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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Salmo 107

A lo largo de la historia, el término “Avivamiento” siempre se ha referido a un período de bendición extraordinaria enviada por Dios. Los Siervos de la Palabra llevaban a cabo sus ministerios: de oración, de predicación, de enseñanza, de consejería, fuese en tiempos de persecución, o en tiempos de relativa paz y crecimiento progresivo. Pero si el Señor. Todopoderoso, visitaba a su pueblo con un avivamiento, esto se ponía de manifiesto enseguida en un sentimiento extraordinario de la presencia de Dios, en un arrepentimiento profundo y en una pasión renovada por la santidad, y finalmente en la conversión inequívoca e incontrovertible de muchas personas. Podía ser algo más bien disciplinado y controlado, o podía verse mezclado con lo fraudulento o espurio.

Aunque en algunos círculos el “avivamiento” sigue teniendo este significado, en otros se refiere a una reunión o serie de reuniones en las que los predicadores hablan de la santidad personal o predican el evangelio. Se da por sentado que si el predicador tiene un don auténtico habrá fruto muy patente. En algunas partes de los EE. UU., se oye decir que “tendrá lugar un avivamiento”, o “se predicará un avivamiento”. Serviría para esclarecer las cosas si en lugar de hablar así dijeran: “Vamos a celebrar una conferencia Bíblica” o “habrá una serie de predicaciones evangelísticas”.

El Salmo 107 nos retrata una serie muy diversa de escenas en las cuales hay gente que se encuentra inmersa en terribles peligros o sujeta a una opresión espantosa, en casi todos los casos como consecuencia de su propio pecado. En cada caso Dios les viene a rescatar. Los que andaban perdidos en los parajes desiertos clamaron a Dios, y él los libró de su aflicción (107:4-9). Otros habitaban afligidos y encadenados en las densas tinieblas, “por haberse rebelado contra las palabras de Dios, por menospreciar los designios del Altísimo” (107:11), y el Señor los libró (107::13-14). Otros han quedado tan mermados a causa de su propia necedad que llegan a despreciar la vida. Pero cuando en su angustia clamaron a Dios, “Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro” (107:20). Otros se hallaban en peligro de muerte en alta mar, y aquí también el Señor respondió a sus clamores y los salvó (107:23-32). De hecho, este Dios humilla a los soberbios, y por amor a los necesitados y afligidos “convirtió los desiertos en manantiales de agua” (107:33-42).

Para que no haya ningún malentendido en cuanto a la verdad que el salmista nos quiere transmitir, nos lo subraya de dos maneras. En primer lugar, en la mayoría de las secciones del salmo, refiriéndose a los que han sido salvados, prescribe lo siguiente: “¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres!” (107:8, 15, 21, 31). En segundo lugar, la primera afirmación del salmo nos recuerda: que Dios “es bueno; su gran amor perdura para siempre” (107:1), mientras que la última insiste: “Quien sea sabio, que considere estas cosas y entienda bien el gran amor del Señor” (107:43). Aquí y tan sólo aquí está la primera y última fuente de las bendiciones de Dios –de las cuales el avivamiento no es la menos significativa. Y el último verso va aún más lejos, autorizándonos para incluir los avivamientos entre las bendiciones de Dios.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Isaías 47

Por un lado, Isaías 47 es muy directo; por otro, está sutilmente cargado de simbolismo y prepara el camino para el desarrollo del mismo en el Nuevo Testamento.

En lo directo, este capítulo describe la caída de Babilonia que la subida de Ciro al trono producirá. Esta ciudad es patéticamente soberbia y arrogante. Es la “soberana de los reinos” (47:5); cree que será eterna (47:7), como el Tercer Reich de Hitler. Está tan confiada en su propia seguridad que no puede imaginarse viuda o perdiendo a sus hijos (47:8). Orgullosa de su sabiduría y conocimiento (47:10), y de su devoción a la astrología, cree que puede controlar su futuro (47:12-13). Se deifica, lo cual es francamente repulsivo: las repetidas palabras “Yo soy, y no hay otra fuera de mí” (47:8, 10) constituyen un desafío directo a la idéntica afirmación del Señor (45:5), que ya ha tenido suficiente. La “soberana de los reinos” se sentará en el polvo (47:1); será una esclava (47:1-3). Esta “madre” quedará viuda y desconsolada de repente (47:8-9). La astrología demostrará ser fútil para salvarla (47:12-13) y los magos y hechiceros no servirán de nada (47:12). Dios mismo está preparado para destruir Babilonia.

Sin embargo, este texto se expresa a otro nivel. Los capítulos 47 y 48 están unidos, formando una sola unidad grande. Isaías 47 condena a Babilonia por su desafiante arrogancia y promete su destrucción; Isaías 48 se dirige a los cautivos, a los que (como veremos en la meditación de mañana) se dice de forma entusiasta que dejen Babilonia y regresen a Jerusalén. Empíricamente, viven en una ciudad, Babilonia; teológicamente, pertenecen a otra, Jerusalén. Por supuesto, los cautivos no podían regresar a su ciudad en ese momento. Únicamente podrían hacerlo después de que Ciro llegase al poder y concediese el permiso para ello. Sin embargo, teológicamente hablando, los exiliados deben verse como pertenecientes a Jerusalén y no a Babilonia. Así pues, del mismo modo que “Jerusalén” alude en ocasiones a la antigua ciudad con ese nombre, y a veces, como hemos visto, anuncia la nueva y escatológica, tampoco “Babilonia” se refiere solamente a la antigua ciudad que alcanzó la cúspide de su esplendor alrededor del siglo VI a.C., sino que se convierte en un símbolo, que representa a cualquier ciudad o cultura soberbia que se imagina perdurando eternamente y mide todas las cosas con arrogancia, según el modelo de sus propios pecados y presuposiciones. La Babilonia histórica es el símbolo de otras muchas.

Juan comprende estas cosas. Por esta razón, en Apocalipsis 17 describe a Roma como “la gran Babilonia, madre de las prostitutas y de las abominables idolatrías de la tierra” (17:5), una mujer emborrachada con la sangre de los santos. ¿Qué Babilonias se han levantado desde entonces?

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Deuteronomio 20

Leyes sobre la guerra

20 »Cuando salgas a la batalla contra tus enemigos y veas caballos y carros, y pueblo más numeroso que tú, no tengas temor de ellos; porque el SEÑOR tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto está contigo. Cuando se acerquen a la batalla, el sacerdote se llegará y hablará al pueblo, y les dirá: “Oye, Israel, hoy ustedes se acercan a la batalla contra sus enemigos; no desmaye su corazón; no teman ni se alarmen, ni se aterroricen delante de ellos, porque el SEÑOR su Dios es el que va con ustedes, para pelear por ustedes contra sus enemigos, para salvarlos”.

»Los oficiales hablarán al pueblo: “¿Quién es el hombre que ha edificado una casa nueva y no la ha estrenado? Que salga y regrese a su casa, no sea que muera en la batalla y otro la estrene. ¿Quién es el hombre que ha plantado una viña y no ha tomado aún de su fruto? Que salga y regrese a su casa, no sea que muera en la batalla y otro goce de su fruto. ¿Y quién es el hombre que está comprometido con una mujer y no se ha casado? Que salga y regrese a su casa, no sea que muera en la batalla y otro se case con ella”. Entonces los oficiales hablarán otra vez al pueblo, y dirán: “¿Quién es hombre medroso y de corazón apocado? Que salga y regrese a su casa para que no haga desfallecer el corazón de sus hermanos como desfallece el corazón suyo”. Y cuando los oficiales acaben de hablar al pueblo, nombrarán capitanes de tropas que irán a la cabeza del pueblo.

10 »Cuando te acerques a una ciudad para pelear contra ella, primero le ofrecerás la paz. 11 Y si ella está de acuerdo en hacer la paz contigo y te abre sus puertas, entonces todo el pueblo que se encuentra en ella estará sujeto a ti para trabajos forzados y te servirá. 12 Sin embargo, si no hace la paz contigo, sino que emprende la guerra contra ti, entonces la sitiarás. 13 Cuando el SEÑOR tu Dios la entregue en tu mano, herirás a filo de espada a todos sus hombres. 14 Solo las mujeres y los niños, los animales y todo lo que haya en la ciudad, todos sus despojos, tomarás para ti como botín. Comerás del botín de tus enemigos, que el SEÑOR tu Dios te ha dado. 15 Así harás a todas las ciudades que están muy lejos de ti, que no sean de las ciudades de las naciones cercanas.

16 »Pero en las ciudades de estos pueblos que el SEÑOR tu Dios te da en heredad, no dejarás con vida nada que respire, 17 sino que los destruirás por completo: a los hititas, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos, tal como el SEÑOR tu Dios te ha mandado, 18 para que ellos no les enseñen a ustedes a imitar todas las abominaciones que ellos han hecho con sus dioses y no pequen contra el SEÑOR su Dios.

19 »Cuando sities una ciudad por muchos días, peleando contra ella para tomarla, no destruirás sus árboles metiendo el hacha contra ellos; no los talarás, pues de ellos puedes comer. Porque, ¿es acaso el árbol del campo un hombre para que le pongas sitio? 20 Solo los árboles que sabes que no dan fruto podrás destruir y talar, para construir máquinas de sitio contra la ciudad que está en guerra contigo, hasta que caiga.

   

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Salmo 107

LIBRO QUINTO

Dios libra de aflicciones

107 Den gracias al SEÑOR, porque Él es bueno; Porque para siempre es Su misericordia. Díganlo los redimidos del SEÑOR, A quienes ha redimido de la mano del adversario, Y los ha reunido de las tierras, Del oriente y del occidente, Del norte y del sur.

Vagaron por el desierto, por lugar desolado, No hallaron camino a ciudad habitada; Hambrientos y sedientos, Su alma desfallecía en ellos. Entonces en su angustia clamaron al SEÑOR, Y Él los libró de sus aflicciones; Y los guió por camino recto, Para que fueran a una ciudad habitada. Den gracias al SEÑOR por Su misericordia Y por Sus maravillas para con los hijos de los hombres. Porque Él ha saciado al alma sedienta, Y ha llenado de bienes al alma hambrienta.

10 Moradores de tinieblas y de sombra de muerte, Prisioneros en miseria y en cadenas, 11 Porque fueron rebeldes a las palabras de Dios Y despreciaron el consejo del Altísimo; 12 Humilló sus corazones con trabajos, Tropezaron y no hubo quien los socorriera. 13 Entonces en su angustia clamaron al SEÑOR Y Él los salvó de sus aflicciones; 14 Los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte Y rompió sus cadenas. 15 Den gracias al SEÑOR por Su misericordia Y por Sus maravillas para con los hijos de los hombres. 16 Porque Él rompió las puertas de bronce E hizo pedazos las barras de hierro.

17 Por causa de sus caminos rebeldes, Y por causa de sus iniquidades, los insensatos fueron afligidos. 18 Su alma aborreció todo alimento, Y se acercaron hasta las puertas de la muerte. 19 Entonces en su angustia clamaron al SEÑOR Y Él los salvó de sus aflicciones. 20 Él envió Su palabra y los sanó Y los libró de la muerte. 21 Que ellos den gracias al SEÑOR por Su misericordia Y por Sus maravillas para con los hijos de los hombres. 22 Ofrezcan también sacrificios de acción de gracias Y hablen de Sus obras con cantos de júbilo.

23 Los que descienden al mar en naves Y hacen negocio sobre las grandes aguas, 24 Han visto las obras del SEÑOR Y Sus maravillas en lo profundo. 25 Pues Él habló, y levantó un viento tempestuoso Que encrespó las olas del mar. 26 Subieron a los cielos, descendieron a las profundidades, Sus almas se consumían por el mal. 27 Temblaban y se tambaleaban como ebrios, Y toda su pericia desapareció. 28 En su angustia clamaron al SEÑOR Y Él los sacó de sus aflicciones. 29 Cambió la tempestad en suave brisa Y las olas del mar se calmaron. 30 Entonces se alegraron, porque las olas se habían aquietado, Y Él los guió al puerto anhelado. 31 Que den gracias al SEÑOR por Su misericordia Y por Sus maravillas para con los hijos de los hombres. 32 Exáltenlo también en la congregación del pueblo, Y alábenlo en la reunión de los ancianos.

33 Él convierte los ríos en desierto Y los manantiales en secadales; 34 La tierra fértil en salinas, Por la maldad de los que moran en ella. 35 Transforma el desierto en estanque de aguas, Y la tierra seca en manantiales; 36 En ella hace morar a los hambrientos, Para que establezcan una ciudad donde vivir, 37 Y siembren campos, planten viñas, Y recojan una cosecha abundante. 38 Los bendice también y se multiplican mucho, Y no disminuye su ganado.

39 Cuando son disminuidos y abatidos Por la opresión, la calamidad y la aflicción, 40 Vierte desprecio sobre los príncipes, Y los hace vagar por un lugar desolado sin camino. 41 Pero al pobre lo levanta de la miseria y lo pone seguro en alto, Y multiplica sus familias como un rebaño. 42 Los rectos lo ven y se alegran, Pero a toda iniquidad se le cierra la boca. 43 ¿Quién es sabio? Que preste atención a estas cosas, Y considere las bondades del SEÑOR.

   

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Isaías 47

Juicio sobre Babilonia

47 »Desciende y siéntate en el polvo, Virgen hija de Babilonia. Siéntate en la tierra, sin trono, Hija de los caldeos, Porque nunca más serás llamada tierna y delicada. Toma las piedras de molino y muele la harina. Quítate el velo, despójate de la falda, Descubre tus piernas, pasa los ríos. Será descubierta tu desnudez, También será expuesta tu vergüenza. Tomaré venganza y no perdonaré a hombre alguno». Nuestro Redentor, el SEÑOR de los ejércitos es Su nombre, El Santo de Israel. «Siéntate en silencio y entra en las tinieblas, Hija de los caldeos, Porque nunca más te llamarán Soberana de reinos. Estaba enojado contra Mi pueblo, Profané Mi heredad Y en tu mano los entregué. No les mostraste compasión, Sobre el anciano hiciste muy pesado tu yugo, Y dijiste: “Seré soberana para siempre”. No consideraste esto en tu corazón, Ni te acordaste de su resultado.

»Ahora pues, oye esto, voluptuosa, Tú que moras confiadamente, Que dices en tu corazón: “Yo, y nadie más. No me quedaré viuda, Ni sabré de pérdida de hijos”. Pero estas dos cosas vendrán de repente sobre ti en un mismo día: Pérdida de hijos y viudez. Vendrán sobre ti en toda su plenitud A pesar de tus muchas hechicerías, A pesar del gran poder de tus encantamientos. 10 Te sentiste segura en tu maldad y dijiste: “Nadie me ve”. Tu sabiduría y tu conocimiento te han engañado, Y dijiste en tu corazón: “Yo, y nadie más”. 11 Pero un mal vendrá sobre ti Que no sabrás impedir; Caerá sobre ti un desastre Que no podrás remediar. Vendrá de repente sobre ti Una destrucción que no conoces.

12 »Permanece ahora en tus encantamientos Y en tus muchas hechicerías En las cuales te has ocupado desde tu juventud. Tal vez podrás sacar provecho, Tal vez causarás temor. 13 Estás fatigada por los muchos consejos. Que se levanten ahora los que contemplan los cielos, Los que profetizan por medio de las estrellas, Los que pronostican cada luna nueva, Y te salven de lo que vendrá sobre ti. 14 Ellos se han vuelto como rastrojo, El fuego los quema; No librarán sus vidas del poder de la llama. No habrá brasas para calentarse, Ni lumbre ante la cual sentarse. 15 Así han venido a ser para ti aquellos con quienes has trabajado, Que han negociado contigo desde tu juventud. Cada cual vaga por su camino, No hay nadie que te salve.

   

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Apocalipsis 17

La condenación de la gran ramera

17 Uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, vino y habló conmigo: «Ven; te mostraré el juicio de la gran ramera que está sentada sobre muchas aguas. Con ella los reyes de la tierra cometieron actos inmorales, y los moradores de la tierra fueron embriagados con el vino de su inmoralidad».

Entonces me llevó en el Espíritu a un desierto. Vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata, llena de nombres blasfemos, y que tenía siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada con oro, y piedras preciosas, y perlas. Tenía en la mano una copa de oro llena de abominaciones y de las inmundicias de su inmoralidad. Sobre su frente había un nombre escrito, un misterio: «BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA». Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los testigos de Jesús. Al verla, me asombré grandemente.

Y el ángel me dijo: «¿Por qué te has asombrado? Yo te diré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva, la que tiene las siete cabezas y los diez cuernos. La bestia que viste, era y ya no existe, y está para subir del abismo e ir a la destrucción. Y los moradores de la tierra, cuyos nombres no se han escrito en el libro de la vida desde la fundación del mundo, se asombrarán al ver la bestia que era y ya no existe, pero que vendrá.

»Aquí está la mente que tiene sabiduría. Las siete cabezas son siete montes sobre los que se sienta la mujer. 10 También son siete reyes: cinco han caído, uno es y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que permanezca un poco de tiempo. 11 Y la bestia que era y ya no existe, es el octavo rey, y es uno de los siete y va a la destrucción. 12 Los diez cuernos que viste son diez reyes que todavía no han recibido reino, pero que por una hora reciben autoridad como reyes con la bestia. 13 Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y autoridad a la bestia. 14 Ellos pelearán contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque Él es Señor de señores y Rey de reyes, y los que están con Él son llamados, escogidos y fieles».

15 También el ángel me dijo*: «Las aguas que viste donde se sienta la ramera, son pueblos, multitudes, naciones y lenguas. 16 Y los diez cuernos que viste y la bestia odiarán a la ramera y la dejarán desolada y desnuda, y comerán sus carnes y la quemarán con fuego. 17 Porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar Su propósito: que tengan ellos un propósito unánime, y den su reino a la bestia hasta que las palabras de Dios se cumplan. 18 La mujer que viste es la gran ciudad, que reina sobre los reyes de la tierra».

   

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