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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Éxodo 16

Los últimos versículos de Éxodo 15 son un anticipo de lo que vendrá. A pesar de las intervenciones milagrosas por parte de Dios que acompañaban su salida, el pueblo no termina de poner su confianza en él; ante la primera aparición de adversidad, comienzan a murmurar y a quejarse. Éxodo 16 nos lleva más adelante en esta narrativa, y nos muestra cómo esta murmuración va unida, a varios niveles, a una actitud de desafío abierto a Dios.

No nos imaginemos que los israelitas no pasaban hambre. Por supuesto que estaban hambrientos. El problema es su respuesta ante el hambre. Podían haberse dirigido a Dios, suplicándole que satisficiera sus necesidades. Aquel que había efectuado su rescate de una manera tan dramática, ¿no proveería también lo que necesitaban? Sin embargo, lo que hacen es invocar con sarcasmo y con romanticismo su experiencia de la esclavitud en Egipto (16:3), y se quejan contra Moisés y Aarón (16:2).

Sin duda, Moisés quedó muy decepcionado a causa de la terrible ingratitud del pueblo. Es lo suficientemente sabio como para reconocer su auténtico foco y el verdadero mal que había detrás de ella. Aunque se quejan contra Moisés y Aarón, el objeto de sus quejas era ni más ni menos que Dios mismo (16:7-8): “¡Vosotros no estáis murmurando contra nosotros sino contra el Señor!

Durante todo este proceso, Dios continúa siendo paciente. De la misma manera como convirtió las aguas amargas de Mara en aguas dulces (15:22- 26), así también les envía carne, en forma de perdices, y maná. Esta provisión, a todas luces milagrosa, no sólo satisface su hambre, sino también se efectúa a fin de que vean “la gloria del Señor” (16:7). Y sepan “yo soy el Señor su Dios” (16:12). Además, anuncia el Señor, “Voy a ponerlo a prueba, para ver si cumple o no mis instrucciones” (16:4).

Por desgracia, no pocos miembros de esta comunidad suspenden esta prueba miserablemente. Intentan almacenar el maná a pesar de que se les había dicho explícitamente que no lo hiciesen; luego buscan seguir haciéndolo cuando, en el sábado, no hay nada que recoger. Moisés se enfurece (16:20), y el Señor mismo interviene para desafiar su desobediencia crónica (16:28).

¿Por qué gente que ha presenciado una manifestación tan espectacular de la gracia y del poder de Dios caen con tan tanta facilidad en la queja y la murmuración y con tan poca gracia en una desobediencia indiferente? La respuesta es que muchos de ellos llegan a ver a Dios como el que existe para servirles a ellos. Él les servía en el Éxodo, Y al facilitarles agua pura. Ahora exigían que les cubriese no sólo las necesidades, sino también sus caprichos. Si no era así, estaban más que dispuestos a abandonarle. Mientras Moisés insiste ante el faraón que el pueblo tenía que salir del país al desierto para servir a Dios y rendirle culto, el pueblo parece creer que Dios existe para servirles a ellos.

La pregunta fundamental es: “¿Quién es el Dios verdadero?” Los creyentes del nuevo pacto también tienen que plantearse la misma pregunta (1 Corintios 10:10).

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Job 34

A primera vista, parece que Eliú está repitiendo los argumentos de los tres “consoladores” en Job 34. Resume el razonamiento de Job (34:5-9): Job dice que es inocente, que no ha hecho nada y que Dios le niega la justicia. La consecuencia lógica es que no hay ventaja, no hay “provecho” en tratar de agradar a Dios (34:9). En este punto, Eliú se pone del lado de los tres interlocutores de Job. Declara: “¡Es inconcebible que Dios haga lo malo, que el Todopoderoso cometa injusticias!” (34:10); y de nuevo: “¡Ni pensar que Dios cometa injusticias! ¡El Todopoderoso no pervierte el derecho!” (34:12).

Los siguientes versículos acumulan argumentos en la misma línea y por un momento parece que Eliú caerá en las mismas trampas de mérito teológico reduccionista que capturaron a aquellos a los que él está reprendiendo. Sin embargo, añade después un elemento que pone una vez más a su discurso en un marco ligeramente diferente al de estos. Eliú deja sitio al misterio. Mientras insiste en que Dios es totalmente justo, no llega a la conclusión, como hacen los tres “consoladores”, de que eso significa que cada caso de sufrimiento es consecuencia directa del justo castigo de Dios. Eliú pregunta: “¿Pero quién puede condenarlo si él decide guardar silencio? ¿Quién puede verlo si oculta su rostro?” (34:29). Mientras Job coquetea con la idea de que el silencio de Dios deja entrever que este no es justo, Eliú da por hecho que sí lo es, aunque no llega a las mismas conclusiones que los tres amigos miserables. Eliú deja sitio al misterio, a un silencio divino que, sin embargo, es justo.

Algunas partes del discurso de Eliú son difíciles de aceptar. No obstante, en el marco del libro de Job, dos factores destacan en él. En primer lugar, cuando Dios responde finalmente, corrigiendo a Job (como veremos) y reprendiendo con dureza a los tres “miserables consoladores” porque “a diferencia de mi siervo Job, lo que vosotros habéis dicho de mí no es verdad” (42:7), pero sin acusar de nada a Eliú. Este hecho puede reflejar que sólo es un actor secundario, pero también que su postura es correcta, aunque el tono de la misma es algo farisaico. En segundo lugar, en sus insinuaciones de que pueden existir misteriosas realidades y razones secretas a las que no tenemos acceso. En ellas, Eliú anticipa algunos de los propios argumentos que Dios emplea cuando habla desde el torbellino en los últimos capítulos del libro (caps. 38—41).

La revelación bíblica nos proporciona muchos medios para comprender, algunos de los cuales requieren toda una vida de aprendizaje. Sin embargo, también nos recuerda que Dios no lo ha revelado todo (Deuteronomio 29:29). En algunos momentos, él exige nuestra confianza y obediencia, no solo nuestra valoración y comprensión. 

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Éxodo 16

Descontento de los israelitas

16 Partieron de Elim, y toda la congregación de los israelitas llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, el día 15 del segundo mes después de su salida de la tierra de Egipto. Y toda la congregación de los israelitas murmuró contra Moisés y contra Aarón en el desierto. Los israelitas les decían: «Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos. Pues nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud».

Entonces el Señor dijo a Moisés: «Yo haré llover pan del cielo para ustedes. El pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de cada día, para ponerlos a prueba si andan o no en Mi ley. Y en el sexto día, cuando preparen lo que traigan, la porción será el doble de lo que recogen diariamente».

Entonces Moisés y Aarón dijeron a todos los israelitas: «A la tarde sabrán que el Señor los ha sacado de la tierra de Egipto. Por la mañana verán la gloria del Señor, pues Él ha oído sus murmuraciones contra el Señor. ¿Qué somos nosotros para que ustedes murmuren contra nosotros?». Y Moisés dijo: «Esto sucederá cuando el Señor les dé carne para comer por la tarde, y pan hasta saciarse por la mañana; porque el Señor ha oído sus murmuraciones contra Él. Pues ¿qué somos nosotros? Sus murmuraciones no son contra nosotros, sino contra el Señor». Entonces Moisés dijo a Aarón: «Dile a toda la congregación de los israelitas: “Acérquense a la presencia del Señor, porque Él ha oído sus murmuraciones”».

10 Mientras Aarón hablaba a toda la congregación de los israelitas, miraron hacia el desierto y, vieron que la gloria del Señor se apareció en la nube. 11 Y el Señor habló a Moisés y le dijo: 12 «He oído las murmuraciones de los israelitas. Háblales, y diles: “Al caer la tarde comerán carne, y por la mañana se saciarán de pan. Sabrán que Yo soy el Señor su Dios”».

Las codornices y el maná

13 Por la tarde subieron las codornices y cubrieron el campamento, y por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. 14 Cuando la capa de rocío se evaporó, había sobre la superficie del desierto una cosa delgada, como copos, menuda, como la escarcha sobre la tierra.

15 Al verla, los israelitas se dijeron unos a otros: «¿Qué es esto?», porque no sabían lo que era. «Es el pan que el Señor les da para comer», les dijo Moisés. 16 «Esto es lo que el Señor ha mandado: “Cada uno recoja de él lo que vaya a comer. Tomarán como dos litros por cabeza, conforme al número de personas que cada uno de ustedes tiene en su tienda”». 17 Así lo hicieron los israelitas, y unos recogieron mucho y otros poco.

18 Cuando lo midieron por litros, al que había recogido mucho no le sobró, ni le faltó al que había recogido poco. Cada uno había recogido lo que iba a comer. 19 «Que nadie deje nada para la mañana siguiente», les dijo Moisés.

20 Pero no obedecieron a Moisés, y algunos dejaron parte del maná para la mañana siguiente, pero crió gusanos y se pudrió. Entonces Moisés se enojó con ellos. 21 Lo recogían cada mañana, cada uno lo que iba a comer, pero cuando el sol calentaba, se derretía.

22 En el sexto día recogieron doble porción de alimento, unos cuatro litros para cada uno. Y cuando todos los jefes de la congregación vinieron y se lo hicieron saber a Moisés, 23 «Esto es lo que ha dicho el Señor», les respondió: «Mañana es día de reposo, día de reposo consagrado al Señor. Cuezan lo que han de cocer y hiervan lo que han de hervir, y todo lo que sobre guárdenlo para mañana». 24 Y lo guardaron hasta la mañana como Moisés había mandado, y no se pudrió ni hubo en él gusano alguno.

25 Y Moisés dijo: «Cómanlo hoy, porque hoy es día de reposo para el Señor. Hoy no lo hallarán en el campo. 26 Seis días lo recogerán, pero el séptimo día, día de reposo, no habrá nada». 27 Y en el séptimo día, algunos del pueblo salieron a recoger, pero no encontraron nada. 28 Entonces el Señor dijo a Moisés: «¿Hasta cuándo se negarán ustedes a guardar Mis mandamientos y Mis leyes? 29 Miren que el Señor les ha dado el día de reposo. Por eso el sexto día les da pan para dos días. Quédese cada uno en su lugar, y que nadie salga de su lugar el séptimo día». 30 Y el pueblo reposó el séptimo día.

31 La casa de Israel le puso el nombre de maná; y era como la semilla del cilantro, blanco, y su sabor era como de hojuelas con miel. 32 «Esto es lo que el Señor ha mandado», dijo Moisés: «Que se guarden unos dos litros llenos de maná para sus generaciones, para que vean el pan que Yo les di de comer en el desierto cuando los saqué de la tierra de Egipto». 33 Entonces Moisés dijo a Aarón: «Toma una vasija y pon en ella unos dos litros de maná, y colócalo delante del Señor a fin de guardarlo para las generaciones de ustedes». 34 Tal como el Señor ordenó a Moisés, así lo colocó Aarón delante del Testimonio para que fuera guardado.

35 Los israelitas comieron el maná cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada. Comieron el maná hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán. 36 Un gomer (2.2 litros) es la décima parte de un efa (22 litros).

   

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Lucas 19

Zaqueo

19 Cuando Jesús entró en Jericó, pasaba por la ciudad. Y un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los recaudadores de impuestos y era rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, ya que Zaqueo era de pequeña estatura. Corriendo delante, se subió a un árbol sicómoro y así lo podría ver, porque Jesús estaba a punto de pasar por allí.

Cuando Jesús llegó al lugar, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, date prisa y desciende, porque hoy debo quedarme en tu casa». Entonces él se apresuró a descender y lo recibió con gozo. Al ver esto, todos murmuraban: «Ha ido a hospedarse con un hombre pecador».

Pero Zaqueo, puesto en pie, dijo a Jesús: «Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a alguien, se lo restituiré cuadruplicado». «Hoy ha venido la salvación a esta casa», le dijo Jesús, «ya que él también es hijo de Abraham; 10 porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido».

Parábola de las minas

11 Estando ellos oyendo estas cosas, Jesús continuó diciendo una parábola, porque Él estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. 12 Por eso dijo: «Cierto hombre de familia noble fue a un país lejano a recibir un reino para sí y después volver. 13 Llamando a diez de sus siervos, les repartió diez minas y les dijo: “Negocien con esto hasta que yo regrese”. 14 Pero sus ciudadanos lo odiaban, y enviaron una delegación tras él, diciendo: “No queremos que este reine sobre nosotros”.

15 »Y al regresar él, después de haber recibido el reino, mandó llamar a su presencia a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que habían ganado negociando. 16 Se presentó el primero, diciendo: “Señor, su moneda se ha multiplicado diez veces”. 17 Y él le dijo: “Bien hecho, buen siervo, puesto que has sido fiel en lo muy poco, ten autoridad sobre diez ciudades”. 18 Entonces vino el segundo, diciendo: “Su moneda, señor, se ha multiplicado cinco veces”. 19 Dijo también a este: “Y tú vas a estar sobre cinco ciudades”.

20 »Y vino otro, diciendo: “Señor, aquí está su moneda, que he tenido guardada en un pañuelo; 21 pues a usted le tenía miedo, porque es un hombre exigente, que recoge lo que no depositó y siega lo que no sembró”. 22 Él le contestó*: “Siervo inútil, por tus propias palabras te voy a juzgar. ¿Sabías que yo soy un hombre exigente, que recojo lo que no deposité y siego lo que no sembré? 23 Entonces, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco, y al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses?”. 24 Y dijo a los que estaban presentes: “Quítenle la moneda y dénsela al que tiene las diez monedas”. 25 Ellos le dijeron: “Señor, él ya tiene diez monedas”. 26 Les digo, que a cualquiera que tiene, más le será dado, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 27 Pero a estos mis enemigos, que no querían que reinara sobre ellos, tráiganlos acá y mátenlos delante de mí».

La entrada triunfal

28 Habiendo dicho esto, Jesús iba delante, subiendo hacia Jerusalén.

29 Cuando se acercó a Betfagé y a Betania, cerca del monte que se llama de los Olivos, envió a dos de los discípulos, 30 diciéndoles: «Vayan a la aldea que está enfrente, en la cual, al entrar, encontrarán un pollino atado sobre el cual nunca se ha montado nadie; desátenlo y tráiganlo31 Y si alguien les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, de esta manera hablarán: “Porque el Señor lo necesita”».

32 Entonces los enviados fueron y lo encontraron como Él les había dicho. 33 Mientras desataban el pollino, sus dueños les dijeron: «¿Por qué desatan el pollino?». 34 Les respondieron: «Porque el Señor lo necesita». 35 Lo trajeron a Jesús, y echando sus mantos sobre el pollino, pusieron a Jesús sobre él36 Y mientras Él iba avanzando, tendían sus mantos por el camino.

37 Cuando ya se acercaba, junto a la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, regocijándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto, 38 diciendo:

«¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor!
¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!».

39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: «Maestro, reprende a Tus discípulos». 40 Pero Él respondió: «Les digo que si estos se callan, las piedras clamarán».

Jesús llora sobre Jerusalén

41 Cuando Jesús se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella, 42 diciendo: «¡Si tú también hubieras sabido en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. 43 Porque sobre ti vendrán días, cuando tus enemigos echarán terraplén delante de ti, te sitiarán y te acosarán por todas partes. 44 Te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo de tu visitación».

Jesús echa a los mercaderes del templo

45 Entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, 46 diciéndoles: «Escrito está: “Mi casa será casa de oración pero ustedes la han hecho cueva de ladrones”».

Jesús enseña en el templo

47 Jesús enseñaba diariamente en el templo. Pero los principales sacerdotes, los escribas y los más prominentes del pueblo procuraban matar a Jesús; 48 y no encontraban la manera de hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de Él, escuchando lo que decía.

   

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Job 34

Eliú justifica a Dios

34 Entonces prosiguió Eliú, y dijo:

«Oigan, sabios, mis palabras,
Y ustedes los que saben, préstenme atención.
Porque el oído distingue las palabras,
Como el paladar prueba la comida.
Escojamos para nosotros lo que es justo;
Conozcamos entre nosotros lo que es bueno.
Porque Job ha dicho: “Yo soy justo,
Pero Dios me ha quitado mi derecho.
¿He de mentir respecto a mi derecho?
Mi herida es incurable, sin haber yo cometido transgresión”.
¿Qué hombre es como Job,
Que bebe el escarnio como agua,
Que va en compañía de los que hacen iniquidad,
Y anda con hombres perversos?
Porque ha dicho: “Nada gana el hombre Cuando se complace en Dios”.

10 »Por tanto, escúchenme, hombres de entendimiento.
Lejos esté de Dios la iniquidad,
Y del Todopoderoso la maldad.
11 Porque Él paga al hombre conforme a su trabajo,
Y retribuye a cada uno conforme a su conducta.
12 Ciertamente, Dios no obrará perversamente,
Y el Todopoderoso no pervertirá el juicio.
13 ¿Quién le dio autoridad sobre la tierra?
¿Y quién ha puesto a Su cargo el mundo entero?
14 Si Él determinara hacerlo así,
Si hiciera volver a sí mismo Su espíritu y Su aliento,
15 Toda carne a una perecería,
Y el hombre volvería al polvo.

16 »Pero si tienes inteligencia, oye esto,
Escucha la voz de mis palabras.
17 ¿Gobernará el que aborrece la justicia?
¿Y condenarás al Justo poderoso,
18 Que dice a un rey: “Indigno”,
A los nobles: “Perversos”;
19 Que no hace acepción de príncipes,
Ni considera al rico sobre el pobre,
Ya que todos son obra de Sus manos?
20 En un momento mueren, y a medianoche
Se estremecen los pueblos y pasan,
Y los poderosos son quitados sin esfuerzo.

21 »Porque Sus ojos observan los caminos del hombre,
Y Él ve todos sus pasos.
22 No hay tinieblas ni densa oscuridad
Donde puedan esconderse los que hacen iniquidad.
23 Porque Él no necesita considerar más al hombre,
Para que vaya ante Dios en juicio.
24 Él quebranta a los poderosos sin indagar,
Y pone a otros en su lugar.
25 Pues Él conoce sus obras,
De noche los derriba
Y son aplastados.
26 Como a malvados los azota
En un lugar público,
27 Porque se apartaron de seguirle,
Y no consideraron ninguno de Sus caminos,
28 Haciendo que el clamor del pobre llegara a Él,
Y que oyera el clamor de los afligidos.
29 Cuando está quieto, ¿quién puede condenarlo?;
Y cuando esconde Su rostro, ¿quién puede contemplarlo?;
Esto es, tanto nación como hombre,
30 Para que no gobiernen hombres impíos,
Ni sean trampas para el pueblo.

31 »Porque ¿ha dicho alguien a Dios:
“He sufrido castigo,
Ya no ofenderé más;
32 Enséñame lo que no veo;
Si he obrado mal,
No lo volveré a hacer?”.
33 ¿Ha de retribuir Él según tus condiciones, porque tú has rehusado?
Porque tú tienes que escoger y no yo,
Por tanto, declara lo que sabes.
34 Los hombres entendidos me dirán,
también el sabio que me oiga:
35 “Job habla sin conocimiento,
Y sus palabras no tienen sabiduría.
36 Job debe ser juzgado hasta el límite,
Porque responde como los hombres perversos.
37 Porque a su pecado añade rebelión;
Bate palmas entre nosotros,
Y multiplica sus palabras contra Dios”».

   

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2 Corintios 4

Ministros de Cristo

4 Por tanto, puesto que tenemos este ministerio, según hemos recibido misericordia, no desfallecemos. Más bien hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino que, mediante la manifestación de la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo hombre en la presencia de Dios.

Y si todavía nuestro evangelio está velado, para los que se pierden está velado, en los cuales el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por amor de Jesús. Pues Dios, que dijo: «De las tinieblas resplandecerá la luz», es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo.

Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros. Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos.

10 Llevamos siempre en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. 11 Porque nosotros que vivimos, constantemente estamos siendo entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal. 12 Así que en nosotros obra la muerte, pero en ustedes, la vida.

13 Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por tanto hablé», nosotros también creemos, por lo cual también hablamos, 14 sabiendo que Aquel que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará junto con ustedes. 15 Porque todo esto es por amor a ustedes, para que la gracia que se está extendiendo por medio de muchos, haga que las acciones de gracias abunden para la gloria de Dios.

Lo temporal y lo eterno

16 Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día. 17 Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación,

18 al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven. Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

   

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