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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Mateo 18

Si no vamos con cuidado, es muy fácil distorsionar una analogía. La razón es obvia. Cuando una cosa sirve de analogía para otra, inevitablemente habrá unos aspectos en los cuales ambas serán semejantes, y otros en los cuales serán muy diferentes. Si fueran paralelas en todos los aspectos, no se trataría de una relación análoga, sino de dos cosas idénticas. Que una relación análoga sea tan fructífera y reveladora estriba precisamente en que las dos en cuestión no sean idénticas. Pero ahí está justamente lo que hace que la analogía sea difícil de comprender.

Así que hay que tener esto en cuenta a la hora de interpretar la analogía que Jesús usa en Mateo 18:1-6. Cuando sus discípulos comienzan a discutir acerca de quién es el más grande en el reino de los cielos, Jesús llama a un niño pequeño e insiste en que, si ellos no cambian y son como niños pequeños, no “entraréis en el reino de los cielos” (18:3). De hecho, “el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos” (18:4). Recibir a un niño pequeño en nombre de Jesús es recibir a Jesús mismo (18:5); hacer que uno de estos pequeños tropiece es cometer un pecado tan serio, que habría sido mejor no haber nacido (18:6).

Es importante notar lo que no establece esta analogía. No hay ninguna indicación aquí de que los niños sean inocentes o libres de pecado, ni que su fe sea intrínsecamente pura; no encontramos aquí el espejismo sen­timental de que los niños comprendan mejor la naturaleza de Dios que los adultos. La primera verdad a la que la analogía apunta se encuentra en el contexto de la discusión entre los discípulos. Mientras ellos se preocupan por quién será el más grande en el reino de los cielos, Jesús les llama la atención sobre aquellos miembros de la sociedad a quienes nadie consideraría “grandes”. Los niños son criaturas dependientes. No son ni fuertes ni sabios ni sofisticados. Son relativamente transparentes. Los adultos orgullosos, pues, se deben humillar a fin de acercarse a Dios como niños pequeños: sencillamente, con una dependencia natural y sincera, sin abrigar deseo alguno de ser el más grande.

Además, si como estos niños ponen su confianza en Jesús – sin pretensiones de ningún tipo y con una sencillez transparente –, aquellos que los corrompan y desvíen son patética y profundamente malévolos.

Aquí se nos ofrece entonces una imagen de la grandeza en el reino de los cielos que desmonta por completo todas nuestras pretensiones, desinfla nuestro orgullo y expone como vergonzosas nuestras aspiraciones egoístas. Si bien es cierto que no debemos sacar las conclusiones equivocadas de esta analogía, también lo es que hay muchísimas conclusiones correctas en las que debemos reflexionar y poner en práctica.

Quienes aspiran a lograr grandes cargos y grandes reputaciones en el liderazgo cristiano deben reflexionar prolongadamente en estas palabras: “Por tanto, el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos”.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Nehemías 8

Si yuxtaponemos las dos lecturas de hoy: Nehemías 8 y Hechos 18, aprenderemos algo.

Gran parte de Hechos 18 está dedicada a la predicación y enseñanza de la Palabra de Dios y al asunto de cómo entender correctamente la revelación del Señor. Cuando Silas y Timoteo llegan a Corinto desde Macedonia (18:5), llevando presumiblemente con ellos algún dinero para su sustento, Pablo puede dedicarse “exclusivamente a la predicación” (18:5). Finalmente, la fuerte oposición que encuentra le obliga a pasar más tiempo con los gentiles. No pudiendo utilizar ya libremente la sinagoga, hace uso de la casa de Ticio Justo, al lado de la misma. Pronto, el propio jefe de esta se convierte (18:8). Algunos judíos formalizan una acusación legal contra Pablo, pero el magistrado local percibe que la disputa se ciñe esencialmente a interpretaciones contrarias de las Escrituras (18:12-16). El final del capítulo nos presenta a Apolos, versado en la Palabra y elocuente orador, pero mal informado aún sobre Jesús. “Conocía sólo el bautismo de Juan” (18:25). Puede que dominara las enseñanzas de Juan el Bautista para anunciar la venida de Jesús y quizás sabía incluso detalles de su vida, muerte y resurrección; sin embargo, como los “creyentes” al principio del siguiente capítulo, probablemente no tenía idea alguna de Pentecostés y del don del Espíritu; después de todo, muchos judíos de todo el imperio visitaban Jerusalén en la época de las fiestas y volvían a casa después. Si Apolos y otros se habían marchado de la ciudad después de la resurrección pero antes de Pentecostés, no era imposible que hubiesen transcurrido años antes de recibir toda la información, precisamente lo que Priscila y Aquila exponen a Apolos, explicándole “con mayor precisión el camino de Dios” (Hechos 18:26).

En Nehemías 8, Esdras comienza una conferencia bíblica de siete días. Lee detenidamente “la ley” a la multitud congregada. Los levitas se unen; “Los levitas… le explicaban la ley al pueblo, que no se movía de su sitio. Ellos leían con claridad el libro de la ley de Dios y lo interpretaban de modo que se comprendiera su lectura” (8:7-8). La palabra “interpretaban” puede traducirse “traducían”, pues la ley estaba escrita en hebreo, pero en esa época casi todo el mundo hablaba arameo. La Biblia había pasado a ser un libro hermético para ellos. Las personas la están entendiendo de nuevo por medio de su exposición y traducción. Todos se gozan por “haber comprendido lo que se les había enseñado” (8:12).

Tanto en el antiguo pacto como en el nuevo, lo más importante para el crecimiento y la maduración del pueblo de Dios es un corazón que anhele leer y comprender las palabras de su Señor, y personas que las expongan y expliquen con claridad.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Génesis 19

Corrupción de Sodoma

19  Los dos ángeles llegaron a Sodoma al caer la tarde, cuando Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma. Al verlos, Lot se levantó para recibirlos y se postró rostro en tierra, y les dijo: «Señores míos, les ruego que entren en la casa de su siervo y pasen en ella la noche y laven sus pies. Entonces se levantarán temprano y continuarán su camino». «No», dijeron ellos, «sino que pasaremos la noche en la plaza». Él, sin embargo, les rogó con insistencia, y ellos fueron con él y entraron en su casa. Lot les preparó un banquete y coció pan sin levadura, y comieron.

Aún no se habían acostado, cuando los hombres de la ciudad, los hombres de Sodoma, rodearon la casa, tanto jóvenes como viejos, todo el pueblo sin excepción. Y llamaron a Lot, y le dijeron: «¿Dónde están los hombres que vinieron a ti esta noche? Sácalos para que los conozcamos».

Entonces Lot salió a ellos a la entrada, y cerró la puerta tras sí, «Hermanos míos, les ruego que no obren perversamente», les dijo Lot. «Miren, tengo dos hijas que no han conocido varón. Permítanme sacarlas a ustedes y hagan con ellas como mejor les parezca. Pero no hagan nada a estos hombres, pues se han amparado bajo mi techo».

«¡Hazte a un lado!», dijeron ellos. Y dijeron además: «Este ha venido como extranjero, y ya está actuando como juez; ahora te trataremos a ti peor que a ellos». Se lanzaron contra Lot y estaban a punto de romper la puerta, 10 pero los dos hombres extendieron la mano y metieron a Lot en la casa con ellos, y cerraron la puerta.

11 Y a los hombres que estaban a la entrada de la casa los hirieron con ceguera desde el menor hasta el mayor, de manera que se cansaban tratando de hallar la entrada.

Lot huye de Sodoma

12 Entonces los dos hombres dijeron a Lot: «¿A quién más tienes aquí? A tus yernos, a tus hijos, a tus hijas y quienquiera que tengas en la ciudad, sácalos de este lugar. 13 Porque vamos a destruir este lugar, pues su clamor ha llegado a ser tan grande delante del Señor, que el Señor nos ha enviado a destruirlo».

14 Lot salió y habló a sus yernos que iban a casarse con sus hijas, y dijo: «Levántense, salgan de este lugar porque el Señor destruirá la ciudad». Pero a sus yernos les pareció que bromeaba.

15 Al amanecer, los ángeles apremiaban a Lot, diciendo: «Levántate, toma a tu mujer y a tus dos hijas que están aquí, para que no sean destruidos en el castigo de la ciudad». 16 Pero él titubeaba. Entonces los dos hombres los tomaron de la mano, a él, y a su mujer y a sus dos hijas, porque la compasión del Señor estaba sobre él. Los sacaron y los pusieron fuera de la ciudad.

17 Cuando los habían llevado fuera, uno le dijo: «Huye por tu vida. No mires detrás de ti y no te detengas en ninguna parte del valle. Escapa al monte, no sea que perezcas». 18 «No, por favor, señores míos», les dijo Lot. 19 «Ahora tu siervo ha hallado gracia ante tus ojos, y has engrandecido tu misericordia la cual me has mostrado salvándome la vida. Pero no puedo escapar al monte, no sea que el desastre me alcance, y muera. 20 Mira, esta ciudad está bastante cerca para huir a ella, y es pequeña. Te ruego que me dejes huir allá (¿acaso no es pequeña?) para salvar mi vida». 21 Y él le respondió: «Bien, te concedo también esta petición de no destruir la ciudad de que has hablado. 22 Date prisa, escapa allá, porque nada puedo hacer hasta que llegues allí». Por eso el nombre que se le puso a la ciudad fue Zoar.

Destrucción de Sodoma y Gomorra

23 El sol había salido sobre la tierra cuando Lot llegó a Zoar. 24 Entonces el Señor hizo llover azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra, de parte del Señor desde los cielos. 25 Él destruyó aquellas ciudades y todo el valle y todos los habitantes de las ciudades y todo lo que crecía en la tierra. 26 Pero la mujer de Lot, que iba tras él, miró hacia atrás y se convirtió en una columna de sal.

27 Abraham se levantó muy de mañana, y fue al sitio donde había estado delante del Señor. 28 Dirigió la vista hacia Sodoma y Gomorra y hacia toda la tierra del valle y miró; y el humo ascendía de la tierra como el humo de un horno. 29 Pero cuando Dios destruyó las ciudades del valle, se acordó de Abraham e hizo salir a Lot de en medio de la destrucción, cuando destruyó las ciudades donde había habitado Lot.

Moab y Amón

30 Lot subió de Zoar y habitó en los montes, y sus dos hijas con él, pues tenía miedo de quedarse en Zoar. Y habitó en una cueva, él y sus dos hijas. 31 Entonces la mayor dijo a la menor: «Nuestro padre es viejo y no hay ningún hombre en el país que se llegue a nosotras según la costumbre de toda la tierra. 32 Ven, hagamos que beba vino nuestro padre, y acostémonos con él para preservar nuestra familia por medio de nuestro padre». 33 Aquella noche hicieron que su padre bebiera vino, y la mayor entró y se acostó con su padre, y él no supo cuando ella se acostó ni cuando se levantó.

34 Al día siguiente la mayor dijo a la menor: «Mira, anoche yo me acosté con mi padre. Hagamos que beba vino esta noche también, y entonces entra tú y acuéstate con él, para preservar nuestra familia por medio de nuestro padre». 35 De manera que también aquella noche hicieron que su padre bebiera vino, y la menor se levantó y se acostó con él, y él no supo cuando ella se acostó ni cuando se levantó. 36 Así las dos hijas de Lot concibieron de su padre.

37 Y la mayor dio a luz un hijo, y lo llamó Moab. Él es el padre de los moabitas hasta hoy. 38 En cuanto a la menor, también ella dio a luz un hijo, y lo llamó Ben-Ammi. Él es el padre de los amonitas hasta hoy.

   

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Mateo 18

El mayor en el reino de los cielos

18 En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?». Él, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: «En verdad les digo que si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como este en Mi nombre, me recibe a Mí.

«Pero al que haga pecar a uno de estos pequeñitos que creen en Mí, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar.

¡Ay de los que son piedras de tropiezo!

«¡Ay del mundo por sus piedras de tropiezo! Porque es inevitable que vengan piedras de tropiezo; pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!

«Si tu mano o tu pie te hace pecar, córtalo y tíralo. Es mejor que entres en la vida manco o cojo, que teniendo dos manos y dos pies, ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te hace pecar, arráncalo y tíralo. Es mejor que entres en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el infierno de fuego.

10 «Miren que no desprecien a uno de estos pequeñitos, porque les digo que sus ángeles en los cielos contemplan siempre el rostro de Mi Padre que está en los cielos. 11 Porque el Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que se había perdido.

Parábola de la oveja perdida

12 «¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se ha descarriado, ¿no deja las noventa y nueve en los montes, y va en busca de la descarriada? 13 Y si sucede que la halla, en verdad les digo que se regocija más por esta que por las noventa y nueve que no se han descarriado. 14 Así, no es la voluntad del Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos.

Sobre la exhortación y la oración

15 «Si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano. 16 Pero si no te escucha, lleva contigo a uno o a dos más, para que toda palabra sea confirmada por boca de dos o tres testigos. 17 Y si rehúsa escucharlos, dilo a la iglesia; y si también rehúsa escuchar a la iglesia, sea para ti como el gentil y el recaudador de impuestos. 18 En verdad les digo, que todo lo que ustedes aten en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo.

19 «Además les digo, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por Mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde están dos o tres reunidos en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos».

Importancia del perdón

21 Entonces acercándose Pedro, preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces?». 22 Jesús le contestó*: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Parábola de los dos deudores

23 «Por eso, el reino de los cielos puede compararse a cierto rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. 24 Al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10,000 talentos (216 toneladas de plata). 25 Pero no teniendo él con qué pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer e hijos y todo cuanto poseía, y así pagara la deuda. 26 Entonces el siervo cayó postrado ante él, diciendo: “Tenga paciencia conmigo y todo se lo pagaré”. 27 Y el señor de aquel siervo tuvo compasión, lo soltó y le perdonó la deuda.

28 «Pero al salir aquel siervo, encontró a uno de sus consiervos que le debía 100 denarios, y echándole mano, lo ahogaba, diciendo: “Paga lo que debes”. 29 Entonces su consiervo, cayendo a sus pies, le suplicaba: “Ten paciencia conmigo y te pagaré”. 30 Sin embargo, él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

31 «Así que cuando sus consiervos vieron lo que había pasado, se entristecieron mucho, y fueron y contaron a su señor todo lo que había sucedido. 32 Entonces, llamando al siervo, su señor le dijo*: “Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me suplicaste. 33 ¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti?”. 34 Y enfurecido su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. 35 Así también Mi Padre celestial hará con ustedes, si no perdonan de corazón cada uno a su hermano».

   

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Nehemías 8

Esdras lee la ley

8 Todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que estaba delante de la puerta de las Aguas, y pidieron al escriba Esdras que trajera el libro de la ley de Moisés que el Señor había dado a Israel. Entonces el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la asamblea de hombres y mujeres y de todos los que podían entender lo que oían. Era el primer día del mes séptimo. Y leyó en el libro frente a la plaza que estaba delante de la puerta de las Aguas, desde el amanecer hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.

El escriba Esdras estaba sobre un estrado de madera que habían hecho para esta ocasión. Junto a él, a su derecha, estaban Matatías, Sema, Anías, Urías, Hilcías y Maasías; y a su izquierda, Pedaías, Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo, pues él estaba en un lugar más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso en pie. Entonces Esdras bendijo al Señor, el gran Dios. Y todo el pueblo respondió: «¡Amén, Amén!», mientras alzaban las manos. Después se postraron y adoraron al Señor rostro en tierra. También Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán, Pelaías, y los levitas, explicaban la ley al pueblo mientras el pueblo permanecía en su lugar. Y leyeron en el libro de la ley de Dios, interpretándolo y dándole el sentido para que entendieran la lectura.

Entonces Nehemías, que era el gobernador, y Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo, dijeron a todo el pueblo: «Este día es santo para el Señor su Dios; no se entristezcan, ni lloren». Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la ley. 10 También les dijo: «Vayan, coman de la grasa, beban de lo dulce, y manden raciones a los que no tienen nada preparado; porque este día es santo para nuestro Señor. No se entristezcan, porque la alegría del Señor es la fortaleza de ustedes». 11 Los levitas calmaron a todo el pueblo diciéndole: «Callen, porque el día es santo, no se entristezcan». 12 Entonces todo el pueblo se fue a comer, a beber, a mandar porciones y a celebrar una gran fiesta, porque comprendieron las palabras que les habían enseñado.

13 Al segundo día los jefes de casas paternas de todo el pueblo, los sacerdotes y los levitas se reunieron junto al escriba Esdras para entender las palabras de la ley. 14 Y encontraron escrito en la ley que el Señor había mandado por medio de Moisés que los israelitas habitaran en tabernáculos durante la fiesta del mes séptimo. 15 Así que ellos dieron a conocer esta proclama en todas sus ciudades y en Jerusalén: «Salgan al monte y traigan ramas de olivo, ramas de olivo silvestre, ramas de mirto, ramas de palmera y ramas de otros árboles frondosos, para hacer tabernáculos, como está escrito».

16 El pueblo salió y trajeron las ramas y se hicieron tabernáculos, cada uno en su terrado, en sus patios, en los patios de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las Aguas y en la plaza de la puerta de Efraín. 17 Toda la asamblea de los que habían regresado de la cautividad hicieron tabernáculos y habitaron en ellos. Los israelitas ciertamente no habían hecho de esta manera desde los días de Josué, hijo de Nun, hasta aquel día. Y hubo gran regocijo. 18 Esdras leyó del libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el último día. Celebraron la fiesta siete días, y al octavo día hubo una asamblea solemne según lo establecido.

   

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Hechos 18

Pablo en Corinto

18 Después de esto Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Allí se encontró con un judío que se llamaba Aquila, natural del Ponto, quien acababa de llegar de Italia con Priscila su mujer, pues el emperador Claudio había ordenado a todos los judíos que salieran de Roma. Pablo fue a verlos, y como él era del mismo oficio, se quedó con ellos y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas de campaña. Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo, tratando de persuadir a judíos y a griegos.

Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo comenzó a dedicarse por completo a la predicación de la palabra, testificando solemnemente a los judíos que Jesús era el Cristo. Pero cuando los judíos se le opusieron y blasfemaron, él sacudió sus ropas y les dijo: «Su sangre sea sobre sus cabezas; yo soy limpio; desde ahora me iré a los gentiles».

Partiendo de allí, se fue a la casa de un hombre llamado Ticio Justo, que adoraba a Dios, cuya casa estaba junto a la sinagoga. Crispo, el oficial de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa. También muchos de los corintios, al oír, creían y eran bautizados.

Por medio de una visión durante la noche, el Señor dijo a Pablo: «No temas, sigue hablando y no calles; 10 porque Yo estoy contigo, y nadie te atacará para hacerte daño, porque Yo tengo mucha gente en esta ciudad». 11 Entonces Pablo se quedó allí un año y seis meses, enseñando la palabra de Dios entre ellos.

Pablo ante Galión

12 Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron a una contra Pablo y lo trajeron ante el tribunal. 13 «Este persuade a los hombres a que adoren a Dios en forma contraria a la ley», dijeron ellos.

14 Cuando Pablo iba a hablar, Galión dijo a los judíos: «Si fuera cuestión de una injusticia o de un crimen depravado, oh judíos, yo les toleraría, como sería razonable. 15 Pero si son cuestiones de palabras y nombres, y de su propia ley, allá ustedes; yo no estoy dispuesto a ser juez de estas cosas».

16 Y los echó del tribunal. 17 Entonces todos ellos agarraron a Sóstenes, el oficial de la sinagoga, y lo golpeaban frente al tribunal, pero Galión no hacía caso de nada de esto.

Fin del segundo viaje misionero de Pablo, y principio del tercero

18 Pablo, después de quedarse muchos días más, se despidió de los hermanos y se embarcó hacia Siria, y con él iban Priscila y Aquila. Y en Cencrea se hizo cortar el cabello, porque tenía hecho un voto. 19 Llegaron a Éfeso y dejó allí a Priscila y Aquila. Y entrando Pablo a la sinagoga, discutía con los judíos. 20 Cuando le rogaron que se quedara más tiempo, no consintió, 21 sino que se despidió de ellos, diciendo: «Volveré a ustedes otra vez, si Dios quiere». Y embarcándose, se fue de Éfeso.

22 Al llegar a Cesarea, subió a Jerusalén para saludar a la iglesia, y luego descendió a Antioquía. 23 Después de pasar allí algún tiempo, Pablo fue recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, fortaleciendo a todos los discípulos.

Apolos en Éfeso

24 Llegó entonces a Éfeso un judío que se llamaba Apolos, natural de Alejandría, hombre elocuente, y que era poderoso en las Escrituras. 25 Este había sido instruido en el camino del Señor, y siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas referentes a Jesús, aunque solo conocía el bautismo de Juan. 26 Y comenzó a hablar abiertamente en la sinagoga. Pero cuando Priscila y Aquila lo oyeron, lo llevaron aparte y le explicaron con mayor exactitud el camino de Dios.

27 Cuando Apolos quiso pasar a Acaya, los hermanos lo animaron, y escribieron a los discípulos que lo recibieran. Cuando llegó, ayudó mucho a los que por la gracia habían creído, 28 porque refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.

   

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