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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Deuteronomio 4

La estructura del libro de Deuteronomio contiene muchos paralelos detallados con antiguos pactos o tratados que los poderes regionales establecían con sus Estados vasallos. Uno de los componentes de estos acuerdos era una especie de prolegómeno histórico, una recapitulación breve y selectiva de las circunstancias históricas que habían llevado a ambas partes a ese punto. Es el tipo de cosa que uno encuentra en Deuteronomio 1-3. Cuando el pueblo del pacto de Dios hizo su segundo acercamiento a la Tierra Prometida, cuarenta años después del Éxodo (1:3), y con toda una generación perdida, Moisés se apresura a grabar en la congregación la naturaleza del pacto, la magnitud del rescate que ahora era su herencia, la triste historia de rebeldía y, por encima de todo, la pura majestad y gloria de Dios a quienes están vinculados en esta relación sorprendentemente generosa del pacto.

Los tres capítulos de historia selectiva preparan el camino para Deuteronomio 4. Aquí, el repaso histórico ya ha acabado en gran parte; ahora las lecciones principales de dicha historia se hacen más evidentes. Revisar siempre y recordar lo que Dios ha hecho. Dios no nos debe a nosotros su asombrosa salvación. Ni mucho menos: “El Señor amó a tus antepasados y escogió a la descendencia de ellos; por eso te sacó de Egipto con su presencia y gran poder” (4:37). Pero existen vínculos: “A ti se te ha mostrado todo esto para que sepas que el Señor es Dios, y que no hay otro fuera de él” (4:35). “Reconoce y considera seriamente hoy que el Señor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro” (4:39). “Tened, pues, cuidado de no olvidar el pacto que el Señor vuestro Dios ha hecho con vosotros. No os fabriquéis ídolos de ninguna figura que el Señor vuestro Dios os haya prohibido, porque el Señor vuestro Dios es fuego consumidor y Dios celoso” (4:23-24). En otras palabras, debemos servir a Dios; pero solo él es Dios. Todas las generaciones de creyentes deben tener en cuenta esta verdad o enfrentarse a la ira de Dios.

De las muchas lecciones que surgen de este recuento histórico, surge silenciosamente un tema relativamente menor, doloroso para Moisés e importante para nosotros. El líder recuerda una y otra vez al pueblo que a él mismo no se le permitirá entrar en la tierra. Está aludiendo a la ocasión en que golpeó la roca en lugar de hablarle (Números 20; ver también la meditación del 9 de Mayo). Pero, ahora, señala con sinceridad que su pecado y castigo sucedieron, según él, “por causa vuestra” (Deuteronomio 1:37; 3:23-27; 4:21-22). Por supuesto que Moisés era responsable de su propia acción, pero, de haberse tratado de un pueblo piadoso, él no habría sido tentado. Su incredulidad persistente y sus quejas lo agobiaron.

Medite en una articulación de este principio en el Nuevo Testamento: Hebreos 13:17.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Isaías 32

Si Isaías 30—31 exponen el problema y los peligros de confiar en Egipto, los capítulos 32 y 33 muestran la alternativa: un buen gobierno liderado por un Rey justo. Aunque el profeta espera que ese dirigente sólo aparecerá en el futuro (p. ej., 32:1, 15-16; 33:5-6, 17-22), su postura no es totalmente escatológica: está ocupándose de la crisis de su propia época, un tiempo de complacencia (32:9-11), en el que los diplomáticos han fracasado y los líderes están desesperados (33:7-8); un día en el que los arrogantes asirios, pueblo “de idioma confuso” (33:19), siguen en la tierra. Históricamente, el profeta puede estar haciendo referencia al intento fútil del rey Ezequías de comprar a Senaquerib con un extraordinario tributo (2 Reyes 18:13-16). Sin embargo, este no se apacigua. Sus enviados exigen “con su lengua extraña e incomprensible” (33:19) que Ezequías abra las puertas de Jerusalén. El asedio comienza cuando este se niega a hacerlo. El pueblo de Jerusalén puede ver ahora las consecuencias de un gobierno que sólo presta atención a la vacía futilidad de la simple sabiduría humana. Isaías ofrece la única alternativa: el reinado de Dios. Felizmente, Ezequías decide escogerla en el último momento (2 Reyes 19:14-19). Sin embargo, lo que Isaías busca es el tiempo en que tanto los pueblos como los gobernantes acepten totalmente ese reinado del Todopoderoso.

Así pues, Isaías 32 inicia esta visión mostrando cómo es este gobierno divino y lo que producirá (32:1-8). La identidad de este monarca que reina en justicia (32:1) no queda tan clara como en 11:1-9 (donde es el Mesías) o en 33:22 (donde es el Señor). Desde la perspectiva del cristiano, no existe controversia en estas afirmaciones duales: el Rey supremo es al mismo tiempo el Ungido del linaje de David y el Dios viviente (como en Isaías 9 y Ezequiel 34). Aquí (Isaías 32), el centro de atención no se encuentra tanto en la identidad del rey como en su pasión por la justicia. La transformación de la realeza es tan profunda que “no se nublarán los ojos de los que ven; prestarán atención los oídos de los que oyen” (32:3), lo contrario de 6:9-10.

No obstante, en esta coyuntura, no hay forma de alcanzar semejante gloria si no es por medio del juicio. Tan sólo pasará un año antes de que la cosecha sea completamente destruida (32:10), probablemente cuando Senaquerib avanza con su poderoso ejército después de que el espectacular tributo no consiga apaciguarlo. Peor aún, la propia ciudad será destruida (32:14), un acontecimiento para el que todavía falta un siglo. Sin embargo, sobre todas estas cosas está el derramamiento del Espíritu (32:15-20), obra de Dios, que transformará a su pueblo y se producirá en Pentecostés, siguiendo los pasos de la resurrección y exaltación de Jesús el Mesías (Hechos 2:16-18), y consumado a su regreso (Apocalipsis 11:15-17).

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Deuteronomio 4

Moisés exhorta al pueblo a la obediencia

4»Ahora pues, oh Israel, escucha los estatutos y los decretos que yo les enseño para que los cumplan, a fin de que vivan y entren a tomar posesión de la tierra que el Señor, el Dios de sus padres, les da. Ustedes no añadirán nada a la palabra que yo les mando, ni quitarán nada de ella, para que guarden los mandamientos del Señor su Dios que yo les mando.Sus ojos han visto lo que el Señor hizo en el caso de Baal Peor, pues a todo hombre que siguió a Baal Peor, el Señor, su Dios lo destruyó de en medio de ti. Pero ustedes, que permanecieron fieles al Señor su Dios, todos están vivos hoy.

»Miren, yo les he enseñado estatutos y decretos tal como el Señor mi Dios me ordenó, para que así los cumplan en medio de la tierra en que van a entrar para poseerla. Así que guárdenlos y pónganlos por obra, porque esta será su sabiduría y su inteligencia ante los ojos de los pueblos que al escuchar todos estos estatutos, dirán: “Ciertamente esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente”. Porque, ¿qué nación grande hay que tenga un dios tan cerca de ella como está el Señor nuestro Dios siempre que lo invocamos? ¿O qué nación grande hay que tenga estatutos y decretos tan justos como toda esta ley que hoy pongo delante de ustedes?

Israel en Horeb

»Por tanto, cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, y no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; sino que las hagas saber a tus hijos y a tus nietos. 10 Recuerda el día que estuviste delante del Señor tu Dios en Horeb, cuando el Señor me dijo: “Reúneme el pueblo para que Yo les haga oír Mis palabras, a fin de que aprendan a temerme todos los días que vivan sobre la tierra y las enseñen a sus hijos”. 11  Ustedes se acercaron, pues, y permanecieron al pie del monte, y el monte ardía en fuego hasta el mismo cielo: oscuridad, nube y densas tinieblas.

12 »Entonces el Señor les habló de en medio del fuego; oyeron su voz, solo la voz, pero no vieron figura alguna. 13 Y Él les declaró Su pacto, el cual les mandó poner por obra: esto es, los Diez Mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra. 14  El Señor me ordenó en aquella ocasión que les enseñara estatutos y decretos, a fin de que los cumplieran en la tierra a la cual van a entrar para poseerla.

Advertencia contra la idolatría

15 »Así que tengan mucho cuidado, ya que no vieron ninguna figura el día en que el Señor les habló en Horeb de en medio del fuego; 16 no sea que se corrompan y hagan para ustedes una imagen tallada semejante a cualquier figura: semejanza de varón o de hembra, 17 semejanza de cualquier animal que está en la tierra, semejanza de cualquier ave que vuela en el cielo, 18 semejanza de cualquier animal que se arrastra sobre la tierra, semejanza de cualquier pez que hay en las aguas debajo de la tierra. 19 Y ten cuidado, no sea que levantes los ojos al cielo y veas el sol, la luna, las estrellas y todo el ejército del cielo, y seas impulsado a adorarlos y servirlos, cosas que el Señor tu Dios ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos. 20 Pero a ustedes el Señor los ha tomado y los ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que fueran pueblo de Su heredad como lo son ahora.

21 »Y el Señor se enojó conmigo por causa de ustedes, y juró que yo no pasaría el Jordán, ni entraría en la buena tierra que el Señor tu Dios te da por heredad. 22 Porque yo moriré en esta tierra, no cruzaré el Jordán; pero ustedes pasarán y tomarán posesión de esta buena tierra. 23 Tengan cuidado, pues, no sea que olviden el pacto que el Señor su Dios hizo con ustedes, y se hagan imagen tallada en forma de cualquier cosa que el Señor tu Dios te ha prohibido. 24 Porque el Señor tu Dios es fuego consumidor, un Dios celoso.

25 »Cuando hayan engendrado hijos y nietos, y hayan permanecido largo tiempo en la tierra, y se corrompan y hagan un ídolo en forma de cualquier cosa, y hagan lo que es malo ante los ojos del Señor su Dios para provocarlo a ira, 26 hoy pongo por testigo contra ustedes al cielo y a la tierra, que pronto serán totalmente exterminados de la tierra donde van a pasar el Jordán para poseerla. No vivirán por mucho tiempo en ella, sino que serán totalmente destruidos. 27 El Señor los dispersará entre los pueblos, y quedarán pocos en número entre las naciones adonde el Señor los llevará. 28 Allí ustedes servirán a dioses hechos por manos de hombre, de madera y de piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen.

29 »Pero desde allí buscarás al Señor tu Dios, y lo hallarás si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma. 30 En los postreros días, cuando estés angustiado y todas esas cosas te sobrevengan, volverás al Señor tu Dios y escucharás Su voz. 31 Pues el Señor tu Dios es Dios compasivo; no te abandonará, ni te destruirá, ni olvidará el pacto que Él juró a tus padres.

32 »Ciertamente, pregunta ahora acerca de los tiempos pasados que fueron antes de ti, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra; averigua desde un extremo de los cielos hasta el otro. ¿Se ha hecho cosa tan grande como esta, o se ha oído algo como esto? 33 ¿Ha oído pueblo alguno la voz de Dios, hablando de en medio del fuego, como tú la has oído, y ha sobrevivido? 34 ¿O ha intentado dios alguno tomar para sí una nación de en medio de otra nación, con pruebas, con señales y maravillas, con guerra y mano fuerte y con brazo extendido y hechos aterradores, como el Señor tu Dios hizo por ti en Egipto delante de tus ojos? 35 A ti te fue mostrado, para que supieras que el Señor, Él es Dios; ningún otro hay fuera de Él.

37 »Desde los cielos el Señor te hizo oír Su voz para disciplinarte; y sobre la tierra te hizo ver Su gran fuego, y oíste Sus palabras de en medio del fuego. 37 Porque Él amó a tus padres, por eso escogió a su descendencia después de ellos; y personalmente te sacó de Egipto con Su gran poder, 38 expulsando delante de ti naciones más grandes y más poderosas que tú, para hacerte entrar y darte la tierra de ellos por heredad, como sucede hoy. 39 Por tanto, reconoce hoy y reflexiona en tu corazón, que el Señor es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra; no hay otro. 40 Así pues, guardarás Sus estatutos y Sus mandamientos que yo te ordeno hoy, a fin de que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y para que prolongues tus días sobre la tierra que el Señor tu Dios te da para siempre».

Las ciudades de refugio

41 Entonces Moisés designó tres ciudades al otro lado del Jordán, al oriente, 42 para que huyera allí el que involuntariamente hubiera matado a su vecino sin haber tenido enemistad contra él en el pasado; y huyendo a una de estas ciudades, salvara su vida: 43 Beser en el desierto, sobre la meseta, para los rubenitas, Ramot en Galaad para los gaditas, y Golán en Basán para los de Manasés.

44 Esta es, pues, la ley que Moisés puso delante de los israelitas.45 Estos son los testimonios, los estatutos y las ordenanzas que Moisés dio a los israelitas cuando salieron de Egipto, 46 al otro lado del Jordán en el valle frente a Bet Peor, en la tierra de Sehón, rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón, a quien Moisés y los israelitas derrotaron cuando salieron de Egipto. 47 Y tomaron posesión de su tierra y de la tierra de Og, rey de Basán, los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán hacia el oriente, 48 desde Aroer, que está a la orilla del valle del Arnón, hasta el monte Sión, es decir, Hermón, 49 con todo el Arabá al otro lado del Jordán, al oriente, hasta el mar del Arabá, al pie de las laderas del monte Pisga.

   

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Salmos 86-87

Salmo de súplica y confianza

Oración de David.

86 Inclina, oh Señor, Tu oído y respóndeme, Porque estoy afligido y necesitado. Guarda mi alma, pues soy piadoso; Tú eres mi Dios; salva a Tu siervo que en Ti confía. Ten piedad de mí, oh Señor, Porque a Ti clamo todo el día. Alegra el alma de Tu siervo, Porque a Ti, oh Señor, elevo mi alma. Pues Tú, Señor, eres bueno y perdonador, Abundante en misericordia para con todos los que te invocan. Escucha, oh Señor, mi oración, Y atiende a la voz de mis súplicas. En el día de la angustia te invocaré, Porque Tú me responderás. No hay nadie como Tú entre los dioses, oh Señor, Ni hay obras como las Tuyas. Todas las naciones que Tú has hecho vendrán y adorarán delante de Ti, Señor, Y glorificarán Tu nombre. 10 Porque Tú eres grande y haces maravillas; Solo Tú eres Dios.

11 Enséñame, oh Señor, Tu camino; Andaré en Tu verdad; Unifica mi corazón para que tema Tu nombre. 12 Te daré gracias, Señor mi Dios, con todo mi corazón, Y glorificaré Tu nombre para siempre. 13 Porque grande es Tu misericordia para conmigo, Y has librado mi alma de las profundidades del Seol.

14 Oh Dios, los arrogantes se han levantado contra mí, Y una banda de violentos ha buscado mi vida, Y no te han tenido en cuenta. 15 Pero Tú, Señor, eres un Dios compasivo y lleno de piedad, Lento para la ira y abundante en misericordia y fidelidad. 16 Vuélvete hacia mí, y tenme piedad; Da Tu poder a Tu siervo, Y salva al hijo de Tu sierva. 17 Muéstrame una señal de bondad, Para que la vean los que me aborrecen y se avergüencen, Porque Tú, oh Señor, me has ayudado y consolado.

Privilegios del ciudadano de Sión

Salmo de los hijos de Coré. Cántico.

87 En los montes santos están Sus cimientos. El Señor ama las puertas de Sión Más que todas las otras moradas de Jacob. Cosas gloriosas se dicen de Ti, Oh ciudad de Dios: (Selah) «Mencionaré a Egipto y a Babilonia entre los que me conocen; A Filistea y Tiro con Etiopía. De sus moradores se dirá: “Este nació allí”». Pero de Sión se dirá: «Este y aquel nacieron en ella»; Y el Altísimo mismo la establecerá. El Señor contará al inscribir los pueblos: «Este nació allí». (Selah) Entonces tanto los cantores como los flautistas, dirán: «En ti están todas mis fuentes de gozo».

   

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Isaías 32

Reinado del rey justo

32 Ciertamente, un rey reinará con justicia, Y príncipes gobernarán con rectitud. Cada uno será como refugio contra el viento Y un abrigo contra la tormenta, Como corrientes de agua en tierra seca, Como la sombra de una gran peña en tierra árida. No se cegarán entonces los ojos de los que ven, Y los oídos de los que oyen escucharán. El corazón de los imprudentes discernirá la verdad, Y la lengua de los tartamudos se apresurará a hablar claramente. Ya no se llamará noble al necio, Ni se le dirá generoso al tramposo. Pues el necio habla necedades, Y su corazón se inclina hacia el mal, Para practicar la impiedad y hablar falsedad contra el Señor, Para mantener con hambre al hambriento Y para privar de bebida al sediento. En cuanto al tramposo, sus armas son malignas; Trama designios perversos Para destruir con calumnias a los afligidos, Aun cuando el necesitado hable lo que es justo. Pero el noble concibe planes nobles, Y en las cosas nobles se afirma.

Advertencia a las mujeres de Jerusalén

Levántense, mujeres perezosas, Y oigan mi voz. Hijas confiadas, Presten oído a mi palabra. 10 Dentro de un año y algunos días, Se conturbarán, hijas confiadas, Porque se habrá acabado la vendimia, Y la recolección del fruto no vendrá. 11 Tiemblen, mujeres perezosas; Contúrbense, hijas confiadas. Desvístanse, desnúdense, y cíñanse cilicio en la cintura. 12 Golpéense el pecho, por los campos agradables, por la vid fructífera, 13 Por el suelo de mi pueblo donde crecerán espinos y zarzas; Sí, por todas las casas alegres y por la ciudad divertida. 14 Porque el palacio ha sido abandonado, hecha un desierto la populosa ciudad. Colina y atalaya se han convertido en cuevas para siempre, Un deleite para asnos monteses, un pasto para rebaños; 15 Hasta que se derrame sobre nosotros el Espíritu desde lo alto, El desierto se convierta en campo fértil Y el campo fértil sea considerado como bosque. 16 En el desierto morará el derecho, Y la justicia habitará en el campo fértil. 17 La obra de la justicia será paz, Y el servicio de la justicia, tranquilidad y confianza para siempre. 18 Entonces habitará mi pueblo en albergue de paz, En mansiones seguras y en lugares de reposo; 19 Aunque caiga granizo cuando el bosque caiga, Y la ciudad sea derribada por completo. 20 ¡Cuán bienaventurados serán ustedes los que siembran junto a todas las aguas, Y dejan sueltos al buey y al asno!

   

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Apocalipsis 2

Mensaje a la iglesia de Éfeso

2»Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso:

“El que tiene las siete estrellas en Su mano derecha, Aquel que anda entre los siete candelabros de oro, dice esto:

‘Yo conozco tus obras, tu fatiga y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, y has sometido a prueba a los que se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos. 3Tienes perseverancia, y has sufrido por Mi nombre y no has desmayado.

‘Pero tengo esto contra ti: que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio. Si no, vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar, si no te arrepientes. Sin embargo tienes esto: que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales Yo también aborrezco.

‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios’”».

Mensaje a la iglesia de Esmirna

«Escribe al ángel de la iglesia en Esmirna:

“El Primero y el Último, el que estuvo muerto y ha vuelto a la vida, dice esto: ‘Yo conozco tu tribulación y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que son sinagoga de Satanás. 10 No temas lo que estás por sufrir. Yo te digo que el diablo echará a algunos de ustedes en la cárcel para que sean probados, y tendrán tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y Yo te daré la corona de la vida.

11 ‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda’”».

Mensaje a la iglesia de Pérgamo

12 «Escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo:

“El que tiene la espada aguda de dos filos, dice esto: 13 ‘Yo sé dónde moras: donde está el trono de Satanás. Guardas fielmente Mi nombre y no has negado Mi fe, aun en los días de Antipas, Mi testigo, Mi siervo fiel, que fue muerto entre ustedes, donde mora Satanás.

14 ‘Pero tengo unas pocas cosas contra ti, porque tienes ahí a los que mantienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los israelitas, a comer cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer actos de inmoralidad. 15 Así tú también tienes algunos que de la misma manera mantienen la doctrina de los nicolaítas. 16 Por tanto, arrepiéntete; si no, vendré a ti pronto y pelearé contra ellos con la espada de Mi boca.

17 ‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré del maná escondido y le daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita un nombre nuevo, el cual nadie conoce sino aquel que lo recibe’”».

Mensaje a la iglesia de Tiatira

18 «Escribe al ángel de la iglesia en Tiatira:

“El Hijo de Dios, que tiene ojos como llama de fuego, y Sus pies son semejantes al bronce bruñido, dice esto: 19 ‘Yo conozco tus obras, tu amor, tu fe, tu servicio y tu perseverancia, y que tus obras recientes son mayores que las primeras.

20 ‘Pero tengo esto contra ti: que toleras a esa mujer Jezabel, que se dice ser profetisa, y enseña y seduce a Mis siervos a que cometan actos inmorales y coman cosas sacrificadas a los ídolos. 21 Le he dado tiempo para arrepentirse, y no quiere arrepentirse de su inmoralidad. 22 Por eso, la postraré en cama, y a los que cometen adulterio con ella los arrojaré en gran tribulación, si no se arrepienten de las obras de ella. 23 A sus hijos mataré con pestilencia, y todas las iglesias sabrán que Yo soy el que escudriña las mentes y los corazones, y les daré a cada uno según sus obras.

24 ‘Pero a ustedes, a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esta doctrina, que no han conocido las cosas profundas de Satanás, como ellos las llaman, les digo, que no les impongo otra carga. 25 No obstante, lo que tienen, reténganlo hasta que Yo venga. 26 Al vencedor, al que guarda Mis obras hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones; 27 y las regirá con vara de hierro, como los vasos del alfarero son hechos pedazos, como Yo también he recibido autoridad de Mi Padre. 28 Y le daré el lucero de la mañana.

29 ‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’”».

   

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