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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Marcos 7

Muchos protestantes recelan de las “tradiciones” y, con frecuencia, en la polémica popular, retratan a los católico-romanos como gente que abraza la Biblia más las tradiciones, mientras nosotros nos supeditamos tan solo a las Escrituras. Antes de poder ver lo que Marcos 7 dice sobre las tradiciones, hay algunos asuntos que han de ser aclarados.

La primera observación es histórica. Las pruebas demuestran que, hasta la Reforma, la Iglesia Católica no había articulado la clara distinción que prevaleció tras ella. Aunque la Iglesia Católica postulaba una doctrina bastante innovadora, intentó por todos los medios vincularla de algún modo a las Escrituras mediante una serie de inferencias. No obstante, al ser con­frontadas por la sola Scriptura (“solo las Escrituras”) de la Reforma, la Iglesia Católica alegó razones a favor de un criterio de revelación que insistía en que la verdad fue un depósito dado a la iglesia misma, de la que solo una parte se halla en las santas Escrituras y el resto en otras tradiciones que esta debía conservar y transmitir. En este tipo de fórmula, la tradición se establecería, pues, en contraposición a las Escrituras como algo adicional.

Esto nos conduce a la segunda observación, que alude al texto del Nuevo Testamento. Aquí se puede encontrar la palabra tradición o tradiciones, utilizadas tanto en sentido positivo como negativo. Este término se refiere sencillamente a lo que se va transmitiendo. Cuando se trata de la enseñanza apostólica, las tradiciones son algo bueno (p. ej., 1 Co. 11:2); si nos referimos a conflictos con lo declarado por Dios, entonces son inútiles y peligrosas (como aquí, en Marcos 7).

Esta distinción entre los diferentes tipos de tradición no es la misma que, por lo general, se pueda hacer hoy día. Distinguimos tradiciones intrínsecamente neutras, aunque útiles para la edificación de las familias o las comunidades —tradiciones familiares u otras interesantes de tipo cultural o eclesiástico—, así como otras que son represivas, restrictivas o agobiantes. En resumen, hacemos la diferenciación basándonos en el efecto social de las mismas y no en su veracidad. Sin embargo, el Nuevo Testamento no las alaba o critica según su función social, sino a la luz de su conformidad o distanciamiento con la Palabra de Dios. En este caso de Marcos 7:1-13, las tradiciones que Jesús condena son las que permiten que las personas elu­dan lo que las Escrituras afirman con toda claridad.

En tercer lugar, debemos reconocer que los evangélicos confesos que, de nombre, evitan la tradición, a veces abrazan tradiciones que, de hecho, adaptan la Palabra de Dios. Pueden ser interpretaciones tradicionales de la Escritura o prácticas eclesiales y formas de conducta tradicionales “permitidas” en nuestros círculos, pero muy alejadas de las sagradas Escrituras. En cualquier caso, la fidelidad hacia Cristo ordena una reforma por medio de la Palabra de Dios.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Job 3

Desde Job 3 hasta la primera parte del último capítulo del libro, con una excepción al principio del capítulo 32, el texto está escrito en poesía hebrea. Es un drama de proporciones gigantescas, como una obra de Shakespeare. Un discurso sigue a otro; el debate mantenido entre Job y sus tres “amigos” hace progresar el relato. Finalmente, se introduce otro personaje y Dios acaba respondiendo.

El discurso inicial corresponde a Job. La carga de su exposición es inequívoca: desea no haber nacido nunca. No puede maldecir a Dios, pero sí el día que lo trajo al mundo (3:1, 3, 8). Le gustaría eliminar todo lo relacionado con ese día. Ya que no pudo nacer muerto (3:11, 16), ¿por qué no pudo morir de hambre (3:12)?

Por supuesto, implícitamente estas palabras critican a Dios de forma indirecta: “¿Por qué arrincona Dios al hombre que desconoce su destino?” (3:23). Job está experimentando lo que ha temido a lo largo de sus años de abundancia (3:25). No tiene paz, tranquilidad ni sosiego, sino sólo agitación (3:26).

Este primer discurso de pie a cuatro reflexiones:

(1) En el mismo, encontramos la retórica de un hombre con profunda angustia. Así pues, muchas de las cosas de las que nos quejamos son triviales. Incluso las causas más serias de nuestras quejas son habitualmente solo una pequeña parte de lo que Job vivió.

(2) Por tanto, antes de condenar a Job debemos escuchar atentamente, incluso con temor. Cuando nos encontremos con alguien que tenga buenas razones para estar terriblemente desesperado, debemos ser tolerantes. Habría sido maravilloso que uno de los “amigos” hubiese pasado su brazo por el hombro de Job, llorando con él y diciéndole: “Te queremos Job. No pretendemos comprender. Te queremos y haremos todo lo que podamos por ti”.

(3) Job es muy honesto. No se viste externamente de piedad fingida para que nadie piense que está bajando la guardia. Sufre tanto dolor que desea estar muerto, y lo dice.

(4) Tanto aquí como en todo el libro, Job está preparado para debatir con Dios, pero no para rechazarlo. No es el agnóstico moderno o el ateo que trata el problema del mal como si este proveyese una evidencia intelectual de que Dios no existe. Job sabe que Dios existe y cree que es poderoso y bueno. Esta es la razón por la que (como veremos) está tan confundido. La angustia de Job es la de un creyente, no la de un escéptico.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Génesis 37

José y sus hermanos

37 Jacob habitó en la tierra donde había peregrinado su padre, en la tierra de Canaán. Esta es la historia de las generaciones de Jacob:

Cuando José tenía diecisiete años, apacentaba el rebaño con sus hermanos. El joven estaba con los hijos de Bilha y con los hijos de Zilpa, mujeres de su padre. Y José trajo a su padre malos informes sobre ellos. Israel amaba a José más que a todos sus hijos, porque era para él el hijo de su vejez; y le hizo una túnica de muchos colores. Y sus hermanos vieron que su padre amaba más a José que a todos ellos; por eso lo odiaban y no podían hablarle amistosamente.

Sueños de José

José tuvo un sueño y cuando se lo contó a sus hermanos, ellos lo odiaron aún más. Y él les dijo: «Les ruego que escuchen este sueño que he tenido. Estábamos atando gavillas en medio del campo, y sucedió que mi gavilla se levantó y se puso derecha, y entonces las gavillas de ustedes se ponían alrededor y se inclinaban hacia mi gavilla».

Y sus hermanos le dijeron: «¿Acaso reinarás sobre nosotros? ¿O acaso te enseñorearás sobre nosotros?». Y lo odiaron aún más por causa de sus sueños y de sus palabras.

José tuvo también otro sueño, y se lo contó a sus hermanos, diciendo: «He tenido otro sueño; y el sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí». 10 Cuando se lo contó a su padre y a sus hermanos, su padre lo reprendió, y le dijo: «¿Qué es este sueño que has tenido? ¿Acaso yo, tu madre y tus hermanos vendremos a inclinarnos hasta el suelo ante ti?».

11 Sus hermanos le tenían envidia, pero su padre reflexionaba sobre lo que se había dicho.

José va en busca de sus hermanos

12 Después sus hermanos fueron a apacentar el rebaño de su padre en Siquem. 13 Israel dijo a José: «¿No están tus hermanos apacentando el rebaño en Siquem? Ven, y te voy a enviar a ellos». «Iré», le dijo José.

14 Entonces Israel le dijo: «Ve ahora y mira cómo están tus hermanos y cómo está el rebaño, y tráeme noticias de ellos». Lo envió, pues, desde el valle de Hebrón, y José fue a Siquem. 15 Estando él dando vueltas por el campo, un hombre lo encontró, y el hombre le preguntó: «¿Qué buscas?». 16 «Busco a mis hermanos», respondió José; «le ruego que me informe dónde están apacentando el rebaño». 17 «Se han ido de aquí», le contestó el hombre, «pues yo les oí decir: “Vamos a Dotán”». Entonces José fue tras sus hermanos y los encontró en Dotán.

Complot de los hermanos de José

18 Cuando ellos lo vieron de lejos, y antes que se les acercara, tramaron contra él para matarlo. 19 Y se dijeron unos a otros: «Aquí viene el soñador. 20 Ahora pues, vengan, matémoslo y arrojémoslo a uno de los pozos; y diremos: “Una fiera lo devoró”. Entonces veremos en qué quedan sus sueños».

21 Pero Rubén oyó esto y lo libró de sus manos, y dijo: «No le quitemos la vida». 22 Rubén les dijo además: «No derramen sangre. Échenlo en este pozo del desierto, pero no le pongan la mano encima». Esto dijo para poder librarlo de las manos de ellos y devolverlo a su padre.

23 Y cuando José llegó a sus hermanos, lo despojaron de su túnica, la túnica de muchos colores que llevaba puesta. 24 Lo tomaron y lo echaron en el pozo. El pozo estaba vacío, no había agua en él.

José vendido como esclavo

25 Entonces se sentaron a comer, y cuando levantaron los ojos, vieron una caravana de ismaelitas que venía de Galaad con sus camellos cargados de resina aromática, bálsamo y mirra, e iban bajando hacia Egipto. 26 Y Judá dijo a sus hermanos: «¿Qué ganaremos con matar a nuestro hermano y ocultar su sangre? 27 Vengan, vendámoslo a los ismaelitas y no pongamos las manos sobre él, pues es nuestro hermano, carne nuestra». Y sus hermanos le hicieron caso.

28 Pasaron entonces los mercaderes madianitas, y ellos sacaron a José, subiéndolo del pozo, y vendieron a José a los ismaelitas por veinte monedas de plata. Y estos se llevaron a José a Egipto.

Jacob llora a José

29 Cuando Rubén volvió al pozo, José ya no estaba en el pozo. Entonces rasgó sus vestidos; 30 y volvió a sus hermanos y les dijo: «El muchacho no está allí; y yo, ¿adónde iré?».

31 Así que tomaron la túnica de José, mataron un macho cabrío, y empaparon la túnica en la sangre. 32 Entonces enviaron la túnica de muchos colores y la llevaron a su padre, y dijeron: «Encontramos esto. Te rogamos que lo examines para ver si es la túnica de tu hijo o no». 33 Él la examinó, y dijo: «Es la túnica de mi hijo. Una fiera lo ha devorado. Sin duda José ha sido despedazado». 34 Jacob rasgó sus vestidos, puso cilicio sobre sus lomos y estuvo de duelo por su hijo muchos días.

35 Todos sus hijos y todas sus hijas vinieron para consolarlo, pero él rehusó ser consolado, y dijo: «Ciertamente enlutado bajaré al Seol por causa de mi hijo». Y su padre lloró por él. 36 Mientras tanto, los madianitas lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial de Faraón, capitán de la guardia.

   

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Marcos 7

Lo que contamina al hombre

7 Los fariseos, y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén, se reunieron alrededor de Él; y vieron que algunos de Sus discípulos comían el pan con manos inmundas, es decir, sin lavar. (Porque los fariseos y todos los judíos no comen a menos de que se laven las manos cuidadosamente, observando así la tradición de los ancianos. Cuando vuelven de la plaza, no comen a menos de que se laven; y hay muchas otras cosas que han recibido para observarlas, como el lavamiento de los vasos, de los cántaros y de las vasijas de cobre).

Así que los fariseos y los escribas le preguntaron*: «¿Por qué Tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen con manos inmundas?». Jesús les respondió: «Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, como está escrito:

“Este pueblo con los labios me honra,
Pero su corazón está muy lejos de Mí.
Mas en vano me rinden culto,
Enseñando como doctrinas preceptos de hombres”.

Dejando el mandamiento de Dios, ustedes se aferran a la tradición de los hombres».

También les decía: «Astutamente ustedes violan el mandamiento de Dios para guardar su tradición. 10 Porque Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre”; y: “El que hable mal de su padre o de su madre, que muera”. 11 Pero ustedes dicen: “Si un hombre dice al padre o a la madre: ‘Cualquier cosa mía con que pudieras beneficiarte es corbán (es decir, ofrenda a Dios)’”, 12 ya no le dejan hacer nada en favor de su padre o de su madre; 13 invalidando así la palabra de Dios por la tradición de ustedes, la cual han transmitido, y hacen muchas cosas semejantes a estas».

14 Llamando de nuevo a la multitud, Jesús les decía: «Escuchen todos lo que les digo y entiendan: 15 no hay nada fuera del hombre que al entrar en él pueda contaminarlo; sino que lo que sale de adentro del hombre es lo que contamina al hombre. 16 Si alguno tiene oídos para oír, que oiga».

17 Cuando Jesús dejó a la multitud y entró en casa, Sus discípulos le preguntaron acerca de la parábola. 18 «¿También ustedes son tan faltos de entendimiento?», les dijo*. «¿No comprenden que todo lo que de afuera entra al hombre no lo puede contaminar, 19 porque no entra en su corazón, sino en el estómago, y se elimina?». Jesús declaró así limpios todos los alimentos.

20 También decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. 21 Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, 22 avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez. 23 Todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre».

La mujer sirofenicia

24 Levantándose de allí, Jesús se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa, no quería que nadie lo supiera, pero no pudo pasar inadvertido; 25 sino que enseguida, al oír hablar de Él, una mujer cuya hijita tenía un espíritu inmundo, fue y se postró a Sus pies. 26 La mujer era gentil, sirofenicia de nacimiento; y le rogaba que echara al demonio fuera de su hija.

27 Y Jesús le decía: «Deja que primero los hijos se sacien, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos». 28 «Es cierto, Señor», le dijo* ella; «pero aun los perrillos debajo de la mesa comen las migajas de los hijos». 29 Jesús le dijo: «Por esta respuesta, vete; ya el demonio ha salido de tu hija». 30 Cuando ella volvió a su casa, halló que la niña estaba acostada en la cama, y que el demonio había salido.

Curación de un sordomudo

31 Volviendo Jesús a salir de la región de Tiro, pasó por Sidón y llegó al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. 32 Y le trajeron* a uno que era sordo y tartamudo, y le rogaron* que pusiera la mano sobre él. 33 Entonces Jesús, tomándolo aparte de la multitud, a solas, le metió los dedos en los oídos, y escupiendo, le tocó la lengua con la saliva34 y levantando los ojos al cielo, suspiró profundamente y le dijo*: «¡Effatá!», esto es, «¡Abrete!».

35 Al instante se abrieron sus oídos, y desapareció el impedimento de su lengua, y hablaba con claridad. 36 Jesús les ordenó que a nadie se lo dijeran; pero mientras más se lo ordenaba, tanto más ellos lo proclamaban. 37 Y estaban asombrados en gran manera, y decían: «Todo lo ha hecho bien; aun a los sordos hace oír y a los mudos hablar».

   

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Job 3

Lamentos de Job

3 Después de esto, Job abrió su boca y maldijo el día de su nacimiento. Y dijo Job:

«Perezca el día en que yo nací,
Y la noche que dijo: “Un varón ha sido concebido”.
Sea ese día tinieblas,
No lo tome en cuenta Dios desde lo alto,
Ni resplandezca sobre él la luz.
Apodérense de él tinieblas y densa oscuridad,
Pósese sobre él una nube,
Llénelo de terror la negrura del día.
Y en cuanto a aquella noche, apodérense de ella las tinieblas;
Que no se alegre entre los días del año,
Ni se cuente en el número de los meses.
Que sea estéril aquella noche,
No entren en ella gritos de júbilo.
Maldíganla los que maldicen el día,
Los que están listos para despertar a Leviatán.
Oscurézcanse las estrellas de su alba;
Que espere la luz pero no la tenga,
Que tampoco vea el rayar de la aurora;
10 Porque no cerró las puertas del vientre de mi madre,
Ni escondió la aflicción de mis ojos.

11 »¿Por qué no morí yo al nacer,
O expiré al salir del vientre?
12 ¿Por qué me recibieron las rodillas,
Y para qué los pechos que me dieron de mamar?
13 Porque ahora yo reposaría tranquilo;
Dormiría, y entonces tendría descanso
14 Con los reyes y los consejeros de la tierra,
Que reedificaron ruinas para sí;
15 O con príncipes que tenían oro,
Que llenaban sus casas de plata.
16 O como aborto desechado, yo no existiría,
Como los niños que nunca vieron la luz.
17 Allí los impíos dejan de sentir ira,
Y allí reposan los cansados.
18 Juntos reposan los prisioneros;
No oyen la voz del capataz.
19 Allí están los pequeños y los grandes,
Y el esclavo es libre de su señor.

20 »¿Por qué se da luz al que sufre,
Y vida al amargado de alma;
21 A los que ansían la muerte, pero no llega,
Y cavan por ella más que por tesoros;
22 Que se alegran sobremanera,
Y se regocijan cuando encuentran el sepulcro?
23 ¿Por qué dar luz al hombre cuyo camino está escondido,
Y a quien Dios ha cercado?
24 Porque al ver mi alimento salen mis gemidos,
Y mis clamores se derraman como agua.
25 Pues lo que temo viene sobre mí,
Y lo que me aterroriza me sucede.
26 No tengo reposo ni estoy tranquilo,
No descanso, sino que me viene turbación».

   

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Romanos 7

Analogía tomada del matrimonio

7 ¿Acaso ignoran, hermanos, (pues hablo a los que conocen la ley), que la ley tiene jurisdicción sobre una persona mientras vive? Pues la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras él vive; pero si su marido muere, queda libre de la ley en cuanto al marido. Así que, mientras vive su marido, será llamada adúltera si ella se une a otro hombre; pero si su marido muere, está libre de la ley, de modo que no es adúltera aunque se una a otro hombre.

Por tanto, hermanos míos, también a ustedes se les hizo morir a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para que sean unidos a otro, a Aquel que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la ley, actuaban en los miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para muerte. Pero ahora hemos quedado libres de la ley, habiendo muerto a lo que nos ataba, de modo que sirvamos en la novedad del Espíritu y no en el arcaísmo de la letra.

¿Qué diremos entonces? ¿Es pecado la ley? ¡De ningún modo! Al contrario, yo no hubiera llegado a conocer el pecado si no hubiera sido por medio de la ley. Porque yo no hubiera sabido lo que es la codicia, si la ley no hubiera dicho: «No codiciaras». Pero el pecado, aprovechándose del mandamiento, produjo en mí toda clase de codicia. Porque aparte de la ley el pecado está muerto.

En un tiempo yo vivía sin la ley, pero al venir el mandamiento, el pecado revivió, y yo morí; 10 y este mandamiento, que era para vida, a mí me resultó para muerte; 11 porque el pecado, aprovechándose del mandamiento, me engañó, y por medio de él me mató. 12 Así que la ley es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno.

13 ¿Entonces lo que es bueno vino a ser causa de muerte para mí? ¡De ningún modo! Al contrario, fue el pecado, a fin de mostrarse que es pecado al producir mi muerte por medio de lo que es bueno, para que por medio del mandamiento el pecado llegue a ser en extremo pecaminoso. 14 Porque sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado.

15 Porque lo que hago, no lo entiendo. Porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena. 17 Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.

18 Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno. Porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. 19 Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico. 20 Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.

21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. 22 Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, 23 pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.

24 ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado.

   

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