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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Lucas 9

Una de las tareas esenciales para los que quieren leer los evangelios canónicos con sensibilidad consiste en comprender cómo se entrelazan las diferentes secciones. Los lectores superficiales se acuerdan quizá de relatos concretos acerca de Jesús a partir de su experiencia de la escuela dominical, pero no siempre reflexionan en los enlaces que convierten estos relatos en un evangelio completo. Además, ninguno de los evangelistas ordenó su material exactamente de la misma forma que los demás, por lo que el saber específico de cada evangelio a menudo se pierde si no reflexionamos profundamente en los enlaces distintivos de cada uno de ellos.

En Lucas 9:49-50, encontramos un ejemplo esclarecedor de esto. Los versículos anteriores (9:46-48) muestran a los discípulos de Jesús enzarzados en una discusión acerca de cuál de ellos sería más importante (en el reino consumado, se supone). Conociendo sus pensamientos, Jesús les enseña algo que les debió resultar bochornoso, usando a un niño pequeño como ilustración. La gente “importante” busca asociarse con gente aún más “importante”. Los seguidores de Jesús reciben a los miembros menos poderosos de la sociedad – los niños pequeños. Lo que Jesús requiere es una manera de pensar que entra en conflicto directo con la que caracteriza al mundo: “El más insignificante entre todos vosotros, ése es el más importante” (9:48).

En esta coyuntura encontramos lo relatado en Lucas 9:49-50. Juan comenta que él y los demás discípulos vieron a un hombre que echaba a los demonios en nombre de Jesús. Dijo que intentaron pararlo por no ser uno de ellos. Jesús les prohíbe actuar así porque “el que no está contra vosotros está a favor vuestro”. A primera vista, esto es algo diferente de la temática que constituyó los versículos precedentes. Pero tal vez no lo sea tanto: las conexiones exigen nuestra reflexión. El problema que Juan tenía con este hombre que echaba a demonios parece no tanto una preocupación piadosa por la ortodoxia teológica, como una protesta motivada por la sed de poder, y una mentalidad que daba más importancia al hecho de que los predicadores perteneciesen al partido correcto, que al cumplimiento de la misión. Por tanto, esta protesta resulta patéticamente vinculada con el debate en cuanto a cuál de ellos sería el más grande. El deseo de engrandecimiento personal resultará ser inevitablemente, una base inadecuada desde la cual hacer valoraciones sabias con respecto al ministerio de los demás.

En los versículos siguientes (9:51-56), Jesús se encuentra en Samaria. Cuando los samaritanos se muestran inhóspitos, los discípulos de Jesús están dispuestos a hacer caer el juicio divino sobre ellos. Jesús se lo reprocha. Ya que estos versículos siguen tras los temas a los que nos referíamos antes, la actitud delatada por los discípulos queda puesta de manifiesto. Su pasión por el juicio contra los samaritanos está motivada menos por una comprensión de Cristo y una devoción genuina hacia él, que por una ambición y deseo de poder egocéntricos.

Los últimos versículos del capítulo destacan el mismo contraste (9:57- 62). Los tres que proclaman con mayor fuerza su determinación de seguir a Jesús son puestos en su sitio: no han contado con el precio del discipulado, por lo que sus protestas piadosas adquieren unos matices de amor propio poco atractivos.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Job 23

Hemos escuchado dos rondas completas de discursos de los tres “consoladores miserables”, más las respuestas de Job. Hay una ronda más, truncada y desequilibrada. Elifaz habla y Job replica (Job 22—24); Bildad habla muy brevemente y Job le responde largo y tendido (Job 25—31), con extraordinaria contundencia y fervor. Los “consoladores” no tienen nada nuevo que decir y se están viniendo abajo. La persistente defensa de Job de su integridad, aunque no les convence, les obliga a callar.

El último discurso de Elifaz (Job 22), aunque amplía los límites de su imaginería poética, no añade nada a su argumento; simplemente lo expone de nuevo. Dice que Dios es tan inimaginablemente grande, que no puede obtener ningún beneficio de los seres humanos. Así pues, ¿por qué pensaba Job que su justicia debía impresionar al Todopoderoso? Esa misma grandeza garantiza que el conocimiento y la justicia de Dios son perfectos, por lo que los sufrimientos de Job tienen fundamento: el Señor ha sacado a la luz los pecados ocultos de Job, pecados que Elifaz quiere hacer públicos realizando conjeturas.

Mientras responde con algunas reflexiones que ya ha empleado anteriormente, Job se embarca en una nueva línea de pensamiento (Job 23). Ahora, no acusa a Dios de injusticia, sino de ausencia e inaccesibilidad: “¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios! ¡Si pudiera llegar adonde él habita!” (23:3). No estamos ante un anhelo de escapar e ir al cielo, sino ante un deseo apasionado y frustrado de presentar su caso delante del Todopoderoso (23:4). Job no tiene miedo de que Dios le responda con terrorífico poder y le aplaste (23:6); más bien, teme que el Señor simplemente le ignore. Sin embargo, ninguna búsqueda geográfica que Job acometa encontrará a Dios (23:8-9).

Las palabras de Job son muy diferentes a la queja de la literatura moderna, que Dios está tan ausente que debe de estar muerto. Job no espera a alguien que no vendrá. Su fe en Dios no se tambalea. Está convencido de que su Señor sabe en qué situación se encuentra y conoce perfectamente la integridad fundamental de su vida (23:9-11). Esta no es la bravuconería de quien se define a sí mismo como independiente; Job ha obedecido minuciosamente las palabras de Dios, amándolas más que su comida diaria (23:12).

Esa es la razón por la que la ausencia de Dios no solo es desconcertante, sino aterradora (23:13-17). La confianza continua de Job en la soberanía y el conocimiento de Dios es precisamente lo que tanto le asusta, ya que la evidencia empírica demuestra que, al menos en esta vida, el justo puede ser destruido y el impío escapar. Los “consoladores” declaran que Job debería temer a la justicia de Dios; Job teme la aparente ausencia de Dios.

Cuando llegan esos días, es vital que recordemos el final del libro de Job y el de la Biblia.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Éxodo 6

Dios confirma su promesa

9 El Señor respondió a Moisés: «Ahora verás lo que haré a Faraón. Porque por la fuerza los dejará ir, y por la fuerza los echará de su tierra».

Dios continuó hablando a Moisés, y le dijo: «Yo soy el Señor. Yo me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Todopoderoso, pero por Mi nombre, Señor, no me di a conocer a ellos. También establecí Mi pacto con ellos, de darles la tierra de Canaán, la tierra donde peregrinaron. Además, he oído el gemido de los israelitas, porque los egipcios los tienen esclavizados, y me he acordado de Mi pacto. Por tanto, dile a los israelitas: “Yo soy el Señor, y los sacaré de debajo de las cargas de los egipcios. Los libraré de su esclavitud, y los redimiré con brazo extendido y con grandes juicios. Los tomaré a ustedes por pueblo Mío, y Yo seré su Dios. Sabrán que Yo soy el Señor su Dios, que los sacó de debajo de las cargas de los egipcios. Los traeré a la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, y se la daré a ustedes por heredad. Yo soy el Señor”».

De esta manera Moisés habló a los israelitas, pero ellos no escucharon a Moisés a causa del desaliento y de la dura servidumbre.

10 Entonces el Señor habló a Moisés y le dijo: 11 «Ve, habla a Faraón, rey de Egipto, para que deje salir a los israelitas de su tierra». 12 Pero Moisés habló delante del Señor y le dijo: «Los israelitas no me han escuchado. ¿Cómo, pues, me escuchará Faraón, siendo yo torpe de palabra?». 13 Entonces el Señor habló a Moisés y a Aarón, y les dio órdenes para los israelitas y para Faraón, rey de Egipto, a fin de sacar a los israelitas de la tierra de Egipto.

Jefes de familia

14 Estos son los jefes de las casas paternas: Los hijos de Rubén, primogénito de Israel: Hanoc, Falú, Hezrón y Carmi. Estas son las familias de Rubén. 15 Los hijos de Simeón: Jemuel, Jamín, Ohad, Jaquín, Zohar y Saúl, hijo de una cananea. Estas son las familias de Simeón.

16 Estos son los nombres de los hijos de Leví según sus generaciones: Gersón, Coat y Merari. Los años de la vida de Leví fueron 137 años. 17 Los hijos de Gersón: Libni y Simei, según sus familias. 18 Los hijos de Coat: Amram, Izhar, Hebrón y Uziel. Los años de la vida de Coat fueron 133 años. 19 Los hijos de Merari: Mahli y Musi. Estas son las familias de los levitas según sus generaciones.

20 Amram tomó por mujer a Jocabed, su tía, y ella dio a luz a Aarón y a Moisés. Los años de la vida de Amram fueron 137 años. 21 Los hijos de Izhar: Coré, Nefeg y Zicri. 22 Los hijos de Uziel: Misael, Elzafán y Sitri.

23 Y Aarón tomó por mujer a Eliseba, hija de Aminadab, hermana de Naasón, y ella dio a luz a Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar. 24 Los hijos de Coré: Asir, Elcana y Abiasaf. Estas son las familias de los coreítas. 25 Eleazar, hijo de Aarón, tomó por mujer a una de las hijas de Futiel, y ella dio a luz a Finees. Estos son los jefes de las casas paternas de los levitas, según sus familias.

26 Aarón y Moisés son a los que el Señor dijo: «Saquen a los israelitas de la tierra de Egipto por sus ejércitos». 27 Ellos son los que hablaron a Faraón, rey de Egipto, para sacar a los israelitas de Egipto. Estos fueron, Moisés y Aarón.

Anuncio de las plagas

28 El día que el Señor habló a Moisés en la tierra de Egipto, 29 el Señor dijo a Moisés: «Yo soy el Señor. Dile a Faraón, rey de Egipto, todo lo que Yo te diga». 30 Pero Moisés dijo delante del Señor: «Yo soy torpe de palabra. ¿Cómo, pues, me escuchará Faraón?».

   

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Lucas 9

Misión de los doce

9 Reuniendo Jesús a los doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades. Los envió a proclamar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. Y les dijo: «No tomen nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni tengan dos túnicas cada uno. En cualquier casa donde entren, quédense allí, y sea de allí su salida. En cuanto a los que no los reciban, al salir de esa ciudad, sacudan el polvo de sus pies en testimonio contra ellos».

Entonces salieron, e iban por las aldeas anunciando el evangelio y sanando por todas partes.

Herodes oye hablar de Jesús

Herodes el tetrarca se enteró de todo lo que estaba pasando, y estaba muy perplejo, porque algunos decían que Juan había resucitado de entre los muertos, otros, que Elías había aparecido, y otros, que algún profeta de los antiguos había resucitado. Entonces Herodes dijo: «A Juan yo lo hice decapitar; ¿quién es, entonces, Este de quien oigo tales cosas?». Y procuraba ver a Jesús.

Alimentación de los cinco mil

10 Cuando los apóstoles regresaron, dieron cuenta a Jesús de todo lo que habían hecho. Y tomándolos con Él, se retiró aparte a una ciudad llamada Betsaida. 11 Pero cuando la gente se dio cuenta de esto, lo siguió; y Jesús, recibiéndolos, les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que tenían necesidad de ser curados.

12 El día comenzaba a declinar, y acercándose los doce, le dijeron: «Despide a la multitud, para que vayan a las aldeas y campos de los alrededores, y hallen alojamiento y consigan alimentos; porque aquí estamos en un lugar desierto». 13 «Denles ustedes de comer», les dijo Jesús. Y ellos dijeron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos y compremos alimentos para toda esta gente». 14 Porque había como 5,000 hombres. Y Jesús dijo a Sus discípulos: «Hagan que se recuesten en grupos como de cincuenta cada uno».

15 Así lo hicieron, haciendo recostar a todos. 16 Tomando Él los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, los bendijo, los partió y los iba dando a los discípulos para que los sirvieran a la gente. 17 Todos comieron y se saciaron; y se recogieron de lo que les sobró de los pedazos: doce cestas llenas.

La confesión de Pedro

18 Estando Jesús orando a solas, estaban con Él los discípulos, y les preguntó: «¿Quién dicen las multitudes que soy Yo?». 19 Entonces ellos respondieron: «Unos, Juan el Bautista, otros, Elías, y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado». 20 «Y ustedes ¿quién dicen que soy Yo?» les preguntó. Y Pedro le respondió: «El Cristo de Dios».

21 Pero Jesús, advirtiéndoles severamente, les mandó que no dijeran esto a nadie, 22 y les dijo: «El Hijo del Hombre debe padecer mucho, y ser rechazado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día».

23 Y a todos les decía: «Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. 24 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de Mí, ese la salvará. 25 Pues, ¿de qué le sirve a un hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se destruye o se pierde? 26 Porque el que se avergüence de Mí y de Mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en Su gloria, y la del Padre, y la de los santos ángeles. 27 Pero en verdad les digo que hay algunos de los que están aquí, que no probarán la muerte hasta que vean el reino de Dios».

La transfiguración

28 Y como ocho días después de estas palabras, Jesús tomó con Él a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29 Mientras oraba, la apariencia de Su rostro se hizo otra, y Su ropa se hizo blanca y resplandeciente.

30 Y de repente dos hombres hablaban con Él, los cuales eran Moisés y Elías, 31 quienes apareciendo en gloria, hablaban de la partida de Jesús que Él estaba a punto de cumplir en Jerusalén. 32 Pedro y sus compañeros habían sido vencidos por el sueño, pero cuando estuvieron bien despiertos, vieron la gloria de Jesús y a los dos varones que estaban con Él. 33 Y al retirarse ellos de Él, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, es bueno quedarnos aquí; hagamos tres enramadas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pero Pedro no sabía lo que decía.

34 Entonces, mientras él decía esto, se formó una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. 35 Y una voz salió de la nube, que decía: «Este es Mi Hijo, Mi Escogido; oigan a Él». 36 Después de oírse la voz, Jesús quedó solo. Ellos mantuvieron esto en secreto; por aquellos días no contaron nada de lo que habían visto.

Jesús sana a un muchacho endemoniado

37 Y aconteció que al día siguiente, cuando bajaron del monte, una gran multitud le salió al encuentro. 38 En ese momento un hombre de la multitud gritó: «Maestro, te suplico que veas a mi hijo, pues es el único que tengo, 39 y sucede que un espíritu se apodera de él, y de repente da gritos, y el espíritu hace que caiga con convulsiones, echando espumarajos; y cuando lo estropea, a duras penas se aparta de él. 40 Entonces rogué a Tus discípulos que echaran fuera ese espíritu, y no pudieron».

41 Jesús les respondió: «¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con ustedes y he de soportarlos? Trae acá a tu hijo». 42 Cuando este se acercaba, el demonio lo derribó y lo hizo caer con convulsiones. Pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre. 43 Y todos estaban admirados de la grandeza de Dios.

Jesús anuncia otra vez Su muerte

Mientras todos se maravillaban de todas las cosas que hacía, Jesús dijo a Sus discípulos: 44 «Hagan que estas palabras penetren en sus oídos, porque el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres». 45 Pero ellos no entendían estas palabras, y les estaban veladas para que no las comprendieran; y temían preguntar a Jesús acerca de ellas.

El mayor en el reino de los cielos

46 Y comenzó una discusión entre ellos, sobre quién de ellos sería el mayor. 47 Entonces Jesús, sabiendo lo que pensaban en sus corazones, tomó a un niño y lo puso a Su lado. 48 «El que reciba a este niño en Mi nombre», les dijo, «me recibe a Mí; y el que me recibe a Mí, recibe a Aquel que me envió; porque el que es más pequeño entre todos ustedes, ese es grande».

49 Y Juan respondió: «Maestro, vimos a uno echando fuera demonios en Tu nombre, y tratamos de impedírselo porque no anda con nosotros». 50 Pero Jesús le dijo: «No se lo impidan; porque el que no está contra ustedes, está con ustedes».

Jesús reprende a Jacobo y a Juan

51 Sucedió que cuando se cumplían los días de Su ascensión, Jesús, con determinación, afirmó Su rostro para ir a Jerusalén. 52 Y envió mensajeros delante de Él; y ellos fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacer los preparativos para Él. 53 Pero no lo recibieron, porque sabían que había determinado ir a Jerusalén.

54 Al ver esto, Sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma?». 55 Pero Él, volviéndose, los reprendió, y dijo: «Ustedes no saben de qué espíritu son, 56 porque el Hijo del Hombre no ha venido para destruir las almas de los hombres, sino para salvarlas». Y se fueron a otra aldea.

Lo que demanda el discipulado

57 Mientras ellos iban por el camino, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». 58 «Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos», le dijo Jesús, «pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza».

59 A otro le dijo: «Ven tras Mí». Pero él contestó: «Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». 60 «Deja que los muertos entierren a sus muertos», le respondió Jesús; «pero tú, ve y anuncia por todas partes el reino de Dios».

61 También otro dijo: «Te seguiré, Señor; pero primero permíteme despedirme de los de mi casa». 62 Pero Jesús le dijo: «Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios».

   

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Job 23

Respuesta de Job

23 Entonces Job respondió:

«Aun hoy mi queja es rebelión;
Su mano es pesada a pesar de mi gemido.
¡Quién me diera saber dónde encontrarlo,
Para poder llegar hasta Su trono!
Expondría ante Él mi causa,
Llenaría mi boca de argumentos.
Aprendería yo las palabras que Él me respondiera,
Y entendería lo que me dijera.
¿Discutiría Él conmigo con la grandeza de Su poder?
No, ciertamente me prestaría atención.
Allí el justo razonaría con Él,
Y yo sería librado para siempre de mi Juez.

»Me adelanto, pero Él no está allí,
Retrocedo, pero no lo puedo percibir;
Cuando se manifiesta a la izquierda, no lo distingo,
Se vuelve a la derecha, y no lo veo.
10 Pero Él sabe el camino que tomo;
Cuando me haya probado, saldré como el oro.
11 Mi pie ha seguido firme en Su senda,
Su camino he guardado y no me he desviado.
12 Del mandamiento de Sus labios no me he apartado,
He atesorado las palabras de Su boca más que mi comida.
13 Pero Él es único, ¿y quién lo hará cambiar?
Lo que desea Su alma, eso hace.
14 Porque Él hace lo que está determinado para mí,
Y muchos decretos como estos hay con Él.
15 Por tanto, me espantaría ante Su presencia;
Cuando lo pienso, siento terror de Él.
16 Es Dios el que ha hecho desmayar mi corazón,
Y el Todopoderoso el que me ha perturbado;
17 Pero no me hacen callar las tinieblas,
Ni la densa oscuridad que me cubre.

   

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1 Corintios 10

Ejemplos de la historia de Israel

10 Porque no quiero que ignoren, hermanos, que todos nuestros padres estuvieron bajo la nube y todos pasaron por el mar. En Moisés todos fueron bautizados en la nube y en el mar. Todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los seguía. La roca era Cristo. Sin embargo, Dios no se agradó de la mayor parte de ellos, y por eso quedaron tendidos en el desierto.

Estas cosas sucedieron como ejemplo para nosotros, a fin de que no codiciemos lo malo, como ellos lo codiciaron. No sean, pues, idólatras, como fueron algunos de ellos, según está escrito: «El pueblo se sentó a comer y a beber, y se levantó a jugar». Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y en un día cayeron veintitrés mil. Ni provoquemos al Señor, como algunos de ellos lo provocaron, y fueron destruidos por las serpientes. 10 Ni murmuren, como algunos de ellos murmuraron, y fueron destruidos por el destructor.

11 Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los siglos. 12 Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga. 13 No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla.

14 Por tanto, amados míos, huyan de la idolatría. 15 Les hablo como a sabios; juzguen ustedes lo que digo. 16 La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la participación en la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la participación en el cuerpo de Cristo? 17 Puesto que el pan es uno, nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo; porque todos participamos de aquel mismo pan. 18 Consideren al pueblo de Israel: los que comen los sacrificios, ¿no participan del altar?

19 ¿Qué quiero decir, entonces? ¿Que lo sacrificado a los ídolos es algo, o que un ídolo es algo? 20 No, sino que digo que lo que los gentiles sacrifican, lo sacrifican a los demonios y no a Dios; no quiero que ustedes sean partícipes con los demonios. 21 Ustedes no pueden beber la copa del Señor y la copa de los demonios; no pueden participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios. 22 ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos, acaso, más fuertes que Él?

Libertad cristiana

23 Todo es lícito, pero no todo es de provecho. Todo es lícito, pero no todo edifica. 24 Nadie busque su propio bien, sino el de su prójimo. 25 Coman de todo lo que se vende en la carnicería sin preguntar nada por motivos de conciencia, 26 porque del Señor es la tierra y todo lo que en ella hay.

27 Si algún incrédulo los invita y quieren ir, coman de todo lo que se les ponga delante sin preguntar nada por motivos de conciencia. 28 Pero si alguien les dice: «Esto ha sido sacrificado a los ídolos», no lo coman, por causa del que se lo dijo, y por motivos de conciencia, porque del Señor es la tierra y todo lo que en ella hay. 29 Quiero decir, no la conciencia de ustedes, sino la del otro. Pues ¿por qué ha de ser juzgada mi libertad por la conciencia ajena? 30 Si participo con agradecimiento, ¿por qué he de ser censurado a causa de aquello por lo cual doy gracias?

31 Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios. 32 No sean motivo de tropiezo ni a judíos, ni a griegos, ni a la iglesia de Dios; 33 así como también yo procuro agradar a todos en todo, no buscando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos.

   

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