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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Marcos 4

La “parábola del sembrador” (Marcos 4:1-20) tal vez debería llamarse más bien “la parábola de los terrenos”, puesto que lo que proporciona a esta parábola su vida y su profundidad, es la diversidad de los terrenos en las cuales la semilla es sembrada.

Puesto que Jesús mismo ofrece una interpretación de su propia parábola, no tendría que haber ninguna duda en cuanto a lo que quiere enfatizar mediante ella. La semilla es la “palabra”, es decir, la palabra de Dios, la cual equivale aquí al Evangelio, las buenas noticias del reino. Igual que los agricultores del mundo antiguo sembraban su semilla esparciéndola manualmente, está palabra es esparcida con amplitud. Parte de la semilla cae en una tierra que por un motivo u otro es inhóspita: quizá en la dura tierra de un camino, o quizá las aves vienen y se la comen antes de que pueda echar raíces en los surcos, o tal vez cae en medio de espinas, las cuales ahogan los nuevos brotes, o tal vez se trata de un terreno muy superficial con roca caliza justo por debajo, de modo que no puede echar raíces profundas, capaces de absorber la humedad necesaria para su crecimiento. Las semejanzas con respecto a las personas que reciben la palabra son evidentes. Algunos son duros, y resisten cualquier presentación de la palabra; otros se dejan cautivar rápidamente por las distracciones que Satanás les pone delante; los hay que encuentran que las pruebas y la prosperidad ahogan toda preocupación por las cuestiones espirituales; otros reciben la palabra con gozo, y parecen ser los más prometedores de todos, pero nunca echan raíces suficientemente profundas para sostener la vida. Pero gracias a Dios por la tierra que produce fruto, incluso a veces fruto abundante.

Hasta aquí, está bastante claro. No obstante, hay dos aspectos de esta parábola que merecen nuestra reflexión.

El primero es que esta parábola, como muchas de las otras, modifica la perspectiva más extendida de que con la llegada del Mesías habría una ruptura repentina y decisiva: los culpables y los sucios serían condenados, y los justos y los limpios disfrutarían de un régimen transformador. Así sería el reino final. Pero Jesús dibuja un escenario del reino algo diferente. En la parábola de la semilla de mostaza (4:30-32), por ejemplo, el reino se parece a un árbol cuyos comienzos son pequeños, pero que crece y llega a ser formidable; aquí se trata de crecimiento, no de transformación brusca y apocalíptica. Así también en la parábola del sembrador; durante un periodo, la palabra será esparcida extensamente y la gente responderá de maneras diferentes, con resultados muy diversos en cuanto al fruto producido.

El segundo aspecto es que no todos los que muestran las primeras señales de vida de reino llegan a echar raíces y llevan fruto. Esta verdad merece reflexión y exige autoexamen.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Romanos 4

La historia parece diferente en distintas culturas. No quiero decir simplemente que estas interpreten el mismo pasado de forma diferente (aunque frecuentemente es así), sino que el entendimiento de aquella puede variar de una a otra. De hecho, incluso dentro de una misma cultura pueden existir nociones contrarias de la misma.

Este asunto se ha vuelto incluso más complejo durante las pasadas décadas, debido al avance del posmodernismo y sus ideas innovadoras acerca de cómo es la historia. Este debate es muy importante, pero no vamos a detenernos en él. Nos centraremos en un escenario mayor.

Muchos griegos antiguos creían que la historia transcurría en círculos. No quiere decir que cada ciclo se repita de forma exacta, sino que existe una repetición infinita de patrones, sin culminación final, sin telos, es decir, sin propósito ni objetivo. Gran parte del naturalismo contemporáneo cree que nuestro sol acabará desintegrándose y la vida en la tierra llegará a su fin. Unos sostienen que el propio universo establecerá una distribución de energía más o menos uniforme y morirá; otros piensan que, de alguna forma, este rejuvenecerá desmoronándose y explotando de nuevo para repetir un ciclo parecido al presente. En contraste, para los departamentos de historia de las universidades, los acontecimientos a esa escala son irrelevantes. La historia, tanto si refiere a lo que ha acontecido como a nuestra reconstrucción de ella, abarca el periodo en que el hombre escribía. Todo lo anterior a este es “prehistórico”.

La Biblia tiene sus propias perspectivas acerca de la historia, y algunas de ellas no son negociables: si las perdemos de vista o las rechazamos, no comprenderemos las Escrituras en sus propios términos. Ciertamente, estas cuentan en ocasiones “lo que ha pasado” en categorías parabólicas (compárese 2 Samuel 11 y 12), en condensaciones muy selectivas (por ejemplo, Hechos 7) o en forma poética (Salmo 78). Sin embargo, lo más importante es que no entenderemos la Biblia correctamente si no comprendemos varios elementos clave de su secuencia. En la escala más amplia, la historia comienza en la creación y acaba en el telos supremo, el juicio final y el nuevo cielo y la nueva tierra. No nos movemos simplemente en círculos. En Gálatas 3 (véase la meditación del 27 de septiembre en el volumen I), el argumento de Pablo gira en torno al hecho de que la ley mosaica vino después de las promesas a Abraham. De alguna forma parecida aquí (Romanos 4), la fe de Abraham le fue reconocida como justicia antes de ser circuncidado, por lo que la circuncisión no puede ser una condición para adquirirla. Bajo las condiciones semíticas de filiación, Abraham pasa a ser el padre de todos los que creen, circuncidados o no (4:1-12). Se puede decir algo parecido de la relación de Abraham con la ley de Moisés (4:13- 17). La secuencia de la historia bíblica es crucial.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Génesis 33

Encuentro de Jacob y Esaú

33 Cuando Jacob alzó los ojos, vio que Esaú venía y 400 hombres con él. Entonces dividió a los niños entre Lea y Raquel y las dos siervas. Puso a las siervas con sus hijos delante, a Lea con sus hijos después, y a Raquel con José en último lugar.

Entonces Jacob se les adelantó, y se inclinó hasta el suelo siete veces hasta que llegó cerca de su hermano. Esaú corrió a su encuentro y lo abrazó, y echándose sobre su cuello lo besó, y ambos lloraron. Esaú alzó sus ojos y vio a las mujeres y a los niños, y dijo: «¿Quiénes son estos que vienen contigo?». «Son los hijos que Dios en su misericordia ha concedido a tu siervo», respondió Jacob. Entonces se acercaron las siervas con sus hijos, y se inclinaron. Lea también se acercó con sus hijos, y se inclinaron. Después José se acercó con Raquel, y se inclinaron. «¿Qué te propones con toda esta muchedumbre que he encontrado?», preguntó Esaú. «Hallar gracia ante los ojos de mi señor», respondió Jacob. Pero Esaú dijo: «Tengo bastante, hermano mío. Sea tuyo lo que es tuyo».

10 Pero Jacob respondió: «No, te ruego que si ahora he hallado gracia ante tus ojos, tomes el presente de mi mano, porque veo tu rostro como uno ve el rostro de Dios, y me has recibido favorablemente. 11 Acepta, te ruego, el presente que se te ha traído, pues Dios me ha favorecido, y porque yo tengo mucho». Y le insistió, y él lo aceptó.

12 Entonces Esaú dijo: «Pongámonos en marcha y vámonos; yo iré delante de ti». 13 Pero él le dijo: «Mi señor sabe que los niños son tiernos, y que debo cuidar de las ovejas y las vacas que están criando. Si los apuramos mucho, en un solo día todos los rebaños morirán. 14 Adelántese ahora mi señor a su siervo; y yo avanzaré sin prisa, al paso del ganado que va delante de mí, y al paso de los niños, hasta que llegue a mi señor en Seir».

15 Y Esaú dijo: «Permíteme dejarte parte de la gente que está conmigo». «¿Para qué? Halle yo gracia ante los ojos de mi señor», le respondió Jacob.

16 Aquel mismo día regresó Esaú por su camino a Seir. 17 Jacob siguió hasta Sucot. Allí se edificó una casa e hizo cobertizos para su ganado. Por eso al lugar se le puso el nombre de Sucot.

Jacob en Siquem

18 Jacob llegó sin novedad a la ciudad de Siquem, que está en la tierra de Canaán, cuando vino de Padán Aram, y acampó frente a la ciudad. 19 Y la parcela de campo donde había plantado su tienda se la compró a los hijos de Hamor, padre de Siquem, por 100 monedas (100 siclos, 1,140 gramos de plata). 20 Allí levantó un altar, y lo llamó: El Elohe Israel.   


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Marcos 4

Parábola del sembrador

4 Comenzó Jesús a enseñar de nuevo junto al mar; y se llegó a Él una multitud tan grande que tuvo que subirse a una barca que estaba en el mar, y se sentó; y toda la multitud estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas en parábolas, y les decía en Su enseñanza:

«Escuchen: El sembrador salió a sembrar; y al sembrar, una parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en un pedregal donde no tenía mucha tierra; y enseguida brotó por no tener profundidad de tierra. Pero cuando salió el sol, se quemó, y por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Y otras semillas cayeron en buena tierra, y creciendo y desarrollándose, dieron fruto, y produjeron unas a treinta, otras a sesenta y otras a ciento por uno». Y añadió: «El que tiene oídos para oír, que oiga».

Explicación de la parábola

10 Cuando Jesús se quedó solo, Sus seguidores junto con los doce le preguntaban sobre las parábolas. 11 «A ustedes les ha sido dado el misterio del reino de Dios», les decía, «pero los que están afuera reciben todo en parábolas; 12 para que viendo, vean pero no perciban, y oyendo, oigan pero no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados».

13 También les dijo*: «¿No entienden esta parábola? ¿Cómo, pues, comprenderán todas las otras parábolas? 14 El sembrador siembra la palabra. 15 Estos que están junto al camino donde se siembra la palabra, son aquellos que en cuanto la oyen, al instante viene Satanás y se lleva la palabra que se ha sembrado en ellos. 16 Y de igual manera, estos en que se sembró la semilla en pedregales son los que al oír la palabra enseguida la reciben con gozo; 17 pero no tienen raíz profunda en sí mismos, sino que solo son temporales. Entonces, cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, enseguida se apartan de ella. 18 Otros son aquellos en los que se sembró la semilla entre los espinos; estos son los que han oído la palabra, 19 pero las preocupaciones del mundo, y el engaño de las riquezas, y los deseos de las demás cosas entran y ahogan la palabra, y se vuelve estéril. 20 Y otros son aquellos en que se sembró la semilla en tierra buena; los cuales oyen la palabra, la aceptan y dan fruto, unos a treinta, otros a sesenta y otros a ciento por uno».

21 También Jesús les decía: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de una vasija o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? 22 Porque nada hay oculto, si no es para que sea manifestado; ni nada ha estado en secreto, sino para que salga a la luz. 23 Si alguno tiene oídos para oír, que oiga».

24 Además les decía: «Cuídense de lo que oigan. Con la medida con que ustedes midan, se les medirá, y aun más se les dará. 25 Porque al que tiene, se le dará más, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará».

Parábola del crecimiento de la semilla

26 Jesús decía también: «El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra, 27 y se acuesta de noche y se levanta de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe. 28 La tierra produce fruto por sí misma; primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro en la espiga. 29 Y cuando el fruto lo permite, él enseguida mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega».

Parábola del grano de mostaza

30 También Jesús decía: «¿A qué compararemos el reino de Dios, o con qué parábola lo describiremos? 31 Es como un grano de mostaza, el cual, cuando se siembra en la tierra, aunque es más pequeño que todas las semillas que hay en la tierra, 32 sin embargo, después de sembrado, crece y llega a ser más grande que todas las hortalizas y echa grandes ramas, tanto que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombra».

33 Con muchas parábolas como estas Jesús les hablaba la palabra, según podían oírla34 y sin parábolas no les hablaba, pero lo explicaba todo en privado a Sus propios discípulos.

Jesús calma la tempestad

35 Ese mismo día, caída ya la tarde, Jesús les dijo*: «Pasemos al otro lado». 36 Despidiendo a la multitud, lo llevaron* con ellos en la barca, como estaba; y había otras barcas con Él. 37 Pero se levantó* una violenta tempestad, y las olas se lanzaban sobre la barca de tal manera que ya la barca se llenaba de agua. 38 Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre una almohadilla; entonces lo despertaron* y le dijeron*: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

39 Jesús se levantó, reprendió al viento y dijo al mar: «¡Cálmate, sosiégate!». Y el viento cesó, y sobrevino una gran calma. 40 Entonces les dijo: «¿Por qué están atemorizados? ¿Cómo no tienen fe?».

41 Y se llenaron de gran temor, y se decían unos a otros: «¿Quién, pues, es Este que aun el viento y el mar le obedecen?».

   

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Ester 9-10

Venganza de los judíos

9 En el mes doce (es decir, el mes de Adar), el día trece cuando estaban para ejecutarse el mandato y edicto del rey, el mismo día que los enemigos de los judíos esperaban obtener dominio sobre ellos, sucedió lo contrario, porque fueron los judíos los que obtuvieron dominio sobre los que los odiaban. Se reunieron los judíos en sus ciudades por todas las provincias del rey Asuero para echar mano a los que buscaban hacerles daño. Nadie podía oponérseles, porque el temor a ellos había caído sobre todos los pueblos. Y todos los príncipes de las provincias, los sátrapas, los gobernadores y los que manejaban los negocios del rey ayudaron a los judíos, porque el temor a Mardoqueo había caído sobre ellos. Mardoqueo era grande en la casa del rey, y su fama se había extendido por todas las provincias, porque Mardoqueo se engrandecía más y más.

Los judíos hirieron a todos sus enemigos a filo de espada, con matanza y destrucción; e hicieron lo que quisieron con los que los odiaban. En la fortaleza de Susa los judíos mataron y destruyeron a 500 hombres, también a Parsandata, Dalfón, Aspata, Porata, Adalía, Aridata, Parmasta, Arisai, Aridai y Vaizata, 10 los diez hijos de Amán, hijo de Hamedata, enemigo de los judíos; pero no echaron mano a sus bienes.

11 Aquel mismo día comunicaron al rey el número de los que fueron muertos en la fortaleza de Susa. 12 Y el rey dijo a la reina Ester: «En la fortaleza de Susa los judíos han matado y exterminado a 500 hombres y a los diez hijos de Amán. ¡Qué habrán hecho en las demás provincias del rey! ¿Cuál es tu petición ahora? Pues te será concedida. ¿Qué más quieres? También te será hecho». 13 Entonces Ester dijo: «Si le place al rey, que mañana también se conceda a los judíos que están en Susa hacer conforme al edicto de hoy; y que los diez hijos de Amán sean colgados en la horca».

14 El rey ordenó que así se hiciera; y un edicto fue promulgado en Susa, y los diez hijos de Amán fueron colgados. 15 Los judíos que se hallaban en Susa se reunieron también el día catorce del mes de Adar y mataron a 300 hombres en Susa, pero no echaron mano a sus bienes.

La fiesta de Purim

16 Los demás judíos que se hallaban en las provincias del rey se reunieron para defender sus vidas y librarse de sus enemigos. Mataron a 75,000 de los que los odiaban, pero no echaron mano a sus bienes. 17 Esto sucedió el día trece del mes de Adar, y el día catorce descansaron, y lo proclamaron día de banquete y de regocijo. 18 Pero los judíos que se hallaban en Susa se reunieron el trece y el catorce del mismo mes, y descansaron el día quince y lo proclamaron día de banquete y de regocijo. 19 Por eso los judíos de las áreas rurales, que habitan en las ciudades abiertas, proclaman el día catorce del mes de Adar día festivo para regocijarse, hacer banquetes y enviarse porciones de comida unos a otros.

20 Entonces Mardoqueo escribió estos hechos, y envió cartas a todos los judíos que se hallaban en todas las provincias del rey Asuero, tanto cercanas como lejanas, 21 ordenándoles que celebraran anualmente el día catorce del mes de Adar, y el día quince del mismo mes. 22 Porque en esos días los judíos se libraron de sus enemigos, y fue para ellos un mes que se convirtió de tristeza en alegría y de duelo en día festivo. Los harían días de banquete y de regocijo, para que se enviaran porciones de comida unos a otros e hicieran donativos a los pobres. 23 Así los judíos llevaron a cabo lo que habían comenzado a hacer, y lo que Mardoqueo les había escrito.

24 Pues Amán, hijo de Hamedata, el agagueo, enemigo de todos los judíos, había hecho planes contra los judíos para destruirlos, y había echado el Pur, es decir, la suerte, para su ruina y destrucción. 25 Pero cuando esto llegó al conocimiento del rey, este ordenó por carta que el perverso plan que Amán había tramado contra los judíos recayera sobre su cabeza, y que él y sus hijos fueran colgados en la horca.

26 Por eso estos días son llamados Purim, por el nombre Pur. Y a causa de las instrucciones en esta carta, tanto por lo que habían visto sobre este asunto y por lo que les había acontecido, 27 los judíos establecieron e hicieron una costumbre para ellos, para sus descendientes y para todos los que se aliaban con ellos, que no dejarían de celebrar estos dos días conforme a su ordenanza y conforme a su tiempo señalado cada año. 28 Para que estos días fueran recordados y celebrados por todas las generaciones, por cada familia, cada provincia y cada ciudad; y que estos días de Purim no dejaran de celebrarse entre los judíos, ni su memoria se extinguiera entre sus descendientes.

29 Entonces la reina Ester, hija de Abihail, y el judío Mardoqueo escribieron con toda autoridad para confirmar esta segunda carta acerca de Purim. 30 Y se enviaron cartas a todos los judíos, a las 127 provincias del reino de Asuero, palabras de paz y de verdad, 31 para establecer estos días de Purim en sus tiempos señalados, tal como habían establecido para ellos el judío Mardoqueo y la reina Ester, según habían fijado para ellos y sus descendientes, con instrucciones para sus tiempos de ayuno y de lamentaciones. 32 El mandato de Ester estableció estas costumbres acerca de Purim, y esto fue escrito en el libro.

Grandeza de Mardoqueo

10 El rey Asuero impuso tributo sobre la tierra y sobre las costas del mar. Y todos los actos de su autoridad y poder, y todo el relato de la grandeza de Mardoqueo, con que el rey le engrandeció, ¿no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Media y Persia? Porque el judío Mardoqueo era el segundo después del rey Asuero, grande entre los judíos y estimado por la multitud de sus hermanos, el cual buscó el bien de su pueblo y procuró el bienestar de toda su gente.

   

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Romanos 4

Abraham, justificado por la fe

4 ¿Qué diremos, entonces, que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué jactarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? «Y creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia». Ahora bien, al que trabaja, el salario no se le cuenta como favor, sino como deuda; pero al que no trabaja, pero cree en Aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia. Como también David habla de la bendición que viene sobre el hombre a quien Dios atribuye justicia aparte de las obras:

«Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos.
Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta».

¿Es, pues, esta bendición solo para los circuncisos, o también para los incircuncisos? Porque decimos: «A Abraham, la fe le fue contada por justicia». 10 Entonces, ¿cómo le fue contada? ¿Siendo circunciso o incircunciso? No siendo circunciso, sino siendo incircunciso. 11 Abraham recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe que tenía mientras aún era incircunciso, para que fuera padre de todos los que creen sin ser circuncidados, a fin de que la justicia también se les tome en cuenta a ellos. 12 También Abraham es padre de la circuncisión para aquellos que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen en los pasos de la fe que tenía nuestro padre Abraham cuando era incircunciso.

La promesa cumplida por la fe

13 Porque la promesa a Abraham o a su descendencia de que él sería heredero del mundo, no fue hecha por medio de la ley, sino por medio de la justicia de la fe. 14 Porque si los que son de la ley son herederos, vana resulta la fe y anulada la promesa. 15 Porque la ley produce ira, pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.

16 Por eso es por fe, para que esté de acuerdo con la gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda la posteridad, no solo a los que son de la ley, sino también a los que son de la fe de Abraham, quien es padre de todos nosotros. 17 Como está escrito: «Te he hecho padre de muchas naciones», delante de Aquel en quien creyó, es decir Dios, que da vida a los muertos y llama a las cosas que no son, como si fueran.

18 Abraham creyó en esperanza contra esperanza, a fin de llegar a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia». 19 Y sin debilitarse en la fe contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto puesto que tenía como cien años, y también la esterilidad de la matriz de Sara.

20 Sin embargo, respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, 21 estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo. 22 Por lo cual también su fe le fue contada por justicia.

Justificación para todos los que creen

23 Y no solo por él fue escrito que le fue contada, 24 sino también por nosotros, a quienes será contada, como los que creen en Aquel que levantó de los muertos a Jesús nuestro Señor, 25 que fue entregado por causa de nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación.

   

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