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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Mateo 23

El lenguaje de Mateo 23 es francamente chocante. Jesús pronuncia repetidamente sus “ayes” sobre los fariseos y maestros de la ley, tildándoles de “hipócritas”, llamándoles “guías ciegos” y “Ciegos insensatos”, comparándoles con “sepulcros blanqueados” que “Por fuera lucen hermosos pero por den­tro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre”. Les llama “Serpientes”, “camada de víboras”. ¿Qué es lo que provoca un lenguaje tan poco mesurado por parte del Señor Jesús?

Estas personas reúnen esencialmente tres características que despiertan la ira de Jesús.

En primer lugar, está una pérdida de perspectiva, la cual, con respecto a la revelación de Dios, enfatiza lo trivial a expensas de lo que es realmente importante. Son fastidiosos en lo que se refiere al diezmo, hasta tal punto que llegan a apartar la décima parte de las hierbas que se cultivan en los huertos, mientras se quedan indiferentes ante las grandes cuestiones de la justicia, la misericordia y la fidelidad (23:23). Jesús aclara, por supuesto, que no resta importancia a los asuntos relativamente secundarios: sus interlocutores no deberían dejar de lado esto asuntos, puesto que se trata, al fin y al cabo, de prescripciones mandadas por Dios. No obstante, enfatizar estas cosas y al mismo tiempo no tomar en serio los temas de mayor peso es como “Coláis el mosquito pero os tragáis el camello”. Asimismo, articular un cuerpo de reglas que enseñan cuando es importante decir la verdad y cuando podemos mentir con la conciencia tranquila (23:16-22) no sólo implica negar la importancia fundamental de la verdad, sino que implícitamente niegan que el universo entero pertenece a Dios, y que cada vez que asumimos una promesa, lo hacemos delante de él.

La segunda característica es su amor hacia las formas externas de la religión, con poca experiencia de una naturaleza transformada. Buscar el reconocimiento como gran líder religioso, que te honre toda la comunidad, que te consideren un santo, un modelo religioso, mientras en tu fuero interno estás consumido por la avaricia, la autocomplacencia, la amargura, la rivalidad y el odio es un mal profundo (23: 5-12, 25-32).

La tercera acusación que les dirige es que, al desempeñar el papel de enseñadores, estos líderes difunden este veneno y contaminan a los demás, sea por precepto o por ejemplo. No sólo no entran ellos en el reino, sino que impiden la entrada a otros (23:13-15).

¿Cuántos líderes evangélicos hoy día invierten la mayor parte de sus fuerzas en asuntos periféricos, y muy pocas en las grandes cuestiones de la justicia, la misericordia y la fidelidad – en nuestras familias, nuestras iglesias, en el lugar de trabajo, en todas nuestras relaciones y en la nación? ¿A cuántos de entre nosotros nos importa más que nos consideren sabios y santos que ser sabios y santos? ¿Cuántos acaban así por traer la condenación a sus oidores, mediante su mal ejemplo y por su gradual alejamiento del evangelio y de todo lo que este conlleva?

Nuestra única esperanza reside en este Jesús que, aunque denuncia con tanta ferocidad esta escandalosa culpabilidad, también llora sobre la ciudad (Mateo 23:37-39; Lucas 19:44).

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Nehemías 13

Una de las evidencias más impactantes de la naturaleza pecadora del hombre reside en su propensión universal a ir a la deriva. En otras palabras, para reformarse después, es necesario tener intención, determinación, energía y esfuerzo. En algunas ocasiones, los seres humanos muestran esas virtudes por la gracia de Dios, pero, cuando estas están ausentes, se produce invariablemente una deriva hacia la transigencia, la comodidad, la indisciplina, la desobediencia y la depravación, a veces despacio y otras al galope, generación tras generación.

Las personas no tienden hacia la santidad. Exceptuando el esfuerzo promovido por la gracia, el hombre no gravita hacia la piedad, la oración, la obediencia a las Escrituras, la fe y el deleite en el Señor. Nos desviamos hacia la transigencia y la llamamos tolerancia; hacia la desobediencia y la llamamos libertad; hacia la superstición y la llamamos fe. Amamos la indisciplina del dominio propio perdido y decimos que es relajación; dejamos de orar y nos engañamos creyendo que hemos escapado del legalismo; nos resbalamos alejándonos de Dios y nos convencemos de que nos hemos liberado.

Este es el tipo de situación que Nehemías se encuentra hacia el final de su liderazgo en Jerusalén (Nehemías 13). Ha estado fuera durante un tiempo, debido a sus responsabilidades delante del emperador Artajerjes, que le obligan a regresar a la capital. Cuando vuelve a Jerusalén como gobernador por segunda vez, se encuentra con que los intereses comerciales han reemplazado a la disciplina del día de reposo, las relaciones con los paganos vecinos han desplazado a la fidelidad al pacto, la avaricia se ha quedado con parte del salario de los sacerdotes con lo que su número y utilidad se han reducido, y una combinación de indisciplina y estupidez absoluta ha admitido en el templo y en los más elevados círculos de poder a hombres como Tobías y Sambalat, que no tienen ningún interés en la fidelidad a Dios y a su Palabra.

Nehemías restaura la disciplina del pacto aunando extraordinariamente exhortación, mandato y acción ejecutiva. Sin duda, muchos de los devotos suspiran con alivio y dan gracias a Dios por él; no es menos cierto que otros se quejan de que es un entrometido, un aguafiestas, un legalista estrecho de miras. Nuestra cultura permisiva y relativista encaja mejor con el segundo grupo que con el primero, lo cual dice más de esta que de Nehemías.

La transformación auténtica y el avivamiento nunca han tenido lugar en la iglesia sin unos líderes para los que la devoción a Dios es de absoluta importancia. Si las iglesias occidentales se impregnan de los valores de la cultura que las rodea y se vuelven recelosas ante estos líderes espirituales, o reaccionan con un acto reflejo de conservadurismo cultural desprovisto de integridad bíblica como la transigencia a la que se enfrenta, estamos perdidos. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos envíe líderes proféticos.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Génesis 24

Abraham busca esposa para Isaac

24 Abraham era viejo, entrado en años; y el Señor había bendecido a Abraham en todo. Y Abraham dijo a su siervo, el más viejo de su casa, que era mayordomo de todo lo que poseía: «Te ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo, y te haré jurar por el Señor, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito, sino que irás a mi tierra y a mis parientes, y tomarás mujer para mi hijo Isaac».

Y el siervo le dijo: «Tal vez la mujer no quiera seguirme a esta tierra. ¿Debo volver y llevar a su hijo a la tierra de donde usted vino?». «De ningún modo debes llevar allá a mi hijo», le respondió Abraham. «El Señor, Dios de los cielos, que me tomó de la casa de mi padre y de la tierra donde nací, y que me habló y me juró, diciendo: “A tu descendencia daré esta tierra”, Él mandará Su ángel delante de ti, y tomarás de allí mujer para mi hijo. Si la mujer no quiere seguirte, quedarás libre de este mi juramento. Solo que no lleves allá a mi hijo».

El siervo puso la mano debajo del muslo de Abraham su señor, y le juró sobre este asunto.

Rebeca es escogida

10 Entonces el siervo tomó diez camellos de entre los camellos de su señor, y partió con toda clase de bienes de su señor en su mano; se levantó y fue a Mesopotamia, a la ciudad de Nacor. 11 El siervo hizo que se arrodillaran los camellos fuera de la ciudad, junto al pozo de agua, al atardecer, a la hora en que las mujeres salen por agua, 12 y dijo: «Oh Señor, Dios de mi señor Abraham, te ruego que me des éxito hoy, y que tengas misericordia de mi señor Abraham. 13 Yo estoy de pie aquí junto a la fuente de agua, y las hijas de los hombres de la ciudad salen para sacar agua. 14 Que sea la joven a quien yo diga: “Por favor, baje su cántaro para que yo beba”, y que responda: “Beba, y también daré de beber a sus camellos”, la que Tú has designado para Tu siervo Isaac. Por ello sabré que has mostrado misericordia a mi señor».

15 Y sucedió que antes de haber terminado de hablar, Rebeca, hija de Betuel, hijo de Milca, mujer de Nacor, hermano de Abraham, salió con el cántaro sobre su hombro. 16 La joven era muy hermosa, virgen, ningún hombre la había conocido. Bajó ella a la fuente, llenó su cántaro y subió.

17 Entonces el siervo corrió a su encuentro, y le dijo: «Le ruego que me dé a beber un poco de agua de su cántaro». 18 «Beba, señor mío», le dijo ella. Y enseguida bajó el cántaro a su mano, y le dio de beber. 19 Cuando había terminado de darle de beber, dijo: «Sacaré también para sus camellos hasta que hayan terminado de beber».

20 Rápidamente vació el cántaro en el abrevadero, y corrió otra vez a la fuente para sacar agua, y sacó para todos sus camellos. 21 Entretanto el hombre la observaba en silencio, para saber si el Señor había dado éxito o no a su viaje.

22 Cuando los camellos habían terminado de beber, el hombre tomó un anillo de oro que pesaba medio siclo (5.7 gramos), y dos brazaletes que pesaban diez siclos (114 gramos) de oro. 23 Y le preguntó: «¿De quién es hija? Dígame, le ruego, ¿hay en la casa de su padre lugar para hospedarnos?». 24 Ella le respondió: «Soy hija de Betuel, el hijo que Milca dio a Nacor». 25 También le dijo: «Tenemos suficiente paja y forraje, y lugar para hospedarse».

26 Entonces el hombre se postró y adoró al Señor, 27 y dijo: «Bendito sea el Señor, Dios de mi señor Abraham, que no ha dejado de mostrar Su misericordia y Su fidelidad hacia mi señor. El Señor me ha guiado en el camino a la casa de los hermanos de mi señor».

Rebeca confirma su elección

28 La joven corrió y contó estas cosas a los de la casa de su madre. 29 Rebeca tenía un hermano que se llamaba Labán, y Labán salió corriendo hacia el hombre a la fuente. 30 Cuando Labán vio el anillo y los brazaletes en las manos de su hermana, y oyó las palabras de su hermana Rebeca, que le contó: «Esto es lo que el hombre me dijo», Labán fue al hombre, que estaba con los camellos junto a la fuente,

31 y le dijo: «Entra, bendito del Señor. ¿Por qué estás afuera? Yo he preparado la casa y un lugar para los camellos». 32 Entonces el hombre entró en la casa, y Labán descargó los camellos y les dio paja y forraje, y trajo agua para que se lavaran los pies, él y los hombres que estaban con él. 33 Pero cuando la comida fue puesta delante de él para que comiera, dijo: «No comeré hasta que haya dicho el propósito de mi viaje». «Habla», le dijo Labán. 34 «Soy siervo de Abraham», comenzó a decir. 35 «Y el Señor ha bendecido en gran manera a mi señor, que se ha enriquecido. Le ha dado ovejas y vacas, plata y oro, siervos y siervas, camellos y asnos. 36 Sara, la mujer de mi señor, le dio un hijo a mi señor en su vejez; y mi señor le ha dado a él todo lo que posee.

37 »Mi señor me hizo jurar: “No tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos, en cuya tierra habito, 38 sino que irás a la casa de mi padre y a mis parientes, y tomarás mujer para mi hijo”. 39 Yo dije a mi señor: “Tal vez la mujer no quiera seguirme”. 40 Y él me respondió: “El Señor, delante de quien he andado, enviará Su ángel contigo para dar éxito a tu viaje, y tomarás mujer para mi hijo de entre mis parientes y de la casa de mi padre. 41 Entonces cuando llegues a mis parientes quedarás libre de mi juramento; y si ellos no te la dan, también quedarás libre de mi juramento”.

42 »Hoy llegué a la fuente, y dije: “Oh Señor, Dios de mi señor Abraham, si ahora quieres, Tú puedes dar éxito a mi viaje en el cual ando. 43 Yo estoy parado aquí junto a la fuente de agua. Que la doncella que salga a sacar agua, y a quien yo diga: ‘Le ruego que me dé a beber un poco de agua de su cántaro’, 44 y ella me diga, ‘Beba, y también sacaré para sus camellos’, que sea ella la mujer que el Señor ha designado para el hijo de mi señor”.

45 »Antes de que yo hubiera terminado de hablar en mi corazón, Rebeca salió con su cántaro al hombro, y bajó a la fuente y sacó agua, y yo le dije: “Le ruego que me dé de beber”. 46 Y ella enseguida bajó el cántaro de su hombro, y dijo: “Beba, y daré de beber también a sus camellos”; de modo que bebí, y ella dio de beber también a los camellos.

47 »Entonces le pregunté: “¿De quién es hija?”. Y ella contestó: “Soy hija de Betuel, hijo de Nacor, que le dio a luz Milca”; y puse el anillo en su nariz, y los brazaletes en sus manos. 48 Y me postré y adoré al Señor, y bendije al Señor, Dios de mi señor Abraham, que me había guiado por camino verdadero para tomar la hija del pariente de mi señor para su hijo. 49 Ahora pues, si han de mostrar bondad y sinceridad con mi señor, díganmelo; y si no, díganmelo también, para que vaya yo a la mano derecha o a la izquierda».

50 Labán y Betuel respondieron: «Del Señor ha salido esto. No podemos decir que está mal ni que está bien. 51 Mira, Rebeca está delante de ti, tómala y vete, y que sea ella la mujer del hijo de tu señor, como el Señor ha dicho». 52 Cuando el siervo de Abraham escuchó sus palabras, se postró en tierra delante del Señor. 53 Entonces el siervo sacó objetos de plata, objetos de oro y vestidos, y se los dio a Rebeca. También dio cosas preciosas a su hermano y a su madre.

54 Después él y los hombres que estaban con él comieron y bebieron y pasaron allí la noche. Cuando se levantaron por la mañana, el siervo dijo: «Envíenme a mi señor». 55 Pero el hermano y la madre de Rebeca dijeron: «Permite que la joven se quede con nosotros unos días, quizá diez; después se irá». 56 «No me detengan», les dijo el siervo, «puesto que el Señor ha dado éxito a mi viaje; envíenme para que vaya a mi señor». 57 «Llamaremos a la joven», respondieron ellos, «y le preguntaremos cuáles son sus deseos».

58 Entonces llamaron a Rebeca y le dijeron: «¿Te irás con este hombre?». «Iré», dijo ella. 59 Enviaron, pues, a su hermana Rebeca y a su nodriza con el siervo de Abraham y sus hombres. 60 Bendijeron a Rebeca y le dijeron:

«Que tú, hermana nuestra,
Te conviertas en millares de miríadas,
Y posean tus descendientes
La puerta de los que los aborrecen».

Isaac y Rebeca se encuentran

61 Rebeca se levantó con sus doncellas y, montadas en los camellos, siguieron al hombre. El siervo, pues, tomó a Rebeca y se fue. 62 Isaac había venido a Beer Lajai Roi, pues habitaba en la tierra del Neguev.

63 Y por la tarde Isaac salió al campo a meditar. Alzó los ojos y vio que venían unos camellos. 64 Rebeca alzó los ojos, y cuando vio a Isaac, bajó del camello, 65 y dijo al siervo: «¿Quién es ese hombre que camina por el campo a nuestro encuentro?». «Es mi señor», le respondió el siervo. Y ella tomó el velo y se cubrió. 66 El siervo contó a Isaac todo lo que había hecho. 67 Entonces Isaac la trajo a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca y ella fue su mujer, y la amó. Así se consoló Isaac después de la muerte de su madre.

   

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Mateo 23

Jesús denuncia a los escribas y fariseos

23 Entonces Jesús habló a la muchedumbre y a Sus discípulos: «Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés. De modo que hagan y observen todo lo que les digan; pero no hagan conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.

»Sino que hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; pues agrandan sus filacterias y alargan los adornos de sus mantosAman el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, y los saludos respetuosos en las plazas y ser llamados por los hombres Rabí.

»Pero ustedes no dejen que los llamen Rabí; porque Uno es su Maestro y todos ustedes son hermanos. Y no llamen a nadie padre suyo en la tierra, porque Uno es su Padre, el que está en los cielos. 10 Ni dejen que los llamen preceptores; porque Uno es su Preceptor, Cristo. 11 Pero el mayor de ustedes será su servidor. 12 Y cualquiera que se engrandece, será humillado, y cualquiera que se humille, será engrandecido.

Ocho ayes contra los escribas y fariseos

13 »Pero, ¡ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas que cierran el reino de los cielos delante de los hombres! Porque ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que están entrando. 14 ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas, que devoran las casas de las viudas, aun cuando por pretexto hacen largas oraciones! Por eso recibirán mayor condenación.

15 »¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas, que recorren el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacen hijo del infierno dos veces más que ustedes!

16 »¡Ay de ustedes, guías ciegos! Porque dicen: “No es nada si alguien jura por el templo; pero el que jura por el oro del templo, contrae obligación”. 17 ¡Insensatos y ciegos! Porque ¿qué es más importante: el oro, o el templo que santificó el oro?

18 »También ustedes dicen: “No es nada si alguien jura por el altar; pero el que jura por la ofrenda que está sobre él, contrae obligación”. 19 ¡Ciegos! Porque ¿qué es más importante: la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? 20 Por eso, el que jura por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él; 21 y el que jura por el templo, jura por él y por Aquel que en él habita; 22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él.

23 »¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas que pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino, y han descuidado los preceptos más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Estas son las cosas que debían haber hecho, sin descuidar aquellas. 24 ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito y se tragan el camello!

25 »¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas, que limpian el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno! 26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de adentro del vaso y del plato, para que lo de afuera también quede limpio.

27 »¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas que son semejantes a sepulcros blanqueados! Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. 28 Así también ustedes, por fuera parecen justos a los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.

29 »¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque edifican los sepulcros de los profetas y adornan los monumentos de los justos, 30 y dicen: “Si nosotros hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en derramar la sangre de los profetas”. 31 Así que dan testimonio en contra de ustedes mismos, que son hijos de los que asesinaron a los profetas. 32 ¡Llenen, pues, la medida de la culpa de sus padres!

33 »¡Serpientes! ¡Camada de víboras! ¿Cómo escaparán del juicio del infierno? 34 Por tanto, miren, Yo les envío profetas, sabios y escribas. A algunos de ellos, ustedes los matarán y crucificarán, y a otros los azotarán en sus sinagogas y los perseguirán de ciudad en ciudad, 35 para que recaiga sobre ustedes la culpa de toda la sangre justa derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Berequías, a quien ustedes asesinaron entre el templo y el altar. 36 En verdad les digo que todo esto vendrá sobre esta generación.

Lamentación sobre Jerusalén

37 »¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste! 38 Por tanto, la casa de ustedes se les deja desierta. 39 Porque les digo que desde ahora en adelante no me verán más hasta que digan: “Bendito Aquel que viene en el nombre del Señor”».

   

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Nehemías 13

Reformas de Nehemías

13 Aquel día leyeron del libro de Moisés a oídos del pueblo; y se encontró escrito en él que los amonitas y los moabitas no debían entrar jamás en la asamblea de Dios, porque no recibieron a los israelitas con pan y agua, sino que contrataron contra ellos a Balaam para maldecirlos; pero nuestro Dios convirtió la maldición en bendición. Y cuando oyeron la ley, excluyeron de Israel a todo extranjero.

Antes de esto, el sacerdote Eliasib, encargado de los aposentos de la casa de nuestro Dios, y que era pariente de Tobías, le había preparado una habitación amplia, donde anteriormente se colocaban las ofrendas de cereal, el incienso, los utensilios, y los diezmos del cereal, del vino nuevo y del aceite prescritos para los levitas, los cantores y los porteros, y las contribuciones para los sacerdotes. Pero durante todo este tiempo yo no estaba en Jerusalén, porque en el año treinta y dos de Artajerjes, rey de Babilonia, yo había ido al rey; pero después de algún tiempo, pedí permiso al rey, y vine a Jerusalén y me enteré del mal que Eliasib había hecho por favorecer a Tobías, al prepararle un aposento en los atrios de la casa de Dios. Esto me desagradó mucho, por lo cual arrojé todos los muebles de la casa de Tobías fuera del aposento. Entonces ordené que limpiaran los aposentos; y puse de nuevo allí los utensilios de la casa de Dios con las ofrendas de cereal y el incienso.

10 También descubrí que las porciones de los levitas no se les habían dado, por lo que los levitas y los cantores que hacían el servicio se habían ido, cada uno a su campo. 11 Por tanto, reprendí a los oficiales, y les dije: «¿Por qué está la casa de Dios abandonada?». Entonces reuní a los levitas y los restablecí en sus puestos. 12 Entonces todo Judá trajo el diezmo del cereal, del vino nuevo y del aceite a los almacenes. 13 Y puse al frente de los almacenes al sacerdote Selemías, al escriba Sadoc, y a Pedaías, uno de los levitas; además de estos estaba Hanán, hijo de Zacur, hijo de Matanías; porque se les consideraba dignos de confianza, y su responsabilidad era repartir las raciones a sus parientes. 14 Acuérdate de mí por esto, Dios mío, y no borres las obras de misericordia que he hecho por la casa de mi Dios y por sus servicios.

15 En aquellos días vi en Judá a algunos que pisaban los lagares en el día de reposo, y traían manojos de trigo y los cargaban en asnos, y también vino, uvas, higos y toda clase de carga, y los traían a Jerusalén en el día de reposo. Y los amonesté por el día en que vendían los víveres. 16 También habitaban allí, en Jerusalén, tirios, que importaban pescado y toda clase de mercancías, y los vendían a los hijos de Judá en el día de reposo. 17 Entonces reprendí a los nobles de Judá, y les dije: «¿Qué acción tan mala es esta que cometen profanando el día de reposo? 18 ¿No hicieron lo mismo sus padres, y nuestro Dios trajo sobre nosotros y sobre esta ciudad toda esta aflicción? Ustedes, pues, aumentan Su furor contra Israel al profanar el día de reposo».

19 Así que cuando iba oscureciendo a las puertas de Jerusalén, antes del día de reposo, ordené que se cerraran las puertas y que no las abrieran hasta después del día de reposo. Entonces puse algunos de mis siervos a las puertas para que no entrara ninguna carga en día de reposo. 20 Pero una o dos veces, los mercaderes y vendedores de toda clase de mercancía pasaron la noche fuera de Jerusalén. 21 Entonces les advertí, y les dije: «¿Por qué pasan la noche delante de la muralla? Si lo hacen de nuevo, usaré fuerza contra ustedes». Desde entonces no vinieron más en el día de reposo. 22 Y ordené a los levitas que se purificaran y que vinieran a guardar las puertas para santificar el día de reposo. Por esto también acuérdate de mí, Dios mío, y ten piedad de mí conforme a la grandeza de Tu misericordia.

23 En aquellos días también vi a judíos que se habían casado con mujeres asdoditas, amonitas y moabitas. 24 De sus hijos, la mitad hablaban la lengua de Asdod, y ninguno de ellos podía hablar la lengua de Judá, sino la lengua de su propio pueblo. 25 Así que los reprendí y los maldije, herí a algunos de ellos y les arranqué el cabello, y les hice jurar por Dios, diciéndoles: «No darán sus hijas a sus hijos; tampoco tomarán de sus hijas para sus hijos ni para ustedes mismos. 26 ¿No pecó por esto Salomón, rey de Israel? Sin embargo, entre tantas naciones no hubo rey como él, y era amado por su Dios, y Dios le había hecho rey sobre todo Israel; pero aún a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras. 27 ¿Y se debe oír de ustedes que han cometido todo este gran mal obrando infielmente contra nuestro Dios casándose con mujeres extranjeras?». 28 Aun uno de los hijos de Joiada, hijo del sumo sacerdote Eliasib, era yerno de Sanbalat el horonita, y lo eché de mi lado. 29 Acuérdate de ellos, Dios mío, porque han profanado el sacerdocio y el pacto del sacerdocio y de los levitas.

30 Así los purifiqué de todo lo extranjero, y designé oficios para los sacerdotes y levitas, cada uno en su ministerio, 31 hice arreglos para la provisión de leña en los tiempos señalados y para las primicias. ¡Acuérdate de mí, Dios mío, para bien!

   

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Hechos 23

23 Entonces Pablo, mirando fijamente al Concilio, dijo: «Hermanos, hasta este día yo he vivido delante de Dios con una conciencia perfectamente limpia».

Y el sumo sacerdote Ananías ordenó a los que estaban junto a él, que lo golpearan en la boca. Entonces Pablo le dijo: «¡Dios lo golpeará a usted, pared blanqueada! ¿Se sienta usted para juzgarme conforme a la ley, y viola la ley ordenando que me golpeen?».

Los que estaban allí observando, dijeron: «¿Al sumo sacerdote de Dios injurias?». Y Pablo dijo: «No sabía, hermanos, que él era el sumo sacerdote; porque escrito está: “No hablarás mal de una de las autoridades de tu pueblo”».

Entonces Pablo, dándose cuenta de que una parte eran saduceos y otra fariseos, alzó la voz en el Concilio: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos. Se me juzga a causa de la esperanza de la resurrección de los muertos». Cuando dijo esto, se produjo un altercado entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió. Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu, pero los fariseos creen todo esto.

Se produjo entonces un gran alboroto. Y levantándose algunos de los escribas del grupo de los fariseos, discutían enérgicamente, diciendo: «No encontramos nada malo en este hombre; pero ¿y si un espíritu o un ángel le ha hablado?». 10 Al surgir un gran altercado, el comandante tuvo temor de que Pablo fuera despedazado por ellos, y ordenó que las tropas descendieran, lo sacaran de entre ellos a la fuerza y lo llevaran al cuartel.

11 A la noche siguiente el Señor se le apareció a Pablo y le dijo: «Ten ánimo, porque como has testificado fielmente de Mi causa en Jerusalén, así has de testificar también en Roma».

Conspiración de los judíos contra Pablo

12 Cuando se hizo de día, los judíos tramaron una conspiración y se comprometieron bajo juramento, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubieran matado a Pablo. 13 Los que tramaron este plan eran más de cuarenta hombres, 14 los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: «Nos hemos comprometido bajo solemne juramento a no probar nada hasta que hayamos matado a Pablo. 15 Ahora pues, ustedes y el Concilio, avisen al comandante para que lo haga comparecer ante ustedes, como si quisieran hacer una investigación más minuciosa para resolver su caso. Nosotros por nuestra parte estamos listos para matarlo antes de que llegue».

16 Pero el hijo de la hermana de Pablo se enteró de la emboscada, y fue y entró al cuartel y dio aviso a Pablo. 17 Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: «Lleva a este joven al comandante, porque tiene algo que informarle».

18 Él entonces, tomándolo consigo, lo condujo al comandante, y le dijo*: «Pablo, el preso, me llamó y me pidió que te trajera a este joven, pues tiene algo que decirte». 19 El comandante, tomándolo de la mano, y llevándolo aparte, le preguntó: «¿Qué es lo que tienes que informarme?».

20 Y el joven respondió: «Los judíos se han puesto de acuerdo en pedirle que mañana lleve a Pablo al Concilio con el pretexto de hacer una indagación más a fondo sobre él. 21 Pero no les preste atención, porque más de cuarenta hombres de ellos, que se han comprometido bajo juramento a no comer ni beber hasta que lo hayan matado, esperan emboscados. Ellos ya están listos esperando promesa de parte suya». 22 Entonces el comandante dejó ir al joven, encomendándole: «No digas a nadie que me has informado de estas cosas».

23 Y llamando a dos de los centuriones, dijo: «Preparen 200 soldados para las nueve de la noche, con setenta jinetes y 200 lanceros, para que vayan a Cesarea». 24 Debían preparar también cabalgaduras para Pablo y llevarlo a salvo al gobernador Félix.

Carta de Claudio Lisias a Félix

25 También el comandante escribió una carta en estos términos:

26 «Claudio Lisias, al excelentísimo gobernador Félix: Salud.

27 Cuando este hombre fue arrestado por los judíos, y estaba a punto de ser muerto por ellos, al saber que era romano, fui con las tropas y lo rescaté. 28 Queriendo cerciorarme de la causa por la cual lo acusaban, lo llevé a su Concilio 29 y hallé que lo acusaban sobre cuestiones de su ley, pero no de ningún cargo que mereciera muerte o prisión.

30 Cuando se me informó de que había un plan en contra del hombre, se lo envié enseguida, instruyendo también a sus acusadores que presenten los cargos contra él delante de usted».

31 Así que los soldados, de acuerdo con las órdenes que tenían, tomaron a Pablo y lo llevaron de noche a Antípatris. 32 Al día siguiente regresaron al cuartel dejando que los de a caballo siguieran con él, 33 los cuales, después de llegar a Cesarea y de entregar la carta al gobernador, le presentaron también a Pablo.

34 Cuando el gobernador leyó la carta, preguntó de qué provincia era Pablo. Y al enterarse de que era de Cilicia, 35 dijo: «Te oiré cuando estén presentes también tus acusadores». Y mandó que lo guardaran en el Pretorio de Herodes.

   

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