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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Génesis 28

El nombre Bet-el significa “Casa de Dios”. Me pregunto cuántos son los refugios cristianos, los seminarios y colegios bíblicos, las iglesias y las casas que han escogido este nombre para adornar sus letreros y sus membretes.

No obstante, los sucesos que condujeron a este nombre en su origen (Génesis 28) constituyen una mezcla ambivalente. Aquí tenemos a Jacob, cubriendo apresuradamente la gran distancia que le separa de su tío Labán. A primera vista, busca una esposa piadosa – pero este motivo de su viaje está más en la mente de Isaac que en la de su hijo Jacob. En realidad, este intenta poner a salvo su vida, como el capítulo precedente da a entender de forma muy clara: quiere evitar la muerte a manos de su propio hermano como consecuencia de su acto sórdido de traición y engaño. A juzgar por lo que pide a Dios, corre el peligro de quedarse sin comida y ropa adecuada, y ya añora a su familia (28:17).

Por su parte, Dios reitera los términos esenciales del pacto que hizo con Abraham al nieto de este. La visión de la escalera abre la perspectiva del acceso a Dios, de una relación inmediata entre Dios y un hombre que, hasta este momento, ha actuado más por la conveniencia que por los principios. Dios promete que sus descendientes se multiplicarán y que recibirán la tierra. La gran expansión de estos descendientes se repite: “y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia” (28:14). Incluso en la esfera más personal, Jacob no será abandonado, puesto que Dios declara: “Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas, y te traeré de vuelta a esta tierra. No te abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido.” (28:15).

Una vez despierto tras este sueño, Jacob erige un altar y llama este sitio Betel. No obstante, en gran parte sigue siendo el mismo artero que antes. Hace una promesa a Dios: Si Dios hace esto y lo otro, si saco de este acuerdo todo lo que quiero y a lo que aspiro “entonces el Señor será mi Dios” (28:20-21).

¡Y Dios no le fulmina! El relato sigue: Dios cumple sus promesas, y mucho más. Todas las condiciones exigidas por Jacob se cumplen. Uno de los grandes temas de las Escrituras es que Dios se encuentra con nosotros allí donde estemos: en medio de todas nuestras inseguridades, del carácter condicional de nuestra obediencia, de nuestra mezcla de fe y duda, de temor hacia Dios y de autointerés, de comprensión sublime y necedad. Dios no se revela únicamente a los grandes ni a los héroes espirituales, sino a nosotros mismos, allí donde esté nuestro Betel.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Ester 4

El libro de Ester cautiva inmediatamente la imaginación por su sencillez narrativa y su fuerza. Aunque ya hemos leído tres capítulos del mismo, podemos captar algo de su sabor y su mensaje reflexionando sobre algunos elementos de Ester 4.

(1) El libro explica profundos conceptos teológicos a través de su sobria narración. Los comentaristas siempre observan que no menciona a Dios de forma explícita ni una sola vez. Sin embargo, dice mucho de él y de su providencia, de la protección proporcionada al pueblo de su pacto (incluso cuando este se encuentra lejos de su tierra, aprendiendo a sobrevivir durante el exilio por toda la dispersión), de la fe de los judíos en él, hasta cuando se ven terriblemente amenazados.

(2) El libro nos va llevando gradualmente a reflexionar acerca de las extrañas circunstancias que provocan la sucesión de Vasti por Ester como reina consorte del emperador Jerjes. El lector descuidado puede pasar por alto este hecho, pero el capítulo lo deja muy claro para todos, excepto para los más obtusos. Mardoqueo dice a Ester por medio de Hatac: “¡Quién sabe si no has llegado al trono precisamente para un momento como este!” (4:14). No está apelando a un destino impersonal; es un judío devoto y piadoso. Sin embargo, la forma de esta afirmación hace hincapié en la providencia soberana de Dios incluso cuando reconoce implícitamente que esta es difícil de interpretar. El pueblo del Señor debe actuar de forma responsable, sabia y estratégica a la luz de las circunstancias que se desarrollan a su alrededor, sabiendo que Dios está controlándolo todo.

(3) Mardoqueo se lamenta y llora cuando descubre la conspiración de Amán (4:1-3), pero no cae en el fatalismo ni pierde la fe. Pasa algún tiempo pensando en la terrible amenaza contra su pueblo, llegando a la conclusión (tal como dice a Ester) de que “si ahora te quedas absolutamente callada, de otra parte vendrán el alivio y la liberación para los judíos, pero tú y la familia de tu padre pereceréis” (4:14). Dado que Dios es fiel a las promesas de su pacto, Mardoqueo no puede concebir que él vaya a permitir la destrucción de su pueblo.

(4) Fiel a la educación que le dio Mardoqueo, Ester expresa simultáneamente confianza en el Dios viviente y evita la suposición de que los propósitos de Dios para su vida son fáciles de deducir. Ella sabe que Dios está allí, que oye y contesta la oración insistente. “Ve y reúne a todos los judíos que están en Susa, para que ayunen por mí. Durante tres días no comáis ni bebáis, ni de día ni de noche. Yo, por mi parte, ayunaré con mis doncellas al igual que vosotros… ¡Y si perezco, que perezca!” (4:16). Se decide a hacer lo correcto, pero reconoce que no puede saber su futuro y se entrega a la gracia de Dios.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Génesis 28

Jacob enviado a Padán Aram

28 Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le ordenó: «No tomarás mujer de entre las hijas de Canaán. Levántate, ve a Padán Aram, a casa de Betuel, padre de tu madre; y toma de allí mujer de entre las hijas de Labán, hermano de tu madre. El Dios Todopoderoso te bendiga, te haga fecundo y te multiplique, para que llegues a ser multitud de pueblos. Que también te dé la bendición de Abraham, a ti y a tu descendencia contigo, para que tomes posesión de la tierra de tus peregrinaciones, la que Dios dio a Abraham».

Entonces Isaac despidió a Jacob, y este fue a Padán Aram, a casa de Labán, hijo de Betuel el arameo, hermano de Rebeca, madre de Jacob y Esaú. Esaú vio que Isaac había bendecido a Jacob y lo había enviado a Padán Aram para tomar allí mujer para sí, y que cuando lo bendijo, le dio órdenes, diciendo: «No tomarás para ti mujer de entre las hijas de Canaán». También supo que Jacob había obedecido a su padre y a su madre, y se había ido a Padán Aram. Vio, pues, Esaú que las hijas de Canaán no eran del agrado de su padre Isaac; y Esaú fue a Ismael, y tomó por mujer, además de las mujeres que ya tenía, a Mahalat, hija de Ismael, hijo de Abraham, hermana de Nebaiot.

Sueño de Jacob

10 Jacob salió de Beerseba, y fue para Harán. 11 Llegó a cierto lugar y pasó la noche allí, porque el sol se había puesto; tomó una de las piedras del lugar, la puso de cabecera y se acostó en aquel lugar. 12 Tuvo un sueño, y vio que había una escalera apoyada en la tierra cuyo extremo superior alcanzaba hasta el cielo. Por ella los ángeles de Dios subían y bajaban.

13 El Señor estaba de pie junto a él, y dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac. La tierra en la que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. 14 También tu descendencia será como el polvo de la tierra. Te extenderás hacia el occidente y hacia el oriente, hacia el norte y hacia el sur; y en ti y en tu simiente serán bendecidas todas las familias de la tierra. 15 Ahora bien, Yo estoy contigo. Te guardaré por dondequiera que vayas y te haré volver a esta tierra. No te dejaré hasta que haya hecho lo que te he prometido».

16 Despertó Jacob de su sueño y dijo: «Ciertamente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía». 17 Y tuvo miedo y añadió: «¡Cuán imponente es este lugar! Esto no es más que la casa de Dios, y esta es la puerta del cielo».

18 Jacob se levantó muy de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, la erigió por señal y derramó aceite por encima. 19 A aquel lugar le puso el nombre de Betel, aunque anteriormente el nombre de la ciudad había sido Luz.

20 Entonces Jacob hizo un voto, diciendo: «Si Dios está conmigo y me guarda en este camino en que voy, y me da alimento para comer y ropa para vestir, 21 y vuelvo sano y salvo a casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios. 22 Y esta piedra que he puesto por señal será casa de Dios; y de todo lo que me des, te daré el diezmo».

   

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Mateo 27

Jesús es entregado a Pilato

27 Cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo para dar muerte a Jesús. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.

Muerte de Judas

Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que Jesús había sido condenado, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata (30 siclos: 432 gramos de plata) a los principales sacerdotes y a los ancianos, «He pecado entregando sangre inocente», dijo Judas. «A nosotros, ¿qué? ¡Allá tú!», dijeron ellos.

Y arrojando las monedas de plata en el santuario, Judas se marchó; y fue y se ahorcó. Los principales sacerdotes tomaron las monedas de plata, y dijeron: «No es lícito ponerlas en el tesoro del templo, puesto que es precio de sangre». Y después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para sepultura de los extranjeros. Por eso ese campo se ha llamado Campo de Sangre hasta hoy. Entonces se cumplió lo anunciado por medio del profeta Jeremías, cuando dijo: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de aquel cuyo precio había sido fijado por los israelitas; 10 y las dieron por el Campo del Alfarero, como el Señor me había ordenado».

Jesús ante Pilato

11 Jesús fue llevado delante del gobernador, y este lo interrogó: «¿Eres Tú el Rey de los judíos?». «Tú lo dices», le contestó Jesús. 12 Al ser acusado por los principales sacerdotes y los ancianos, nada respondió. 13 Entonces Pilato le dijo*: «¿No oyes cuántas cosas testifican contra Ti?». 14 Jesús no le respondió ni a una sola pregunta, por lo que el gobernador estaba muy asombrado.

Jesús o Barrabás

15 Ahora bien, en cada fiesta, el gobernador acostumbraba soltar un preso al pueblo, el que ellos quisieran. 16 Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. 17 Por lo cual, cuando ellos se reunieron, Pilato les dijo: «¿A quién quieren que les suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?». 18 Porque él sabía que lo habían entregado por envidia. 19 Y estando Pilato sentado en el tribunal, su mujer le mandó aviso, diciendo: «No tengas nada que ver con ese Justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por causa de Él».

20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesús. 21 El gobernador les preguntó de nuevo: «¿A cuál de los dos quieren que les suelte?». Ellos respondieron: «A Barrabás». 22 Pilato les dijo*: «¿Qué haré entonces con Jesús, llamado el Cristo?». «¡Sea crucificado!», dijeron* todos. 23 Pilato preguntó: «¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban aún más: «¡Sea crucificado!».

24 Viendo Pilato que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Soy inocente de la sangre de este Justo. ¡Allá ustedes!». 25 Todo el pueblo contestó: «¡Caiga Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!». 26 Entonces les soltó a Barrabás, y después de hacer azotar a Jesús, lo entregó para que fuera crucificado.

Los soldados se burlan de Jesús

27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al Pretorio, y reunieron alrededor de Él a toda la tropa romana28 Después de quitarle la ropa, le pusieron encima un manto escarlata. 29 Y tejiendo una corona de espinas, la pusieron sobre Su cabeza, y una caña en Su mano derecha; y arrodillándose delante de Él, le hacían burla, diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!». 30 Le escupían, y tomaban la caña y lo golpeaban en la cabeza. 31 Después de haberse burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron Sus ropas y lo llevaron para ser crucificado.

32 Y cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene llamado Simón, al cual obligaron a que llevara Su cruz.

La crucifixión

33 Cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa Lugar de la Calavera, 34 Le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero después de probarlo, no lo quiso beber.

35 Y habiendo crucificado a Jesús, se repartieron Sus vestidos echando suertes; 36 y sentados, lo custodiaban allí. 37 Pusieron sobre Su cabeza la acusación contra Él, que decía: «ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS».

38 Entonces fueron crucificados* con Él dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. 39 Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza 40 y diciendo: «Tú que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a Ti mismo. Si Tú eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz».

41 De igual manera, también los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, burlándose de Él, decían: 42 «A otros salvó; a Él mismo no puede salvarse. Rey de Israel es; que baje ahora de la cruz, y creeremos en Él. 43 En Dios confía; que lo libre ahora si Él lo quiere; porque ha dicho: “Yo soy el Hijo de Dios”». 44 En la misma forma lo injuriaban también los ladrones que habían sido crucificados con Él.

Muerte de Jesús

45 Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena. 46 Y alrededor de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: «Elí, Elí, ¿lema sabactani?». Esto es: «Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?».

47 Algunos de los que estaban allí, al oírlo, decían: «Este llama a Elías». 48 Al instante, uno de ellos corrió, y tomando una esponja, la empapó en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. 49 Pero los otros dijeron: «Deja, veamos si Elías lo viene a salvar».

50 Entonces Jesús, clamando otra vez a gran voz, exhaló el espíritu.

51 En ese momento el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló y las rocas se partieron; 52 y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían dormido resucitaron; 53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, entraron en la santa ciudad y se aparecieron a muchos.

54 El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, cuando vieron el terremoto y las cosas que sucedían, se asustaron mucho, y dijeron: «En verdad este era Hijo de Dios». 55 Y muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle, estaban allí, mirando de lejos. 56 Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Sepultura de Jesús

57 Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús. 58 Este se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato ordenó que se lo entregaran. 59 Tomando José el cuerpo, lo envolvió en un lienzo limpio de lino, 60 y lo puso en su propio sepulcro nuevo que él había excavado en la roca. Después de rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro, se fue. 61 María Magdalena estaba allí, y la otra María, sentadas frente al sepulcro.

Guardias en la tumba

62 Al día siguiente, que es el día después de la preparación, se reunieron ante Pilato los principales sacerdotes y los fariseos, 63 y le dijeron: «Señor, nos acordamos que cuando aquel engañador aún vivía, dijo: “Después de tres días resucitaré”. 64 Por eso, ordene usted que el sepulcro quede asegurado hasta el tercer día, no sea que vengan Sus discípulos, se lo roben, y digan al pueblo: “Él ha resucitado de entre los muertos”; y el último engaño será peor que el primero».

65 Pilato les dijo: «Una guardia tienen; vayan, asegúrenlo como ustedes saben». 66 Y fueron y aseguraron el sepulcro; y además de poner la guardia, sellaron la piedra.

   

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Ester 4

Mardoqueo pide a Ester que interceda

4 Cuando Mardoqueo supo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y ceniza, y salió por la ciudad, lamentándose con grande y amargo clamor. Y llegó hasta la puerta del rey, porque nadie podía entrar por la puerta del rey vestido de cilicio. En cada una de las provincias y en todo lugar donde llegaba la orden del rey y su decreto, había entre los judíos gran duelo y ayuno, llanto y lamento. Muchos se acostaban sobre cilicio y ceniza.

Vinieron las doncellas de Ester y sus eunucos y se lo comunicaron, y la reina se angustió en gran manera. Y envió ropa para que Mardoqueo se vistiera y se quitara el cilicio de encima, pero él no la aceptó. Entonces Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos que el rey había puesto a su servicio, y le ordenó que fuera a Mardoqueo para saber qué era aquello y por qué. Y salió Hatac a donde estaba Mardoqueo en la plaza de la ciudad, frente a la puerta del rey. Y Mardoqueo le informó de todo lo que le había acontecido, y la cantidad exacta de dinero que Amán había prometido pagar a los tesoros del rey por la destrucción de los judíos. Le dio también una copia del texto del decreto que había sido promulgado en Susa para la destrucción de los judíos, para que se la mostrara a Ester y le informara, y le mandara que ella fuera al rey para implorar su favor y para interceder ante él por su pueblo.

Regresó Hatac y contó a Ester las palabras de Mardoqueo. 10 Entonces Ester habló a Hatac y le ordenó que respondiera a Mardoqueo: 11 «Todos los siervos del rey y el pueblo de las provincias del rey saben que para cualquier hombre o mujer que vaya al rey en el atrio interior, sin ser llamado, él tiene una sola ley, que se le dé muerte, a menos que el rey le extienda el cetro de oro para que viva. Y yo no he sido llamada para ir al rey por estos treinta días». 12 Y contaron a Mardoqueo las palabras de Ester.

13 Entonces Mardoqueo les dijo que respondieran a Ester: «No pienses que estando en el palacio del rey solo tú escaparás entre todos los judíos. 14 Porque si permaneces callada en este tiempo, alivio y liberación vendrán de otro lugar para los judíos, pero tú y la casa de tu padre perecerán. ¿Y quién sabe si para una ocasión como esta tú habrás llegado a ser reina?». 15 Y Ester les dijo que respondieran a Mardoqueo: 16 «Ve, reúne a todos los judíos que se encuentran en Susa y ayunen por mí; no coman ni beban por tres días, ni de noche ni de día. También yo y mis doncellas ayunaremos. Y así iré al rey, lo cual no es conforme a la ley; y si perezco, perezco». 17 Y Mardoqueo se fue e hizo conforme a todo lo que Ester le había ordenado.

   

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Hechos 27

Pablo sale para Roma

27 Cuando se decidió que deberíamos embarcarnos para Italia, fueron entregados Pablo y algunos otros presos a un centurión de la compañía Augusta, llamado Julio. Embarcándonos en una nave Adramitena que estaba para salir hacia las regiones de la costa de Asia, nos hicimos a la mar acompañados por Aristarco, un macedonio de Tesalónica.

Al día siguiente llegamos a Sidón. Julio trató con benevolencia a Pablo, permitiéndole ir a sus amigos y ser atendido por ellosDe allí partimos y navegamos al amparo de la isla de Chipre, porque los vientos eran contrarios. Después de navegar atravesando el mar frente a las costas de Cilicia y de Panfilia, llegamos a Mira de Licia. Allí el centurión halló una nave alejandrina que iba para Italia, y nos embarcó en ella.

Después de navegar lentamente por muchos días, y de llegar con dificultad frente a Gnido, pues el viento no nos permitió avanzar más, navegamos al amparo de la isla de Creta, frente a Salmón. Costeándola con dificultad, llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.

La tempestad en el mar

Cuando ya había pasado mucho tiempo y la navegación se había vuelto peligrosa, pues hasta el Ayuno había pasado ya, Pablo los amonestaba, 10 diciéndoles: «Amigos, veo que de seguro este viaje va a ser con perjuicio y graves pérdidas, no solo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras vidas».

11 Pero el centurión se persuadió más por lo que fue dicho por el piloto y el capitán del barco, que por lo que Pablo decía. 12 Como el puerto no era adecuado para invernar, la mayoría tomó la decisión de hacerse a la mar desde allí, para ver si les era posible arribar a Fenice, un puerto de Creta que mira hacia el nordeste y el sudeste, y pasar el invierno allí.

13 Cuando comenzó a soplar un moderado viento del sur, creyendo que habían logrado su propósito, levaron anclas y navegaban costeando a Creta. 14 Pero no mucho después, desde tierra comenzó a soplar un viento huracanado que se llama Euroclidón, 15 y siendo azotada la nave, y no pudiendo hacer frente al viento nos abandonamos a él y nos dejamos llevar a la deriva.

16 Navegando al amparo de una pequeña isla llamada Clauda, con mucha dificultad pudimos sujetar el bote salvavidas. 17 Después que lo alzaron, usaron amarras para sujetar la nave. Temiendo encallar en los bancos de Sirte, echaron el ancla flotante y se abandonaron a la deriva.

18 Al día siguiente, mientras éramos sacudidos furiosamente por la tormenta, comenzaron a arrojar la carga. 19 Al tercer día, con sus propias manos arrojaron al mar los aparejos de la nave. 20 Como ni el sol ni las estrellas aparecieron por muchos días, y una tempestad no pequeña se abatía sobre nosotros, desde entonces fuimos abandonando toda esperanza de salvarnos.

21 Cuando habían pasado muchos días sin comer, Pablo se puso en pie en medio de ellos y dijo: «Amigos, debían haberme hecho caso y no haber salido de Creta, evitando así este perjuicio y pérdida. 22 Pero ahora los exhorto a tener buen ánimo, porque no habrá pérdida de vida entre ustedes, sino solo del barco.

23 »Porque esta noche estuvo en mi presencia un ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, 24 diciendo: “No temas, Pablo; has de comparecer ante César; pero ahora, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo”. 25 Por tanto, tengan buen ánimo amigos, porque yo confío en Dios, que acontecerá exactamente como se me dijo. 26 Pero tenemos que encallar en alguna isla».

27 Llegada la decimocuarta noche, mientras éramos llevados a la deriva en el Mar Adriático, a eso de la medianoche los marineros presentían que se estaban acercando a tierra. 28 Echaron la sonda y hallaron que había 20 brazas (36 metros) de profundidad. Pasando un poco más adelante volvieron a echar la sonda y hallaron 15 brazas (27 metros). 29 Temiendo que en algún lugar fuéramos a dar contra los escollos, echaron cuatro anclas por la popa y ansiaban que amaneciera.

30 Como los marineros trataban de escapar de la nave y habían bajado el bote salvavidas al mar, bajo pretexto de que se proponían echar las anclas desde la proa, 31 Pablo dijo al centurión y a los soldados: «Si estos no permanecen en la nave, ustedes no podrán salvarse». 32 Entonces los soldados cortaron las amarras del bote y dejaron que se perdiera.

33 Cuando estaba a punto de amanecer, Pablo exhortaba a todos a que tomaran alimento, diciendo: «Hace ya catorce días que, velando continuamente, están en ayunas, sin tomar ningún alimento34 Por eso les aconsejo que tomen alimento, porque esto es necesario para sobrevivir. Porque ni un solo cabello de la cabeza de ninguno de ustedes perecerá».

35 Habiendo dicho esto, Pablo tomó pan y dio gracias a Dios en presencia de todos; y partiéndolo, comenzó a comer. 36 Entonces todos, teniendo ya buen ánimo, tomaron también alimento. 37 En total éramos en la nave 276 personas. 38 Una vez saciados, aligeraron la nave arrojando el trigo al mar.

39 Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero podían distinguir una bahía que tenía playa, y decidieron lanzar la nave hacia ella, si les era posible. 40 Cortando las anclas, las dejaron en el mar, aflojando al mismo tiempo las amarras de los timones. Izando la vela de proa al viento, se dirigieron hacia la playa. 41 Pero chocando contra un escollo donde se encuentran dos corrientes, encallaron la nave; la proa se clavó y quedó inmóvil, pero la popa se rompía por la fuerza de las olas.

42 El plan de los soldados era matar a los presos, para que ninguno de ellos escapara a nado. 43 Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, impidió su propósito, y ordenó que los que pudieran nadar se arrojaran primero por la borda y llegaran a tierra, 44 y que los demás siguieran, algunos en tablones, y otros en diferentes objetos de la nave. Y así sucedió que todos llegaron salvos a tierra.

   

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