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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Salmos 135–136

Cada versículo del Salmo 135 cita a, alude a, o es citado por otra parte de las Escrituras.

El versículo 1 reordena las palabras del Salmo 113:1, enfatizando a los “siervos del Señor”, a quienes se les describe en el versículo 2, el cual, a su vez, adapta una frase del Salmo 116:19. El versículo 3 es uno de tres versículos que aparecen en el libro de los Salmos en los cuales se nos dice de distintas formas que el nombre del Señor es bueno (52:9), que él mismo es bueno (135:3) y que alabarle es bueno (147:1); y más aún, que tanto su nombre (en este texto) como la adoración a él (147:1) es “agradable”(o tal vez “deleitoso”). Si el versículo 3 enfatiza el carácter de Dios, el 4 resalta su amor electivo de manera que nos transporta de vuelta a Deuteronomio 7:6.

Los versículos 5 al 7 enfatizan el poder ilimitado de Dios, trayendo a memoria Éxodo 18:11; Salmo 115:3; Jeremías 10:13. La frase inicial “Yo sé que…” resalta la confesión personal; esto es una verdad no sólo para conocer, sino para vivir. Gran parte de los versículos 8 al 12 vuelven a aparecer dispersados en el próximo salmo, a menudo de manera textual (136:10,18- 22). No importa cuál de ellos tomó prestado del otro. Las referencias a la derrota de Sihón y de Og nos remontan a Números 21:21-35. En cuanto al nombre de Dios (135:13-14), la alusión es a Éxodo 3:15 y Deuteronomio 32:36. Los versículos 15 al 18, sobre la locura de toda idolatría, sigue casi exactamente al 115:4-8; convicciones de temas parecidos encuentran su expresión en Isaías. Los últimos versículos de este salmo (135:19-21) aparentemente siguen al 115:9-11, en el cual a tres de los cuatro grupos se les dice que glorifiquen a Dios.

El resultado de este acercamiento pastiche a la escritura de los salmos es un maravilloso compendio de la alabanza. Es como si la mente del escritor estuviera llena, no sólo de muchos datos históricos de las Escrituras, sino también de textos. De manera que al construir su himno exuberante de alabanza, él, consciente o inconscientemente, intercala frases, incluso versículos enteros, de otros pasajes bíblicos.

Un fenómeno parecido solía suceder entre los evangélicos al orar. A medida que los hombres y las mujeres derramaban sus corazones al Señor en reuniones de oración, tanto la alabanza como las peticiones se articulaban en el lenguaje de las Escrituras. Desde luego que, en su peor expresión, era una recitación enlatada de los mismos seis textos. Pero en su mejor expresión, este tipo de alabanza y oración transitaba a través de panoramas cada vez más amplios de las Escrituras, a medida que las personas crecían en su conocimiento de las mismas. Esta alabanza es madura y bíblica, y dista mucho del sentimentalismo trillado y los temas superficiales de hoy día. La diferencia es dramática, como si comparásemos la Quinta Sinfonía de Beethoven con “Susanita tiene un ratón”.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Isaías 66

Aunque Isaías 66 termina con una nota de firmeza y esperanza (66:18-24), entremezclada con un tema abiertamente misionero (66:19), el comienzo del capítulo contiene una advertencia más (Isaías 66:1-6), la cual centra aquí nuestra atención.

El texto vislumbra la época en que se reconstruirá el templo de Jerusalén. En todo momento, Isaías ha predicho que Jerusalén sería destruida y con ella, implícitamente, el templo. También profetizó que un remanente volvería a la ciudad y comenzaría a reconstruirla. No obstante, no deben olvidar nunca que Dios no puede reducirse a las dimensiones de un templo: “El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa me podéis construir? ¿Qué morada me podéis ofrecer? Fue mi mano la que hizo estas cosas; fue así como llegaron a existir” (66:1-2). Salomón comprendió esta idea cuando dirigió a Israel en oración en la dedicación del primer templo (1 Reyes 8:27). Sin embargo, es una lección que se olvidó pronto, pues las sucesivas generaciones cayeron en un “eclesiasticismo” religioso. De alguna forma piensan que son buenos porque cumplen con los actos religiosos ordenados, pero Dios declara que ofrecer un animal prescrito en el nuevo templo cuando el corazón se encuentra lejos del Señor no es mejor que hacerlo con un animal inmundo. De hecho, puede ser tan repulsivo para el Señor como sacrificar a un ser humano, porque todo el ejercicio resulta increíblemente desafiante para Dios (66:3). Estas personas religiosas acaban finalmente persiguiendo a aquellos que quieren obedecer la palabra de Dios (66:5). Una vez más, el Señor amenaza con un juicio total (66:4, 6).

¿Qué buscará entonces el Señor entre el remanente que vuelve del exilio? Él dice: “Yo estimo a los pobres y contritos de espíritu, a los que tiemblan ante mi palabra” (66:2). Pocos versículos después, el profeta se dirige directamente a los fieles como “vosotros que tembláis ante su palabra” (66:5). Se los compara con aquellos que no contestan ni escuchan cuando el Señor llama y habla (66:4). Nada de esto es nuevo. Una de las lecciones que los israelitas debían aprender a lo largo de sus años vagando por el desierto era que “no solo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del SEÑOR” (Deuteronomio 8:3). Esta idea es de capital importancia. No tanto escuchar atentamente cada palabra que Dios ha hablado, sino hacerlo con humildad, contrición y temor (66:2). Lo que siempre ha distinguido lo verdadero de lo falso en medio del pueblo de Dios, lo bendito de lo maldito, es la fidelidad o deslealtad a su Palabra.
 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Josué 6

La conquista de Jericó

6 Jericó estaba muy bien cerrada por miedo a los israelitas. Nadie salía ni entraba. Pero el SEÑOR dijo a Josué: «Mira, he entregado en tu mano a Jericó, y a su rey con sus valientes guerreros. Ustedes marcharán alrededor de la ciudad, todos los hombres de guerra rodeando la ciudad una vez. Así lo harás por seis días.

»Siete sacerdotes llevarán siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca. Al séptimo día ustedes marcharán alrededor de la ciudad siete veces, y los sacerdotes tocarán las trompetas. Y sucederá que cuando toquen un sonido prolongado con el cuerno de carnero, y ustedes oigan el sonido de la trompeta, todo el pueblo gritará a gran voz, y la muralla de la ciudad se vendrá abajo. Entonces el pueblo subirá, cada hombre derecho hacia adelante».

Josué, hijo de Nun, llamó a los sacerdotes, y les dijo: «Tomen el arca del pacto, y que siete sacerdotes lleven siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca del SEÑOR». Entonces dijo al pueblo: «Pasen, y marchen alrededor de la ciudad, y que los hombres armados vayan delante del arca del SEÑOR».

Después que Josué había hablado al pueblo, los siete sacerdotes que llevaban las siete trompetas de cuerno de carnero delante del SEÑOR, se adelantaron y tocaron las trompetas. Y el arca del pacto del SEÑOR los seguía. Los hombres armados iban delante de los sacerdotes que tocaban las trompetas, y la retaguardia iba detrás del arca, mientras ellos continuaban tocando las trompetas.

10 Pero Josué dio órdenes al pueblo: «No gritarán ni dejarán oír su voz, ni saldrá palabra de su boca, hasta el día que yo les diga: “¡Griten!”. Entonces gritarán». 11 Así hizo que el arca del SEÑOR fuera alrededor de la ciudad, rodeándola una vez. Entonces volvieron al campamento, y pasaron la noche en el campamento.

12 Josué se levantó muy de mañana, y los sacerdotes tomaron el arca del SEÑOR. 13 Los siete sacerdotes llevando las siete trompetas de cuerno de carnero iban delante del arca del SEÑOR, andando continuamente y tocando las trompetas. Los hombres armados iban delante de ellos y la retaguardia iba detrás del arca del SEÑOR mientras ellos seguían tocando las trompetas. 14 Así que el segundo día marcharon una vez alrededor de la ciudad y volvieron al campamento. Así lo hicieron por seis días.

15 Entonces en el séptimo día se levantaron temprano, al despuntar el día, y marcharon alrededor de la ciudad de la misma manera, pero siete veces. Solo aquel día marcharon siete veces alrededor de la ciudad. 16 A la séptima vez, cuando los sacerdotes tocaron las trompetas, Josué dijo al pueblo: «¡Griten! Pues el SEÑOR les ha entregado la ciudad. 17 La ciudad será dedicada al anatema, ella y todo lo que hay en ella pertenece al SEÑOR. Solo Rahab la ramera y todos los que están en su casa vivirán, porque ella escondió a los mensajeros que enviamos. 18 Pero ustedes, tengan mucho cuidado en cuanto a las cosas dedicadas al anatema, no sea que las codicien y tomando de las cosas del anatema, hagan maldito el campamento de Israel y traigan desgracia sobre él. 19 Toda la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, están consagrados al SEÑOR. Entrarán en el tesoro del SEÑOR».

20 Entonces el pueblo gritó y los sacerdotes tocaron las trompetas; y sucedió que cuando el pueblo oyó el sonido de la trompeta, el pueblo gritó a gran voz y la muralla se vino abajo. El pueblo subió a la ciudad, cada hombre derecho hacia adelante, y tomaron la ciudad. 21 Destruyeron por completo, a filo de espada, todo lo que había en la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, bueyes, ovejas y asnos.

22 Pero Josué dijo a los dos hombres que habían reconocido la tierra: «Entren en la casa de la ramera y saquen de allí a la mujer y todo lo que posea, tal como se lo juraron». 23 Entraron, pues, los jóvenes espías y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos, y todo lo que poseía. También sacaron a todos sus parientes y los colocaron fuera del campamento de Israel. 24 Entonces prendieron fuego a la ciudad y a todo lo que en ella había. Solo pusieron en el tesoro de la casa del SEÑOR, la plata, el oro y los utensilios de bronce y de hierro.

25 Pero Josué dejó vivir a Rahab la ramera, a la casa de su padre y todo lo que ella tenía. Ella ha habitado en medio de Israel hasta hoy, porque escondió a los mensajeros a quienes Josué había enviado a reconocer a Jericó.

26 Entonces Josué les hizo un juramento en aquel tiempo y dijo: «Maldito sea delante del SEÑOR el hombre que se levante y reedifique esta ciudad de Jericó. Con la pérdida de su primogénito echará su cimiento, y con la pérdida de su hijo menor colocará sus puertas». 27 El SEÑOR estaba con Josué, y su fama se extendió por toda la tierra.

   

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Salmos 135–136

El SEÑOR en la naturaleza y en la historia

135 ¡Aleluya! Alaben el nombre del SEÑOR; Alábenlo, siervos del SEÑOR, Los que están en la casa del SEÑOR, En los atrios de la casa de nuestro Dios. ¡Aleluya! Porque el SEÑOR es bueno; Canten alabanzas a Su nombre, porque es agradable. Porque el SEÑOR ha escogido a Jacob para sí, A Israel para posesión Suya.

Porque yo sé que el SEÑOR es grande, Y que nuestro Señor está sobre todos los dioses. Todo cuanto el SEÑOR quiere, lo hace, En los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos. Él hace subir las nubes desde los extremos de la tierra, Hace los relámpagos para la lluvia Y saca el viento de Sus depósitos.

Hirió a los primogénitos de Egipto, Tanto de hombre como de animal. Envió señales y prodigios en medio de ti, oh Egipto, Sobre Faraón y todos sus siervos. 10 Hirió a muchas naciones Y mató a reyes poderosos; 11 A Sehón, rey de los amorreos, A Og, rey de Basán, Y a todos los reinos de Canaán; 12 Y dio sus tierras en herencia, En herencia a Israel Su pueblo. 13 Tu nombre, SEÑOR, es eterno; Tu memoria, SEÑOR, por todas las generaciones. 14 Porque el SEÑOR juzgará a Su pueblo, Y tendrá compasión de Sus siervos. 15 Los ídolos de las naciones son plata y oro, Obra de manos de hombre. 16 Tienen boca, y no hablan; Tienen ojos, y no ven; 17 Tienen oídos, y no oyen; Tampoco hay aliento en su boca. 18 Los que los hacen serán semejantes a ellos, , todos los que en ellos confían.

19 Oh casa de Israel, bendigan ustedes al SEÑOR; Oh casa de Aarón, bendigan al SEÑOR; 20 Oh casa de Leví, bendigan al SEÑOR; Los que temen al SEÑOR, bendigan al SEÑOR. 21 Bendito desde Sión sea el SEÑOR, Que mora en Jerusalén. ¡Aleluya!

Gratitud por la misericordia del SEÑOR para con Israel

136 Den gracias al SEÑOR porque Él es bueno, Porque para siempre es Su misericordia. Den gracias al Dios de dioses, Porque para siempre es Su misericordia. Den gracias al Señor de señores, Porque para siempre es Su misericordia. Al único que hace grandes maravillas, Porque para siempre es Su misericordia. Al que con sabiduría hizo los cielos, Porque para siempre es Su misericordia. Al que extendió la tierra sobre las aguas, Porque para siempre es Su misericordia. Al que hizo las grandes lumbreras, Porque para siempre es Su misericordia; El sol para que reine de día, Porque para siempre es Su misericordia; La luna y las estrellas para que reinen de noche, Porque para siempre es Su misericordia.

10 Al que hirió a Egipto en sus primogénitos, Porque para siempre es Su misericordia; 11 Y sacó a Israel de en medio de ellos, Porque para siempre es Su misericordia, 12 Con mano fuerte y brazo extendido, Porque para siempre es Su misericordia. 13 Al que dividió en dos el Mar Rojo, Porque para siempre es Su misericordia, 14 E hizo pasar a Israel por en medio de él, Porque para siempre es Su misericordia; 15 Pero a Faraón y a su ejército destruyó en el Mar Rojo, Porque para siempre es Su misericordia. 16 Al que condujo a Su pueblo por el desierto, Porque para siempre es Su misericordia; 17 Al que hirió a grandes reyes, Porque para siempre es Su misericordia; 18 Y mató a reyes poderosos, Porque para siempre es Su misericordia; 19 A Sehón, rey de los amorreos, Porque para siempre es Su misericordia, 20 Y a Og, rey de Basán, Porque para siempre es Su misericordia; 21 Y dio la tierra de ellos en heredad, Porque para siempre es Su misericordia, 22 En heredad a Israel Su siervo, Porque para siempre es Su misericordia.

23 El que se acordó de nosotros en nuestra humillación, Porque para siempre es Su misericordia, 24 Y nos rescató de nuestros adversarios, Porque para siempre es Su misericordia. 25 El que da sustento a toda carne, Porque para siempre es Su misericordia. 26 Den gracias al Dios del cielo, Porque para siempre es Su misericordia.

   

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Isaías 66

Futuro glorioso de Sión

66 Así dice el SEÑOR: «El cielo es Mi trono y la tierra el estrado de Mis pies. ¿Dónde, pues, está la casa que podrían edificarme? ¿Dónde está el lugar de Mi reposo? Todo esto lo hizo Mi mano, Y así todas estas cosas llegaron a ser», declara el SEÑOR. «Pero a este miraré: Al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante Mi palabra.

»El que mata un buey es como el que mata a un hombre, El que sacrifica un cordero como el que desnuca un perro, El que presenta ofrenda de cereal como el que ofrece sangre de cerdo, El que quema incienso como el que bendice a un ídolo. Como ellos han escogido sus propios caminos, Y su alma se deleita en sus abominaciones, También Yo escogeré sus castigos, Y traeré sobre ellos lo que temen. Porque llamé, pero nadie respondió, Hablé, pero no escucharon. Más bien hicieron lo malo ante Mis ojos, Y escogieron lo que no me complacía». Oigan la palabra del SEÑOR, ustedes que tiemblan ante Su palabra: «Sus hermanos que los aborrecen, que los excluyen por causa de Mi nombre, Han dicho: “Sea el SEÑOR glorificado, para que veamos la alegría de ustedes”. Pero ellos serán avergonzados. Voz de estruendo viene de la ciudad, una voz sale del templo: La voz del SEÑOR que da el pago a Sus enemigos.

»Antes que estuviera de parto, ella dio a luz; Antes que le vinieran los dolores, dio a luz un niño. ¿Quién ha oído cosa semejante? ¿Quién ha visto tales cosas? ¿Es dado a luz un país en un solo día? ¿Nace una nación toda de una vez? Pues Sión apenas estuvo de parto, dio a luz a sus hijos. Yo que hago que se abra la matriz, ¿no haré nacer?», dice el SEÑOR. «Yo que hago nacer, ¿cerraré la matriz?», dice tu Dios. 10 Alégrense con Jerusalén y regocíjense por ella, todos los que la aman; Rebosen de júbilo con ella, todos los que por ella hacen duelo, 11 Para que mamen y se sacien del pecho de sus consolaciones, Para que chupen y se deleiten de su seno abundante. 12 Porque así dice el SEÑOR: «Yo extiendo hacia ella paz como un río, Y la gloria de las naciones como torrente desbordado. Y ustedes mamarán, serán llevados sobre la cadera y acariciados sobre las rodillas. 13 Como a uno a quien consuela su madre, así los consolaré Yo; En Jerusalén serán consolados». 14 Cuando lo vean, se llenará de gozo su corazón, Y sus huesos florecerán como hierba tierna. La mano del SEÑOR se dará a conocer a Sus siervos, Y Su indignación a Sus enemigos. 15 Porque el SEÑOR vendrá en fuego Y Sus carros como torbellino, Para descargar Su ira con furor Y Su reprensión con llamas de fuego. 16 Porque el SEÑOR juzgará con fuego Y con Su espada a toda carne, Y serán muchos los muertos por el SEÑOR. 17 «Los que se santifican y se purifican para ir a los huertos, Tras uno que está en el centro, Que comen carne de cerdo, cosas detestables y ratones, A una perecerán», declara el SEÑOR.

18 «Pero Yo conozco sus obras y sus pensamientos. Llegará el tiempo de juntar a todas las naciones y lenguas, y vendrán y verán Mi gloria. 19 Y pondré señal entre ellos y enviaré a sus sobrevivientes a las naciones: a Tarsis, a Fut, a Lud, a Mesec, a Ros, a Tubal y a Javán, a las costas remotas que no han oído de Mi fama ni han visto Mi gloria. Y ellos anunciarán Mi gloria entre las naciones.

20 »Entonces traerán a todos sus hermanos de todas las naciones como ofrenda al SEÑOR, en caballos, en carros, en literas, en mulos y en camellos, a Mi santo monte, Jerusalén», dice el SEÑOR, «tal como los israelitas traen su ofrenda de grano en vasijas limpias a la casa del SEÑOR. 21 Y también tomaré algunos de ellos para sacerdotes y para levitas», dice el SEÑOR.

22 «Porque como los cielos nuevos y la tierra nueva Que Yo hago permanecerán delante de Mí», declara el SEÑOR, «Así permanecerán su descendencia y su nombre. 23 Y sucederá que de luna nueva en luna nueva Y de día de reposo en día de reposo, Todo mortal vendrá a postrarse delante de Mí», dice el SEÑOR. 24 «Y cuando salgan, verán Los cadáveres de los hombres Que se rebelaron contra Mí; Porque su gusano no morirá, Ni su fuego se apagará, Y serán el horror de toda la humanidad».

   

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Mateo 14

Muerte de Juan el Bautista

14 Por aquel tiempo, Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús, y dijo a sus sirvientes: «Este es Juan el Bautista. Él ha resucitado de entre los muertos, y por eso es que poderes milagrosos actúan en él».

Porque antes Herodes había prendido a Juan, y lo había atado y puesto en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe; porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla». Y aunque Herodes quería matarlo, tenía miedo al pueblo, porque consideraban a Juan como un profeta.

Pero cuando llegó el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó ante ellos y agradó a Herodes. Por lo cual le prometió con juramento darle lo que ella pidiera. Ella, instigada por su madre, dijo*: «Dame aquí, en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».

Y aunque el rey se entristeció, a causa de sus juramentos y de sus invitados, ordenó que se la dieran; 10 y mandó decapitar a Juan en la cárcel. 11 Trajeron su cabeza en una bandeja y se la dieron a la muchacha, y ella se la llevó a su madre. 12 Los discípulos de Juan llegaron y recogieron el cuerpo y lo sepultaron; y fueron y se lo comunicaron a Jesús.

Alimentación de los cinco mil

13 Al oír esto, Jesús se fue de allí en una barca, solo, a un lugar desierto; y cuando las multitudes lo supieron, lo siguieron a pie desde las ciudades. 14 Cuando Jesús desembarcó, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos y sanó a sus enfermos. 15 Al atardecer se acercaron los discípulos, diciendo: «El lugar está desierto y la hora ya es avanzada; despide, pues, a las multitudes para que vayan a las aldeas y se compren alimentos».

16 Pero Jesús les dijo: «No hay necesidad de que se vayan; denles ustedes de comer». 17 Entonces ellos dijeron*: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces». 18 «Traigan acá los panes y los peces», les dijo.

19 Y ordenando a la muchedumbre que se sentara sobre la hierba, Jesús tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo los alimentos. Después partió los panes y se los dio a los discípulos y los discípulos a la multitud. 20 Todos comieron y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos: doce cestas llenas. 21 Y los que comieron fueron unos 5,000 hombres, sin contar las mujeres y los niños.

Jesús anda sobre el mar

22 Enseguida Jesús hizo que los discípulos subieran a la barca y fueran delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la multitud. 23 Después de despedir a la multitud, subió al monte a solas para orar; y al anochecer, estaba allí solo. 24 Pero la barca ya estaba muy lejos de tierra, y era azotada por las olas, porque el viento era contrario. 25 A la cuarta vigilia de la noche (3 a 6 a.m.), Jesús vino a ellos andando sobre el mar.

26 Y los discípulos, al ver a Jesús andar sobre el mar, se turbaron, y decían: «¡Es un fantasma!». Y de miedo, se pusieron a gritar. 27 Pero enseguida Jesús les dijo: «Tengan ánimo, soy Yo; no teman».

28 Y Pedro le respondió: «Señor, si eres Tú, mándame que vaya a Ti sobre las aguas». 29 «Ven», le dijo Jesús. Y descendiendo Pedro de la barca, caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús. 30 Pero viendo la fuerza del viento tuvo miedo, y empezando a hundirse gritó: «¡Señor, sálvame!». 31 Al instante Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo*: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?».

32 Cuando ellos subieron a la barca, el viento se calmó. 33 Entonces los que estaban en la barca lo adoraron, diciendo: «En verdad eres Hijo de Dios».

34 Terminada la travesía, bajaron a tierra en Genesaret. 35 Y cuando los hombres de aquel lugar reconocieron a Jesús, enviaron a decirlo por toda aquella región de alrededor y le trajeron todos los que tenían algún mal. 36 Y le rogaban que les dejara tocar siquiera el borde de Su manto; y todos los que lo tocaban quedaban curados.

   

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