo: “Mi Hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy. Pídeme, y te daré las naciones como herencia Tuya, Y como posesión Tuya los confines de la tierra. Tú los quebrantarás con vara de hierro; Los desmenuzarás como vaso de alfarero”».

10 Ahora pues, oh reyes, muestren discernimiento; Reciban amonestación, oh jueces de la tierra. 11 Adoren al Señor con reverencia, Y alégrense con temblor. 12 Honren al Hijo para que no se enoje y perezcan en el camino, Pues puede inflamarse de repente Su ira. ¡Cuán bienaventurados son todos los que en Él se refugian!

   

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